Ciencia: Consumo de carne y riesgo de cáncer
Aunque desde hace ya mucho tiempo se conoce el factor de riesgo que relaciona el consumo de carne y el cáncer, en el artículo que a continuación se transcribe (acceso libre y gratuito en la Revista de Investigación y Ciencia de este mes) se matizan a través de necesarias consideraciones esta asociación. La autora de este artículo es Rosaura Farré.
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Consumo de carne y cáncer
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Foro Científico. Revista
de Investigación y Ciencia. Febrero de 2109
Rosaura Farré es catedrática jubilada de nutrición y bromatología de la Facultad de
Farmacia de la Universidad de Valencia y miembro del comité de expertos de la
Cátedra Carne y Salud, de la Universidad de Barcelona. Ha investigado las
modificaciones que experimentan los alimentos como consecuencia de su
manipulación.
Por R. Farré
El cáncer colorrectal es
el más habitual de todos los tumores en España; alcanza una frecuencia del 15
por ciento, según la Sociedad Española de Oncología Médica. Sin embargo, no
resulta el más letal: su tasa de mortalidad, del 14 por ciento, es inferior a
la del cáncer de pulmón, del 20 por ciento. El Fondo Mundial para la
Investigación del Cáncer y el Instituto Americano para la Investigación del
Cáncer concluían, en 2007, que la ingesta de carne roja o procesada
representaba una causa convincente de cáncer colorrectal, por lo que
recomendaban limitar su consumo. Desde entonces, la ingesta de este alimento ha
sido objeto de debate y publicidad negativa.
La mayor incidencia de
este tumor en los últimos años se ha asociado a la dieta occidental, que da
preferencia a la carne roja y las grasas saturadas por encima de las frutas y
las verduras. Estas últimas constituyen una fuente de fibra, un factor de
protección frente al desarrollo del cáncer. No obstante, algunos elementos de
confusión pueden enmascarar esta asociación, ya que quienes consumen gran
cantidad de carne roja o procesada (salchichas, embutidos...) y pocos vegetales
suelen tomar mucho azúcar, beber más alcohol y llevar una vida más sedentaria.
En consecuencia, para entender esta relación es necesario evaluar la globalidad
de la dieta y el estilo de vida. De hecho, estimaciones realizadas en EE.UU.
sugieren que la mitad de los casos de cáncer colorrectal podrían evitarse
mejorando la dieta y aumentando la actividad física.
Se han propuesto varios
mecanismos para explicar el efecto perjudicial de la carne. Uno de ellos es la
formación de nitrosaminas. Estas se generan, en las condiciones de acidez del
estómago, por la reacción entre los nitratos y nitritos añadidos a los
productos cárnicos (para mejorar su conservación y prevenir el botulismo) con
las aminas secundarias, abundantes en dichos productos. De este modo, en 2010,
el comité de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer concluyó
que los nitratos y los nitritos son sustancias probablemente carcinógenas. La
percepción negativa de estos compuestos ha llevado a reformular la curación de
los productos cárnicos, mediante la reducción de su contenido y la adición de
ascorbato y eritorbato, que actúan como inhibidores de la nitrosación y
aceleran la curación. No obstante, algunos vegetales (puerro, rábano, remolacha
o espinacas) presentan un gran contenido en nitratos, que pueden ser
metabolizados y convertidos en nitritos por los microorganismos de la cavidad
bucal. Así, el riesgo de cáncer asociado a la carne [por los nitratos y
nitritos que contiene] es relativamente bajo si se compara con el de ciertos
vegetales. Por otro lado, el hierro de los productos cárnicos, que es un
nutriente esencial, también favorece la formación de compuestos nitrosos (y,
además, puede promover por sí solo la carcinogénesis).
Otro mecanismo que podría
favorecer el cáncer colorrectal es la alteración de la comunidad bacteriana del
tracto intestinal inferior. Esta suele actuar como mediadora en la relación
entre los alimentos y el intestino, y ejerce un efecto protector frente al
desarrollo de un tumor. Su modificación a causa de las grasas presentes en la
carne roja podría relacionarse con una mayor incidencia del cáncer colorrectal.
La obesidad y el
sobrepeso constituyen otro factor de riesgo. Ambos implican serios problemas
para la salud, entre ellos la diabetes y el infarto de miocardio, patologías
que exhiben una fuerte relación causal con diferentes tipos de cáncer, entre
ellos el colorrectal.
Un último factor es la
formación de compuestos cancerígenos, como los hidrocarburos aromáticos
policíclicos (entre ellos el benzopireno) y las aminas heterocíclicas, cuando
las carnes se someten a altas temperaturas (asado, barbacoa), un daño que,
obviamente, no es atribuible al alimento en sí mismo.
Pero, a pesar de los
efectos perjudiciales de su consumo excesivo, la carne roja constituye una
fuente de nutrientes beneficiosos. Contiene proteínas, vitamina B12,
hierro y zinc, sustancias necesarias para el organismo y que suelen ser deficitarias
en la alimentación. No obstante, el exceso de estas puede desequilibrar la
dieta, con el resultado de una deficiencia en otros nutrientes y compuestos
bioactivos que ejercen una función protectora al contrarrestar los efectos
citotóxicos y mutagénicos de una dieta muy rica en carne.
En resumen, las dietas desequilibradas, el
sedentarismo y determinadas formas de cocinado pueden ser factores de confusión
cuando se establece, sin los debidos matices, una relación entre la tendencia
al aumento del cáncer colorrectal y el consumo de carne roja. Parece prudente,
pues, recomendar una alimentación variada, rica en frutas y verduras, que
incluya una cantidad moderada de carnes (un máximo de 70 gramos diarios),
preferiblemente magras (que pueden incorporar cierta proporción de carnes
rojas) y, en menor medida, procesadas.
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