Relato literario para el tiempo libre


Relato

El inesperado arte

En aquella conferencia, que era su última intervención en el seminario de la universidad sobre la hipervaloración del arte contemporáneo, Pedro se encontraba diferente, inseguro y extraño.
Miró a la sala abarrotada de público y comenzó a leer un párrafo que había extraído unos días antes de un periódico.
“-¡¡Qué escisión, qué arrancamiento!! puede en muchas ocasiones significar la migración para las personas”. “Ir y quedarse, y con quedar partirse”, dice el soneto tremendo de Lope de Vega. El que se fue y ha vuelto, o el que se fue y ya no vuelve, el que piensa en volver y no sabe si ya se le ha hecho tarde, comparten una escisión parecida”. Así leía Pedro un artículo reciente del escritor español Muñoz Molina que hablaba de la migración.

De esos párrafos lo que más lo perturbaba era aquel en el que decía “el que piensa volver y no sabe si ya se le ha hecho tarde”. Así había transcurrido su vida de inmigrante. Muchas veces se sentía rechazado en el país que vivía desde hacía más de cuarenta años pero también cuando visitaba a su tierra de origen y comprendía que ya no pertenecía a ella.
-Basta conocer los aportes de la ciencia, continuó Pedro,  y de la historia para saber que todos provenimos de migrantes, pero a veces eso no basta si ese conocimiento no está aderezado de sentimientos y empatía hacia las otras personas…
Tras una pausa volvió a dirigir el tema hacia los aspectos de la vida de inmigrante de Mark Rothko y de la infancia en Letonia de este  pintor al que él atribuía su éxito solo como producto de las modas y de la propaganda.
Repitió una pausa aún más prolongada y cuando iba a continuar con su conferencia se llevó una mano a la  cabeza, tuvo unos movimientos incoordinados, se tambaleó y cayó hacia atrás antes que pudiera ser ayudado por los asistentes del curso.
En aquel momento, él no se pudo imaginar lo que acababa de cambiar su vida al sobrevenirle aquella hemorragia cerebral.

Días más tarde volvió ha conectarse con una realidad que no le recordaba la suya.
Estaba en una unidad de cuidados intensivos rodeado de personas, algunos sanitarios y otros no, pero él no reconocía a ninguno de los que ahora lo visitaban y le hablaban con gestos de cercanía y afecto.
En ese despertar se encontró en una sala en la que separada por  unos finos tabiques había unas cuatro camas.
El ambiente estaba iluminado por luz artificial y se oía de forma continua unos ruidos suaves que provenían de los aparatos que había en aquella sala.

Reiteradamente Pedro intentaba recordar como había llegado allí pero no lo conseguía. Desconocía el día y hora en que estaba.
Más tarde le dijeron que había tenido una hemorragia con lesión cerebral y que tras varios días de estado crítico y en coma había conseguido superar el trance.

Ya entonces era consciente que no podía moverse. Sobre todo una parte de su cuerpo estaba totalmente paralizada, entendía con dificultad lo que se le decía y lo peor era que no podía comunicarse con los demás.
Le visitaban personas que decían ser sus familiares y amigos aunque él no los reconocía.
Pasaron los días y Pedro había perdido totalmente la dimensión del tiempo y del sitio en que se encontraba. 
El tiempo transcurría y solo percibía mínimos progresos en su estado físico y mental. Fue por entonces cuando comenzó a tener interés por  saber quién era aquel joven que se quedaba con él durante tantas horas al día.
La luz artificial continua de la sala, daba la sensación de que el día y la noche eran periodos idénticos. El tedio y el aburrimiento le comenzó a crispar su carácter lo que le llevó a sentirse aún más solo y aislado.
Por esta razón, en una de las visitas de aquel joven que era su hijo, aunque él no lo reconocía, se atrevió a pedirle, de manera apenas inteligible, que le trajese algo para leer y si era posible preferiblemente de arte abstracto.
Este pedido sorprendió a todos los que lo conocían ya que nunca antes había mostrado interés por esa forma de arte y más aún que esa fuese la primera forma de comunicación.

Desde ese momento su estancia en el hospital  cambió. Permanecía todas las horas del día en las que estaba despierto, leyendo sobre arte contemporáneo y en concreto sobre la evolución del expresionismo abstracto. Al parecer le atraían más a su atención  los matices y significados de los colores de esta corriente pictórica. Casi no podía hablar o sus gestos eran tan rudimentarios que solo su hijo lo comprendía.  Solo se comunicaba para pedir más libros e información de esa parcela del arte que ahora lo tenía vinculado al mundo real y quizás a la cordura necesaria para sobreponerse a la situación en la que  se encontraba.
Unas semanas después y estando ya inmerso en los ejercicios de rehabilitación pidió a una enfermera que lo atendía, que le comprase lienzos y pinturas de diferentes colores además de los utensilios básicos que emplea un pintor. Le costó expresarse y hacer el pedido pero lo hizo señalando todos estos objetos entre las múltiples revistas y libros de arte que ahora abarrotaban la mesita auxiliar de su habitación.
Durante las siguientes semanas que duró su hospitalización y a pesar de que solo movía una mano, casi no se mantenía en pié y tenía una visión doble y borrosa, pintaba de manera continua en el tiempo libre que le dejaba su dura y laboriosa rehabilitación.
Desplegó, desoyendo las objeciones del personal sanitario, un enorme lienzo en una de las paredes. Pintaba sin descanso y corrigiendo a menudo lo que había hecho el día anterior. El único que lo animaba a continuar era su hijo que lo visitaba a diario y permanecía horas en silencio pero brindándole su compañía. Los amigos y demás familiares poco a poco dejaron de visitarlo.
En el lienzo pintó una imagen más o menos oval de color azulado no uniforme con partes simétricas pero que en una de las mitades resaltaba un área hiperdensa de color blanco ceniza de bordes poco definidos. Los límites se perdían en los márgenes del lienzo degradando progresivamente el color como produciendo veladuras.
Su hijo y las enfermeras le preguntaban qué significado tenía esa pintura. Miraba a quienes le interrogaban pero solo respondía con el silencio desde un rostro hierático pero sufriente.
Previo a su alta y sin haber alcanzado una adecuada recuperación se le practicó un control con una prueba de imagen de un nuevo tipo de tomografía computarizada.
Cuando al día siguiente el médico que llevó esas pruebas a la habitación para comentarla con el enfermo y sus familiares se quedó perplejo, atónito y tremendamente sorprendido al observar la pintura que ocupaba toda la pared de la habitación.
La imagen de la tomografía era exactamente igual a la que en ese momento veía en la pared.
Para el médico aquello no tenía explicación y solo podía ser fruto de la casualidad. Para los demás que comenzaron a visitar a diario la habitación, esa pintura era solo un mamarracho de colores que cualquier niño o un demente podrían hacer.
Su hijo, sin embargo, que hasta la enfermedad de su padre había tenido una opinión muy diferente a la de éste sobre esta forma de expresión artística, pensó, como de manera innata el ser humano siente atracción o rechazo por unas formas, colores u objetos a los que dota de significado. Le solía decir a su padre, que este arte puede no significar cosas reconocibles y en general no cuenta historias sino que evoca sensaciones o presenta otras maneras de ver y sentir el mundo. Por  entonces, cuando hablaban de este tema, solían terminar en discusiones acaloradas y con cierta distancia y rencor. Su padre era un admirador del arte clásico y no comprendía las nuevas expresiones del artista contemporáneo.

Precisamente por esto ahora su hijo estaba tan sorprendido del vuelco de su padre y de las cualidades hasta este momento ocultas de la expresión pictórica que demostraba.
Pasaron los años y Pedro mantuvo como única forma de comunicación con el mundo sus pinturas abstractas, multicolores y de inmenso tamaño. Por lo demás nunca consiguió recuperarse de sus secuelas neurológicas. Sus obras recibieron premios y el reconocimiento de sus contemporáneos aunque aquel lienzo pintado en su habitación de hospital terminó en el vertedero de residuos del centro nosocomial.
J.P





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