Mauthausen y el insomnio de la separatista. Relato




Mauthausen y el insomnio de la separatista




Emma volvió agotada y algo confusa tras visitar Mauthausen. Le resultó una jornada muy intensa. Había sido enviada por el govern catalán a la conmemoración de un nuevo aniversario de la liberación de ese campo por las tropas aliadas a finales de la segunda guerra mundial.
Ella, al estar frente a los muros de Mauthausen, sintió al igual que cualquiera que haya visitado un campo de exterminio de los muchos que llegó a haber en Europa, un sobrecogimiento que le impidió articular palabra durante un tiempo al palpar el horror derivado de la atrocidad humana de la que era conocedora por su formación previa. Sabía que ese campo simbolizaba junto al de Auschwitz, la cumbre de la maldad humana producida por el fanatismo político y el odio racial. Pensó en ese momento que en ese sitio  muchísimas personas fueron torturadas, vejadas, tratadas como esclavos  y donde murieron, millones de seres de hambre o desnutrición o gaseados o asesinados directamente por sus captores. Se sintió paralizada y no podía ni hablar.

Ya en su casa, en las largas horas de insomnio que tuvo esa noche, recordó que tras ser invadida por esa respuesta inconsciente expresada en forma de silencio y parálisis ante la cúspide de la crueldad, también sintió de forma simultánea la llamada a cumplir su objetivo para lo que había sido enviada. En su recuerdo reciente se veía a si misma con la decisión que había actuado en aquel momento. Con un lazo amarillo en la solapa, se había arrancado decididamente a reivindicar a los prisioneros catalanes que habían estado en el campo e hizo una alusión en ese entorno a los políticos presos del proceso independentista catalán actual. En su interior hacía equivalencias entre los prisioneros de ese campo y sus héroes del proceso separatista ahora juzgados.


Aprovechó  aquel momento para denunciar la prisión de los políticos que están siendo juzgados en España por un presunto delito de rebelión o de sedición. 
El solo hecho de comparar, siquiera indirectamente, el asesinato masivo de miles de personas con la situación procesal de unos políticos que están siendo juzgados de acuerdo con la legislación de un Estado de derecho y con todas las garantías judiciales y de transparencia, le hizo sentir que ofendía no solo a la inteligencia sino a los sentimientos de millones de personas para los que el genocidio nazi es la página más terrible de la historia contemporánea.

Pero esto no lo pensó en aquel momento, eso lo pensaba ahora mientras luchaba para combatir el insomnio. En aquel acto se había olvidado del campo de Mauthausen y de las miles de personas que allí habían sufrido los suplicios más terribles de la existencia. Sintió por lo contrario orgullo al ser felicitada tras su discurso por sus acompañantes y sintió también que estaba cumpliendo con sus objetivos independentistas.

La percepción de fortaleza acrecentada al oír los aplausos de sus amigos la llevó a recordar a su president Torra cuando habla de que lo españoles son  bestias carroñeras, víboras, hienas con una tara en el ADN y a Nuria de Gispert que trata de cerdos a los ciudadanos que no comparten sus ideas. Más fuerte se sintió y además pensó que su comportamiento le aseguraría también la permanencia en el cargo al que había sido designada por su complicidad ideológica. No quiso pensar que insultos como los de sus admirados líderes eran similares a los que  recibían los prisioneros por parte de sus carceleros en el campo que acababa de visitar.

Pero toda esa fortaleza se derrumbó en la soledad de la noche tratando de escapar de las garras de la culpa que la conducían a un insomnio atroz. Tuvo la certeza moral que se había equivocado y que había, con su comportamiento, insultado a la memoria de casi cinco mil españoles muertos en ese campo. Al final, después de unas horas se durmió.

Fue despertada por una llamada telefónica de una amiga que la felicitaba por su actitud combatiente contra el españolismo manifestada en su discurso de Mauthausen.
Inflamada de vanidad y de orgullo por las lisonjas recibidas dio un salto de la cama y se dirigió a ejercer su trabajo de funcionaria de la Generalitat. Le esperaba un gran día junto a sus compañeros. Ya había olvidado las dudas que le asaltaron en su insomnio de la noche pasada.
Eligió el vestido más apropiado para el día que le esperaba. Se colocó su lazo amarillo sobre el pecho y se dirigió a su trabajo donde tenía que seguir batallando contra la opresión del estado español y de los millones de colaboradores  que este estado tiene dentro y fuera de Cataluña.
R.P




Comentarios

Entradas populares