Psicología: El sinsentido de la vida

Zully Flomenbaum es una psicoanalista de orientación lacaniana que tiene una sólida formación y experiencia en su profesión. Actualmente reside en Israel. Aprovechándome de nuestra amistad que se pierde en décadas pasadas le solicité una colaboración para Sinapsis. A continuación se transcribe. Sin duda aborda un tema muy interesante.


El sinsentido de la vida 
Un individuo más ético

Por Zully Flomenbaum. Psicoanalista,  Israel
Miembro de la NLS (Nueva Escuela Lacaniana), AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis)

Los jóvenes que dejan la ortodoxia religiosa saben que no encontrarán mas esa trascendencia que les hacia vivir una vida con sentido para ellos y su entorno.
Los que dejamos la militancia por los 80, donde la vida y la muerte tenían la dialéctica de darse sentido, nos quedamos con un vacío libidinal con el cada uno tuvo que arreglárselas.  Como vivir entonces, si ya carecíamos de ese fin que nos parecía noble?
Es discutible, pero mi hipótesis es que la vida no tiene otro sentido que el inexplicable deseo de vivirla.
No hay metas, objetivos, ideas sublimes, que puedan otorgar ese empuje libidinal  que lleva a aceptar la vida que nos fue dada.
Lacan, que se dejo influir por el estructuralismo de la época,  marco las estructuras del sujeto en neurosis, psicosis y perversión.
La vida en la psicosis y la perversión será objeto de otro trabajo, hoy hablo de la neurosis.
En la psicosis, la juntura misma de la existencia es lo que está afectada y el trabajo del analista será que el sujeto aun así pueda tener una vida.
La perversión es más compleja porque difícilmente el perverso soporte un análisis, tema del que prefiero no extenderme ahora.
Prefiero entonces hablar de la pelea del neurótico. Escucho a intelectuales  tristes porque no  dejan una gran obra, ex militantes porque el mundo se ha derechizado,  y en la clínica, con la impotencia del discurso al principio del tratamiento todo parece una lucha con los imposibles.
El neurótico a diferencia de la ratita, que busca su queso y lo encuentra, se olvida de donde lo puso, y si lo recuerda, ya no sabe si lo quiere.  La búsqueda del objeto perdido y para siempre nos hace repetir una vez y otra la intención de recuperarlo.
Nosotros, suponemos que si el sentido es claro, entonces el queso se encontrará, y nos la  pasamos buscándolo.
Quizás habría que liberarnos de la búsqueda de lo sublime del sentido que pondría una marca a nuestras vidas para que podamos tener el coraje de vivir y amar.
¿Vivir para qué? ¿Amar para qué? Para no enfermar, para no enloquecer. Freud nos ponía en una sin salida con bastante belleza, cuando decía, que había que estar muy loco para amar pero el que no amaba enloquecía.
El psicoanálisis apunta al amor desde el principio, cuando se instala la transferencia, puro acto de amor, cuya salida es una disposición de amar.  Esto es para que la lengua, con la cual empezamos a dar nuestros primeros pasos y se inscribieron en nuestros cuerpos, con los decires y secretos familiares sea  la que nos haga reconocernos  únicos, para poder amar.  Esto solamente será en disarmonía con los otros, porque las lenguas del cuerpo no se engarzan  pero ya con el saber alegre que no pudiera ser de otro modo.
El vivir, el hablar, además del lenguaje que se construyó científicamente, con la lengua propia, puede ser de un “solísimo asfixiante” o de un desafío  sin promesas, sin esperanza de éxito, pero con aire.
En esta manera fresca de respirar se encuentra la ética del deseo. El sentido de esta frase es la no renuncia, que solamente se regula con el compromiso, lo que hace de nosotros, individuos éticos.
Y es aquí donde compromiso, no es equivalente al honor del héroe, es un compromiso con el propio deseo que como sabemos no se cumple nunca, lo que no nos habilita a su renuncia.



Comentarios




  1. Siempre que me acerco a un texto escrito por un psicoanalista, lo hago con un enorme respeto, pues lacanianos o no, el psicoanálisis ha representado una inflexión en la manera que los humanos han tenido a lo largo de ¿100.000 años?, de “mirarse al espejo”. Pero salvo contadas excepciones suelo de su lectura salir desconcertado y en ocasiones defraudado. La vida es complicada, la complejidad forma parte del discurso de la ciencia y de la lógica formal de nuestro tiempo, pero, precisamente por eso el objetivo de cualquier análisis, psicológico o no, es, debe ser, la claridad. Y no parece ser éste el objetivo del psicoanálisis, o de los psicoanalistas, al menos a la hora de expresarse. La mayoría de las disciplinas han aprendido a contar sus contenidos con lenguaje comprensible. Traducir, traducirse no es necesariamente, una traición. A veces es una obligación ética. ¡Hasta los marxistas escriben ya claro¡. Es el caso del texto que comentamos. Las ideas que se exponen son del mayor interés, pero la obligación de ajustarse al canon disciplinar oscurece el discurso. . El vacío existencial producido por el abandono de las grandes tareas, las tareas del héroe, no son fáciles de rellenar. Pero no parece que esto sea un asunto de nuestro tiempo. Los humanos desde que tenemos conciencia reflexiva hemos mirado a la luna. La clasificación lacaniana de la condición humana en las categorías de neurosis, psicosis y y perversión, patologizan a todo el mundo que en uno u otro momento caerán en la estandarización lacaniaba, sin remedio. Este determinismo no es muy distinto del determinismo biogenético que apenas deja margen para un libertarismo autónomo no medicalizado ni psicoanalizado. Desde luego en un texto tan breve es fácil incurrir en los malos entendidos y la llamada, al final, a la ética del deseo es del mayor interés pues es donde anida el ojo del huracán. Ortega lo vio muy claramente cuando hablaba del centauro ontológico. Los transhumanistas también cuando anuncian sin disimulo de que sus objetivos son gestionar biotecnológicamente los deseos.En todo caso, en fin, un texto el de Flomenbaum que no deja a nadie indiferente.

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