Rincón literario: Descubrimiento tardío y algunos poemas




Descubrimiento tardío. Insight

Hay recuerdos y sentimientos que surgen de repente aunque hayan estado latentes quizás mucho tiempo en nuestro inconsciente. Lo que desencadena la aparición de esos sentimientos pueden aparentemente no tener relación con lo que emerge desde nuestra memoria pero que a su vez nos traslada a otros momentos o incluso nos permite ver con nitidez algo que aún sabiéndolo previamente no habíamos podido ser capaz de entrar en su propia esencia. 
Sería algo como el insight que denominan algunos psicólogos.

Me pasó esto con el tema del exilio y la lectura de un entrañable libro escrito por un amigo que se titula Carta a mis biznietos. El autor (Federico Soriguer), desde un difícil ejercicio literario escribe como si su madre hubiese destinado esos escritos dirigidos a toda la familia. En este libro y a través de estas cartas se repasan amplios periodos de la vida de ella, anécdotas, conversaciones con sus hijos y nietos y un reflejo del entorno social y cultural que rodeó a la extensa vida de la persona en cuestión.

Pues ese texto me llevó a mi a plantearme aspectos del exilio y lo que esa situación había impregnado mi vida. Aparentemente me pareció que no llevaban mucha relación pero tras meditar sobre los sentimientos provocados entendí como había llegado a relacionar historias a priori diferentes.
El exilio es siempre doloroso pero pienso que cada persona lo vive de un modo distinto. Hace ya muchos años observé como la condición de exiliado era sentida de diferentes maneras según fuesen las personas, su carácter, su ideología y sobre todo las circunstancias que rodearon a esa situación. Soy consciente también que mucho más doloroso que el exilio son las torturas, la cárcel o la muerte.
Para mi el exilio fue una forma de preservar la vida y la de mi familia.  Por tanto todas las adversidades, necesidades y problemas vividos en los primeros años en este extraordinario país que es España, las consideré menores respecto a la situación de terror que se vivía en mi país de origen. Más aún, me consolaba sintiendo que debía sobreponerme a todas la adversidades ya que la resistencia individual o familiar la vivía como una forma de lucha contra el régimen genocida y tiránico del que había huido.
En casi cinco décadas viviendo en esta tierra que era la de mis abuelos y que ahora siento también como mía tuve una actividad tan intensa en lo personal, familiar y laboral que casi nunca me detuve a analizar como me había afectado a mí el exilio. Soy persona que no ama territorios, folclorismos ni tradiciones si no a las personas y a las cualidades de éstas  así como a la propia evolución de la sociedad humana para progresar minimizando las diferencias sociales y poniendo como objetivos la libertad, la igualdad, los derechos y el avance del conocimiento cimentado en valores humanísticos.
En mi exilio tuve que vivir y soportar muchas situaciones difíciles, complicadas y desagradables pero tuve también la suerte de conocer y ser ayudado por un número importante de personas excelentes, buenas, solidarias y empáticas que nunca olvidaré.

Volviendo al tema inicial os cuento que al leer el libro de mi amigo descubrí que la mayor pérdida que tuve con el exilio, pérdida además muy dolorosa e irrecuperable fue el no haber podido hablar y compartir parte de la vida con mis padres, mi familia y también con mis amigos más íntimos. El alejamiento, la incomunicación, la soledad y las dificultades mastodónticas como pueden ser a veces la distancia y el tiempo hicieron que no acompañara ni compartiese décadas de mi existencia con la de mis padres y el resto de la familia.

Cuando leí el libro Carta a mis biznietos me di cuenta todo lo que yo había perdido con el exilio. Pero no solo lo que yo perdí si no lo que perdieron mis padres que fueron unas personas excepcionales pero que entraron en la vejez y en el final de sus vidas casi en solitario y sin la presencia y compañía de su hijo. Por fortuna tuvieron la compañía y atenciones de mi hermana que seguramente les hizo menos doloroso el final de sus días.
El exilio marca siempre y quizás a cada uno de forma diferente. A mí y a mis padres nos quitó la posibilidad de tener una vida normal y afectivamente armoniosa.
Lo que yo sentí por esta situación no fue nostalgia ni desarraigo pero significó la ruptura de lazos familiares y sus repercusiones afectivas que ahora en la distancia del tiempo comprendo también que no solo estuve yo exiliado si no que mis padres y el resto de la familia también lo estuvieron por las consecuencias que todos padecimos.
Perdí horas  o  años de hablar con mis padres, saber qué sentían, cómo vivieron esa situación, cómo les afectó a ellos y más aún, compartir la cotidianidad del día a día. Pero ya ahora es irrecuperable porque no están.  Hoy, tras este descubrimiento tan tardío comprendo mejor a los exiliados de todas las épocas y me solidarizo más con ellos.
C.B

Adjunto unos cuantos poemas que se refieren a este tema. Sus autores son conocidos y seguramente os gustarán.


Sobre exilados. (Cristina Peri Rossi)

XII
A tantos quilómetros de distancia
nadie puede permanecer fiel.
Ni el árbol que plantamos
ni el libro abandonado,
ni el perro,
que vive en otra casa.

XIV
Ninguna palabra nunca
ningún discurso
—ni Freud, ni Martí —
sirvió para detener la mano
la máquina
del torturador.
Pero cuando una palabra escrita
en el margen en la página en la pared
sirve para aliviar el dolor de un torturado,
la literatura tiene sentido.

Los exiliados

Persiguen por las calles
sombras antiguas
retratos de muertos
voces balbuceadas
hasta que alguien les dice
que las sombras
los pasos las voces
son un truco del inconsciente
Entonces dudan
miran con incertidumbre
y de pronto
echan a correr
detrás de un rostro
que les recuerda otro antiguo.
No es diferente
el origen de los fantasmas.

Los exiliados II

Hablamos lenguas que no son las nuestras
andamos sin pasaporte ni documento de identidad
escribimos cartas desesperadas
que no enviamos
somos intrusos numerosos desgraciados
sobrevivientes
supervivientes
y a veces eso
nos hace sentir culpables.


REFLEXIONES SOBRE LA DURACIÓN DEL EXILIO (Bertolt Brecht)
No pongas ningún clavo en la pared
y tira tu abrigo en el diván.
No hagas planes para más de cuatro días,
mañana mismo estarás de regreso. 
No riegues el pequeño árbol,
¿para qué sembrar otro árbol?
Antes de que alcances, la altura de un escalón
harás tus maletas y te irás.
Baja la visera de la gorra cuando pase la gente,
¿Para qué estudiar una gramática extranjera?
El mensaje que te pide que regreses
estará escrito en un idioma familiar.

SOBRE LA ETIQUETA “EMIGRANTE” (Bertolt Brecht)

 Siempre he creído que es falso el nombre que nos dan:
emigrantes. Eso está bien para los que dejan
su país. Pero nosotros no lo abandonamos
para escoger otras tierras. No llegamos a un lugar
para quedarnos, si posible para siempre. Simplemente
huimos; nos echaron, nos desterraron.
No será un hogar, sino un exilio el país que nos reciba.
Sin tregua, muy cerca de la frontera, esperamos
el día del regreso. Pendientes de cualquier alteración
al otro lado; preguntando con ansiedad a todos
los que llegan, sin decir ni olvidar nada.
El silencio del Sund no nos engaña. Desde aquí
escuchamos los chillidos de los campos. Nos sentimos
como el rumor de un crimen que atraviesa la cerca.
Con los zapatos rotos caminamos en la muchedumbre,
somos testigos de la vergüenza que agobia nuestra tierra.
Pero ninguno de nosotros se quedará. La última
palabra todavía no ha sido pronunciada.



“Soneto sobre la emigración»(Bertolt Brecht)
Arrojado de mi propio país tengo que buscar
una tienda o un bar donde vender
los productos de mi intelecto. Debo regresar
a viejos caminos conocidos,
gastados por las pisadas de los desesperados.
No sé a casa de quién me dirijo. Donde quiera
que vaya me dicen: ¿Cuál es su nombre?
Ah, una vez ese nombre fue importante.
Me gustaría que nadie lo conociera,
como alguien a quien se le ha dictado una orden.
Imagino que no tienen prisa en aceptarme.
Ya he tratado con gente como esta
y sospecho que se preguntan
si mis servicios pueden ser de utilidad.


Lo que dejé por ti (Rafael Alberti)

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.
Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.
Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.
Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.
(Roma, peligro para caminantes, 1964-67)


Canción 5 (Rafael Alberti)

Hoy las nubes me trajeron,
volando el mapa de España.
¡Qué pequeño sobre el río,
y qué grande sobre el pasto
la sombra que proyectaba!
Se le llenó de caballos
la sombra que proyectaba.
Yo, a caballo, por su sombra
busqué mi pueblo y mi casa.
Entré en el patio que un día
fuera una fuente con agua.
Aunque no estaba la fuente,
la fuente siempre sonaba.
Y el agua que no corría
volvió para darme agua.

(Baladas y Canciones del Paraná).


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