¿Qué es lo normal?
Comparto con vosotros un artículo de Alberto Salamanca titulado "La normalidad". Está publicado en su blog del que adjunto enlace.
Alberto
Salamanca
En un jardín, durante el paseo, hemos descubierto
a un Husky, sólo, con movimientos repetitivos y constantes sin un fin aparente.
Verdaderas esterotipias. A menudo, no comprendemos a nuestros perros y, es más
probable que, en algunas situaciones y ante ciertas conductas no sepamos qué
hacer o cómo analizarlas. ¿Se trata de conductas normales? Pero, ¿qué es la
normalidad?
En nuestra especie se definen patrones de
normalidad en distintos aspectos del ser humano. De su apariencia y forma, de
su conducta, de su orientación sexual. Los alejamientos de las diferentes
pautas se estiman como contrarios a la naturaleza y, a veces, inmorales e
irreverentes. Porque la normalidad conlleva con frecuencia connotaciones
relacionadas, de modo que se transforma en un calibre de lo que es o no
apropiado y correcto. Y lo anormal está cargado de recelos y aprensiones
perniciosas.
Básicamente existen cuatro criterios que sirven
para definirla. En primer lugar, el criterio subjetivo, individual, que resulta
de forma manifiesta, insuficiente. En el criterio biológico, se comprueba cómo
el mundo natural sólo nos ofrece variabilidad, de manera que la normalidad
biológica tampoco es fiable. Existe también el estadístico, un criterio
objetivo. Aquí la normalidad es lo más probable según datos matemáticos, pero
al definir su umbral, también se determina la marginación, lo que queda fuera,
lo anormal. Y el criterio social, que viene definido por lo que la propia
sociedad acepta y reconoce como normal. Un criterio que, como es obvio, ofrece
sesgo y desviación tanto histórica como cultural.
De hecho, la noción de normalidad ha ido variando
en el curso de la historia en las diferentes culturas y sociedades. Conductas
previamente consideradas como normales, son ahora rechazadas socialmente, y
viceversa. La normalidad entonces, como un concepto fugaz. La norma que difiere
dependiendo cómo se mire. Se trata pues de patrones que no son desde luego,
coincidentes ni estables. Por tanto, la normalidad nunca podrá ser una
objetividad descontextualizada. Es la sociedad la que, en fin, rechaza
comportamientos, conceptos y modelos tildándolos de anormales. Entonces, y esto
resulta sustancial, la anormalidad la engendra la sociedad y no es una
peculiaridad del individuo.
En el mundo ilustrado, a partir del siglo XVIII,
se pensó que la ciencia podría responder con objetividad al rompecabezas de
intentar explicar la heterogeneidad del ser humano. La ciencia como validación
de la sociedad moderna. Y fue la ciencia la que decretó la normalidad en la
población de modo que, al hacerlo, determinó los límites de la discriminación y
la estigmatización en distintos ámbitos. Porque lo normal es bueno, habitual y
sano, y lo anormal, malo, raro y enfermo. La anormalidad física (los
«monstruos», las malformaciones), la anormalidad mental (la locura), la
anormalidad sexual (la homosexualidad), la anormalidad conductual (los zurdos),
son ejemplos de las limitaciones de la ciencia.
No tiene ningún sentido aplicar a nuestra especie
definiciones biológicas y/o estadísticas de normalidad. Y, aunque la ciencia en
algunos casos se retractado de la opinión mantenida previamente, como con los
zurdos o los homosexuales, cabe preguntarse si algunas de las ideas científicas
actuales no están constituidas tanto por datos como por concepciones
ideológicas, porque los científicos también forman parte de la sociedad del
momento en el que viven, y poseen valores culturales que impregnan las ideas
científicas.
Es imperioso contemplar un supuesto fundamental
para todos los individuos de nuestra especie, que no es otro que la
identificación del inherente carácter de ser humano y de sus derechos básicos,
al margen de características físicas, conductuales y/o genéticas.
Recomendación para la lectura: Carles Lalueza. Dioses y
monstruos. RubeSciencia. Barcelona. 2002.
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