¡Es la geografía, estúpido! y "Cervantes no se lo merece". F. Soriguer

Es la Geografía, estúpido


Federico Soriguer - Médico. Miembro de la Academia Malagueña De Ciencias


https://www.diariodesevilla.es/opinion/tribuna/geografia-estupido_0_2004783705.html#




Hoy, cuando hablamos del paraíso pensamos, por lo general en esos lugares que, como el Cielo de los cristianos, el Jardín Celestial del islam, o el Edén del judaísmo, muchas religiones han imaginado para después de la muerte. Pero hay también en todas las culturas una especie de nostalgia de un paraíso perdido en algún momento de la larga prehistoria, en la que los hombres vagaban libremente por las praderas y bosques, vivieron en mayor armonía con su entorno, había menos desigualdad y probablemente menos enfermedades y una mayor esperanza de vida.


 El ejemplo, para nosotros de este paraíso perdido seria el Paraíso en el que vivieron Adán y Eva, contado en el Génesis, libro escrito por Moisés entre los siglos XV a XIII a.C, inspirado por Dios, o según diferentes estudios académicos resultado de la compilación de tradiciones orales por varios autores entre los siglos X y V a.C. Pero, el Génesis no inventó nada, solo hizo de la nostalgia del pasado, alta literatura. Una nostalgia de un momento anterior a ese Neolítico que comienza con la agricultura, cuando la forma de vida de los cazadores recolectores va desapareciendo, comenzando las luchas por la propiedad, las guerras, el patriarcado y, sobre todo, las epidemias zoonóticas por la convivencia con el ganado doméstico. Es lo que parecen demostrar de forma convincente estudios realizados en la últimas décadas, algunos muy recientes, utilizando técnicas de medición del DNA de restos humanos de hace miles de años. 


Un momento singular de la vida de los humanos, probablemente hace 6 o 7 mil años, en el que la convivencia entre animales y humanos provocó un aumento de la carga de numerosas enfermedades infecciosas y parasitarias, que afectaron profundamente la salud y la historia humana y continúan haciéndolo en la actualidad. A partir de ese momento, se queman los bosques, se transforma el paisaje, la dependencia del clima para las cosechas se acentúa, se producen los asentamientos urbanos, primero aldeas, después ciudades, aumentando la densidad de la población y con ella los residuos. Es, en definitiva, el nacimiento de nuestro mundo. Como dice el historiador francés Jean Guilaine : “Somos los hijos del Neolítico”. 


En todo caso tengo para mí que mi generación sería, (en Occidente), la de los últimos hijos del Neolítico, al menos los últimos con memoria rural, pues en las pasadas décadas se ha producido un aumento extraordinario del asentamiento de la población en las ciudades de manera que en el momento actual viven en ellas cerca del 60 % de la población mundial. En España en 1850 el 87 % de la población vivía en zonas rurales y en 2024 el 82 % de la población vive en zonas urbanas. Un mundo que se parece muy poco a cuando yo era un niño (por los años 1950) años en los que aún la mitad de la población española vivía en zonas rurales. Una nueva geografía humana que nos permite hablar de una nueva era que se ha llamado antropoceno desde la perspectiva geológica, pero que desde la geografía humana podríamos llamar postneolítica, pues el cambio extraordinario que se ha producido y que se prevé continúe exponencialmente, ha superado con creces aquellos límites que identificaron al Neolítico.


 Una era postneolítica cuyas consecuencias comenzamos ahora a conocer. Lo sorprendente es que las personas que estamos viviendo este enorme cambio somos muy parecidas, genéticamente, a aquellos que comenzaron a asentarse por primera vez, abriendo las puertas al Neolítico. Como lo eran estos hombres y mujeres del Neolítico, también, muy parecidos a los que les precedieron, al menos a los sapiens del paleolítico superior (40-10 mil años a.C). Si aquel desajuste entre la biología y el nuevo hábitat del Neolítico tuvo consecuencias sociales y sanitarias extraordinarias, no debería sorprendernos que un cambio como el socio-geográfico actual, cuyas dimensiones son mucho mayores y rápidas que las de aquel momento, también los tenga. 


La profunda incomodidad de grandes masas de población, las migraciones masivas, el recrudecimiento de las guerras, las nuevas y viejas epidemias, las nuevas enfermedades por desajuste entre la biología y el medio ambiente, el impreciso malestar de la cultura, etc., no se explican suficientemente si no se tiene en cuenta este cambio de era. Porque parodiando el exabrupto sobre la economía, que un asesor de Clinton utilizó en su campaña contra el presidente George H. W. Bush (padre) durante las elecciones presidenciales de 1992, hoy podríamos decir que ¡es la geografía, estúpido! Como siempre. Una geografía sin la que hoy, sin ir más lejos, no se pueden entender muchas de las enfermedades de nuestro tiempo.



Cervantes no se lo merece


Una historia épica, la del cautiverio de Cervantes y los cautivos cristianos, contada sin épica alguna. Una historia trágica contada sin drama apenas


Federico Soriguer

MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS





El pasado viernes día 19, fui a ver 'El Cautivo', la película de Amenábar sobre Cervantes. Le precedía cierta polémica. Me habían hablado bien de ella, aunque alguno de quienes la habían ya visto reconoció que no había leído el Quijote y ni siquiera sabía que Cervantes hubiera estado preso en Argel. Y que con la película había aprendido mucho (sic). En todo caso acudí al cine con reservas. Lo diré desde el principio. No me gustó nada. Un director de cine como cualquier otro 'creador' tiene todo el derecho a tergiversar las historias para conseguir sus objetivos, cualesquiera que sean. Pero debería advertir, como se hace aún en determinadas ficciones, «que cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia». No, no aprendieron nada de historia aquellos jóvenes que la vieron. Pero este privilegio creativo se puede convertir en un fraude si se usa solo para dar satisfacción a los antojos particulares del autor olvidando las expectativas que tienen depositada millones de personas en mitos como el autor del Quijote.

Reducir la historia de Cervantes a la de un homosexual reprimido, aparte de su dudosa veracidad, lo que sería en todo caso irrelevante, es una tomadura de pelo para esos millones de personas que tienen en el Quijote su obra de cabecera y a Cervantes, su autor, como uno de los hombres más relevantes de la historia. Pero es, sobre todo, la pérdida de una gran oportunidad. Porque, además, la historia fracasa en muchos aspectos periféricos.

Escoger para interpretar a Cervantes a un joven actor, blando e incluso algo aniñado en sus maneras, con voz endeble y una pronunciación a veces ininteligible, es traicionar la imagen de quien representa la reciedumbre de un mito bregado en las batallas y en la vida lo que no le impide, además, tener, la sensibilidad y la imaginación suficiente para contar historias que como el Quijote, representa el alma no solo de una comunidad lingüística como la española sino, también, de buena parte de la humanidad. Muchos de los personajes secundarios dan mejor la talla que el protagonista, como Souza, el monje bueno de la película, al que en la ensoñación de Amenábar y sin venir a cuento, ya mediada la película, le descubrimos por arte de magia en medio de aquel Argel medieval un hijo ilegitimo, que por su aspecto travestido y comportamiento parecía un prototipo queer actual, trasladado a un lupanar de la Edad Media, en una secuencia que dura unos pocos minutos, desconectada de la trama, perfectamente prescindible, que los exégetas o el propio Amenábar tendrá que explicar.

O los decorados y el vestuario, que parecen sacados de Walt Disney o de 'Las Mil y una Noches', como parecen, también, sacados de 'Las mil y una Noches' la relación entre la capacidad narradora del cautivo Cervantes ante un sultán enamorado, con los beneficios penitenciarios del propio Cervantes y sus amigos, mientras los cuentos, las historias, fuesen del gusto del Sultán.

Una historia épica, la del cautiverio de Cervantes y los cautivos cristianos, contada sin épica alguna. Una historia trágica contada sin drama apenas. Una historia sentimental contada como si estuviera rodando una película de Walt Disney. Definitivamente el cine español tiene un serio problema con la elección de directores y actores a la hora de representar a los mitos nacionales y de manera muy especial a estos pocos grandes mitos que identifican una cultura determinada, como es en este caso el universo lingüístico en español, tan importante para muchos, españoles, pero también para muchos otros lugares y culturas. Ya, Amenábar, hizo lo mismo con la película sobre Unamuno ('Mientras dure la guerra') donde representa a Don Miguel como un abuelito sin carácter que incluso llega a traicionar a uno de sus mejores amigos. Los franceses Jean Claude y Colette Rabaté, dos de sus mejores biógrafos, seguramente cuando vieron la película, se llevarían las manos a la cabeza.

No, ni aquel era mi Unamuno ni este mi Cervantes, lo que no tendría demasiada importancia si se tratase solo de mi particular opinión. Al día siguiente de escribir ese artículo leo en un periódico de difusión nacional, una columna de ese gran ensayista que es Jordi Gracia, desde la que sostiene con más argumentos históricos, opiniones parecidas. Que Amenábar, en fin, ha fracasado en ese empeño de contar la historia del cautivo Cervantes, como fracasó con la de Unamuno. Que Amenábar más parece imponer sus propios demonios (o ángeles) familiares, trasladando sus ensueños homoeróticos a Cervantes. Es lo que sugiere ya desde el título Jordi Gracias en su artículo ('El cautivo no es Cervantes: es Amenábar'). Amenábar ha despreciado el hecho de que Cervantes no es un personaje cualquiera que se pueda manipular ni literaria ni cinematográficamente. Merece respeto. Y en mi particular opinión, Amenábar ha faltado el respeto a Cervantes y con él a millones de personas. Ahora, seguramente, le darán un Goya con lo que el cine español se habrá cubierto de gloria, una vez más. ¿Debería aclarar que nada tiene que ver esa dura crítica con la exhibición homosexual del director a través de sus personajes? Ya lo aclaro desde este momento, aunque me temo que para algunos no será suficiente.

La tendencia sexual de Cervantes es perfectamente irrelevante en esta historia en la que se intenta contar esa parte épica de sus cinco años de cautiverio. Una parte de la que hay abundante información para haberla contado de otra forma y que la romántica y almibarada versión de Amenábar, sobre todo en la segunda parte, oculta.

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