Hominización y comportamientos del H. sapiens

Nuestro amigo y colaborador con Sinapsis, Juan Serra, nos hace llegar este artículo publicado en Agenda Uno (periódico digital argentino). Se trata de una elaboración resumida para refrescarnos la memoria de la historia del homo sapiens y de las actitudes sociales del mismo.


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Del polvo cósmico al Patriarcado; Del Feminismo a las estrellas. 

La importancia del feminismo para no estrellar el Planeta. Nota de opinión de Juan Serra para Agenda Uno.




Hay cosas fantásticas: parecen increíbles pero son muy reales. De tanto en tanto está bueno recordarlas porque de ahí venimos. Hay un hilo conductor entre el pasado y el presente, entre el polvo cósmico y el tipo de humano que hoy somos.(*)
El comienzo
Se estima que nuestro planeta tiene 5.000 millones de años y que hace 3.500 millones de años, cuando apenas se había solidificado, surgió la vida.
Las primeras formas de vida fueron gérmenes pequeños, bacterias, organismos unicelulares que, bombardeados por los rayos ultravioletas, las partículas y las rocas de un universo hostil, se defendían intentando construir un nicho ecológico amigable: necesitaban un entorno ambiental que les permita conservar la vida que asomaba.
Tuvieron que pasar 2.000 millones de años en esa porfía de lucha y adaptación hasta que lograron crear la atmósfera, una especie de piel o capa protectora que permitió defender la corteza terrestre de las inclemencias del universo.
¡Lo viviente creó la atmósfera! y con ella nació la Biósfera, esfera de vida conformada por la corteza terrestre y la atmósfera. Los seres vivos habían triunfado: con un hogar menos hostil y una piel de aire y ozono que los protegía, abandonaron los océanos para conquistar tierra firme.
Se trata de nuestra historia, de nuestro pasado: la historia de la complejidad, donde una molécula se organiza en macro molécula, luego ésta se organiza en células, y las células en organismos. Así aparecieron las primeras plantas, y hace 700 millones de años surgieron los animales. Y si retrocedemos “tan solo” 400 millones de años veríamos a la Tierra cubierta de flores, y junto a ellas los insectos necesarios para polinizarlas. ¡Qué maravilla, del polvo cósmico hostil a la belleza de formas y colores!

Desde el centro de África al mundo
Mucho más cerca en el tiempo, aunque una enormidad para nuestra finitud, hace 70 millones de años aparecen en el África-central los primeros monos pequeños junto a las primeras flores y frutos. Los monos dejan de comer solo insectos, aprovechan las frutas y comienzan a modificar su cuerpo: una clavícula, una caja torácica más ancha, miembros superiores más grandes, garras que se convierten en uñas planas, patas con un dedo oponible a los demás, la visión supera al olfato,  ya se comunican con mímicas,  crece la sociabilidad y la capacidad craneana. Aunque lo podemos contar en pocos renglones, están pasando millones de años en esta adaptación y transformación. La geografía también evoluciona y ayuda: la placa África-Arabia se une a la de Europa-Asia y los monos africanos se difunden por Europa y Asia.

Los homínidos pre-humanos se ponen de pié
Hace 7 millones de años los primeros pre-humanos se ponen de pie y se separan del mundo de los grandes simios. Pasan 3 millones de años y están más grande, más erguidos, con los dedos de los pies paralelos, usando herramientas para tallar piedras, primero con un filo, luego con dos filos, y con un menú muy variado: ranas, frutos, granos, tubérculos y elefantes. Viven en grupos pequeños como familias grandes, cazan para alimentarse, viajan para cazar, inventan el arte, el amor, la guerra, y comienzan a preguntarse por sus orígenes. Se acorta el tiempo del embarazo y obliga a la madre y al niño permanecer más tiempo juntos: el padre se acercó a la pareja madre-hijo, los machos participan en la crianza de los niños y se fortalecen los sentimientos entre hombre y mujer. Surge el lenguaje junto a las emociones y en el conversar se consolida lo humano: ya hablan y se aman. Pueden desplazarse hasta 50 kilómetros por generación. Es la era de la colaboración con una convivencia basada en la confianza y el disfrute de estar juntos, donde la competencia, la lucha y la agresión (si bien las había) no eran el centro de las actividades. Nadie se preocupa por el cambio, este va ocurriendo sutilmente.
¡Y llega el fuego! ¡Hace 500 mil años! El homo sapiens entierra a sus muertos y recoge objetos por placer. Inventa instrumentos musicales, se imagina otro mundo, aparece el pensamiento simbólico, la consciencia de la muerte, los ritos, el bronce, el hierro, la escritura… estamos 40 mil años atrás. Ya somos el homo sapiens sapiens, el homo que piensa.

El Patriarcado
Aparece el excedente en la producción. El descubrimiento de la agricultura y la crianza de animales despiertan el deseo de propiedad y la necesidad de defender lo acumulado. Los cazadores se transforman en guerreros y se hace necesario controlar todo lo que ocurre alrededor: la confianza y la colaboración son reemplazadas por la desconfianza, la dominación y el sometimiento. La guerra pasa a ser el principal modo para resolver desacuerdos: surge el enemigo. Esto debe haber ocurrido hace 15 0 20 mil años. Nacía el Patriarcado.
Cambian las emociones y cambian las conductas: se instala la apropiación, el control, la dominación, la jerarquía, la autoridad, la enemistad. No se acepta que el Otro pueda tener razón y se inventan miles de teorías que justifican el deseo de dominación y exclusión. El macho ocupa el vértice de la creación por sobre la naturaleza misma y por sobre el resto de de los humanos en una feroz competencia por demostrar quién es más: se siente omnipotente ejerciendo y naturalizando su dominio social.
Se impone el patriarcado como modo de vida, ya no tiene que ver con lo masculino: es una cultura donde los hombres y las mujeres pueden ser igualmente patriarcales aceptando la apropiación, las jerarquías el sometimiento y el control.
Así estamos. Los libros de historia insisten en contarnos de guerras y el constante perfeccionamiento de las armas de destrucción; los manuales del buen vivir nos incitan a competir y ser exitosos en la comparación con el otro. La educación reproduce y fortalece ese modo de vivir que enferma a todos pero a los machos competitivos mucho más, deteriorando las condiciones de vida, destruyendo al Planeta y creando teorías filosóficas o religiosas que justifican la apropiación de la verdad y el sometimiento de la mujer.
Pero también están sucediendo otras cosas.

El Feminismo
Perseguidas como esclavas, como brujas o como seres inferiores, las mujeres fueron develando en sus luchas por más derechos el nudo gordiano del mal. Descubrieron que ya no se trata de un comportamiento aislado, de un mal día, de una violencia pasajera. Se trata de una forma de vivir, de ver el mundo, de relacionarse, y que ha sido construida por los humanos durante miles de años.
Cuestionar el patriarcado fue y es un pensamiento incómodo, contra-cultural, que patea el tablero y está más allá de los modos de producción: por eso atraviesa religiones, clases, edades, culturas. Y por eso su “peligrosidad” para la modernidad excluyente: se trata de convivir con otras reglas que nos igualen.
Patear el tablero, dar una tumba cabeza, animarse a ser, evolucionar, esa es la historia de la humanidad que algunos pretenden que se detenga porque hasta aquí se sienten ganadores.
Y aunque entre tantos millones de años el feminismo aparece como un pequeño soplo, lo mortal de su “virus bueno” abre un sendero de esperanza para acercarnos a un modo de vida que nos permita volver felizmente a las estrellas.

*Esta nota se ha nutrido de los conocimientos y reflexiones del filósofo argentino Enrique Dussel, del biólogo chileno Humberto Maturana, del paleo-antropólogo francés Ives Coppens, del astrofísico canadiense Hubert Reeves y del biólogo francés Joel de Rosnay.

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