Columna periodística recomendada
Esta semana se publicó en un periódico nacional una columna que merece ser considerada com un buen aporte para la reflexión y la acción. Os invito a leerla a continuación.
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Nicolás
Pascual De La Parte. Columna de El País. Febrero 2019
En el fondo de la crisis de confianza late un
profundo malestar de la ciudadanía ante un presente que no comprende.
Al cumplirse un siglo de la profética La
decadencia de Occidente, de Oswald Spengler, cada vez más voces advierten de
una peligrosa deriva histórica como consecuencia de una multicrisis cuyos
elementos están interconectados. La desafección ciudadana hacia la democracia
representativa, el descrédito de las instituciones, el auge de la ansiedad
identitaria, la impugnación de la sociedad abierta, el repliegue nacionalista,
el proteccionismo económico y los populismos extremistas y excluyentes son
síntomas evidentes de la erosión del orden liberal, que se bate en retirada
ante el empuje del autoritarismo antiliberal. Pero no basta con hacer un
diagnóstico certero: hay que identificar la etiología de la multicrisis y
recetar la terapia adecuada.
Etiología
En el fondo
de la crisis de confianza late un profundo malestar de la ciudadanía ante un
presente que no comprende y un futuro amenazador. Domina el miedo. Esa
percepción desemboca en indignación por lo que el ciudadano considera una
estafa del sistema y sus élites, que anticiparon prosperidad. La realidad ha
sido distinta: la globalización desregulada genera ganadores y perdedores,
aumenta las desigualdades y empuja a las clases medias occidentales a una
proletarización progresiva, como consecuencia de una depreciación del valor del
trabajo.
Las clases medias occidentales han sufrido en las
últimas décadas una caída comparativa de sus ingresos y expectativas de vida.
Si hace una generación bastaba un buen salario para mantener una familia y
adquirir una vivienda, hoy se requieren dos salarios por unidad familiar sin
que ello alcance para adquirir la vivienda. Ese declive de las expectativas
vitales está acentuado por la Gran Recesión y su corolario: la sensación de
inseguridad es la base de su desafección por la política tradicional y
moderada, su cuestionamiento del sistema, su repliegue nacionalista y su
pulsión proteccionista. La historia enseña que unas clases medias depauperadas
e inseguras son proclives a escuchar los cantos de sirena populistas. La crisis
migratoria opera como un acelerador de esas inquietudes. Compartir los
beneficios del Estado de bienestar se antoja un problema difícil. Hay una necesidad
apremiante de consensuar en la UE una regulación del asilo y de la inmigración
legal, indispensable para el funcionamiento de las economías, junto con
políticas de integración realistas.
Terapia
No tiene sentido reprobar a los que buscan
protección en opciones demagógicas y extremistas. Si se quiere frenar tal fuga
de votantes hacia los extremos, las fuerzas políticas centrales habrán de
explicarles que no existen bálsamos milagrosos para los complejos retos de la
mutación de civilización en la que estamos. Los cambios procedentes de la
globalización y la cuarta revolución industrial exigirán ingentes esfuerzos de
adaptación. Los desafíos de nuestro tiempo tienen carácter global (cambio
climático, terrorismo, proliferación de armas, migraciones) y por tanto las
respuestas han de ser también globales, en un marco multilateral regido por la
fuerza del derecho y no por el derecho de la fuerza. Los europeos tenemos la
suerte de disponer de un poderoso instrumento para resultar ganadores de la
globalización: una UE que nos ha procurado paz, libertad, estabilidad y
prosperidad durante 60 años. Una UE, eso sí, que habrá de acercarse al
ciudadano. Los europeos han de percibir que la UE protege al ciudadano —en
especial a los jóvenes— de los efectos perniciosos de una globalización
desregulada. Y debe garantizar, junto con la OTAN, una seguridad y defensa
colectivas, así como hacer oír su voz en el mundo.
Solo así los europeos podremos ser fieles a
nosotros mismos y afirmarnos con perfil propio frente a una Rusia revisionista
del orden liberal mundial, una China autoritaria y expansiva y unos EE UU
ensimismados que se desasocian del proyecto europeo. Las elecciones europeas de
mayo serán una cita crucial que determinará la dirección del proyecto, bien
hacia las nieblas de la regresión nacionalista y de la irrelevancia global de
la mano de los eurófobos, bien hacia una unión cada vez más estrecha, con una
influencia decisiva en el orden mundial.

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