Columna recomendada: Algoritmos y desigualdad
El mes pasado se publicó en un periódico de tirada nacional un interesante artículo que analiza el papel de los algoritmos en la economía y su función para incrementar los niveles de desigualdad.
Como entre los lectores de Sinapsis hay varios economistas los animo a participar aclarando y matizando conceptos de esta particular aportación al debate. El artículo se titula Los nuevos depredadores.
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Como entre los lectores de Sinapsis hay varios economistas los animo a participar aclarando y matizando conceptos de esta particular aportación al debate. El artículo se titula Los nuevos depredadores.
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Los nuevos depredadores
Saskia Sassen. El País. Enero 2019
Saskia Sassen es catedrática Robert S. Lynd
de Sociología en la Universidad de Columbia en Nueva York y premio Príncipe de
Asturias 2013 de Ciencias Sociales.
Las formaciones
dominantes contemporáneas son muy distintas de los ladrones tradicionales que
aparecen de noche y se llevan su botín con discreción. Se mueven a través de
algoritmos complejos con vida propia
Uno de los principales obstáculos en la lucha por una sociedad más justa es
el auge de formaciones depredadoras y complejas. Su complejidad las hace
admirables. Pero también esconde sus riesgos.
Estas formaciones no funcionan como el típico invasor que llega, se apodera
de lo que quiere y huye con el botín. Hoy usan los botines robados para
construir algo nuevo sobre el terreno. Para librarse de estos actores no basta
la ley: son una mezcla de lógica, decisiones informatizadas y velocidades que
superan la capacidad humana de gobernar el avance de un proceso.
Uso esta formulación para hacer hincapié en ciertas distinciones que vamos
perdiendo en la discusión del sistema financiero y en estudios críticos sobre
la economía política actual, tanto a escala mundial como nacional. He aquí una
breve descripción de lo que busco subrayar cuando examino estas formaciones,
temas que he desarrollado con más detalle en algunos de mis libros como Una
sociología de la globalización (2008) y Expulsiones (2014).
Un primer rasgo distintivo, que ya he mencionado, es que la complejidad de
estas formaciones (por ejemplo, las altas finanzas) tiende a ocultar su
capacidad depredadora: su brutalidad no es evidente como lo es, por ejemplo, la
explotación laboral que puede verse en un taller de costura clandestino o en
una mina en países pobres. Al contrario, vienen marcadas (en parte) por
admirables conocimientos complejos y algunas de las tecnologías más
impresionantes que hemos desarrollado: modalidades de ley y contabilidad,
capacidades técnicas específicas, la matemática de algoritmos, la logística de
alto nivel, y más.
Y si bien estas formaciones incluyen élites poderosas y grandes
propietarios, estos son factores que contribuyen solo parcialmente a su
funcionamiento.
Para comprender que, en efecto, no son más que factores parciales, basta
pensar que, aunque fuera posible debilitar a los poderosos dueños y gestores
del capital, hacerlos menos poderosos, eso no nos libraría automáticamente de
estas formaciones depredadoras. Los grandes dueños, empresas y gestores del
capital influyen de manera determinante en el estado actual de las economías.
Pero, por sí solos, no habrían podido adquirir la inmensa concentración de
riqueza y el poder inimaginable que poseen hoy a través del mundo.
Esta combinación de elementos y la lógica que los rige han terminado por
reforzar enormemente la capacidad del sistema para generar un acaparamiento
masivo en los altos niveles: del sistema, de una jerarquía, de un proyecto. Ha
llevado también a una destrucción medioambiental de dimensiones nunca vistas. Y
ha contribuido todavía más a expulsar a las clases medias modestas y las clases
trabajadoras de opciones de vida razonable en un número cada vez mayor de
países, incluidos los llamados “países ricos”. No olvidemos que estas fueron
las clases sociales que en Occidente, durante gran parte del siglo XX, pasaron
a ser el elemento crucial que ayudó a mejorar las vidas de muchos, y no solo
las de unos pocos.
Una característica importante de estas formaciones depredadoras es que son sistémicas. No se trata de meras y
elementales usurpaciones de poder. Se constituyen mediante la incorporación de
diversos componentes de sistemas fundamentales en nuestras sociedades y las
capacidades de las principales economías y sociedades actuales, desde la
matemática de algoritmos hasta la ingeniería avanzada. Como ya he dicho, incluyen
fragmentos de distintas formas clave de conocimiento y disposiciones
organizativas que merecen nuestra admiración.
Las formaciones depredadoras actuales son muy distintas de los ladrones
tradicionales que aparecen de noche y se llevan su botín con discreción. Estas
de ahora son “descaradas”, podríamos decir, salvo que son tan complejas que
necesitamos a expertos en finanzas para que nos las expliquen, y, estos últimos
son, por supuesto, los que resultan más beneficiados de todo ello, por lo que
tienen pocas probabilidades de mostrar una actitud crítica. Algo que es, sin
duda alguna, muy comprensible.
Podemos establecer el contraste de estas formaciones y su carácter
sistémico con esa imagen tradicional del invasor o el ladrón que llega, se
apodera de lo que quiere y huye con el botín, pero no utiliza lo que ha cogido
para construir algo nuevo sobre el terreno. Las formaciones depredadoras
actuales, por el contrario, construyen algo directamente en el mismo sitio,
como personas (“los ricos e inteligentes”), si bien los instrumentos son
abstractos e informatizados.
Esto nos indica, además, que librarse de
los ricos no es suficiente para neutralizar estas formaciones que generan
enriquecimientos: a estas alturas están más allá de las personas, porque forman
parte de algoritmos complejos que, en parte, cuentan con vida propia, puesto
que tienen y son, cada vez en mayor medida, una función clave de aquello que
llamamos “el conocimiento”.
En la mayoría de los casos, estas formaciones están fuera del alcance de
las medidas políticas habituales. Sobre todo si se tiene en cuenta la tendencia
de los responsables políticos a construir silos para cada área estratégica. En
agudo contraste con esa compartimentación, las nuevas formaciones de las que
hablo aquí abarcan varias áreas; lo que hacen es, en definitiva, tomar
elementos de cada área, combinarlos y ensamblarlos de maneras nuevas.
Para contrarrestar o eliminar esos montajes mezclados y complejos de
elementos fundamentales, hay que contar con la voluntad de desmontarlos o
destruirlos. También está siempre la posibilidad de la autodestrucción, si los
seres humanos diseñáramos esos montajes de tal manera que utilizaran mal su
propio poder. Podemos sentirnos tentados de decir: a fin de cuentas, son como
nosotros, los humanos. Pero no, no lo son. Tienen unas características
cruciales que los hacen distintos de nosotros: su extraordinaria velocidad y su
también extraordinaria dimensión de funcionamiento.
Sí, los algoritmos están diseñados por humanos (y los más complejos
casi siempre, por físicos) pero, una vez creados, pueden dejar atrás a nuestras
inteligencias.
Lo que he tratado de describir en estos párrafos es una de las situaciones
más extremas que hemos contribuido a crear y que es uno de los factores que
está afectando a nuestras sociedades y generando divisiones en ellas. Existen
otros vectores que también influyen en nuestras economías actuales, vectores
compuestos por elementos más familiares, y entre ellos algunos que podemos
controlar y son menos esquivos que los que he mencionado aquí. Debemos sacar
partido de ellos y utilizarlos en beneficio de nuestras sociedades cada vez más
frágiles.
Traducción de María Luisa
Rodríguez Tapia.
Lo comparto😁
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