Historia de la Ciencia. Entrega nº 13. 1ª parte.F. Soriguer

ENTREGA Nº 13. Primera parte

La expedición de Balmis.  Un ejemplo de altruismo científico



                                                        Federico Soriguer


 

 Entregas anteriores de:


 HISTORIAS DE LA CIENCIA CON MORALEJA de Federico Soriguer


Capítulos ya publicados

 

1. El precio de la ignorancia. Marcel Proust y compañía. (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/01/historias-de-la-ciencia-con-moraleja-i.html) 

2. La guerra de los huesos. (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/02/la-guerra-de-los-huesos-f-soriguer.html?m=1) 

3. Koch, Ferrán y Cajal. Un cruce de historias (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/02/koch-ferran-y-cajal-un-cruce-de.html) 

4. Una factoría de genios (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/03/una-factoria-de-genios-f-soriguer_7.html%.) 

5. Cajal, Río Hortega y los “Fake News .(http://joaquinperal.blogspot.com/2025/03/cajal-rio-hortega-y-las-fake-newsv-f.html) 

6. No es la raza, imbécil. (https://joaquinperal.blogspot.com/2025/04/no-es-la-raza-imbecil-vi-f-soriguer.html) 

7. Lombroso. (https://joaquinperal.blogspot.com/2025/04/lombroso-vii-historias-de-la-ciencia.html) 

8. Pero, ¿existe tal cosa como el método científico? 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/04/historias-de-la-ciencia-octava-entrega.html) 

9. El caso Lysenko: Ciencia burguesa frente a ciencia proletaria 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/05/historias-de-la-ciencia-lysenko-9.html) 

10. TUSKEGEE 

https://joaquinperal.blogspot.com/2025/06/historias-de-la-ciencia10- entrega.html 

11. (Primera parte) Piotr (Pedro) Kropotkin. Cuando la ciencia y la política son inseparables (PIMERA PARTE). 

(http://joaquinperal.blogspot.com/2025/07/historias-de-la-ciencia-kropotkin-f.html) 

 

12. (Segunda parte). Piotr (Pedro) Kropotkin. Cuando la ciencia y la política son inseparables. 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/08/historias-de-la-ciencia-11-entrega-2.html)

 

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                   13º entrega. Primera parte


La expedición de Balmis.  Un ejemplo de altruismo científico


                                                                   Vacunación contra la viruela


 

                                                                                Francisco Javier Balmis

Me detengo un momento a explicar al lector, aunque sea brevemente, las razones por las que incluyo esta historia en las entregas que venimos publicando en el blog SINAPSIS. Después de mi paseo matinal suelo tomar café en el Flor donde me encuentro con algunos amigos.  Esta mañana he estado con un colega habitualmente bien informado y que posee una vasta cultura. Le hablo de esta iniciativa, de algunos de los capítulos ya escritos y de otros que tengo in mente. Uno de ellos el de la expedición de Balmis. Ante mi sorpresa no la conocía o no la conocía bien pues solo le ha sonado cuando la he relacionado con la operación Balmis de las fuerzas armadas españolas con motivo de la pandemia del COVID19.[1] Y ha sido la confirmación de que esta historia no es tan conocida como creía lo que me decide, definitivamente, a incluirla. La historia de Balmis, ha sido motivo de investigación por los historiadores, pero ha pasado durante muchos años ignorada para el gran público y desde luego para la memoria colectiva de nuestro país. 

Y eso a pesar de la atención que determinados círculos le han prestado, llegando a protagonizar recientemente libros y ensayos. Así en  2006 se publica “Saving the World” de la novelista  dominicano-estadounidense Julia Álvarez. Un relato de ficción desde la perspectiva de la rectora del orfanato, Isabel Zendal Gómez, de la que después hablaremos. En 2010 la escritora madrileña Almudena de Arteaga  recrea la historia en su novela  “Ángeles custodios”. En 2011 la expedición es el tema central de la novela de Antonio Villanueva Edo, “Los héroes olvidados”. Ese mismo año Javier Neveo en “Los niños de la vacuna” vuelve sobre el tema. En 2015 Javier Moro gana el Premio Planeta con esta historia en “A flor de piel” y en 2017 la escritora María Solar, vuelve sobre el tema en “Los niños de la viruela”. Los ensayos sobre la figura de Balmis y sobre la expedición son numerosos.  De hecho, en palabras de Balaguer et al., “ se ha publicado mucho, casi diríamos que demasiado, en el sentido del viejo refrán de que tanto árbol oculta el bosque”. Destacamos aquí  ensayos como el de Ramírez Martín, S.M en 2002[2] o el propio de  Emilio Balaguer y Rosa Ballester en 2003[3] del que este capítulo es deudor,   o recientes videos de difusión por internet como el realizado por la historiadora Elvira Roca Barea, así como numerosos artículos e informaciones colgados en la red.

A pesar de todo, el proyecto español de llevar a principios del XIX la vacuna contra la viruela a todo el mundo sigue siendo un gran desconocido, como tuve la oportunidad de confirmar esa mañana tras la conversación mencionada con mi colega.

¿Cómo es posible que un proyecto  sobre el  que el propio  descubridor de la vacuna de la viruela Edward Jenner escribió : “No puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este”, o  sobre el que el mismo Alexander von Humboldt escribiera en 1825: “Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”, sea tan desconocido en nuestro propio país?.

La viruela es (era) una enfermedad contagiosa, debida a un virus que cursa con una alta mortalidad (30 %), dejando importantes lesiones en los supervivientes. Hasta el siglo XIX se solía decir que un niño no es verdaderamente de su madre hasta que había superado la viruela. Conocida de muy antiguo, es en Europa durante la época del Renacimiento donde adquiere caracteres de enfermedad catastrófica y, sobre todo, más adelante, cuando fue llevada al “Nuevo Mundo”. Antes del descubrimiento de la vacuna se practicaba la “variolizacion” con pústulas de pacientes con viruela, una técnica ya utilizada en China desde muy antiguo. Esta técnica fue aplicada en Chile en la segunda mitad del siglo XVIII   por el médico y monje hispano-chileno  Pedro Manuel Chaparro, al parecer con bastante éxito.  A principios del siglo XVIII la escritora y viajera británica Mary Wortley Montagu en un viaje a Turquía observó cómo los ganaderos que se pinchaban con agujas impregnadas en pus de viruela de las vacas no contraían nunca la enfermedad, llegando a aplicar la inoculación a sus hijos, divulgando el procedimiento a su regreso a Inglaterra. 

No obstante, debido al recelo de la clase médica, el descubrimiento de la vacuna contra la viruela tendría aun que esperar 90 años. En 1796 Edward Jenner inició un ensayo con muestras de pústulas de la mano de una granjera infectada por el virus de la viruela bovina, y lo inoculó a un niño de ocho años. Tras un período de siete días el muchacho tuvo fiebre y síntomas leves de infección.  Pocos días después Jenner le infectó con  la temida viruela, que el muchacho no llegó a desarrollar. En 1798  publicó su trabajo (An Inquiry into the Causes and Effects of the Variolae Vaccinae, a Disease Known by the Name of Cow Pox), junto a otros casos de niños tratados y sometidos al mismo procedimiento sin que tuvieran la enfermedad, acuñando el término latino variolae vaccine (viruela de la vaca). De esta manera Jenner abrió las puertas a la vacunación. La gran contribución de  Jenner no fue el hecho de que inoculara  a algunas personas con la vacuna, sino que después demostró que eran inmunes a la viruela, al reinfectarles de nuevo[4]

Las primeras vacunaciones en España tuvieron lugar muy poco después, en Cataluña en diciembre de 1800, por iniciativa de Francesc Piguillem  quien inició en Puigcerdà una tanda de experimentos con fluido vacuno que hizo traer de París,  continuando más tarde la vacunación en Barcelona. El éxito y la popularización en todo el mundo de la vacuna vinieron sobre todo de Francia y de España. En 1805 Napoleón ordenó vacunar a toda la tropa y, en España, dos años antes en 1803 se puso en marcha la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna  que fue, también, la primera expedición de vacunación a nivel mundial, al abarcar su imperio de ultramar (Hispanoamérica y Filipinas). 

La expedición balmisiana fue una empresa típicamente ilustrada.  Hasta el siglo XVIII en en el periodo  que España fue  una potencia mundial, la monarquía hispánica había puesto en marcha  una maquinaria sanitaria muy compleja centrada en el Protomedicato castellano, instrumento de control del estado en lo relativo al ejercicio y la práctica de la medicina y la farmacia y sobre  otros tipo de instituciones[5].  Existía una Junta Suprema de Sanidad y, a nivel periférico, Juntas de Sanidad locales, regionales y del puerto. Y es en este contexto donde se crean también las juntas locales de vacunación cuyo modelo Balmis intentaría imponer en los lugares a los que visitó y vacunó.  Este sistema fue uno de los más avanzados en su época y tuvo una influencia directa en la organización sanitaria de la América colonial. La sustitución de este sistema sanitario propio del antiguo régimen por otro de corte liberal en las sociedades secularizadas posteriores a la Revolución Francesa de 1789, tuvo lugar a lo largo del siglo XIX en España[6].

Xavier Balmis y Berenguer fue un prototipo de hombre de la ilustración. Había nacido en Alicante en 1753 donde hizo los estudios que le permitieron ejercer de cirujano. Estuvo en la Habana y en Ciudad de México, donde investigó las enfermedades venéreas y la eficacia de los extractos del ágave y   la begonia, que le serviría para publicar un libro (“Tratado de las virtudes del ágave y la begonia”, Madrid, 1794), convirtiéndose, ya de nuevo en España, en médico personal de Carlos IV, proximidad que le facilitó persuadir al Rey de enviar una expedición a América a propagar la vacuna de la viruela que cuatro años antes había sido descubierta por Jenner. Su conocimiento del continente americano y su preparación científica y técnica en lo referente a la viruela y su prevención, fueron razones suficientes que justifican su nombramiento como director de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna entre 1803 y 1806. El objetivo de la expedición era llevar la vacuna a todos los rincones del imperio español donde la viruela ocasionaba la muerte de miles de niños. Los retos eran enormes, logísticos, financieros y desde luego  “tecnológicos” pues había que mantener activa la vacuna durante todo el viaje, garantizando después la continuidad de la vacunación por toda América.[7]

La expedición fue dirigida por el propio Balmis, con el médico José Salvany y Lleopart como subdirector más dos médicos ayudantes, dos practicantes, tres enfermeras y la rectora del orfanato  “Casa de Expósitos” de La Coruña Isabel Zendal (o Sendales) Gómez,  que se llevó a su propio hijo adoptado, Benito de 8 años y que fue la encargada de cuidar de los niños.  La partida se produjo desde el  puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 a bordo del navío María Pita. Los 22 niños reclutados eran todos varones de entre 3 y 9 años “expósitos” procedentes de diferentes instituciones de Madrid, de la Coruña y de Santiago, seleccionados por no haber pasado la viruela.  Ya en América fueron reclutados nuevos niños y también en algún momento esclavos negros y algún soldado. La vacuna era transmitida por parejas, de uno a otro niño cada nueve o diez días, garantizando así que llegara funcionalmente activa a su destino. La expedición llegó a Santa Cruz de Tenerife, donde pasaron un mes vacunando, saliendo de Canarias el 6 de enero de 1804 hacia  Puerto Rico donde llegaron el 9 de febrero. 

La primera sorpresa fue que allí la vacuna ya había llegado desde la colonia danesa de Santo Tomas, lo que generó malos entendidos con los médicos y las autoridades locales, continuando hasta la Habana donde también había sido llevada la vacunación por el médico Tomas Romay, circunstancias que trajeron a los expedicionarios numerosos problemas, pues no siempre fueron bien recibidos. Desde luego Balmis debió percibir que peligraba la costosa expedición que había puesto en marcha y esgrimió ante las autoridades de Puerto Rico razones de índole puramente científicas, como que la vacunación no era una práctica rutinaria que se pudiera efectuar empíricamente y sin fundamentación, sugiriendo así que no se habían efectuado con el rigor exigido y no se había seguido fielmente el protocolo, para garantizar su eficacia. Desde luego el objetivo de la expedición de Balmis era mucho más ambicioso que el de la vacunación puntual en un lugar determinado.  Se pretendía llevar la vacuna a todo el Nuevo Mundo (y como veremos enseguida, más allá aún) y, además, dejar organizado el sistema de vacunación con personas entrenadas para continuarlo. De Puerto Rico partieron para Venezuela a donde llegaron el 20 de marzo, permaneciendo hasta el 8 de mayo de 1804. El viaje fue muy accidentado, quedándose con un solo niño con vacuna activa lo que les obligó a desviarse, atracando en Puerto Cabello consiguiendo vacunar allí a 28 niños que servirían de puente para continuar la campaña.

A partir de Venezuela la expedición, para una mayor eficiencia, se desdobla. Por un lado, Balmis se dirige a La Habana y México, Filipinas y China   y Salvany hacia el sur del continente, comenzando por el Virreinato de Nueva Granada (de Salvany hablaremos en la segunda parte de este capitulo).

La expedición dirigida por el propio Balmis, alcanzó la Habana el 26 mayo de 1804, permaneciendo hasta el 18 de junio del mismo año. En La Habana, como se ha comentado, ya había llegado un año antes la vacuna de la mano del médico Tomás Romay, enviada desde Puerto Rico por el médico Oller, encargándose del traslado una mujer María Bustamante que partió de Puerto Rico en Febrero de 1804 acompañada de su propio hijo y dos pequeñas criadas suyas. La expedición de Balmis, en el viaje desde Venezuela hasta Cuba había perdido un niño y otros estaban muy enfermos, planteándose un grave problema para la continuidad del proyecto si no encontraban niños que permitieran mantener la cadena vacunal hasta la escala siguiente en el Virreinato de México. En Cuba la petición de cuatro niños que Balmis había solicitado al Capitán General de la isla, Marqués  de Someruelo, no fue aceptada y la solución que se encontró fue la compra de esclavos, tres mujeres, y la incorporación de un niño, Miguel José Romero, tambor del Regimiento de Cuba, financiados (“comprados”)  por el Director de la Expedición por 250 pesos. Tras vacunar a más de 15.000 niños la expedición deja por fin Cuba y se desplaza a Sisal (Península del Yucatán, Virreinato de Nueva España)  donde llegan el 25 de junio de 1804, finalizando al cabo de unos meses en Acapulco, de donde salen el 8 de febrero de 1805. 

La estancia en México fue, de nuevo, muy conflictiva, debida a los enfrentamientos con el Virrey, a la enfermedad de Balmis, a la muerte de algunos niños, a la escasa participación de la población, etc. No fue así en otras ciudades de Nueva España donde se vacunaron a miles de niños y se   crearon estructuras estables para garantizar la continuidad de la vacunación. Finalmente, la expedición partió para Manila (Filipinas) donde llegó el 15 de abril de 1805 y posteriormente a Cantón - Macao (China), el 7 de febrero de 1806.  Una vez más las complicaciones se suceden. El viaje hacia la colonia portuguesa, realizado a bordo de la fragata Diligencia, fue muy complicado a causa de un tifón que, en palabras de Balmis: “...En pocas horas desmanteló la fragata, con pérdida del palo de mesana, jarcias, tres anclas, el bote, la lancha y veinte hombres extraviados; no había uno entre nosotros que no esperase por momentos ser sepultado entre las olas del mar ... la conservación de  la vacuna y el implorar la misericordia divina fue todo mi conato, sin que el hallarme solo para toda clase de asistencia de los tres niños, ni mi falta de fuerzas fuera capaz de postrarme ... llegó por fin el día dieciséis, en que empezó a serenarse el tiempo y en el momento, arrostrando los eminentes riesgos de piratas y ladrones chinos que inundan estos mares, verifiqué mi desembarco en una pequeña canoa, llevando en mis brazos a los niños, con lo que aseguramos nuestras vidas y la preciosa vacuna”. 

Al fin todos pudieron salvarse y, a bordo de una pequeña embarcación de pesca china, alcanzaron Macao, donde tras nuevos conflictos diplomáticos (ya no estaba bajo jurisdicción española) y superar numerosas dificultades, Balmis vuelve a España haciendo escala en Santa Elena bajo dominio británico. Allí convenció a las reticentes autoridades locales, vacunando a numerosos niños. La víspera de su partida, el día 16 de junio, tras una comida, el gobernador inglés de la isla dio a Balmis un paquete sellado que había llegado de Inglaterra hacía ya varios años. Dentro, al abrirlo, encontró una porción de linfa y unas instrucciones escritas a mano por el propio Edward Jenner, que nadie había utilizado. Finalmente, tras una breve estancia en Lisboa regresa a España siendo recibido con honores por el rey en la Granja de San Ildefonso el l7 de septiembre de 1806. 

Habíamos dejado en Venezuela a Salvany al frente del otro brazo de la expedición dirigiéndose hacia el virreinato de Nueva Granada y de Salvany de sus penalidades y de la moraleja que podemos extraer de esta historia extraordinaria hablaremos en la segunda parte de esta entrega. 



[1] La intervención de apoyo a la pandemia por el ejército español se ha llamado Operación Balmis.

 

[2] Ramírez Martín, S.M. La salud del Imperio. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, Madrid, Doce Calles/ Fundación Jorge Juan, 2002.

[3] Emilio Balaguer y Rosa Ballester en 2003, “En el nombre de los niños: la real expedición filantrópica de la vacuna: (1803-1806)”. Asociación española de pediatría. https://www.aeped.es/documentos/en-nombre-los-ninos-real-expedicion-filantropica-vacuna-1803-180

[4]  Hopkins, Donald R. (2002). The greatest killer: smallpox in history, with a new introduction. Chicago: University of Chicago Press. pp. 80ISBN 978-0-226-35168-1OCLC 49305765.

 

[5] López Terrada, M.L., Martínez Vidal,  A. (eds.) El Tribunal del Protomedicato  en la Monarquía Hispánica, Dynamis,  1996, 16.

 

[6] López Piñero, J.M. Mateo Seoane y la introducción en España del sistema sanitario liberal (1791-1870). Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo [Colección Clásicos Españoles de la Salud Pública, nº 12], 1984.

[7] En 1802 llegaron a Madrid noticias de que la viruela estaba asolando Bogotá, Lima, Quito y otras grandes ciudades del imperio en América y sus ayuntamientos solicitaron a Carlos IV medidas para frenar los brotes epidémicos. Los miembros de la Junta de Cirujanos de Cámara de Cádiz informaron sobre la necesidad de llevar a cabo una expedición que permitiera proteger a estas poblaciones por lo que la Corona «mandó formar una expedición marítima compuesta de profesores hábiles y dirigidas por el Médico Honorario de Cámara Francisco Xavier Balmis, que deberá hacerse a la vela cuanto antes del puerto de La Coruña, llevando un número competente de niños, que no hayan pasado viruelas, para que inoculados sucesivamente en el curso de la navegación pueda hacerse el arribo a Indias de la primera operación de brazo a brazo, que es el más seguro medio de conservar y comunicar el verdadero fluido vacuno con toda su actividad».

 

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