Personas destacadas: Mª Ángeles Durán
Conocía a Mª Ángeles Durán (socióloga) por noticias de periódicos sobre su obra pero hace unos meses tuve la suerte de escuchar una conferencia que ella dio en Málaga en el salón de actos del Rectorado. Me pareció una persona destacadísima, inteligente, valiente y sin duda con una trayectoria admirable. A continuación comparto con vosotros la publicación de una entrevista realizada por Gorka Castillo en la Revista Contexto. Por cierto os animo a conocer esta publicación y si os gusta existe una suscripción online bastante asequible.
MARÍA ÁNGELES DURÁN / PREMIO
NACIONAL DE SOCIOLOGÍA
Revista Contexto
María Ángeles Durán
(MANOLO FINISH)
Su casa, con los muebles revueltos y
algunos libros apilados sobre las mesas, parece asediada por la mudanza. María
Ángeles Durán (Madrid, 1942) se excusa con su sonrisa luminosa y el cabello
plateado de tanto retar al tiempo. Poco o nada se puede añadir de esta mujer
pionera en casi todo lo que toca. Fue la primera catedrática en Sociología de
España, la primera en dirigir un instituto universitario de género y la primera
en recibir el Premio Nacional de Sociología. Hasta su tesis doctoral,
presentada en 1971, fue precursora en la visibilización del trabajo de la mujer
“en un país donde 40 años después algunos siguen confundiendo feminismo con
hembrismo, que es una cosa muy diferente”. Dueña de una lente personal
prodigiosa para descifrar las contradicciones en las que se desenvuelve este
mundo complejo, ha publicado una veintena de libros tan rotundos como Liberación
y Utopía. La mujer ante la ciencia, El trabajo no remunerado en la
economía global y, sobre todo, El valor del tiempo ¿cuántas
horas te faltan al día?, una investigación inaudita sobre el uso del tiempo
que trasciende la propia sociología para adentrarse en la vida postindustrial
con reflexiones y vivencias personales. “Las mujeres llevamos gestionando la
gasolina del cambio social en España desde hace 30 años”, sentencia.
En 2006 publicó el ensayo El
valor del tiempo. ¿Cuántas horas te faltan al día? El capítulo final
sobre la desaparición de las mujeres vivíparas es brutal.
¿Cómo se le ocurrió?
HAY MUCHÍSIMAS
CHICAS JÓVENES QUE SE SIENTEN INCAPACITADAS PARA TENER NIÑOS PORQUE SU
SITUACIÓN LABORAL ES ABSOLUTAMENTE INESTABLE
Quizá la idea no fue tan original como
parece. En Un mundo feliz, de Aldous Huxley, ya se apunta que
los embarazos del futuro estarán absolutamente controlados por la tecnología. E
incluso se augura que a unos fetos se les suministrarán medicinas más caras que
a otros que tendrán gestaciones más cortas y con menos cuidados. De todos modos
me parece necesario reflexionar sobre este asunto porque nada escapa del avance
tecnológico. Yo misma he conocido, en el lapso de mi propia vida, a varias
generaciones de mujeres con concepciones muy diferentes sobre la natalidad. En
tiempos de mi abuela llegaban a tener 17 hijos en partos naturales en casa, sin
asistencia médica; en la generación de mis padres, después de la guerra,
tampoco había controles de natalidad por la ideología religiosa y política
dominante. ¡Recuerdo un premio de natalidad que otorgaron a una familia que
tenía 24 hijos! Pero también he conocido la llegada de la píldora, la
liberalización de los sistemas anticonceptivos y el aborto. Ahora estamos en la
era de la gestación monitorizada de todo el proceso que permite actuar en el
caso de producirse algún tipo de problema e incluso aceleran el parto si es
necesario.
¿Y cómo será en el futuro?
Imagino que los protocolos de actuación
médica se ampliarán considerablemente. La tecnología resolverá los problemas
derivados de los partos prematuros y el proceso de gestación será mucho más
breve, de ocho, siete, seis meses. Aunque hay muchos partidarios de los
beneficios que reporta un parto natural para el bebé y para la madre nos
encontraremos que los tiempos de gestación se irán reduciendo a la nada. Eso lo
estamos viendo ya. Parir es un hecho doloroso y minimizarlo encaja muy bien en
la cultura hedonista de nuestra época.
Desarrolló su carrera profesional mientras criaba a sus hijos. ¿Le resultó
duro?
No sé si es más duro criar tres hijos
en la época que me tocó o no poder criar ninguno como les pasa a muchas mujeres
en la actualidad. Ahora hay muchísimas chicas jóvenes que se sienten
incapacitadas para tener niños porque su situación laboral es absolutamente
inestable. Procedo de una generación donde las relaciones, para bien y para
mal, eran más duraderas. Las de ahora no son tan estables aunque tengan otras
ventajas. Pero para tener hijos, sobre todo para la mujer, es necesario tener
una estabilidad emocional o económica que en España no existe. Tenemos un grave
problema y deberíamos tomarnos en serio la baja natalidad.
En un momento de transformaciones generalizadas como el actual, ¿quiénes
son los agentes del cambio social en España?
Los inmigrantes, sin duda.
¿Y las mujeres?
También las mujeres pero veo una
diferencia. Nosotras llevamos gestionando la gasolina del cambio desde hace 30
años mientras que hace 20 años la migración no era un fenómeno tan palpable. Lo
del 8 de marzo fue la eclosión. La mecha ya había prendido en EE.UU. años antes
pero nos vino de maravilla porque creó alrededor del movimiento feminista un
soporte mediático realmente sólido. Lo interesante es que nada de esto fue
improvisado sino que tiene su origen en el acceso, lento y profundo, de la
mujer a todos los niveles de la enseñanza y, por supuesto, al empleo. Lo de los
inmigrantes es más reciente y, hasta cierto punto, también más disruptivo
porque incluye un elemento innovador que, como todo hecho novedoso, produce
tensión y conflicto. También las mujeres introducimos y seguimos introduciendo
componentes sociales novedosos. Por eso siempre fuimos un foco de tensión, pero
vamos resolviendo los problemas.
Sin embargo, continúan encabezando el número de excedencias y de
reducciones de jornada para dedicarse al cuidado de personas a su cargo, ¿no
contradice las políticas de igualdad?
No, en absoluto. Con perdón de Marx,
creo que cuando hablamos de avances nos olvidamos de que existen una serie de
funciones, como tener hijos y velar por las personas que necesitan cuidados, de
obligado cumplimiento porque sin ellas la sociedad se muere. Hay un fallo
generalizado en todas las corrientes del pensamiento económico sobre esta
cuestión porque desempeñar estas tareas no es gratuito ni es inagotable. En
economía sólo se habla de los bienes que tienen precio. Ya advirtió Naciones
Unidas durante la Conferencia de la mujer de Pekín en 1995 que todos los
análisis macroeconómicos se elaboran mal. Tenemos que integrar los recursos
monetarizados con los que no lo están, es decir, el tiempo de trabajo no pagado
que se realiza en los hogares. La última gran encuesta del INE detectó que esa
inversión es un 30% más alta que todo el tiempo del mercado laboral junto,
incluido el sumergido. De ahí viene mi interés por estudiar el tiempo.
¿Y cómo mide el tiempo? ¿En dinero, en ocio creativo, en horas empleadas?
Hay que llegar a una visión un poco
diferente. A lo mejor nos vendría bien asomarnos a otras culturas para percibir
su manera de integrarse en una vida más completa. Te pondré un ejemplo. Hace
dos meses tuve un accidente y durante este tiempo he utilizado a menudo la
Sanidad, un servicio que debería tener muy presente a la persona y su entorno.
Pero desgraciadamente he descubierto que se ha convertido en una especie de
taxímetro donde cada consulta está escrupulosamente minutada. Si pueden atender
40 pacientes en una tarde mejor que a 20. No importan las necesidades de las
personas, sólo interesa la rapidez porque en nuestra cultura se ha impuesto que
lo breve es más productivo y rentable. Eso nos lleva al desastre, sin duda. Y,
en buena medida, también a la soledad. Si nuestra civilización no encuentra
otras formas de relacionarse con el tiempo está condenada a ser muy solitaria.
Francia ya ha creado un ministerio de la soledad e Inglaterra ha tenido que
hacer algo parecido.
Suele destacar la importancia del trabajo no remunerado en la producción de
bienestar y riqueza en España. ¿Es para tanto?
Si lo comparamos con otros países de
nuestro entorno, España es mucho más rica de lo que pensamos. Y lo mismo sucede
con las diferencias regionales. Si comparamos el PIB de Catalunya con el de
Extremadura y el del País Vasco con el de Andalucía vemos que catalanes y
vascos tienen más ingresos pero menos tiempo disponible para el cuidado y la
calidad comunitaria. Cuando empecé a trabajar en esta materia comparé la renta
per cápita de Dinamarca e Italia y me sorprendió que eran muy parecidas, aunque
los daneses dedicaban muchas más horas al trabajo remunerado que los italianos.
La pregunta que me surgió fue: si ambos tenían una renta parecida pero a los
italianos le quedaba más tiempo para invertirlo en sí mismos, ¿quién de los dos
era más rico?
Parece claro. Y ahí comenzó a considerar un nuevo concepto que terminó
inventando, Las cuidatoriadas, para referirse a toda esa gente, la
mayoría mujeres, que invierte horas de trabajo no remunerado en el cuidado de
otras personas. ¿Es la nueva clase nacida de la crisis?
No, es anterior, aunque la crisis la
hizo más visible y le haya dado fuerza. Es el resultado de algo muy evidente si
observamos la historia. En la era de la agricultura surgió el campesinado,
durante la revolución industrial nació el proletariado y, ahora, con las
sociedades de servicios y poblaciones envejecidas tenía que haber una nueva
clase social en la zona oscura, los trabajadores que se ocupen de los que no
tienen dinero pero necesitan muchas horas, es decir, de los viejos. Eso es
el cuidatoriado. Es la suma de dos grandes grupos sociales, los que
cuidan por obligación moral y quienes cuidan ocupando la franja más baja del
mercado laboral que, frecuentemente, trabajan en situación de alegalidad. Por
ejemplo, una jubilada con problemas de movilidad que recibe la pensión media
que cobran las mujeres en España, es decir, 650 euros, dime tú qué puede hacer
para cubrir sus necesidades de atención. Nada. Sólo le queda el recurso de
contratar a persona en régimen de alegalidad y mal pagada aunque el grueso
del cuidatoriado lo siguen conformando mujeres que cuidan por
obligación familiar.
¿Se considera feminista?
Si.
¿Qué opina de la controversia que ha generado el término?
El feminismo siempre ha sido un
concepto a debate. Hace varias décadas estaba mal visto, luego aportó prestigio
y ahora un sector de la sociedad vuelve a debatirlo mucho. En mi opinión, ser
feminista y demócrata son dos sentimientos complementarios que caminan de la
mano porque el feminismo no hace otra cosa que insuflar valores democráticos a
las relaciones entre hombres y mujeres. Por eso no entiendo a esas personas que
van por ahí presumiendo de demócratas pero no de feministas. Una de dos. O
tienen una idea rara de lo que es en realidad el feminismo o lo confunden con
el hembrismo, que es una cosa muy diferente. El feminismo no es ninguna
declaración de guerra contra nadie porque es puro humanismo.
Y, ¿cree usted que se puede ser feminista y pactar con un partido de
extrema derecha como Vox?
A mí me parece imposible. He escuchado
a algunas mujeres decir que les parece natural pero a mi me resulta
contradictorio. Creo que no se puede.
Antes de conocerse el grave problema
que supone la España vaciada, ya alertaba de los efectos del
desplome de la natalidad y el envejecimiento demográfico sobre la despoblación
del campo. ¿Hacia dónde nos dirigimos?
Hay un tercer factor fundamental que es
el efecto succión que ejercen las ciudades sobre el mundo rural. Somos un
territorio muy grande que es difícil de controlar. En el plano jurídico y en el
medioambiental. Una distribución más homogénea de la población propiciaría que
la tierra estuviera más cuidada y vigilada pero para que todo esto sea factible
la vida en el campo debería recibir unos recursos similares a los que ya se
dispensan a las ciudades para ser competitivos. La despoblación es abandono y
desidia. El tiempo es muy importante.
Y usted, ¿cuándo descubrió la importancia de administrar el tiempo?
Puedo decirte cuándo descubrí que era
una pobre de tiempo: en el momento que me casé.
¿Por qué?
Era una chica joven, tenía 24 años,
estaba en pleno despegue profesional y de repente me encontré que era incapaz
de manejar nada de mi propia casa. No sabía ni cocinar. Esto me hizo consumir
un tiempo extraordinario. Y luego, cuando tuve a mi primer hijo, ya ni te
cuento. Recuerdo que preparando las oposiciones de profesora en 1975 ya tenía
dos hijos, uno de ellos recién nacido, y coincidieron con un momento donde la
conciliación era una tarea titánica porque tanto mi marido como yo
necesitábamos cada minuto de nuestro tiempo. Así que contratamos a una persona
para que nos ayudara, le diera el biberón de la madrugada a la pequeña y
pudiéramos dormir. Pero todo entró en conflicto por diferentes motivos. Tuvimos
que tirar de mis hermanos, que eran estudiantes, para que nos hicieran de au
pair. Fue tal el lío que al final nos encontramos con cinco personas
en casa cuidando de los dos bebés, uno de los cuáles se puso enfermo con
diarreas, de mi marido y de mí. Fueron tres o cuatro meses terribles,
agotadores, que nos costaron más dinero de lo que ingresábamos. Una vez
superado aquello pensé, ¿cómo es posible que en la facultad de Ciencias
Económicas sepamos todo sobre el carbón, el trigo, las vacas y los corderos
pero no tengamos ni idea de que en España hay un millón de niños que sufren
diarreas a diario? Y empecé a escribir en un diario todo el trabajo que es imprescindible
para sobrevivir pero que no se contabiliza en dinero. El resultado es que el
trabajo que dedicamos al hogar y familia es un 30% superior al
remunerado.
¿Cuántas horas le faltan al día?
Hay veces que desearía que el día
tuviera 48 horas porque, aunque siempre termino haciendo lo que me propongo, lo
realizo con cierto retraso.
¿Mantiene la costumbre de juntarse con toda su amplia familia en la Sierra
de Gata, en Extremadura, para celebrar la llegada de la primavera?
Noooo. La realidad es mucho más
prosaica. Yo no organizaba nada. Iba de invitada, aunque ahora soy un poco más
dinamizadora del encuentro. Fue algo que se empezó a hacer en la época de mi
madre y mis tíos pero no celebrábamos la llegada de la primavera (risas) sino
la Semana Santa. Lo hacíamos el jueves santo porque era el día más fácil del
año para juntar a toda la familia dispersa. Allí nos reuníamos más de cien
personas. Cada uno llevaba un mantel, una cesta y comida y lo repartíamos. De
la primera generación sólo quedan dos personas, pero sí, todavía seguimos
reuniéndonos.
¿Quién es María Ángeles Durán?
¿Quién lo sabe? Cada día me descubro
nueva y me construyo también nueva. Y supongo que también me destruyo
nuevamente. Así que soy un proceso permanente de cambio.
Muy interesante y agradable
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