Anécdota histórica y realidad actual
Días pasados un amigo me hizo llegar este artículo que partiendo de una anécdota histórica expone el papel de algunas organizaciones independentistas catalanas en relación al nazismo.
Este artículo se publicó en el diario El País los primeros días de junio de este año y está escrito por J.F. Fuentes Catedrático de Historia Contemporánea. Lo transcribo para compartirlo con vosotros.
Este artículo se publicó en el diario El País los primeros días de junio de este año y está escrito por J.F. Fuentes Catedrático de Historia Contemporánea. Lo transcribo para compartirlo con vosotros.
Las
amistades del Le Pen catalán
Juan Francisco Fuentes es catedrático de
Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid y visiting
senior fellow en el IDEAS Centre de la London School of Economics.
El País. Tribuna
El separatismo catalán (Nosaltres Sols!) propuso a
Hitler una colaboración estrecha, basada en las similitudes entre el
pangermanismo y el pancatalanismo. Una Cataluña libre, explicaron, crearía un
país amigo de Alemania en el Mediterráneo
Creo que la escena no ha llegado a contarse nunca
por escrito, aunque su protagonista involuntario, el político socialista Luis
Araquistáin, la contó alguna vez en privado, más divertido que ofendido.
Araquistáin era embajador de la Segunda República en Berlín cuando se produjo
la subida del nazismo al poder y como tal tuvo el triste honor de ser invitado
a la cena que Hitler ofreció al cuerpo diplomático pocos días después de ser
nombrado canciller. El embajador español acudió con su esposa, Gertrude
Graa, Trudy,mujer bellísima, originaria de la Suiza germanófona,
que tenía el alemán como lengua materna y a la que durante la cena le
correspondió sentarse a la izquierda de Hitler. Su belleza de tipo nórdico —su
familia procedía de un país báltico— y su alemán nativo obnubilaron inmediatamente
a Hitler, que entabló una animada conversación con ella. Cuanto más admiraba la
belleza de Trudy, más le extrañaba que hubiera unido su vida a un personaje tan
carpetovetónico como el embajador español, sentado al otro lado de la mesa. Al
final, el Führer ya no pudo contenerse y le soltó la pregunta que llevaba
haciéndose desde el principio: “¿Y usted cómo ha podido casarse con ese
infrahombre?”.
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Eulogia Merle |
La mala opinión de
Hitler sobre la calidad racial de los españoles pudo facilitar los contactos
que un sector del separatismo catalán mantuvo con el III Reich poco antes de la
Guerra Civil en busca del apoyo alemán a la independencia de Cataluña. La
prueba documental la encontró hace años el historiador Xosé M. Núñez Seixas en
el Politisches Archiv des Auswärtigen Amts [archivo político
del Ministerio de Asuntos Exteriores] de Berlín, donde se conserva un extenso
memorándum en español que, en mayo de 1936, el grupo separatista Nosaltres
Sols! hizo llegar al Gobierno de Hitler a través del consulado alemán en Barcelona.
Parte del documento consiste en un plan que el año anterior un dirigente de
Nosaltres Sols! había presentado en persona en el Ministerio de Propaganda del
III Reich. A aquella propuesta inicial se había añadido esta vez una adenda,
titulada “Ampliación de nuestro proyecto”, precisando los términos de la
colaboración.
Se incidía sobre todo en la confluencia de
intereses entre Alemania y Cataluña frente a Francia y España, en las
similitudes históricas entre el pangermanismo y el pancatalanismo y en el común
rechazo al orden internacional creado por el Tratado de Versalles. Los autores
del memorándum ofrecían fomentar la conciencia secesionista en el sur de
Francia, informar a Alemania sobre objetivos militares en España y, en caso de
guerra, proporcionarle grupos armados que podrían ser “instruidos por Vds.”. El
sentido del plan presentado por “nuestra organización patriótica N. S.
[Nosaltres Sols!]” se resumía finalmente en una idea muy sencilla: “Una
Cataluña libre representaría para Alemania un paso definitivo en el
desmoronamiento de Francia y la existencia de un país amigo en el Occidente
Mediterráneo”.
El acercamiento a la Alemania nazi por parte de sectores
separatistas era congruente con las posiciones abiertamente racistas que
preconizaban publicaciones afines (“Fonaments cientifics del racism”, Quaderns
del Separatisme) y con las declaraciones de algunos de sus líderes,
como Batista i Roca, que intentó de nuevo negociar con Alemania ya en plena
Guerra Civil, o los tristemente célebres hermanos Badia, tan de actualidad en
estas últimas semanas por la
admiración que dice profesarles Quim Torra. Las opiniones del nuevo
presidente de la Generalitat sobre los españoles no andan muy lejos del
concepto de infrahombre que utilizó Hitler al referirse al embajador de la
Segunda República en Berlín. No es de extrañar por ello su empeño en homenajear
a aquel sector del nacionalismo catalán que en los años treinta se mostró
dispuesto a todo con tal de lograr, como se afirma en el memorándum entregado
al Gobierno de Hitler, “la libertad total y absoluta de Cataluña”. Fueron, en
palabras de Torra, “els pioners de la independència”, hombres
como Josep y Miquel Badia, Batista i Roca, Josep Dencàs y Daniel Cardona,
figuras destacadas de Estat Català y Nosaltres Sols!, que en tiempos difíciles
supieron ver que la independencia era el único camino, sin que el régimen
político vigente en España, dictatorial o democrático, monárquico o
republicano, cambiara en nada las cosas. “Quina lliçó, quina bellíssima
lliçó!”, exclamaba el actual presidente de la Generalitat en un artículo
publicado hace cuatro años, ignorando —o no— que entre los servicios prestados
a la causa por Nosaltres Sols! se encuentra esa detallada propuesta de
colaboración presentada al Gobierno de Hitler poco después de la victoria del
Frente Popular en España.
Estas son las amistades peligrosas que Quim Torra
ha trabado en su deambular por la historia del independentismo en busca de
héroes dignos de tal nombre. Tiene algo de ironía del destino que su afán por
hacerles justicia deje al descubierto aquello que la agitprop nacionalista
había intentado ocultar durante décadas de incansable labor: los orígenes supremacistas
y las veleidades fascistoides de algunos de los grupúsculos que en los años
treinta orbitaban en torno a Esquerra Republicana de Catalunya y Estat Català.
Esa es la principal fuente de inspiración histórica de aquel a quien Pedro
Sánchez ha denominado el “Le Pen español”.
Han pasado muchas cosas en el poco tiempo
transcurrido desde que el líder socialista calificara en esos términos al
presidente de la Generalitat. El secretario general del PSOE se acaba de
convertir en presidente del Gobierno y lo ha hecho gracias a los votos de
partidos que llevan el supremacismo y la hispanofobia en su ADN. Entre ellos se
encuentra el PNV, cuyo fundador, Sabino Arana (tiene calle en Barcelona), fue
pródigo en declaraciones racistas y antiespañolas —“los maketos: esos
son nuestros moros”. No en vano, los autores del memorándum de Nosaltres Sols!
reservaban a “nuestros hermanos de Euskadi” un papel relevante en ese gran
proyecto supremacista que buscaba el aval del III Reich. Nada tiene de
particular que Quim Torra coloque a sus amistades peligrosas en el panteón de
hombres ilustres del nacionalismo catalán. Resulta inquietante en cambio que el
líder del PSOE llegue al poder aupado por una comparsa política muy alejada de
lo que por sus ideales y su pasado debe representar el socialismo español.
Recién acabada la Guerra Civil, Francisco Largo
Caballero hizo una demoledora autocrítica de la experiencia que había supuesto
para el PSOE la colaboración con los partidos republicanos —incluida ERC—
durante la Segunda República: “¡Y que nos hayamos embarcado con esa gente!”.
Esperemos por el bien de todos que Pedro Sánchez no tenga que repetir nunca
estas palabras.
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