Cine: 1)Adiós a Redford y Claudia Cardinale. 2) Estreno: Las delicias del jardín


1)

Adiós a una época y a dos grandes actores


Robert Redford y Claudia Cardinale






Dos artículos


A)




La sonrisa de Redford


Javier López Iglesias


https://www.hoyesarte.com/cine/la-sonrisa-de-robert-redford_339729/


Sonreía y el mundo sonreía. Al aire de su icónica imagen, el mundo se ablandaba, sintiéndose un lugar más limpio y romántico. Mucho más confortable. Se llamaba Robert. Los años fueron tejiendo en su rostro arrugas, cárcavas, profundas cicatrices, pero, guapa y luminosa, su sonrisa vencía al tiempo: permanecía intacta.


Rueda por la tierra la ausencia de un actor emblema, capaz de afrontar, con el nivel de los grandes, registros tan variados como los que ya, para la historia del cine, deja el entrañable timador de El golpe; el ser primario de Las aventuras de Jeremiah Johnson; el escritor enamoradizo en la agridulce Tal como éramos; el actor que confesó estar tan a gusto en su papel en Dos hombres y un destino que “casi me sentía culpable por cobrar”; el enigmático y avasallador mandamás de El gran Gatsby; el ético periodista de Todos los hombres del presidente; el vaquero reflexivo de El hombre que susurraba a los caballos; o el romántico aventurero que encandiló a tantos corazones en Memorias de África.

Y un director, faceta en la que confesaba sentirse especialmente compensado, en la que desplegaba una creatividad que le valió un Óscar y un Globo de Oro por el ácido retrato de la sociedad estadounidense que dejó en la pantalla con Gente corriente.

Su curiosidad e inquietud, que transmitió a través de su apoyo al cine independiente, fueron reconocidos con la concesión del Óscar honorífico. Y, por supuesto, también su firme compromiso social y con el medioambiente, un ámbito en el que siempre se mostró muy activo, denunciando alrededor del planeta los devastadores efectos del calentamiento global y la deforestación. Más allá de las palabras, su inquieta personalidad le llevó a crear la hoy espectacular reserva natural de Sundance, en donde se ubica el instituto de cine y el carismático festival que, con ese nombre, revolucionó la industria cinematográfica universal.

Tampoco se calló, ni aun cuando su papel le acarreó no pocos contratiempos. Ya fuera por su radical oposición al actual presidente de Estados Unidos o, por mencionar declaraciones de los últimos tiempos, su abierta acusación a las actuaciones de los gobiernos de Rusia e Israel.

Había nacido como Charles Robert Redford el 18 de agosto de 1936 en Santa Mónica, California. Él mismo, que se consideraba tímido y esquivo, rebelde e inconformista, definía su infancia como solitaria; difícil, su adolescencia; y repleta de excesos, su juventud. Una juventud en la que destacó por sus aptitudes para el tenis, el béisbol, el esquí y el fútbol americano.

“En mi personalidad tiene mucho que ver —declaró en más de una ocasión— la amargada figura de mi padre, un hombre trabajador, distante y agobiado por las deudas, que regentaba una pequeña lechería; la desidia de mi época escolar; la temprana muerte de mi madre; y el pronto deseo de largarme de mi lugar de nacimiento”.

No le gustaba hablar de sus romances y amistades —sobre todo la que mantuvo con Natalie Wood, su confidente hasta la repentina desaparición de ella—, de sus titubeantes inicios como actor, del fallecimiento de su hermano en la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, de la trágica muerte de su hijo.

Pasó por la universidad —“un lugar que no me enseñó nada”— con más pena que gloria, mostrando únicamente interés por las asignaturas relacionadas con el arte, hasta el punto de que durante un tiempo intentó vivir de la pintura. Viajó por Europa durante más de un año sin apenas un duro en el bolsillo, salvo los que le proporcionaron los dibujos que logró vender en las calles de Florencia: un tiempo de alcohol, soledad y dudas en el que llegó a tener ideas suicidas.

Así estaban las cosas en 1959 cuando el cine y el teatro le salieron al paso. “En buena medida, me salvaron la vida”. Desde entonces, a través de más de ochenta títulos, fue forjando la carrera que le convertiría en la leyenda que hoy rueda por los noticiarios del planeta.

Ya consolidado como actor, en 1966, tras haber rodado filmes como La rebeldeLa jauría humana y Propiedad condenada, decidió dejarlo todo y trasladarse, con su mujer y sus hijos, a España. No le comunicó a nadie su destino, mucho menos una dirección que tuvo mucho de casual, pues, como él mismo contaba: “Llegamos a Madrid, alquilamos un coche en el aeropuerto y terminamos en la costa suroeste, donde habitamos una pequeña finca cerca de Mijas, en Málaga, donde encontramos la paz y el anonimato que buscábamos. Nadie sabía quién era yo. Nadie me pedía ningún favor, nadie quería nada de mí. Arreglábamos la casa, dormíamos, mirábamos el paisaje y pensábamos cómo dejar atrás todo lo vivido y partir de cero. Fue maravilloso”.

Ahora, alejado del tráfago de las ciudades a las que era poco aficionado, ha muerto en Utah, en su casa del bosque, mientras dormía. Había cumplido 89 años. Imaginemos que la muerte le sorprendió sonriendo. Esa sonrisa franca, abierta, luminosa, de la que hizo cómplice al mundo.


                                               ***

Adiós a Claudia Cardinale, musa legendaria del cine italiano

La actriz trabajó con Visconti, Fellini y Monicelli antes de dar el salto a Hollywood y convertirse en una de las grandes estrellas de los sesenta y setenta

  • ÍÑIGO DOMÍNGUEZ



https://lectura.kioskoymas.com/article/282059103166877


                                                                 GETTY

                                                            Claudia Cardinale, a mediados de los años sesenta.



El vals de El gatopardo, su aparición flotando en la luz veraniega en Ocho y medio, mientras Marcello Mastroianni la mira fascinado por encima de las gafas de sol, o la princesa cautivadora de La pantera rosa son algunas de las imágenes que Claudia Cardinale, fallecida ayer a los 87 años, deja en la historia del cine. Estas tres grandes películas son todas del mismo año, 1963, y que estuviera en las tres a la vez en los cines de todo el mundo dan una idea del impacto que supuso la irrupción de la belleza y el talento natural de Claudia Cardinale en las pantallas. Bastaría con haber rodado uno de esos filmes para ser ya una estrella, pero además hizo 120 películas que la convirtieron en un mito del cine mundial, en la época dorada del cine italiano. Trabajó con los más grandes: Luchino Visconti, Federico Fellini, Pietro Germi, Mario Monicelli, Sergio Leone, Blake Edwards... Con ella se va una de las últimas grandes actrices de esos años, solo queda Sophia Loren.


Cardinale falleció en su casa de Nemours, cerca de París, según anunció anoche su agente a la agencia AFP, Laurent Savry. Se había instalado allí hace años, y Francia era uno de los tres países de su vida. Además de Italia, el otro, el primero, era Túnez, donde nació en 1938, cuando era un protectorado francés, en una familia de inmigrantes sicilianos. Su primer recuerdo era la llegada de los soldados americanos en la guerra. En Túnez la descubrió para el cine un director francés, René Vautier, que la vio delante de su colegio y quedó fascinado. “Se me acercó y me dijo si podía hablar con mi padre”, contó en una entrevista. La fichó para un cortometraje, Les Anneux d’or, que triunfó en Berlín y después ganó, sin saberlo, un concurso de belleza en la que fue proclamada la más guapa de Túnez. El premio era un viaje a la Mostra de Venecia, y así empezó todo en 1957. Allí decía a los fotógrafos que no quería hacer cine, pero algo debió sentir en el festival con una de las primeras películas que veía en un cine en su vida, Noches blancas, de Visconti. Solo tres años después actuaría en una de sus películas, otra obra maestra, Rocco y sus hermanos. Él fue uno de los directores que primero supo intuir en ella a una gran actriz.


Su entrada en el cine fue con 20 años, cuando apareció por primera vez en un largometraje, y era ya una obra maestra: Rufufú (1958), la comedia de Monicelli sobre unos ladrones patosos y muertos de hambre. Luego confesó que hablaba italiano con dificultad y apenas entendía a toda esa gente que gritaba en el rodaje (“pensaba que discutían”, dijo). Aunque apenas salía unos minutos, era una presencia arrebatadora y enseguida comenzó a abrirse camino en el cine.

El productor de ese filme, Franco Cristaldi, se convirtió años después en su primer marido, aunque tras separarse de él su pareja durante muchos años fue Pasquale Squitieri, otro realizador italiano, con quien tuvo un hijo. Pero ya en aquel mismo año de su primera película, 1958, había dado a luz a su primer hijo, una dolorosa historia oculta que se conoció años más tarde: era fruto de una violación, y decidió tener el niño. Durante años lo presentó como su hermano, hasta que desveló la verdad en una entrevista. En aquel año rodó tres películas ocultando su embarazo. Se lo contó a Cristaldi, pensando que la echaría, pero le pagó un viaje a Londres para dar a luz en secreto. Ahí nació su relación.


Debutó con 20 años en ‘Rufufú’ y logró la atención de los más grandes directores pues grandes directores la reclamaron enseguida y confiaron en ella en papeles cada vez más complejos. En esos títulos, que ahora son de culto, fue dejando huella, con registros dramáticos y un fondo de melancolía, como en Un maldito embrollo (1959), de Germi; El bello Antonio, de Mauro Bolognini, con Mastroianni, Rocco y sus hermanos (1960), de Visconti, y La chica con la maleta (1961), de Zurlini.

Cuando Fellini la llamó para Ocho y medio, estaba tan prendado de ella que en el filme Cardinale hace casi de sí misma, se muestra como era, alegre y desenfadada. De hecho algunas escenas representan momentos y conversaciones que se produjeron en la realidad con Fellini, que en la película es su alter ego Mastroianni. Visconti la consagró con su papel en El gatopardo, en la que hizo una de las parejas más bellas de la historia del cine con un Alain Delon con un parche de pirata en el ojo, y también con un Burt Lancaster, en el baile final, que representaba el final de una época.


Fama internacional

En 1963 es su papel en La pantera rosa, de Blake Edwards, primer título de la descacharrante saga del inspector Clouseau, el que la da a conocer en Hollywood. En los grandes estudios hizo de todo, pero nunca se dejó seducir completamente por el cine estadounidense, siempre regresaba a a Europa. En esos años trabajó con los actores más famosos del momento, como John Wayne, Sean Connery, William Holden, Henry Fonda, Orson Welles, Anthony Quinn, Laurence Olivier o Burt Lancaster. Rechazó a una larga fila de galanes y pretendientes, empezando por Mastroainni y Delon, de los que llegó a ser muy buena amiga, y Marlon Brando, entre otros. En una entrevista de sus últimos años también se moría de risa desmintiendo un rumor ya clásico en Francia, el de que tuvo un romance con Jacques Chirac.

En Estados Unidos dejó buenas películas, como Los profesionales (1966), de Richard Brooks, y Hasta que llegó su hora (1968), el wéstern definitivo de Sergio Leone. También apareció en Fitzcarraldo (1982), de Werner Herzog. Y en Las petroleras (1971), rodada en España y con Brigitte Bardot en la época en que ambas eran las dos sex symbol europeas (BB contra CC) y donde se cuela entre ellas José Luis López Vázquez.


Su hija hizo un libro sobre su vida y su carrera que tituló Claudia Cardinale, la indomable, un título que a ella le gustó, porque toda su vida había buscado la independencia y se había movido con libertad: “La palabra indomable me está bien”.



2) CINE


Las delicias del jardín

Dirigida por Fernando Colomo



Ficha técnica


Dirección: Fernando Colomo Reparto: Fernando Colomo, Carmen Machi, Pablo Colomo, Antonio Resines, María Hervás País: España Año: 2025 Fecha de estreno: 19‑09‑2025 Género: Comedia Guion: Fernando Colomo, Pablo Colomo Duración: 94 min.


Sinopsis: Fermín es un reconocido pintor abstracto que está en plena crisis personal y económica, además de ocultar un temblor en su mano que le dificulta para seguir pintando. Por esa razón en un primer momento rechaza la propuesta de su galerista y ex mujer Pepa para presentarse a un concurso millonario y versionar el tríptico de El Bosco “El jardín de las delicias”. Pero dos acontecimientos le harán cambiar de opinión. El primero, la notificación de embargo sobre sus cuentas y tarjetas bancarias. El segundo, la aparición de su hijo Pablo, pintor como él, aunque figurativo, que llega de un viaje a la India.

A mí me pareció una estupenda película que te hace pasar unos momentos muy entretenidos y agradables. En la historia que relata subyacen también las cuestiones  del arte, la creación, las parejas, la dependencia obligada por esta sociedad neoliberal de los millennials de los boomers, el paso del tiempo y otras facetas de la vida expuestas aquí superficialmente pero que son muy importantes. Hacía tiempo que no estaba en el cine tan a gusto y olvidándome por el espacio de 1 o 2 horas de la realidad desesperanzadora del mundo que vivimos. JP

A continuación transcribo otra mirada sobre el filme de P. Vázquez de la revista Fotogramas.

El cine de Fernando Colomo no es berlanguiano ni esperpéntico: somos nosotros. Así lo demuestra en su última obra maestra, 'Las delicias del jardín'.

POR PABLO VÁZQUEZ (Fotogramas)



Que un autor de la talla de Fernando Colomo no sea sagrado donde tiene que serlo en primer lugar, en su tierra, es algo que se le escapa a quien esto escribe. Desde aquel melodrama que resultó ser comedia ('Tigres de papel'), su filmografía no solo es el mejor tableau vivant de tiempos presentes y pretéritos de la España de los últimos ¡casi 50! años, sino también de sus miserias y desencuentros, vistos siempre desde la mirada de un risueño incurable. Por eso suena tan mal eso de ‘colomiano’: su cine no es berlanguiano ni esperpéntico: somos nosotros. Un espacio donde Ozores puede irse de cañas con Tati y Masó brindar con Truffaut. Su última película es tan suya como en su momento 'La línea del cielo', 'La vida alegre', 'El efecto mariposa' o 'Antes de la quema', pero en ella continúa la singladura de 'Isla bonita' (2015): un recorrido introspectivo y visceral donde lo bufo se solapa con lo melancólico.

Para ello, nos presenta a su hijo, también coguionista, Pablo Colomo, en esta aventura de dos hombres sin destino llena de anécdotas dignas de Blake Edwards (más '¡Así es la vida!' que 'La pantera rosa') que se antojan, acaso, muy cercanas (la tarjeta de crédito, la antológica discusión sobre Milei) en un hipérbaton condenado al fracaso para desentrañar el enigma femenino (brillan los episodios protagonizados por Cumelén Sanz y María Hervás) con Carmen Machi como ángel custodio, que jamás debe confundirse con lo misántropo, y menos aún, con lo misógino. Con la complicidad de la fotografía experimental del gran José Luis Alcaine, a partir de móviles, Colomo ha construido una dulce travesura que evoca al Woody Allen más jazzístico y contagia una frescura que ya querrían muchos jóvenes. Una obra que reflexiona sobre el humor, sobre el arte y, a la postre, sobre el absurdo de la vida, sus lazos, sus lastres y sus odiseas, y cuyo poso entronca con 'Testament' (Denys Arcand, 2023) y su humanísimo desconcierto. Ojalá este no sea el testamento del cineasta y abra camino a otros lugares y andanzas, siempre con la franca carcajada como ungüento y bisturí.

Comentarios

  1. Así es la vida… estar y luego irnos. La historia es dejar buena huellas…

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