Un cuento fantástico para el fin de semana


El hombre menguante

Prefiero escribir esta experiencia en mi diario ya que si se la contase a alguien pensaría que había vivido una alucinación o algún fenómeno extraño.
Todo comenzó cuando después de unos años retomé el contacto con Eduardo mi viejo amigo y compañero de trabajo. Como suele ser en esta época, recuperé esa relación por las redes sociales.
A partir de aquel momento comencé a recibir correos o whatsapp de  mi amigo todos los días, pero cuando leía los temas que me enviaba, pensaba que no provenían de él si no que eran de otra persona que lo había sustituido. Mi amigo había sido una persona inteligente, abierta, apasionada pero razonable. Lo recuerdo amable, solidario y con una gran capacidad de trabajo. El Eduardo actual, o al menos quién me escribía ahora, era un individuo fanatizado, prejuicioso, ignorante, incapaz de ver con imparcialidad las cosas que ocurrían en nuestra sociedad. Empleaba en sus escritos el mismo lenguaje que los agresivos charlatanes que hoy se escudan tras los tuits y destilaba odio a todo el que contrariara su visión ultraconservadora y mezquina.
Estaba yo tan desconcertado con ese cambio que decidí quedar con él para charlar tomando un café como años atrás lo hacíamos.
Mi sorpresa fue gigantesca cuando lo encontré sentado en aquella silla del bar. Había empequeñecido de tal modo que sus pies no alcanzaban el suelo. Al verlo recordé una mediocre película vista en mi infancia que se llamaba “El increíble hombre menguante”. Quedé tan impactado por su aspecto que en mi visión se superponían la silueta de mi amigo con el  personaje de aquella película.  En ese filme los cambios se habían producido al contactar con una nube misteriosa. Me pregunté entonces si mi amigo estaba cambiando por otra nube pero ésta de odio e intolerancia.
Lo más llamativo era que él no hacía ninguna referencia a su estado diminuto actual y tampoco noté que el camarero o las otras personas que había en aquella cafetería tuviesen algún gesto especial ante el aspecto de Eduardo. Tenía la talla de un niño de cinco años y la coloración de su piel era de una palidez extrema. Su  pelo era escaso, quebradizo y parecía casi incoloro.
No supe qué hacer y al poco tiempo me marché ya que Eduardo me parecía un desconocido.
Sin embargo no pude dejar de pensar en él e intentaba encontrar alguna explicación a lo que había visto.
Esa noche vi en youtube “El increíble hombre menguante”. Pensé que si alguien leía este escrito también vería esta película buscando allí las similitudes o explicaciones de lo que le pasaba a mi amigo. Después ya no pude dormir.
A la mañana siguiente en mi móvil tenía casi un decena de mensajes de Eduardo aún más radicalizado que antes. Parecía un ser incapacitado por el odio sectario que se evidenciaba en sus escritos.
Durante semanas no supe que hacer hasta que decidí volver a verlo y exponerle mis pensamientos sobre sus cambios tanto físicos como intelectuales.
Tardó unos días en aceptar mi visita. Cuando llegué a su apartamento la puerta estaba entreabierta. Llamé y al no tener respuesta decidí entrar.
Todo el mobiliario de la casa estaba acondicionado para un ser muy pero muy pequeño.
Sobre una mesa solo encontré sus instrumentos de trabajo, el ordenador, el móvil y una desgastada libreta de notas donde había un listado de películas antiguas.
Pensé que mis percepciones estaban sesgadas por mi tendencias hacia lo fantasioso o novelesco. En un sillón dormitaba un gato de Angora. Su biblioteca estaba vacía y rota. No había nadie más en casa. En su silla solo había unos residuos que parecían pequeñas gotas de sangre.
Recorrí varias veces las habitaciones de aquel pequeño apartamento. Llamaba a Eduardo pero no parecía obtener respuesta. Instantes después comencé a dudar si alguien con una voz muy baja y tenue me llamaba por mi nombre. No vi a nadie. Sentí miedo. Me estaría yo volviendo loco?.
Tras esperar un rato me marché precipitadamente, muy preocupado y  temeroso de que hubiese ocurrido algo pero  me sentía impotente y confuso y no hice nada.
Tras varias semanas regresé a su casa y me encontré con unos nuevos ocupantes. No supieron darme ninguna explicación sobre Eduardo. Nunca más volví a recibir sus correos ni mensajes.
Durante meses sentí un desasosiego intenso cada vez que pensaba en él. Trataba de apartarlo de mis pensamientos. Al fin lo logré.
Pasado ya un tiempo, una  noche tras la cena puse la televisión. Había un programa de cine de películas de otras épocas. Cuando vi que se proyectaba “El increíble hombre menguante” sentí una angustia desgarradora recordando a mi amigo. Apagué la televisión y salí a la calle. Sentí terror al ver lo gigantesco que era todo lo que me rodeaba. Me costó bajar los escalones de mi escalera. No pude más; regresé a mi casa y me escondí en un cajón del armario. Ahora estoy esperando que alguien venga en mi ayuda.
Como se que no podrás evitarlo te dejo el enlace de la película El increíble hombre menguante. Aunque luego te arrepentirás de haberla visto…
CB




Comentarios

Entradas populares