Artículo recomendado. Actualidad política
Hace unas semanas Fernando Vallespín escribía un interesante análisis sobre la realidad política actual de España. Se publicó en un periódico de tirada nacional. Os invito a leerlo.
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Queremos
hechos, no relatos
Fernando
Vallespín
Llevamos desde el final de la crisis con los
deberes a medio hacer
Se necesitarán consensos amplios para decisiones políticas difíciles.
Se necesitarán consensos amplios para decisiones políticas difíciles.
Por si siguen distraídos en la playa les recuerdo
que el curso político no acabó con la formación de un gobierno, sino con la disputa
en torno a quién había ganado el relato sobre las causas de este fracaso. El
único hecho importante, lo de que de verdad importaba, se desvaneció así detrás
de juegos de persuasión dirigidos a imputar al otro la responsabilidad por la
falta de acuerdo. Seguimos sin resultados, estos se suplen por palabras
justificadoras ordenadas siguiendo los enmarques habituales y las nuevas
convenciones de la actual dictadura del marketing político. Parole, parole,
parole. Y así llevamos cuatro largos años en los que siguen reinando los
presupuestos de El Cid Montoro, en los que la acción política propiamente dicha
es suplida por el estruendo de la confrontación interpartidista, la excitación
de las pasiones que tanto propician las redes, y el narcisismo de los líderes
—la vanidad es la “enfermedad profesional” de los políticos, dice Weber—.
Lo malo es que eso que llamamos “relato”,
precisamente porque es político, no puede dejar de introducir la lógica
adversaria, el inevitable nosotros frente a ellos.
¿Cómo podemos acceder así al
más mínimo acuerdo si no paramos de satanizar al adversario? ¿Hay alguna
fórmula para que nuestros políticos abandonen el modo electoral, la patológica
búsqueda de su propio beneficio caiga quien caiga, y se acerquen al modo
gobernar; que dejen de pensar en sus intereses de parte y se acerquen a los
intereses de todos? Porque, no lo olvidemos, aunque solo gobierne una “parte”
(de aquí viene el término “partido”), tiene que hacerlo para lo común.
Esto es
lo que más les cuesta entender a los nuevos políticos de profesión, más cómodos
en la mutua descalificación y el cálculo del beneficio inmediato que en buscar
decisiones responsables —Weber, de nuevo—.
E la nave va! A pesar de todo, la nave del Estado
sigue a flote gracias a las administraciones públicas profesionalizadas. Pero
navega sin rumbo, con las habituales rutinas administrativas, sin nadie que
esté propiamente al mando y sepa conducirlo al destino deseado. Llevamos así
desde el final de la crisis, con los deberes a medio hacer y ya casi dentro del
peor escenario político-económico de los últimos años, en plena tormenta. Y no
creo que todos estos problemas, entre los cuales se encuentra una formidable
crisis de Estado, se resuelvan sólo con palabras, relatos o milongas. Se
resolverán con decisiones políticas en muchas ocasiones difíciles y para las
que es preciso contar con consensos políticos amplios.
¿Estarán nuestros políticos a la altura de las
circunstancias o seguirán torturándonos este otoño con sus ya archiconocidas y
cansinas declaraciones de siempre? Lo malo de la reiteración electoral es que
ya no hay lugar para la sorpresa o la innovación de los mensajes. ¿De verdad
hemos de volver a pasar por toda esa fanfarria? ¿No temen caer en el ridículo?
¿Van a seguir enredándonos con sus palabras gastadas? Total, ¿para qué? En
noviembre seguramente volveremos de nuevo a la casilla de salida y tocará
volver a empezar. Pero habremos perdido un tiempo decisivo. La realidad siempre
se toma su venganza; los cuentos, cuentos son.
El
País. Agosto 2019
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