Escritos singulares: Leyes de la estupidez humana
Buscando referencias
para temas de interés personal en ocasiones uno se encuentra en la red o en
bibliotecas con escritos singulares como el que a continuación
transcribiré. Este trata sobre la estupidez. Lo escribió un historiador
italiano del que resumo más abajo algunos datos de su perfil profesional. Está publicado
en la Enciclopedia y Biblioteca Virtual de las Ciencias Sociales, Económicas y
Jurídicas (umed.net, sección economía). Después de su lectura seguramente
nos reiremos, pensaremos, nos molestará, haremos cuentas o prepararemos una
contrarréplica…
Sin duda el tema es
importante. Ya decía Einstein que de lo que si estaba seguro era que la
estupidez humana era infinita.
Una vez leída estas leyes fundamentales de la estupidez humana, como ejercicio práctico podríamos intentar establecer si Quim Torra (Presidente de la Generalitat) pertenece al grupo E o al Be.
Una vez leída estas leyes fundamentales de la estupidez humana, como ejercicio práctico podríamos intentar establecer si Quim Torra (Presidente de la Generalitat) pertenece al grupo E o al Be.
Carlo M. Cipolla ( 1922-2000 )
Historiador
italiano especializado en la historia de la economía. Nacido en Pavía, estudió
en la Sorbona y en la London School of Economics. Empezó a trabajar
en la Universidad de Catania, en Sicilia, pasando después por las universidades
de Venecia, Turín, Florencia, Pavía y Pisa. En 1959 se incorporó a la
Universidad de California en Berkeley donde permaneció hasta su retiro en 1991.
Las
leyes fundamentales de la estupidez humana
(Basado en Cipolla
(1988), Allegro ma non troppo )
Primera
Ley Fundamental: Siempre e
inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en
circulación
A primera vista esta afirmación puede parecer
trivial, o más bien obvia, o poco generosa, o quizá las tres cosas a la vez.
Sin embargo, un examen más atento revela de lleno la rotunda veracidad de esta
afirmación. Cipolla considera que por muy alta que sea la estimación
cuantitativa que se haga de la estupidez humana, siempre quedaremos
sorprendidos de forma repetida y recurrente por el hecho de que:
a
personas que
uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado resultan ser inequívocamente
estúpidas;
b
día tras día,
con una monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra
actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e
inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
La Primera
Ley Fundamental impide la atribución de un valor numérico a la fracción
de personas estúpidas respecto del total de la población. Cualquier estimación
numérica resultaría ser una subestimación. Por ello en las líneas que siguen se
designará la proporción de personas estúpidas en el seno de una población con
el símbolo σ.
Segunda Ley Fundamental: La probabilidad de que cierta persona sea
estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.
No todos los humanos son iguales ya que unos son
más estúpidos que otros. Según Cipolla, el grado de estupidez viene determinado
genéticamente por la naturaleza pero no está asociado a ninguna otra
característica de raza, sexo, nacionalidad o profesión.
El profesor Cipolla realizó amplios estudios
demográficos con muy diversos sectores de la población. Inicialmente afirma
haber comprobado que entre los trabajadores "de cuello azul" existía
una fracción σ de estúpidos y que esa fracción era mayor de lo que esperaba,
con lo que se confirmaba la primera Ley. Sospechando que podía deberse a falta
de cultura o a marginalidad social estudió muestras de trabajadores "de
cuello blanco" y a estudiantes, comprobando que entre ellos se mantenía la
misma proporción. Más sorprendido aún quedó al medir el mismo parámetro entre
los profesores de universidad. Decidió por tanto expandir sus estudios hasta la
élite de la sociedad, los laureados con el Premio Nobel. El resultado confirmó
el poder supremo de la naturaleza: una proporción σ de laureados con el Nobel
son estúpidos.
Tercera Ley Fundamental (o de Oro): una persona estúpida es aquella que
causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia
para sí mismo e incluso incurriendo en pérdidas.
El análisis de costes y beneficios de Carlo M.
Cipolla permite clasificar a los seres humanos en cuatro tipos de personas,
cada uno de los cuales ocupa un cuadrante en un sistema de coordenadas. Si
representamos en el eje de abcisas el beneficio, positivo o negativo, que
obtiene el individuo y en el eje de ordenadas el beneficio (+) o coste (-) que
causa a los demás, podemos definir y estimar las coordenadas de los siguientes
tipos:
•
Desgraciado
(D): aquel que se causa un perjuicio a sí mismo, beneficiando a los demás.
•
Inteligente
(I): aquel que se beneficia a sí mismo, beneficiando a los demás.
•
Bandido (B):
aquel que obtiene beneficios para sí mismo, perjudicando a los demás.
•
Estúpido (E):
aquel que causa pérdidas a otros, perjudicándose a la vez a sí mismo.
Distribución de Frecuencia
La mayoría de los individuos no actúa
consistentemente. Bajo ciertas circunstancias una persona puede actuar
inteligentemente y en otras actuar como desgraciado. La única importante
excepción a esta regla es la de las personas estúpidas que normalmente muestran
una fuerte tendencia hacia un comportamiento estúpido en cualquier actividad o
empresa. Para los demás, podremos calcular su posición en el eje de coordenadas
del gráfico 1 como una media de los resultados de sus acciones en términos de
costes y beneficios causados sobre sí mismos y sobre los demás. Esta
posibilidad nos permite hacer la siguiente digresión:
Consideraremos un "bandido perfecto"
aquel que mediante sus acciones obtiene para sí mismo un beneficio igual al
coste que origina en los demás. Es el caso del ladrón que roba a otro cien
euros sin causarle ningún coste adicional. Esta situación puede ser definida
como un "juego de suma cero" en el que el conjunto de la sociedad ni
gana ni pierde. El "bandido perfecto" quedaría representado en el eje
de coordenadas del gráfico 2 sobre la línea OM que bisecta el cuadrante B.
Sin embargo los bandidos perfectos son
relativamente escasos. Es más frecuente que haya bandidos inteligentes
(Bi) que obtienen más beneficios que los costes que causan, o bandidos
estúpidos (Be), que para obtener algún beneficio causan un coste alto a los
demás. Desgraciadamente los bandidos que permanecen por encima de la línea OM
son relativamente poco numerosos. Es mucho más frecuente el individuo Be.
Ejemplo de este último puede ser el ladrón que destroza los cristales de un
coche para robar su radio o el que asesina a alguien para irse con su mujer a
pasar un fin de semana en Montecarlo.
El poder de la estupidez
Los estúpidos son peligrosos y funestos porque a
las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un
comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica de un
bandido. Las acciones de un bandido siguen un modelo de racionalidad. El
bandido quiere obtener beneficios. Puesto que no es suficientemente inteligente
como para imaginar métodos con que obtener beneficios para sí procurando
también beneficios a los demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a
su prójimo. Ciertamente, esto no es justo, pero es racional, y siendo racional,
puede preverse. En definitiva, las relaciones con un bandido son posibles
puesto que sus sucias maniobras y sus deplorables aspiraciones pueden preverse
y, en la mayoría de los casos, se puede preparar la oportuna defensa.
Con una persona estúpida todo esto es
absolutamente imposible. Tal como está implícito en la Tercera Ley Fundamental,
una criatura estúpida nos perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los
momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo racional
de prever si, cuando, cómo y por qué, una criatura estúpida llevará a cabo su
ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado.
Puesto que las acciones de una persona estúpida no
se ajustan a las reglas de la racionalidad, es lógico pensar que tienen todas
las de ganar porque:
a
generalmente
el ataque nos coge por sorpresa.
b
incluso
cuando se tiene conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa
racional porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura
racional.
El hecho de que la actividad y los movimientos de
una criatura estúpida sean absolutamente erráticos e irracionales, no sólo hace
problemática la defensa, sino que hace extremadamente difícil cualquier
contraataque. Y hay que tener en cuenta también otra circunstancia: la persona
inteligente sabe que es inteligente; el bandido es consciente de que es un
bandido y el desgraciado incauto está penosamente imbuido del sentido de su
propia candidez. Pero al contrario que todos estos personajes, el estúpido no
sabe que es estúpido y esto contribuye en gran medida a dar mayor fuerza,
incidencia y eficacia a su poder devastador.
No hay que asombrarse de que las personas
desgraciadas e incautas, es decir, las que en los gráficos 1 y 2 se sitúan en
el cuadrante D, no reconozcan la peligrosidad de las personas estúpidas. El
hecho no representa sino una manifestación más de su falta de previsión. Pero
lo que resulta verdaderamente sorprendente es que tampoco las personas
inteligentes ni los bandidos consiguen muchas veces reconocer el poder
devastador y destructor de la estupidez. Es extremadamente difícil explicar por
qué sucede esto. Se puede tan sólo formular la hipótesis de que, a menudo,
tanto los inteligentes como los bandidos, cuando son abordados por individuos
estúpidos, cometen el error de abandonarse a sentimientos de autocomplacencia y
desprecio en lugar de preparar la defensa y segregar inmediatamente cantidades
ingentes de adrenalina ante tamaña situación de peligro.
Uno de los errores más comunes es llegar a creer
que una persona estúpida sólo se hace daño a sí misma, pero esto no es más que
confundir la estupidez por la candidez de los desgraciados.
A veces hasta se puede caer en la tentación de
asociarse con un individuo estúpido con el objeto de utilizarlo en provecho
propio. Tal maniobra no puede tener más que efectos desastrosos porque:
a
está basada
en la total incomprensión de la naturaleza esencial de la estupidez y
b
da a la
persona estúpida la oportunidad de desarrollar sus capacidades aún más allá de
lo originalmente supuesto. Uno puede hacerse la ilusión de que está manipulando
a una persona estúpida y, hasta cierto punto, puede que incluso lo consiga,
pero debido al comportamiento errático del estúpido, no se pueden prever todas
sus acciones y reacciones y muy pronto uno se verá arruinado y destruido sin
remedio.
A lo largo de los siglos, en la vida pública y
privada, innumerables personas no han tenido en cuenta la Cuarta Ley
Fundamental y esto ha ocasionado pérdidas incalculables.
Macroanálisis y Quinta Ley Fundamental: La persona estúpida es el tipo de persona
más peligrosa que existe.
Las consideraciones finales de la Ley cuarta nos
conducen a un análisis de tipo "macro", según el cual, en lugar del
bienestar individual, se toma en consideración el bienestar de la sociedad,
definido, en este contexto, como la suma algebraica de las condiciones del
bienestar individual. Es esencial para efectuar este análisis una completa
comprensión de la Quinta Ley Fundamental. No obstante, es preciso añadir que de
las cinco leyes fundamentales, la Quinta es, de largo, las más conocida.
El corolario de la ley dice así:
El estúpido es más peligroso que el bandido.
La formulación de la ley y el corolario son aún
del tipo "micro". Sin embargo, tal como hemos anunciado
anteriormente, la ley y su corolario tienen profundas implicaciones de
naturaleza "macro". Si todos los miembros de una sociedad fuesen
bandidos perfectos, la sociedad quedaría en una situación estancada pero no se
producirían grandes desastres. Todo quedaría reducido a transferencias masivas
de riqueza y bienestar. Pero cuando los estúpidos entran en acción las cosas
cambian completamente. La personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras
personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas y, por consiguiente, la
sociedad entera se empobrece.
El gráfico 3 muestra un sistema de clasificación
simple entre las acciones que causan beneficio o perjuicio a la sociedad como
un todo. Toda actividad representable a la derecha de la línea NOM implica una
redistribución con beneficio social neto, mientras que las actividades que caen
a la izquierda o debajo de dicha línea implican pérdidas sociales netas.
El profesor Carlo M. Cipolla, erudito historiador
que ha investigado intensamente la sociedad clásica romana, la sociedad
medieval y muchas otras de la antigüedad, está perfectamente cualificado para
afirmar, como hace, que el coeficiente σ es una constante histórica. ¿Por qué
entonces unas sociedades prosperan y otras entran en decadencia? Depende
exclusivamente de la capacidad de los individuos inteligentes para mantener a
raya a los estúpidos.
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Más aún: en las sociedades en decadencia, el
porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual a σ; sin embargo, en el
resto de la población Cipolla observa, sobre todo entre los individuos que
están en el poder, una alarmante proliferación de bandidos con un elevado
porcentaje de estupidez. Y entre los que no están en el poder, un igualmente
alarmante crecimiento del número de los desgraciados incautos. Tal cambio en la
composición de la población de los no estúpidos es el que refuerza
inevitablemente el poder destructivo de la fracción σ y conduce al país a la
ruina.
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