Fútbol: una mirada por A. Salamanca
Alberto Salamanca nos permite compartir desde su blog Mis paseos con Jachi ( https://mispaseosconjachi.wordpress.com/) esta interesante visión del fútbol. Este deporte está presente en nuestra sociedad nos guste o no, y sin duda su extraordinaria presencia puede ser analizada desde diferentes puntos de vista. Éste es uno de ellos.
Ya hace tiempo en Sinapsis publicamos otra reflexión sobre el fútbol y los significados que puede tener en nuestra sociedad. A continuación está el enlace de ese artículo de Sinapsis.
https://joaquinperal.blogspot.com/2018/06/futbol-el-mundial-y-una-mirada-mas-alla.html
El fútbol
Hace unos meses,
coincidiendo con el pasado Campeonato Mundial de Fútbol, recibí una petición de
apoyo para detener los planes de eliminación de todos los perros que vivían en
las calles de las ciudades sede del mismo. Exterminándolos se pretendía otorgar
‘seguridad’ y una ‘estancia agradable’ a los visitantes a este evento deportivo
internacional. En Rusia no existe una infraestructura adecuada en cuanto a
protectoras y refugios de animales. Sin embargo, se destinó una gran cantidad
de dinero a la inmolación de esos animales, con auténticos «escuadrones de la
muerte» caninos.
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Ya hace tiempo en Sinapsis publicamos otra reflexión sobre el fútbol y los significados que puede tener en nuestra sociedad. A continuación está el enlace de ese artículo de Sinapsis.
https://joaquinperal.blogspot.com/2018/06/futbol-el-mundial-y-una-mirada-mas-alla.html
El fútbol
Esta breve y turbadora
introducción da pie a reflexionar sobre el «deporte rey». El éxito de este
juego en las masas se fundamenta, con probabilidad, en su simpleza. El fútbol
atrae porque es primitivo. Aunque, supongo, la esencia del fútbol hace mucho
tiempo que se perdió. Ni siquiera en las categorías inferiores persiste (os
recuerdo las disputas y peleas de padres, los insultos y agresiones a
árbitros). Ahora todo es dinero. Resulta impactante la influencia del fútbol en
múltiples dimensiones de la sociedad actual, de modo que el fútbol es una
potente herramienta en manos de los medios de comunicación de masas. Y es
extraordinaria la cantidad de energía que moviliza algo en apariencia tan
ingenuo como un deporte. Pero el fútbol no lo es. O no sólo es un juego.
En la cara oculta del
deporte y del fútbol está el negocio oscuro, porque es una forma reconocida de
blanquear dinero, con fraudes multimillonarios a la Hacienda pública, con
explotación de jóvenes africanos por el fútbol europeo, es un mercado de
estimulantes y fármacos, cuenta además con organismos gestores corruptos, las
marcas deportivas multinacionales a su amparo manufacturan en condiciones
infrahumanas y, por si fuera poco, es un refugio de radicales violentos.
De otro lado, la figura del futbolista como
una potente influencia conductual. Gladiador triunfal, a menudo modelo estético
que impone desde ropa interior a peinados. Nadie socialmente tan valorado, un
conquistador global, con ingresos acorde a este papel. En los países más
pobres, ser futbolista de éxito parece la única salida concebible para millones
de niños en entornos de exclusión. La única vía para emerger de la miseria y el
desamparo y entrar en esa otra sordidez de súper residencias de gusto dudoso,
automóviles de lujo, prostitución de alto standing.
El fútbol mueve multitudes y es paradigma
del entretenimiento como técnica persuasiva básica. La función ideológica viene
determinada, entre otros factores, por el notable espacio dedicado a los
deportes en los medios de comunicación. Es la vieja fórmula romana panem et circenses. La política del pan y circo. Una
herramienta de control social. A veces a través de confrontación física y
verbal, de modo que los estadios vienen a ser espacios propicios para el
enfrentamiento. Dīvide et īmpera. Divide y
vencerás. En las «batallas» deportivas, que presiden jefes de estado,
presidentes y ministros, en lugar de deportistas, se trata de mesnadas, de
huestes que contienden en representación de una ciudad o de un país. Los medios
también imponen patrones culturales, cuyo fin no es otro que trocar al fútbol
en una industria que crea necesidades falsas, hasta que termina por adquirir
ese aspecto de control social, de manipulación e intervención.
La pasión futbolística es conductora de
tensiones que se redirigen hacia una actividad estéril. La contrariedad, la
insatisfacción y la indocilidad que eventualmente lograrían despertar un
cuestionamiento crítico, se destinan al fútbol. Y toda la energía destructiva
que viene a producirse por la vida que vivimos, por el gobierno que nos
gobierna, por la sociedad que nos encuadra, se concentra y se sintetiza en,
parafraseando a George Orwell en «1984»,
«noventa minutos de odio», en los que se juzga, se exige, se insulta, se
desaprueba, se reprocha. La agresividad entonces deja de ser sublimada, de modo
que, se centraliza y se enfoca en una afición yerma e irracional.
El hecho de pertenecer a
un equipo, el «sentir los colores» viene a constituir una práctica fervorosa a
partir de la que se respalda de modo emocional, con una entrega inaudita, a un
club que teóricamente representa a un pueblo o una ciudad, pero que en la
realidad no tiene base de cohesión, ni ideología, ni siquiera identidad
natural, que no está hermanado por ningún interés común, que no sea su
propósito único y manifiesto, la victoria superando a otro club rival.
Pero, al final, quien gana es quien más capital invierte. Por tanto, un fervor
descerebrado. Una devoción mística, un delirio y obcecación corporativista. El
fanatismo por un club de fútbol cualquiera, ambiciona compartir el éxito de una
entidad que les es ajena personalmente, a la cual «conciernen» desde el más
anónimo de los anonimatos de camiseta blanca (o de rayas) con un nombre grabado
en la espalda.
«Hemos» ganado, Jachi.
La recomendación: Simon Kuper. Fútbol contra el enemigo (Football against the enemy). Ed.Contra.
Barcelona. 2012.
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