Entrevistas: Ngaire Woods
No hace mucho en el suplemento Ideas (Diario El País) era entrevistada N. Woods, destacada politóloga y catedrática de la Universidad de Oxford. La entrevista abordaba temas de actualidad nacional e internacional como el populismo, los referendos, el Brexit o el futuro de los partidos políticos tradicionales. A continuación reproduzco esa entrevista para compartirla con todos vosotros y poder así mejorar la comprensión de nuestro presente.
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Ngaire Woods (Entrevistada por Luis Doncel).
Ideas. El País. 2018
Ngaire Woods (Nueva Zelanda, 1962). Politóloga.
Experta en gobernanza, la catedrática de Oxford advierte de que los vínculos
entre las élites y la ciudadanía se han roto, y desconfía de los referendos
“Cuando la población está dividida, el trabajo del
Gobierno es tomar decisiones difíciles que gustarán a unos y disgustarán a
otros”
PREGUNTA.
El año de los populismos fue, con Trump y el Brexit, 2016. En 2017, las
elecciones en Francia y Holanda mostraron sus límites. ¿Pecaron de optimistas
los que creyeron que estos movimientos habían tocado techo?
RESPUESTA. Al hablar de populismo, en realidad nos
referimos a la revuelta contra el establishment. Pero esta revuelta tiene
buenos motivos: desde 2008, la mayor parte de la población ha visto sus
ingresos estancados o reducidos. Los asuntos que de verdad importan a la gente
(vivienda, sanidad y educación) parecen estar en peligro. Los vínculos entre
las élites y el pueblo se han roto. Los populistas hacen extraordinariamente
bien tres cosas: usan el lenguaje de la gente y abordan asuntos que importan;
mantienen un discurso simple con soluciones fáciles, y, en lugar del viejo
pragmatismo, ofrecen una salvación. Ellos no prometen aumentar el PIB en un
punto. Ofrecen algo más grande. El establishment tiene que aprender de ellos.
Pero hay que diferenciar entre buen y mal populismo.
P. ¿Cuál
es el bueno?
R. El malo es el que pone en peligro la
democracia. En Filipinas, Reino Unido, EE UU o Hungría hay líderes que buscan
atajos en instituciones esenciales. Es muy peligroso, porque en una democracia
el Estado de derecho es lo único que mantiene a los ciudadanos como iguales. El
buen populista es aquel que escucha cuidadosamente lo que importa a la gente.
Macron y su movimiento En Marcha se pasaron un año escuchando, llamando a las
puertas de las casas, antes de lanzar su candidatura. Presentó ideas simples, positivas
y transformadoras. Obama también lo hizo. O Bernie Sanders. Es lo que van a
tener que aprender los partidos políticos de todo el mundo, ya sean de
izquierdas, derechas o centro.
P. Usted
recuerda cómo, a medida que se acercaba el referéndum del Brexit, cuantos más
organismos internacionales alertaban de la catástrofe económica que supondría
la salida de la UE, más gente parecía dispuesta a votar por el Brexit.
Observando la gestión de la crisis en países como Grecia por parte del FMI o la
Comisión Europea, ¿no es comprensible esa falta de credibilidad de las
instituciones?
R. Absolutamente. Desde los años noventa, los
organismos internacionales han prometido una gestión de globalización
inclusiva, que beneficie a todos. Y han fracasado estrepitosamente. La
globalización ha proporcionado muchísimas oportunidades, pero la
responsabilidad de las empresas no se ha globalizado. El escepticismo en torno
a su actuación es razonable.
P.
¿Están los líderes aprendiendo de estos errores, aunque solo sea por el temor a
perder el poder?
R. Sí, pero no lo bastante rápido. Macron sí ha
aprendido. En Reino Unido, tanto May como Corbyn prometen construir 200.000
casas al año. Pero el Gobierno británico adolece de una extraordinaria falta de
imaginación y creatividad si se compara con 1945, cuando, pese a la bancarrota
tras la guerra, logró proyectos tan ambiciosos y extraordinarios como los
sistemas públicos de salud y educación. Mucha gente votó a favor del Brexit no
porque le importara lo más mínimo la UE, sino porque sabía que era un voto
contra un Gobierno incumplidor.
P. Desde
Cataluña a Reino Unido surgen voces que reclaman más democracia a través de
referendos. Usted es muy crítica con esas voces.
R. Vivimos en democracias representativas, en las
que elegimos a los políticos para que tomen decisiones muy difíciles. Si un
líder toma una decisión que resulta ser negativa, en las próximas elecciones se
le puede echar del Gobierno. Pero ¿qué ocurre si dice que no fue su decisión,
sino la de la gente? En Reino Unido se trasladó una pelea interna del partido
conservador a la población. Es muy peligroso usar los referendos para no asumir
responsabilidades. Es corrosivo para la democracia.
P. ¿Qué
hacer en situaciones como la de Cataluña, con una población polarizada en torno
a la independencia?
R. Cuando la población está tan dividida, el
trabajo del Gobierno es tomar decisiones difíciles que gustarán a unos y
disgustarán a otros. Si la gente no estuviera dividida, no necesitaría
Gobiernos. No soy una experta en Cataluña, pero sí estoy segura de que ambas
partes deben seguir hablando. El diálogo tiene que continuar en cada
generación. La política está para usar las palabras en lugar de las armas.
P. Casos
como las consultas del Brexit o la de bandera en Nueva Zelanda, muestran que
estas votaciones no siempre ayudan a solucionar un conflicto.
R. Es cierto. Cuando la gente está dividida,
ningún paso va a zanjar el debate. En Cataluña me sorprende que nadie parece
estar tomando en serio las preocupaciones del otro. Cada bando se niega a
escuchar al otro.
P. Mark
Zuckerberg ha reconocido sus miedos por haber creado lo que ahora considera
como “un monstruo”. ¿Qué responsabilidad tienen las redes sociales en el actual
debate político?
R. Facebook y Google han convencido al mundo de
que son solo plataformas. Y no es así. Son editores que hacen posible que mucha
gente lea determinados contenidos. No se les debería haber permitido fingir que
no lo son.
P. ¿Han
contribuido al aumento de los extremismos?
R. Han creado un patio de recreo en el que los
populistas se sienten libres para instigar el miedo. Y el miedo hace que los
grupos se mezclen menos. Es algo que no nos podemos permitir en sociedades cada
vez más diversas.
P. ¿Cuál
es el papel de Gobiernos como el ruso?
R. Hay que analizarlo en términos de reciprocidad.
Ni Rusia ni China permiten grandes dosis de libertad en sus redes sociales o en
la prensa. Putin fue el primero en comprender cómo los Gobiernos podían usar
las redes sociales. Después de la guerra en Chechenia, vio la oportunidad de
usar a blogueros y tuiteros para que hicieran propaganda en lugar del Gobierno.
P. ¿Han
muerto los grandes partidos políticos?
R. Esos partidos dejaron de escuchar a su
electorado, y en su lugar contrataron cada vez a más relaciones públicas. En EE
UU y Europa, el voto tradicional de la izquierda se descompone. Y algo parecido
pasa en los grupos conservadores. Los partidos mayoritarios se están muriendo.

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