Lecturas para el fin de semana: relato y poema

Para leer este fin de semana os transcribo un relato de Elsa Bueno Gaona sobre una expresión del desamor en la pareja y un poema del poeta chileno Nicanor Parra. Que los disfrutéis  y seguramente os harán pensar un rato. J.P




DECLARACIÓN  DE INTENCIONES
Elsa Bueno Gaona

Se había cansado de ser y no ser; de estar y desaparecer. Estaba harta, triste y cruzada. No quería verle. Ahora no.
Eran muchos los días sin una palabra; muchas las noches sin poder cerrar los ojos, con su imagen clavada en las pupilas, con todo él prendido a sus pestañas. Ojalá hubiese podido gritarle que se soltara, que se marchara, pero no pudo; lo llevaba también enganchado a sus cuerdas, a su tráquea y a su garganta.

Sonreía al evocar tiempos pasados. Esos en los que él insistía una y otra vez en hacerse un hueco en su vida y la hacía vibrar con sus palabras; cuando se aceleraba al recibir sus mensajes de improviso y la despertaba con sus “buenos días” a deshoras; cuando la hacía partícipe de sus cosas, de su día a día y era más feliz de lo que nadie dice que se puede; cuando sentía que él la quería... porque estaba segura, aunque nunca lo decía, a su manera, él la quería.
Ahora entre ellos surcaban silencios y ausencias; distancias y escarchas. No quería verle. Sólo envolverse de la suave añoranza. 

Pero se lo encontró de frente.
Venía con los continentes, cordilleras y barrancos; con los activos volcanes, con golfos, archipiélagos y cabos. Exhalando laderas, valles extensos y acantilados. Traía toda la tierra que existe. Toda. En su frente, en su pelo, en su pecho, en los bolsillos, en las manos...
Él la miró sonriente, sin recibir sonrisa alguna de vuelta. Algo le ocurría -se dijo- aunque no alcanzaba a imaginar el qué; las mujeres siempre tan complicadas -pensó-. Se acercó y solo acertó a preguntar con un escueto: “¿Qué te pasa?” y entonces ella se olvidó del “nada” de otras veces, se abrió de par en par desatando tempestades; se volvió de lluvia y granizo, derritió sus polos y glaciares; dejó escapar toda el agua de océanos y ríos, de los mares, de cataratas, lagos y cascadas. Abrió una a una las compuertas de su alma, se rompieron los diques y murallas y a través de los malecones de su voz, su declaración brotó precipitada, a borbotones, sin control; arrasando y anegando todo a su paso, acaso desproporcionada:

Me pasa que no eras así. Me pasa que me vacías de todo y me llenas de nada. Me pasa que te entregué toda mi agua, dulce y salada, con la que de verde pintaste tus campos, la sonrisa de tu cara y creció la hierba y vivía la tierra de la que te llenas y acompañas. Me pasa que no soy como tú. ¿Cuándo hicimos tal trato? Si se quiere, se quiere siempre. No entiendo cómo se puede querer solo a ratos.
Y sé que no fue casualidad. Aquel día en que te llenaste de mi con solo sentir el agua en la palma de mi mano, se alinearon cometas y planetas; se confabularon estrellas y astros y todas las mareas se aunaron. Aquel día como nunca nos miramos; agua y tierra fundidos, desde lo más profundo se besaron.
¿Y sabes qué más? Que me da igual que seas una jodida montaña de piedra en la que una y mil veces me estampo; derramándome por doquier, pretendiendo inútilmente fluir por tus hendiduras y resquicios, intentando sobre ti, surcar y correr.
Me importa un comino. Porque sé que llegará el día en que querrás tanto mi agua como yo ahora tu tierra y en el que te darás cuenta, que soy lo mejor que ha mojado tus caminos, lo que mejor aviva tu siembra deslucida y dormida. 
Eres imbécil querido. Soy de lo mejor que te ha pasado en la puta vida. 

Y se marchó de allí. Dejándolo convertido en un gran desierto: árido, seco, estéril, infértil, yermo; como muerto...

Elsa Bueno Gaona




Soliloquio del Individuo


Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos, 
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.

Nicanor Parra

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