Periodismo de actualidad: supremacismo catalán
Días pasados se publicó en un periódico de distribución nacional un artículo periodístico digno de ser leído, analizado y comentado donde se exponen aspectos tremendamente preocupantes que comienzan a vivirse dentro de nuestras fronteras. El tema trata sobre consideraciones del separatismo catalán enmarcadas en la ideología supremacista de sus dirigentes. El autor del artículo es J.I Torreblanca y se publicó en El País. Os invito que lo leáis.
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El etnicismo del movimiento independentista, que
oculta una gran reacción de la Cataluña del interior y más pudiente frente a la
inmigración proveniente del resto de España, es hoy el gran elefante en la
habitación del que nadie quiere hablar. Los estudios demuestran que el apoyo a
la independencia entre los funcionarios del sector público y las rentas
superiores a 2.400 euros al mes casi duplica al que se registra entre las
personas que ganan menos de 900 euros al mes y están desempleadas. Y también
que el apoyo a la independencia es del 75% entre los que tienen cuatro abuelos
nacidos en Cataluña, pero solo del 12% entre los que nacieron fuera. ¿Cómo
explica el independentismo que ninguno de los apellidos de los 13 consejeros
nombrados por el nuevo presidente esté entre los 13 apellidos más comunes de
Cataluña?
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El supremacismo catalán
José Ignacio Torreblanca.
Diario El País. 28 de mayo. 2018
El president Quim Torra ha calificado a los
castellanohablantes como “bestias con forma humana; carroñeros, víboras,
hienas”. También ha acusado a España de no haber exportado nunca nada más que
“miseria, material y espiritualmente hablando”. Todo ello le ha valido la
denuncia de SOS Racisme Catalunya.
Su predecesor, Carles Puigdemont, alimentó el mito
del “España nos roba” al sostener que todos los problemas de Cataluña se
resolverían si cada familia catalana dejara de enviar todos los años 10.000
euros al resto de España. Y antes que él, Artur Mas justificó las aspiraciones
del independentismo sobre la suposición de que el ADN de los catalanes es más
germánico y menos romano que el del resto de los españoles.
El supremacismo estuvo también latente en Jordi
Pujol, que retrató al andaluz como un “hombre anárquico que vive en un estado
de ignorancia y miseria cultural, mental y espiritual”. Su estrategia de
victimización fue denunciada en 1981 por Josep Tarradellas. Pujol, dijo
Tarradellas, trataba de “ocultar el fracaso de toda una acción de Gobierno y de
la falta de autoridad moral de sus responsables” mediante la utilización de “un
truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el
perseguido, en la víctima”.
Hoy, algo más de 40 años después del regreso de
Tarradellas, la estrategia del victimismo del nacionalismo catalán ha llegado a
su apogeo al pretender convencer al resto del mundo de la existencia de una
nación oprimida (Cataluña) por un Estado autoritario (España) en el corazón de
la Europa democrática. Pero los datos no avalan esa tesis. El PIB per cápita de
Cataluña, que tiene el 16% de la población y representa el 19% del PIB, es de
29.936 euros (2017), frente a la media de 24.999, así que es lógico que
contribuya a las arcas comunes con más de lo que recibe. Y el catalán es
entendido por el 95,2% de los catalanes y hablado por el 73,2%. Fuera de
España, ni el Consejo de Europa, ni la Unión Europea, ni la OSCE, ni la
Comisión de Venecia, ni Human Rights Watch, ni Amnistía Internacional han
denunciado o expedientado al Gobierno español por negar a Cataluña su
autogobierno, lengua, identidad o cultura.
El Roto. Diario El País |
A raíz de la crisis catalana ha sido frecuente
entre los observadores extranjeros recurrir a las explicaciones basadas en el
pasado franquista y la opresión sufrida por Cataluña durante la dictadura. Sin
embargo, esa explicación olvida un hecho clave: que hasta la llegada de la ola
populista global asociada a la crisis financiera de 2008, el independentismo
fue marginal en Cataluña y los partidos que lo defendían no superaron el 10% de
los votos hasta el año 2003. Pero después de 2008, sea en España, Francia,
Italia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Hungría o Polonia, ha sido mucho
más fácil para los políticos oportunistas explotar los sentimientos nacionales
que gestionar la economía y los servicios públicos o rendir cuentas por la
corrupción, rampante entre los Gobiernos nacionalistas catalanes. Cuando uno es
más rico, librarse de los pobres y los inmigrantes puede parecer una solución
fácil, aunque para ello se rompa la convivencia.
Tristemente, el nacionalismo xenófobo y
excluyente, un viejo conocido de Europa, ha vuelto. España, pese al discurso de
los independentistas catalanes, no es diferente ni peor que el resto de sus
vecinos europeos: es simplemente una democracia más intentando no sucumbir a
políticos y políticas populistas cuya solución es siempre culpar de sus
problemas a otros. Lo último que necesita Europa es añadir a la Hungría de
Orbán, la Italia de Salvini o la Polonia de Kaczynski, la Cataluña xenófoba de
Torra y Puigdemont.
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