Elecciones: Artículos periodísticos recomendados
El próximo domingo tenemos elecciones y es un acontecimiento de gran importancia ya que marcará la sociedad de los próximos años.
Es imperativo que nos tomemos muy en serio el ir a votar y reflexionar en profundidad a quién le depositamos nuestro voto. El panorama es desalentador. A continuación transcribo dos artículos que reflejan este momento en nuestra sociedad. Os invito a leerlos.
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Es imperativo que nos tomemos muy en serio el ir a votar y reflexionar en profundidad a quién le depositamos nuestro voto. El panorama es desalentador. A continuación transcribo dos artículos que reflejan este momento en nuestra sociedad. Os invito a leerlos.
Ardua tarea
Hace decenios que muchos votamos lo
que juzgamos el mal menor entre un abanico de males muy malos. Esta vez cuesta
especial trabajo identificar ese mal menor
Es paradójico que
a muchos votantes les haya ocurrido lo contrario de lo esperable, al disponer
de más opciones. Lo normal habría sido que la aparición de nuevos partidos en
los últimos años nos hubiera hecho sentir más desahogados: ya no nos vemos
abocados a un Gobierno del PSOE o del PP en cuasi solitario, o con el hoy añejo
apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos para cualquiera de los dos, que
nunca tuvieron empacho en hacer concesiones de las que ahora abominarían (si las
hiciera el rival, claro está).
Yo he sido siempre un defensor del voto: con
guantes, con la nariz tapada o como lo quieran llamar. Abstenerse o depositar
una papeleta en blanco me han parecido pobres alternativas: nadie computa eso
(o, si se molesta alguien, nada importa), y al final otros deciden por uno.
Inhibirse en política es a mi juicio la peor solución, o al menos la más
pusilánime, y todavía lo creo así. Y sin embargo, ante las elecciones del
próximo domingo mi temor al arrepentimiento es mayor que nunca, y uno
sobrelleva mal arrepentirse gravemente. Lo llamativo del caso es que son los
posibles socios de Gobierno de unos u otros los que me causan más aprensión o
repelús.
La actual camada
de políticos es espantosa en mi opinión. Mediocres, engreídos, miopes, falaces,
locoides, insustanciales y cínicos, con alguna rarísima excepción. Quién nos
iba a decir que en el PP echaríamos de
menos a Rajoy (¡Rajoy!) y a Soraya Sáenz,
que al lado de Casado y Teodoro Egea se antojan personas modestas, respetuosas
y de mediana inteligencia. Quién que en el PSOE veríamos a
Rubalcaba como a un Tocqueville o a un Adam Smith en
comparación con sus dirigentes de hoy (y el peor no es ni siquiera Pedro Sánchez: miren hacia abajo, por favor). Quién que el inepto
y destructivo Artur Mas (culpable primordial del desastre catalán) iba a
resultarnos articulado y hábil si escuchamos a Puigdemont, Torra o la taimada
Laura Borràs; o que Carod Rovira nos parecería más honesto que el melifluo
Junqueras o el falsario vocacional Rufián… Lo más asombroso de la situación es
que, si uno se pone en la piel de los líderes (no es fácil, pero para eso sirve
la imaginación), no da crédito a que todos sean tan torpes, no cesen de
equivocarse y de meter la pata, y lancen reiteradas lluvias de piedras contra
sus propios tejados. No es sólo que anuncien alianzas con quienes más los
perjudican ante buena parte del electorado: el PSOE abraza a Podemos (un partido cuyo fin transparente es laminar las
instituciones, desde la Constitución hasta la democracia representativa, la
única medio digna del nombre) y no se zafa de los secesionistas totalitarios ni
de los herederos políticos de ETA. El PP se deja contagiar por los neo o
paleofranquistas de Vox y cuenta sin disimulo con ellos, lo cual espeluzna y
ahuyenta a muchísimos votantes tradicionales suyos, gente conservadora y
moderada. Ciudadanos, que podría haber crecido si se hubiera mantenido en una
posición liberal, se funde anticipadamente con este PP polvoriento, chulesco y
contaminado, perdiendo incontables votos de centro o incluso de
centroizquierda. Podemos se desmembra y muestra un rostro cada vez más
desencajado, fiándolo todo a la figura autoritaria que más lo daña, la cual
aumenta día a día sus dosis de majadería y malas artes: no por nada Abascal y
esa figura —ésta desde hace años— son los dirigentes peor valorados en las
encuestas de opinión. En cuanto a Vox, que se beneficia de su novedad y de la
corriente suicida que ha llevado al poder a Trump, Bolsonaro, Duterte, Maduro,
Orbán, Salvini y a los veteranísimos Netanyahu y Erdogan, se saca de la manga
pistolas para todo el mundo, obviando que España es uno de los países con más
bajos índices de criminalidad, y poniéndonos los pelos de punta a la mayoría:
imagínense a los cabestros que abundan con armas de fuego. Por caridad.
Es notorio,
asimismo, el ojo infalible de los partidos para colocar en los puestos señeros
de sus listas a gente contraproducente, de antipatía antológica como Carmen
Calvo, Cayetana Álvarez de Toledo, Ortega Smith, Rufián, Ione Belarra, Borràs o
Iglesias. O bien a personajes a los que más les valdría no abrir la boca, como el pobre
Suárez Illana, De Quinto, Adriana Lastra,
Noelia Vera, Egea y tantos otros: cada vez que sueltan unas frases en público,
privan de millares de votos a sus respectivos partidos. Bueno, eso creo yo, y
me puedo equivocar. Pero si esos partidos ni siquiera saben velar por sus
propios intereses y beneficio, uno se pregunta cómo podrían hacerlo por los del
conjunto del país. Todos, por sus socios o por sus idearios (y esta palabra ya
es mucho atribuirles), encierran un peligro ilimitado. Hace decenios que muchos
votamos lo que juzgamos el mal menor entre un abanico de males muy malos. Esta
vez cuesta especial trabajo identificar ese mal menor. En lo que a mí respecta,
he de conseguirlo de aquí a una semana, porque no voy a votar en blanco ni a
abstenerme, eso lo sé. Les deseo suerte en la ardua tarea. Un gran número de
electores la vamos a necesitar.
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Injerencias
electorales
Rosario
Gómez. El País. Abril 2019
Si Facebook fuera una nación física sería la más
poblada del planeta, con 2.200 millones de personas. El segundo país por número
de habitantes podría ser YouTube, con 1.900 millones. Junto a Instagram,
WhatsApp y Messenger formarían el G5 de las redes sociales. Según el
Eurobarómetro, el 42% de los europeos y más del 80% de aquellos que tienen
entre 15 y 25 años utilizan estos sistemas de comunicación a diario, lo que da
una idea de hasta qué punto se han imbricado en la vida cotidiana.
Los datos ilustran la resolución, basada en un
informe impulsado por el senador José
Cepeda, que ayer aprobó la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. El
texto sostiene que las redes sociales no son solo “espacios de diversión” o
“salas de chats sobre temas blandos”, sino que se han convertido en una
extensión de la vieja esfera pública, proporcionando un privilegiado ámbito de
discusión sobre asuntos políticos y sociales.
Fruto de dos años de trabajo, el documento intenta
responder a la pregunta de si las redes sociales favorecen la conexión o son
una amenaza para los derechos humanos, especialmente para la privacidad, la
libertad de expresión y de información. Y alerta de la “censura arbitraria” que
aplican las grandes plataformas al seleccionar ese ingente volumen de
información diseminada que posteriormente compactan y suministran a los
usuarios. Estas redes son también focos de distribución de noticias y por ello
deberían suscribir responsabilidades de interés público sobre el papel
editorial que desempeñan. Un ejercicio que no siempre es transparente.
Los
analistas alertan de consecuencias perjudiciales para el bienestar individual y
el funcionamiento de las instituciones democráticas derivadas de las redes
sociales. Entre esos impactos perversos, los más nocivos siguen siendo el acoso
cibernético, el aumento del discurso del odio, la incitación a la violencia, la
desinformación y la injerencia en procesos políticos, incluidos los electorales.
Para intentar frenar este fenómeno, el Consejo de
Europa pide que compañías como Facebook o Twitter bloqueen las funciones de
interacción si detectan casos graves de desinformación. El de la propagación de mentiras es un riesgo
que afecta a todos los países sin distinción. España ha de estar en guardia
ante la cita del 28-A.
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