Pantallas, móviles y nuevas tecnologías
Artículo
publicado en edición dominical de El País en abril 2017. Es interesante y
recomiendo su lectura. Quizás para no caer en las situaciones que se expone en el texto siguiente deberíamos pasear más, ver a los amigos "cara a cara", ir al cine, leer y apagar determinadas horas o días los móviles y ordenadores. ¿Lo conseguiremos?
¿Por
qué no desviamos la vista de las pantallas?
Una investigación plantea que el uso de
dispositivos electrónicos y las redes sociales han disparado la tasa de
adicciones de comportamiento, enfermedad que afecta a más de un tercio de la
población mundial.
Hay personas que miran su celular 150 veces al
día.
El australiano Adam Alter (profesor de Marketing y
Psicología de la Universidad de Nueva York) iba en un avión cuando reparó en
que su adicción al teléfono había llegado a un límite peligroso. En un viaje
desde Nueva York a Sydney, se pasó 24 horas seguidas jugando "2048",
un juego en línea cuyo objetivo es deslizar baldosas en una cuadrícula.
"Me hizo preguntarme cómo podía estar sentado jugando el mismo juego por
tantas horas y sin parar", relata. "Cuando se lo conté a otras
personas, me di cuenta de que no estaba solo: muchos sentían que pasaban
demasiado tiempo atados a sus dispositivos".
En su investigación, Alter se encontró con
estudios y cifras que confirmaron aquella impresión: por ejemplo, que una persona pasa casi tres horas al día
pegado a su celular y lo coge un promedio de 39 veces al día (según datos de la
aplicación Moment). Que dos tercios de los adultos sufren de privación
crónica del sueño, una enfermedad moderna cada vez más común debido al uso de
smartphones, libros electrónicos y otros dispositivos que emiten luz. O que en
países como Estados Unidos ya existen clínicas como "reSTART", destinadas
a rehabilitar a adictos a Internet, videojuegos y la realidad virtual.
A partir de múltiples entrevistas y evidencia
científica, Alter comprobó que la era digital es mucho más propicia para
desarrollar este tipo de enfermedades crónicas del cerebro. Ese es el leit
motiv de su libro Irresistible: The Rise of Addictive Technology and the
Business of Keeping Us Hooked (2017), donde el australiano advierte una
realidad inquietante: muchos de nosotros —niños, adolescentes, adultos— somos
adictos a los productos digitales modernos. No figurativamente, sino que,
literalmente, adictos.
En el pasado, la mayoría de la gente vinculaba el
término "adicción" a sustancias químicas, como la heroína, cocaína o
nicotina. Pero investigaciones recientes han demostrado que las adicciones
conductuales generan las mismas respuestas en el cerebro que el abuso de
sustancias. En ambos casos, distintas regiones cerebrales liberan dopamina, la
que se anexa a los receptores del órgano central de nuestro sistema nervioso y
le permiten producir una intensa carga de placer.
"El
cerebro responde de la misma manera a los comportamientos adictivos que a las
sustancias adictivas, aunque la respuesta es más débil a los comportamientos,
ya que estos no actúan directamente en el cerebro como lo hacen las
sustancias", señala Alter.
"Ciertamente, somos susceptibles a la adicción cuando tenemos una
necesidad psicológica que puede ser satisfecha por una experiencia o sustancia.
Si te sientes solo, por ejemplo, puedes inclinarte a encontrar amigos en un
juego como World of Warcraft y te resulta difícil dejar de jugarlo".
En su libro, Alter también revela una "curiosa" contradicción":
distintos gigantes de la tecnología —desde el fallecido Steve Jobs hasta Evan
Williams, fundador de Blogger, Twitter y Medium— imponían severas restricciones
al uso de dispositivos electrónicos en sus hogares y les prohibieron a sus
hijos tener un iPad. Es decir, protegían a sus familiares de las tecnologías
que ellos promovían públicamente.
Efectos negativos.
El psicoterapeuta Stanton Peele —uno de los
pioneros de este campo desde la década del 70— define a la adicción como una
experiencia que nos provee un sustento emocional crucial en un tiempo y lugar,
al costo de perjudicar nuestras existencias globales.
"Hay un movimiento creciente que ve una serie
de comportamientos como potencialmente adictivos, incluyendo aquellos que no
implican la ingesta de un medicamento", agrega el británico Mark
Griffiths, profesor de Adicciones de Comportamiento en la Universidad
Nottingham Trent. "Estos incluyen los juegos de azar, comer, sexo,
ejercicio, videojuegos, amor, compras, uso de Internet, redes sociales y
trabajo".
Griffiths es uno de los coautores de Prevalencia
de las Adicciones: ¿un problema de la mayoría o de la minoría? (2011), uno de los
estudios más completos que se han realizado sobre adicciones químicas y
conductuales y que es citado en el libro de Alter. Tomando como base 83
estudios, y con un total de 1,5 millones de encuestados de cuatro continentes,
este concluyó que 41% de la población había sufrido de algún tipo de
comportamiento adictivo en los últimos doce meses. Estos iban desde adicciones
viejas y conocidas, como al cigarro y la bebida, hasta otras más recientes como
la adicción a Internet.
Griffiths y sus colegas establecen que estos no
son desórdenes triviales. Casi la mitad de la población ha experimentado
síntomas tales como la pérdida de habilidad para elegir libremente si detener o
continuar dicho comportamiento (pérdida de control) y las consecuencias
adversas asociadas a ese comportamiento. "Esa tasa, seguramente, ha
aumentado con la adopción generalizada de tablets y teléfonos inteligentes y la
creciente participación en las redes sociales", dice Alter. "Para
muchas personas que forman parte de este 41%, el comportamiento adictivo está
basado en Internet o en las redes sociales".

El poder del "like".
En diciembre de 2014, durante unas vacaciones
familiares, el español Gustavo Entrala (46, experto en innovación digital y
fundador de la agencia de publicidad 101) se dio cuenta de que estaba mucho más
pendiente del teléfono y de las notificaciones de las redes sociales, que de la
gente que lo rodeaba. En simultáneo, ya había notado cómo disminuía su
concentración en el trabajo. "Me costaba mucho abordar las tareas que
tenía pendientes y siempre encontraba una buena excusa para poner un tuit o
mirar cuántos retuiteos había tenido un mensaje mío", relata. "Las
redes sociales son como unas muletas para momentos de cansancio y aburrimiento
y, sin querer, empiezas a acudir a ellas como una manera de procrastinar".
En aquella época, Entrala acudía a su celular un
promedio de 150 veces al día para revisar si había un tuit nuevo o si sus
comentarios habían tenido algún tipo de feedback . Para él, un like era una
forma de dar y recibir "reconocimiento y afecto". Y esta adicción
empezó a tener efectos en su vida personal. "El uso desordenado de la
tecnología te quita el sueño. Y lo primero que hacía a las 7 de la mañana, que
es cuando yo me levanto, era mirar el móvil", dice. "En general, la
gente que trabaja contigo ve que no estás viviendo intensamente lo que se está
haciendo. Estás en otra cosa, un poco aislado".
Para hacer un corte radical con sus hábitos, la
primera medida de Entrala fue encender el teléfono solo cuatro veces al día.
Las primeras 48 horas estuvieron marcadas por la ansiedad pero, al tercer día,
empezó a notar que estaba más sereno, que trabajaba y pensaba mejor, y que sus
conversaciones eran más ricas en contenido. "Para mí la clave fue eliminar
las notificaciones del móvil. En el momento que lo haces, ya no te controlan
Twitter, Facebook o WhatsApp", dice. "El gran riesgo de las redes
sociales es la capacidad que tienen para interrumpirnos".
La gratificación que logra atrapar.
En su consulta el psiquiatra Daniel Martínez,
director del Instituto del Bienestar, recibe a personas que sufren de
adicciones de comportamiento relacionadas con Internet. ¿La más común? "La
mamá que viene con los hijos y que está preocupada porque su hijo pasa mucho
tiempo pegado al ordenador, ya sea en Internet o jugando videojuegos",
dice. "Luego está todo el tema de las telefonías celulares(móviles) y el
WhatsApp. Menos usualmente, a uno también le toca ver adicción a compras online
y adicción al sexo y la pornografía".
Al igual que en el resto de las adicciones,
Martínez plantea que una adicción a la tecnología está determinada por el
ambiente en el cual se desarrolla una persona. Estas son facilitadas por un
tema experiencial y social. "Hay mucha gente con ciertas fobias sociales a
las que les cuesta la interacción cara a cara y se sienten más sueltas a través
de las redes", señala. "Una de las cosas que hace que ciertas
actividades sean más adictivas que otras es la instantaneidad de la respuesta.
Una característica de las drogas es que uno, rápidamente, puede lograr un cambio
emocional o anímico. Y una de las cosas que tiene Internet es que,
inmediatamente, yo puedo obtener algo. No hay que esperar. Y eso es muy
adictivo, porque hay una gratificación inmediata".
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