Columna recomendada: ¿Para qué sirve hoy la república?
Hace ya unas semanas el escritor y columnista Javier Cercas escribió una columna que transcribo más abajo en la que respondía a otra de Pablo Iglesias que se titulaba ¿Para qué sirve hoy la monarquía?. Creo que Cercas con su tino, moderación y valentía política responde desde mi punto de vista con argumentos a la del político de Podemos. Os invito a leerla. Compartáis o no estas argumentaciones seguramente os hará pensar en argumentos diferentes para este debate que algunos de forma quizás inoportuna pretenden introducir en la sociedad.
¿Para
qué sirve hoy la república?
Javier Cercas
Me desmoraliza que el líder de un partido de
izquierda como Pablo Iglesias fomente problemas ficticios en vez de intentar
resolver problemas reales.
No soy monárquico. De hecho, no conozco a nadie
con dos dedos de frente que lo sea, sobre todo si por monarquía se entiende lo
que se entendió durante siglos. Pero no creo que la república sea la solución a
ninguno de nuestros problemas, y sospecho que Pablo Iglesias tampoco lo cree,
aunque escriba artículos como ¿Para
qué sirve hoy la monarquía?(El País, 22-11-2018), donde sostiene que
nuestra democracia sería mejor si fuese una república, con el único argumento
de que entonces se accedería a la jefatura del Estado “por elecciones y no por
fecundación”. ¿En qué se fundan mis sospechas?
En los años treinta, la última vez que se planteó
seriamente en España el dilema entre monarquía y república, monarquía
significaba dictadura y república significaba democracia. Hoy eso no ocurre,
porque nuestra monarquía es democrática, es decir, una monarquía basada en los
principios republicanos y por tanto heredera en la práctica de la última
democracia de nuestro país, la II República: por eso el Rey debería vindicar
más a menudo la herencia republicana (como hizo cuando homenajeó a los
combatientes republicanos de La Nueve, auténticos héroes de guerra que,
integrados en la columna Leclerc, liberaron en 1944 el París ocupado por los
nazis). ¿Sería mejor nuestra democracia si, en vez de una monarquía, fuera una
república? ¿Lo serían la democracia noruega, danesa, sueca o británica, que
también son monarquías y, a la vez, algunas de las mejores democracias del
mundo? Nadie lo cree, y por eso en dichos países el dilema entre monarquía y
república es irrelevante. En realidad, se trata de un falso dilema, y
plantearlo equivale a ocultar los problemas reales del país tras un problema irreal:
puro postureo de izquierdismo guay, a la larga letal para la izquierda. Porque
lo que Iglesias debería explicar no es para qué sirve la monarquía, sino para
qué serviría cambiarla por una república (aparte de para desatar una crisis
política de primer orden: cambiar la monarquía significa cambiar de
Constitución, ya que la monarquía es la clave de bóveda de la de 1978, y
empezar de nuevo, recayendo en la espiral de rupturas que ha sido el peor error
de la política española en los dos últimos siglos): ¿trocar sin más la
monarquía por una república serviría para convertir España en un país más
libre, más justo, más igualitario y más próspero?
A menos que convirtamos la república en una
solución mágica, sentimental y embustera, como el Brexit, la respuesta no puede
ser sí. El verdadero dilema en España no
es república o monarquía, sino mejor o peor democracia, y la calidad de una
democracia, hoy, no depende de si es una monarquía o una república. Y esto
lo sabe Iglesias, cuyo artículo está por lo demás plagado de medias verdades,
que son las peores mentiras porque tienen el sabor de la verdad. Iglesias dice
que, en la Transición, los héroes del antifranquismo se sintieron traicionados
por sus líderes, que aceptaron la monarquía; pero no dice que algunos de esos
líderes eran héroes del antifranquismo. Iglesias dice que la actuación del Rey
el 23 de febrero de 1981 tuvo luces y sombras, y es verdad —sobre todo antes
del 23—, pero no dice que la actuación de la clase política casi sólo tuvo
sombras, ni que aquel día el buen pueblo español se encerró en su casa a
esperar que alguien le sacara las castañas del fuego (y ese alguien fue el
Rey). Iglesias dice que Juan Carlos I ganó prestigio el 23 de febrero de 1981 y
Felipe VI lo perdió el 3 de octubre de 2017, y es verdad, pero no dice que casi
sólo lo perdió entre quienes apoyaban a un Gobierno catalán que derogó de facto
el Estatut, violó la Constitución y colocó Cataluña al borde del enfrentamiento
civil (todo ello, por cierto, con la complicidad del propio Iglesias); no lo
perdió, en cambio, entre quienes apoyábamos la legalidad democrática, como la
apoyaban los republicanos de 1936.
Todo esto lo sabe muy bien Iglesias. ¿Por qué
entonces escribe lo que escribe? No lo sé. Lo que sí sé es que, como votante de
izquierda, me desmoraliza que el líder de un partido de izquierda fomente
problemas ficticios en vez de intentar resolver problemas reales.
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