Arte: Tetsuya Ishida y su obra conmovedora




Recientemente pude ver una extraordinaria exposición de un joven pintor japonés ya fallecido. Esta muestra se expuso en el magnífico Palacio de Velázquez  del Parque Retiro de Madrid organizado por el Museo Reina Sofía. Una parte del escrito inicial que acompaña a esta entrada la tomé para compartirla con vosotros del texto que este museo distribuía para la exposición. Lamentablemente ya ha finalizado. Pude verla el último día y quedé fascinado e impresionado por la calidad de la obra que además de tener unos méritos técnicos sobresalientes llega al espectador de una forma profunda difícil de olvidar ya que refleja problemas muy serios de nuestro tiempo y quizás en Japón aún más marcados.
La muestra se tituló Autorretrato de otro. A continuación transcribo una breve biografía del autor publicada en el Blog Kirei y al final imágenes de algunas de sus obras.

Una breve biografía de Tetsuya Ishida

Si aporta el dato para definir al creador, Tetsuya Ishida era el menor de cuatro hijos que vivió una infancia definida por el dibujo -especialmente la ilustración y el retrato- y el fútbol. Su padre, parlamentario, y su madre, ama de casa, esperaban de él que optara por una siempre fiable carrera de ciencias o técnica, pero Tetsuya salió rebelde -en esta ocasión con causa- y optó en la universidad por licenciarse en Diseño de Comunicación Visual (1996). El castigo a su insumisión fue la falta de financiación parental, algo que él rememoraba en alguna entrevista con cierta sorna. Tiempo después, en esas escasas entrevistas y referencias personales de las que disponemos, reconoció que, si bien sus padres si bien no terminaron de entender su visión artística, sí acabaron por respetarle como profesional.
Al finalizar sus estudios trabajó en una agencia de audiovisual con su amigo Isamu Hirabayashi. Una actividad que terminaría dejando para dedicar su vida pintar, lo que significó que tuvo que aceptar ocupaciones de supervivencia para sufragar su sueño. Hasta su muerte, viviría con altibajos económicos, que no creativos. 
En un texto de un catálogo, su amigo desvela algunos de sus sufrimientos. Cuenta que cada vez que se lo encontraba le decía: “"Deja de hacer publicidad y vuelve aquí’. ‘Aquí’ significaba el mundo del arte.” Y, pese a que nuestro artista sí vivió en el lugar que creía que le correspondía, no pudo evitar morir en 2005 arrollado por un tren, no se sabe muy bien si fue accidente o suicidio, aunque parece que fue esto último dado que antes de morir mandó algunos correos electrónicos en los que decía que le perseguían y espiaban que, a posteriori, se han interpretado como paranoia. En este mismo libro habla Tamaki Saito de un posible diagnóstico de esquizofrenia por las señales que se desprendían de su comportamiento con frases como “alguien me vigila” o “alguien me persigue”. Qui lo sa. A día de hoy parece poco relevante, al contrario que las 186 trabajos que dejó.

Tetsuya Ishida


Autorretrato de otro
12 abril – 8 septiembre, 2019 / 
Palacio de Velázquez, Parque del Retiro





Tetsuya Ishida, Kiro [Viaje de regreso], 2003. Acrílico y óleo sobre lienzo, 45,5 x 38 cm. Colección particular, fotografía: Takemi Art Photos, cortesía Kyuryudo Art Publishing Co., Ltd.

La obra del artista japonés Tetsuya Ishida (Yaizu, Shizuoka, 1973 – Tokio, 2005) pone rostro a la experiencia del sujeto contemporáneo, indagando en la incertidumbre y la desolación de la sociedad japonesa radicalmente alterada por el desarrollo tecnológico y por las sucesivas crisis que han afectado a la economía y a la política a escala planetaria. En concreto, Ishida retrata con precisión descriptiva el estado de ánimo de su generación, marcada por el estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria y los despidos masivos que en 1991 sumieron a su país en una profunda recesión.
Durante los escasos diez años de su trayectoria, Ishida produce un formidable corpus de trabajo centrado en la incomunicación y alienación en un mundo dominado por fuerzas incontrolables. La imaginería recurrente del escolar/oficinista le sirve para realizar una crítica acerada de los sistemas educativos y laborales regidos por los imperativos de productividad y competitividad. La metamorfosis del cuerpo humano fusionado con ciertas especies de insectos, dispositivos tecnológicos o medios de transporte; las situaciones claustrofóbicas en las que el cuerpo se halla físicamente atrapado en agujeros y construcciones, o forma parte de una cadena de montaje como si de un engranaje más se tratara; la búsqueda de la identidad ligada a la necesidad primaria del retorno a la niñez y al componente escatológico reprimido; el lustro perdido de los parques de atracciones y la tristeza que invade los terrenos baldíos funcionan como telón de fondo para la apatía de una sociedad que ha sucumbido a la maquinaria de la producción y del consumo infinitos. 
Aunque no es fácil describir su corriente pictórica se podría decir que es surrealista o superrealista. A continuación un extracto sobre el tema extraído del blog Kirei.


El surrealismo o superrealismo es un movimiento artístico que aspira a trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y de lo irracional. Si hay que encuadrar el trabajo de Ishida en algún epígrafe pictórico, evidentemente, es este. Estas son algunas de sus características, aunque siempre hay más que decir de el:
  1. Autorretrato: En su obra una misma cara define sus cuadros, el autorretrato como protagonista ad infinitum. Él lo negaba: “Este hombre está siempre presente, sin embargo, no es un autorretrato”. “Cuando pienso en qué pintar, cierro los ojos y me imagino a mí mismo desde el nacimiento hasta la muerte. Pero que lo que aparece, como resultados son los hombres, el dolor y la angustia de la sociedad, la inquietud y la soledad, lo que me supera a mí mismo. Es lo que dibujo en mis autorretratos”. Según explica Saito, la intención de Ishida iba más allá del narcisismo, quería crear un rostro único, una ósmosis entre lo propio y lo ajeno. “Uno de los principales atractivos de su obra -afirma- es la intensidad de ese rostro único que se produce reiteradamente. El’ autorretrato’ de Ishida es su firma, el rígido contexto de su obra. El ‘rostro’, la ‘fisonomía’, la ‘apariencia’ que determina el significado de una obra es su ‘carácter’. A mi modo de ver, el ‘autorretrato’ de Ishida es un ‘personaje-autorretrato’ que él creó para poder dialogar consigo mismo’.
  2. El hombre y el objeto: En las primeras obras, el personaje se funde con el objeto (maquinas antropomorfas o viceversa) y, en las últimas, el yo se convierte en una estructura anidada (adulto y niño son la misma persona). Y sin embargo, una de las visiones más enigmáticas que se desprenden de su trabajo y, quizá por eso es tan actual, es que el surrealismo adopta un mimetismo con los objetos y las máquinas desprendiéndose de la mitología clásica hombre-pez, hombre-pájaro… para dar una versión más actual de la realidad de los seres humanos hombre-máquina, hombre-silla, hombre-lavabo, hombre-robot, aunque no termina apartarse de los valores tradicionales a través de los insectos, cangrejos o medusas, después de todo siguen teniendo significado y rápidamente viene al imaginario Gregor Samsa en plena metamorfosis kafkiana. Como dice Kuniichi Uno en el catálogo, “Para Ishida el acoplamiento con la máquina es totalmente ambivalente”. Lo vemos en esos vacíos que tiene el hombre y rellena consigo mismo o máquinas o insectos.
  3. Inspiración: Su obra está arraigada en su visión de la sociedad japonesa que vivía una catarsis social y económica, aunque también hay imágenes de cómo vivía la tradición, como en el caso de la educación infantil. Las escenas de postproducción y post trabajo son metáforas simbólicas de cómo siente su vida y ve la de los que le rodean llenas de soledad, incomunicación, aislamiento emocional, el malestar y todo ello con una importante dosis de crisis identitaria, lo que se ha venido a llamar las “nuevas esclavitudes”, los baña de colores fríos. Guirao a este respecto menciona la tesis de Michel Foucault: “En las sociedades contemporáneas el poder no se impone por la fuerza, sino mediante la interiorización y naturalización de sus lógicas que, invisibilizadas, reproducimos automáticamente, sin ni siquiera ser conscientes de ello”. Eso es lo que inspira a Ishida y lo que refleja su trabajo, sin lugar a dudas, una sociedad que cada vez se deja menos espacio a la individualidad de las personas y termina mimetizada con el entorno. Premonitorio






En el enlace siguiente se puede observar aspectos de la obra de este pintor.


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