Eutanasia: el debate postergado

Dos de los artículos que ha continuación se transcriben fueron publicados en Sinapsis hace casi un año. Dada la actualidad del tema y la necesidad que todos pensemos, reflexionemos y debatamos sobre la cuestión nos hará avanzar como sociedad. Este debe ser ser un debate sereno, amigable pensando en el que sufre y no en posicionamientos políticos. No se puede usar como pretexto para no abordar esta cuestión el argumento "que no es el momento" ya que así llevamos décadas.
Los artículos que están a continuación se escribieron por dos amigos y compañeros de profesión que ven este tema con enfoques muy diferentes lo que hace más interesante la lectura de ambos que en última instancia reflejan en cierto modo las diferencias que se observan en la realidad de la sociedad.
Antes de esos  artículos transcribo también el publicado en un periódico de tirada nacional (El País) sobre el tema. Lo escribe una persona que está ante una situación vital que nos hace meditar sobre esta temática. Me refiero a Francisco Luzón.

Vida y muerte dignas

FRANCISCO LUZÓN. Francisco Luzón es presidente de la Fundación Francisco Luzón.

En España padecen el ELA 4.000 personas. Son 4.000 historias de profundo dolor, desasosiego y desesperación

El Estado debe garantizar la supervivencia si la elige el enfermo. Como también debe amparar legislativamente la decisión en sentido inverso
Algunos de ustedes tendrán una noción de quién soy yo, mi nombre ha estado vinculado en mi vida profesional al mundo financiero y social y este último periodo de mi existencia ha estado vinculado al padecimiento de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y al proyecto de la Fundación Luzón, que con motivo de estas circunstancias creé hace ahora casi tres años.
La ELA es una enfermedad neurodegenerativa sin cura y estadísticamente con una supervivencia de tres a cinco años. Yo estoy entrando en mi sexto año desde los primeros síntomas.
Somos 4.000 enfermos en España. Cada día se diagnostican tres casos y mueren tres personas.

Son números fáciles de asimilar, números para una noticia, pero, créanme, detrás de este número hay 4.000 historias de profundo dolor, desasosiego, sufrimiento físico y psíquico, tristeza, depresión, angustias y desesperación. No hay sustantivos que sobren en esta enumeración, casi me faltan palabras para dar una idea precisa de esta realidad.
Ya no muevo ni un solo músculo de mi cuerpo, me comunico con un dispositivo que a través del movimiento del iris de mis ojos transforma mi pensamiento en palabras, une las palabras en frases y un altavoz las reproduce.
Esta enfermedad me tiene conectado a un respirador que mete y saca aire de mi caja torácica y me permite seguir viviendo y una sonda gástrica me permite alimentarme con un acceso directo a mi estómago.
Soy trasladado del sofá a la cama y de la cama al sofá por una grúa, mientras dos personas se coordinan en los movimientos: una me sujeta la cabeza y otra me acomoda las extremidades para evitar que alguna mala postura me provoque una lesión. No voy a entrar en otros detalles cotidianos de mi día a día; no son diferentes de los de cualquier otro enfermo que pueda padecer una enfermedad invalidante en la totalidad de su cuerpo.

La ELA mantiene la capacidad intelectual y las emociones intactas, hay conocimientos científicos que señalan que un pequeño porcentaje de enfermos de ELA sufren de una afectación frontotemporal, pero afortunadamente este no es mi caso. Siempre me he caracterizado por una gran fuerza y energía interior, y ese impulso y la ilusión que mantengo en seguir al lado de mi familia y entorno y mi proyecto fundacional me hacen seguir adelante.
Puedo asegurar que no son circunstancias fáciles de llevar, pero esta es mi vida y libremente he elegido vivirla como se ha presentado.

Estos últimos días han causado una gran conmoción social las noticias sobre los últimos casos de situaciones vitales límite, lo que nos hace plantearnos como individuos, y por tanto como sociedad, la necesidad de abordar estas circunstancias.
Ha llegado el momento de que una democracia madura en una sociedad avanzada del bienestar, como es la nuestra, se enfrente a esta realidad. La sociedad demanda rigor, seriedad, compromiso, conocimiento y objetividad.

No va a ser fácil abordarla, el debate no va a estar exento de demagogia, orientaciones políticas divergentes y posicionamientos partidistas. Es un tema de profundas vinculaciones éticas y existenciales. No debe enfocarse con planteamientos simplistas o triviales.
Es necesario un ejercicio colectivo de responsabilidad, madurez y profundo respeto.
En temas como este es donde se ve la grandeza de un Estado y el nivel de sus representantes.
Soy muy consciente de que mis circunstancias familiares y económicas me permiten continuar estando en este mundo. Soy muy consciente de que si yo no tuviera los recursos (humanos, materiales y económicos) para mantener cuidados profesionales 24 horas al día, 7 días por semana y 365 días al año, ya no estaría escribiendo este texto.
Esta es la realidad. No nos engañemos.
En esta realidad, la capacidad económica está vinculada a los cuidados; esos cuidados dan calidad de vida y esa calidad de vida garantiza nuestra supervivencia.

El Estado debe garantizar esta supervivencia si esa es la elección del individuo. Como también debe amparar legislativamente la decisión en sentido inverso.
Desde la Fundación Luzón trabajamos para que el ESTADO, con mayúsculas, en sus diferentes territorios autonómicos, comience a hacer viable una vida digna en los enfermos de ELA que libremente decidan seguir viviendo. Viabilidad que comporta el papel del Estado a través de los servicios sociosanitarios, donde la supervivencia de un individuo no dependa de su capacidad económica, sino que dependa del ejercicio supremo de poder elegir libremente.

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EUTANASIA: UN DEBATE DE NUESTRO TIEMPO (1ª PARTE)



Sin duda el tema de la eutanasia es un debate de nuestro tiempo, pero también es un debate antiguo. Ya los griegos y los romanos entre otros debatieron sobre ello. La eutanasia nos hace plantear en profundidad nuestra visión del sufrimiento y del final de la vida. La regulación de la misma existe en muchos estados del mundo y ahora recientemente en nuestro parlamento ha sido presentada una proposición de regulación legal de la eutanasia.
La eutanasia (del latín científico euthanasia y este del griego antiguo εὐθανασία /euthanasía/ 'muerte dulce')​ es la intervención voluntaria que acelera la muerte de un paciente desahuciado, con su consentimiento, con la intención de evitar sufrimiento y dolor. La eutanasia está asociada al final de la vida sin sufrimiento.​
En un sentido más contemporáneo y restringido, la eutanasia es aquel procedimiento voluntario, intencionado, estudiado y consciente que realiza un médico para acelerar la muerte de un paciente terminal de algún padecimiento incurable; a solicitud consciente, estudiada y deliberada del enfermo o familiares, quienes, plenamente enterados de que no existe tratamiento curativo para la dolencia; le solicitan al médico que la realice sobre el paciente para así dar fin con el dolor y sufrimiento intolerables e intratables. 
El suicidio asistido , en relación con el final de la vida, consiste en la ayuda o asistencia a otra persona que desea terminar con su existencia. En la mayoría de los países la legislación lo contempla como delito punible, en otros son toleradas las conductas de mera cooperación no necesaria o complicidad (NoruegaDinamarcaAlemaniaAustria y España)-​ y solamente en algunos es legal (SuizaBélgicaLuxemburgoHolanda y en los estados de CaliforniaOregónWashingtonVermont y recientemente Hawái de los Estados Unidos).
Se considera asistencia al suicidio la entrega del material necesario —habitualmente medicamentos— para su realización. La ayuda puede ser facilitada por profesionales médicos, enfermeras u otras personas. Algunos países europeos, como los Países Bajos y Bélgica, han regulado el suicidio asistido como una atribución de los profesionales de la medicina y la enfermería. En cambio, Suiza permite tanto el suicidio médicamente asistido como el auxilio al suicidio, es decir, cualquier persona puede ayudar a otra a suicidarse sin consecuencias jurídicas y no tiene que realizarse necesariamente en un contexto médico o de enfermería.
El auxilio al suicidio no debe ser confundido con la eutanasia ni con la inducción al suicidio. A diferencia de la eutanasia, en el suicidio asistido la actuación del profesional médico se limita a proporcionar al paciente los medios necesarios para que sea él mismo quien se produzca la muerte. El elemento distintivo no radica en el medio que se emplea, sino en el sujeto que la lleva a cabo: en la primera —la eutanasia—, otra persona es el agente activo respecto de quien la solicita; en el segundo, el paciente es el sujeto activo, asistido y aconsejado por un médico. 

Al abordar este tema aparecen siempre las sensibilidades y los conceptos sobre la vida y la muerte algunos provenientes de las visiones religiosas, en otros casos de principios bioéticos o de la consideración del individuo como un sujeto libre de analizar y tomar una decisión al respecto.
Días pasados un colega médico (Dr. García del Río) me hizo llegar un escrito donde abordaba críticamente la posibilidad de que se legalizase la eutanasia y defendía como alternativa a ella una mejora en los cuidados paliativos.  Comentando dicho artículo con otro colega (Dr. Alonso Tinoco) le propuse una respuesta al anterior escrito dando otra visión de este delicado asunto. Posteriormente decidimos publicar ambos para que los lectores de Sinapsis tengan dos visiones sobre la eutanasia derivada de esta charla amigable entre dos médicos que han realizado una labor asistencial durante décadas.
A continuación se expone la primera parte a cargo del Dr. Manuel García del Río

1ª parte

EUTANASIA
Manuel García del Río
Profesor titular de Pediatría
Ex Director de Unidad de Gestión Clínica de Neonatología
      La eutanasia es la acción u omisión que acelera la muerte de un paciente con la intención de evitar sufrimientos. Existen dos clases: la activa, que consigue la muerte del citado enfermo mediante el uso de fármacos que resultan letales; y la pasiva, que la consigue mediante suspensión del tratamiento médico y/o de su alimentación por cualquier vía.
       A lo largo de la historia, la eutanasia ha sido utilizada para la eliminación de personas o de grupos sociales.
       Actualmente se pretende despenalizar la eutanasia en nuestro país, surgiendo un debate en la sociedad. El Prof. Gómez Sancho nos dice: “es un debate que no debería acaparar tanta atención, al menos mientras que los pacientes no estén bien atendidos, porque en España cada año mueren más de 60.000 personas con un sufrimiento intenso y evitable, que con una buena estrategia a nivel estatal de cuidados paliativos se podría solucionar”
       Además manifestó, que “tratar de terminar con los más débiles, con los más indefensos y más vulnerables, a través de la legalización de la Eutanasia, es una indecencia” y concluyó que “el hecho de introducir la eutanasia acarrearía la crisis más grave de la historia milenaria de la Medicina, porque por primera vez el médico añadiría una nueva función, que sería gestionar la muerte”.
        La Medicina es ciencia y humanidad. La ciencia médica descansa sobre un trípode. Un trípode que se nos enseña en las facultades de Medicina y que consta de:         -Prevenir enfermedades, curar y -si no es posible- aliviar. En cuidar es donde tienen cabida los cuidados paliativos. Y toda esta ciencia revestida de humanidad.
         Por tanto, la eutanasia “no es parte de la Medicina”, no es un acto médicoy no lo es porque el médico es el cuidador de la salud de las personas y no puede ser al mismo tiempo, provocador de muerte intencionada.
          Antes de discutir una ley para legalizar la eutanasia, se debería hacer una ley de “Atención al final de la vida”, esto ya nos lo indicaron el panel de expertos de la OMS, en 1990, “los Gobiernos deben asegurar que han dedicado especial atención a las necesidades de sus ciudadanos en el alivio del dolor y los cuidados paliativos antes de legislar sobre eutanasia. Por tanto un Gobierno que antes de desarrollar programas de cuidados paliativos acomete una legislación sobre la eutanasia comete una frivolidad y hasta una irresponsabilidad”.
En palabras del Dr. Requena, “Nuestro país está muy lejos de llegar a cubrir necesidades mínimas de cuidados paliativos”. Por tanto, los esfuerzos deberían ir encaminados a los cuidados paliativos y no a legislar la eutanasia. “Desearía que el parlamento español apruebe leyes para eliminar el sufrimiento de las personas y no para eliminar a las personas que sufren”, manifiesta por su parte el Dr Batiz.
           La gran mayoría de enfermos que piden la eutanasia en realidad lo que desean es que se les alivie el sufrimiento y el dolor. Si se satisfacen estas dos necesidades, esta petición posiblemente no vuelva a producirse. La inmensa mayoría de los enfermos no quieren morir, lo que no quieren es sufrir, de ahí que los adelantos en la medicina paliativa han provocado el descenso espectacular de la eutanasia como liberación del dolor insufrible. Cuando, pese a los esfuerzos médicos, no se consigue el fin que se busca, de liberarlo del dolor insufrible, siempre tenemos la sedación paliativa, que es un tratamiento médico, científico y éticamente correcto que no se puede confundir con la eutanasia aunque los separa una línea roja bien delimitada, pero muy fina y por tanto fácil de traspasar. Esta sedación paliativa no debe precipitar deliberadamente la muerte pero tampoco deben prolongar innecesariamente la agonía, su misión es ayudar a no sufrir hasta que llega su muerte.
      En el Código de Deontología Médica y en su Capítulo II, nos dice:
*-La profesión Médica está al servicio del ser humano y de la sociedad. Respetar la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud del individuo y de la comunidad son los deberes primordiales del médico.
Y en el Capítulo VII, relativo a la “Atención Médica al Final de la Vida”, se recoge lo siguiente:
*-El médico tiene el deber de intentar la curación o mejoría del paciente siempre que sea posible. Cuando ya no lo sea, permanece la obligación de aplicar las medidas adecuadas para conseguir su bienestar, aun cuando de ello pueda derivarse un acortamiento de la vida.
*-El médico está obligado a atender las peticiones del paciente reflejadas en el documento de voluntades anticipadas, a no ser que vayan contra la buena práctica médica.
*-La sedación en la agonía es científica y éticamente correcta sólo cuando exista síntomas refractarios a los recursos terapéuticos disponibles y se dispone del consentimiento del paciente implícito, explícito o delegado
*.El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste.
         Por todo lo expresado anteriormente, queda claro que para la profesión médica Eutanasia, NO. Cuidados paliativos, SÍ.

(La réplica a este artículo está a continuación en otra entrada de Sinapsis)


EUTANASIA: UN DEBATE DE NUESTRO TIEMPO (2ª PARTE)

 A continuación dentro del coloquio amistoso entre dos posturas diferentes para abordar el tema de la eutanasia transcribo el artículo de réplica del Dr. Alonso Tinoco que contesta a un entrada anterior en Sinapsis realizada por el Dr. García del Río.

  SOBRE LA EUTANASIA   Y   EL  SUICIDIO  ASISTIDOLeyendo el apasionado escrito del Dr. García del Río sobre este tema, sentí la necesidad de ofrecer otro punto de vista. Vaya por delante que he tenido la suerte de convivir profesionalmente con él durante muchos años desde la Obstetricia, en el mismo hospital y valoro enormemente su profesionalidad. Pero no se trata de eso.
Desde una concepción religiosa determinada, absolutamente respetable, puede surgir el rechazo a cualquier forma de eutanasia o de suicidio asistido, pero el conjunto de una sociedad pluralista no tiene por qué asumirlo necesariamente. No pretendo personalizar mi respuesta sino contribuir a una concurrencia razonable de opiniones.
Las encuestas de población, europeas y españolas, desde 2009, vienen repetidamente mostrando un apoyo mayoritario para su regulación legal. La más reciente, de Metroscopia, del 2017, recoge un 84% de apoyos, incluyendo un 66% entre los votantes conservadores y un 56% entre los católicos practicantes. Está muy claro. Los que mantienen el sistema sanitario que -además- son los posibles destinatarios y los depositarios de la soberanía, están mayoritariamente a favor.  No creo que este aspecto pueda suscitar discrepancias. Las Cortes, antes o después, tendrán que darle forma legal, Ya hay siete autonomías que lo han planteado.

Es cierto que los cuidados paliativos no están suficientemente extendidos ni aplicados adecuadamente en toda España y que la demanda de ellos suele anteceder, en la cronología del enfermo,  al posible planteamiento de la eutanasia. Efectivamente es posible que, con buenos cuidados paliativos, se redujera en alguna medida la demanda de eutanasia. Pero no en todos los casos. Y cada "caso" es una situación desesperada. Utilizar la deficiencia de paliativos como un requisito previo para la regulación de la eutanasia, es un argumento claramente obstruccionista porque siempre se podría argumentar que, en algún lugar o en algún caso, los cuidados paliativos son mejorables. Además es un argumento engañoso porque presenta un motivo circunstancial como tapadera de una oposición radical. Es decir: los que se oponen a la eutanasia porque los paliativos no están suficientemente desarrollados, ¿la aceptarían tras la mejora de éstos? Sabemos que no.
Pero, sobre todo, pensemos en las personas que ya, ahora mismo, están con un sufrimiento insoportable y sin expectativas de mejora. ¿Les contamos que hasta que el sistema sanitario haya perfeccionado la red de cuidados paliativos, tienen que seguir sufriendo?
Ambos objetivos -la regulación de la eutanasia y el acceso general a los cuidados paliativos- son paralelos y simultáneos y así están contemplados por las organizaciones implicadas en estos temas y por la ciudadanía. No son objetivos excluyentes sino complementarios. 

Plantear la regulación de la eutanasia (o del suicidio asistido) como un sistema "para eliminar a los más débiles, indefensos o vulnerables" es una tergiversación descarada. Nadie pretende "eliminar" a nadie. Son las propias personas dueñas de su vida y de sus decisiones las que quieren dejar de sufrir y resulta difícil de comprender que se les impida desde la confortable situación de otras personas ajenas a su dolor.

La regulación legal no obliga a nadie: el bloqueo de la regulación sí condena y obliga al enfermo a seguir sufriendo sin otra expectativa."La Medicina es ciencia y humanidad""...Su función es prevenir, curar y cuando no es posible, aliviar". Estamos de acuerdo. ¿Y cuando no es posible aliviar? ¿Es razonable que la valoración del dolor del  enfermo la determine otra persona que no lo sufre?. El dolor y el sufrimiento son subjetivos. Es arrogante e injusto erigirse en juez del dolor ajeno. Lo humanitario, en algunas situaciones desesperadas, puede ser ayudar a la decisión consciente y libre de dejar de sufrir.
En el capitulo VII del Código de Deontología Médica que se citaba, puede leerse "(...)El médico tiene la obligación de procurar la curación o mejoría...Cuando no sea posible, tiene la obligación de aplicar las medidas necesarias para conseguir su bienestar..."
Y ¿quien decide el bienestar del enfermo? ¿Él? ¿O nosotros?

Seguramente compartimos la máxima que aconseja "Vivir y dejar vivir".
Yo les invito a completarla con "Morir y dejar morir"

                                    I. Alonso Tinoco. Ginecólogo.
En el enlace siguiente hay referencias a buenas películas que trataron el tema que nos ocupa en esta entrada.
https://www.eldiario.es/cultura/cine/muerte-ficcion-eutanasia-traves-peliculas_0_885412343.html

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