Historia de la Ciencia. Entrega nº 14. 2ª parte. F. Soriguer

La primera parte de este artículo se publicó en el número anterior de Sinapsis que corresponde al siguiente enlace:

https://joaquinperal.blogspot.com/2025/09/historia-de-la-ciencia-entrega-n-13-1.html



 HISTORIAS DE LA CIENCIA CON MORALEJA. 

(14ª ENTREGA)

  

La expedición de Balmis.  Un ejemplo de altruismo científico

( 2ª parte)


 


                                                       FEDERICO SORIGUER 

 

Capítulos ya publicados

 

1. El precio de la ignorancia. Marcel Proust y compañía. (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/01/historias-de-la-ciencia-con-moraleja-i.html) 

2. La guerra de los huesos. (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/02/la-guerra-de-los-huesos-f-soriguer.html?m=1) 

3. Koch, Ferrán y Cajal. Un cruce de historias (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/02/koch-ferran-y-cajal-un-cruce-de.html) 

4. Una factoría de genios (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/03/una-factoria-de-genios-f-soriguer_7.html%.) 

5. Cajal, Río Hortega y los “Fake News .(http://joaquinperal.blogspot.com/2025/03/cajal-rio-hortega-y-las-fake-newsv-f.html) 

6. No es la raza, imbécil. (https://joaquinperal.blogspot.com/2025/04/no-es-la-raza-imbecil-vi-f-soriguer.html) 

7. Lombroso. 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/04/lombroso-vii-historias-de-la-ciencia.html) 

8. Pero, ¿existe tal cosa como el método científico? 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/04/historias-de-la-ciencia-octava-entrega.html) 

9. El caso Lysenko: Ciencia burguesa frente a ciencia proletaria 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/05/historias-de-la-ciencia-lysenko-9.html) 

10. TUSKEGEE 

https://joaquinperal.blogspot.com/2025/06/historias-de-la-ciencia10- entrega.html 

11. (Primera parte) Piotr (Pedro) Kropotkin. Cuando la ciencia y la política son inseparables 

 (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/07/historias-de-la-ciencia-kropotkin-f.html) 

12. (Segunda parte). Piotr (Pedro) Kropotkin. Cuando la ciencia y la política son inseparables. 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/08/historias-de-la-ciencia-11-entrega-2.html)

13. La expedición de Balmis.  Un ejemplo de altruismo científico. (Primera parte) 

http://joaquinperal.blogspot.com/2025/09/historia-de-la-ciencia-entrega-n-13-1.html

 

 

La expedición de Balmis.  Un ejemplo de altruismo científico

(2ª parte)

 

                                                     Balmis vacunando niños


                                                     Expedición de Balmis

Terminábamos la primera parte de este proyecto extraordinario que supuso la expedición de Balmis recordando que tras su regreso había quedado en Venezuela  Salvany al frente del otro brazo de la expedición dirigiéndose hacia el virreinato de Nueva Granada. Este viaje no fue menos épico que el de Balmis. Sufrieron numerosos percances y penalidades entre ellos un naufragio del que salieron ilesos todos, incluidos los niños. Posteriormente los expedicionarios, tras atravesar con grandes dificultades parte de la cordillera andina, llegan a Quito el 16 julio, permaneciendo hasta el 13 de septiembre de 1805. Antes de llegar a Lima el 23 mayo de 1806 Salvany calcula que han realizado más de 100.000 vacunaciones. En Lima permanecieron 5 meses, iniciando como en el resto de los lugares la vacunación del mayor número de niños, dejando organizada las bases para su continuidad.  En Lima y en Cuzco se encontraron con una gran epidemia y ante la necesidad imperiosa de linfa (fluido vacunal) se solicita al Virrey de Buenos Aires (adonde ya había llegado la vacuna), quien la envía a través «de negros pequeños en quienes conservaban el fluido vacunando de brazo a brazo». La expedición pasó después a Arequipa-La Paz el 15 de septiembre 1807, estando ya Balmis en España,   permaneciendo en lo que después sería Bolivia hasta la muerte de  Salvany en  Cochabamba el 21 de julio 1810[1]. Ya sin Salvany, alcanzan Santiago de Chile y otras poblaciones como Concepción Valdivia y San Carlos  donde permanecieron desde mayo 1809 a enero 1812.[2]

Emilio Balaguer  y Rosa Ballester de quienes hemos tomado las notas más sobresalientes que dan contenido a este capítulo[3], en su excelente estudio sobre la expedición  hacen dos precisiones sobre los miembros de la misma. La primera es sobre la figura de Salvany un poco oscurecida por la de Balmis, pero que fue mucho más que el segundo de a bordo de la expedición. La segunda, frecuentemente olvidada, tiene que ver con el papel de las mujeres en la empresa. Ya hemos citado a María Bustamante, pero en la misma ciudad de Santiago de Cuba, Nicolasa de Cuevas, esposa del abogado Francisco Mancebo, ofreció su casa desinteresadamente para que pudiera llevarse a cabo la vacunación. Pero sobre todo resalta la figura de Isabel Zendal, que se incorporó a la expedición ya en la Coruña, con el título de enfermera y con la responsabilidad del cuidado de los niños, y, además con la de conseguir que la "vacuna" llegara "viva". El propio Balmis dedicó vivas palabras de reconocimiento a Isabel Zendal. “La Rectora que con excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas que hemos recorrido, perdió enteramente su salud, infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible. Madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”.[4]

Tras la vuelta a España, Balmis elaboró varios informes en los que recogía la experiencia adquirida en los tres años de la expedición. En ello  resume sus puntos de vista, científicos, técnicos y, sobre todo su dilatada y accidentada práctica en lugares tan diversos y con problemas tan variados.[5]  En 1808, tras la llegada de José Bonaparte. Balmis se niega a jurar acatamiento, siendo por ello proscrito y confiscados sus bienes. La casa de Balmis fue saqueada por las tropas francesas y es posible que en ese momento se perdiera uno de los tesoros más preciados, el diario detallado del propio director de la expedición. El 11 de marzo de 1813, Balmis informa a las Cortes que ha recibido noticias sobre la muerte de Salvany en La Paz. Seis años después, el 12 de febrero de 1819, fallece Balmis en Madrid a los sesenta y seis años. La mayoría de los restantes miembros de la expedición quedaron en México.  Isabel Zendal siguió este camino, muriendo en Puebla de los Ángeles (México) unos años después. Uno de los ayudantes, Grajales, fue el único que logró volver con vida a la metrópoli, habiendo superado, innumerables riesgos y las penalidades de un viaje de más de 5.000 leguas por tierra y 12.000 por mar (unos 75.000 kilómetros).[6]

Esta es una historia que representa muy bien este hacer y deshacer de nuestro país en los últimos siglos pues las redes de vacunación creadas tan laboriosamente fueron en poco tiempo destruidas por las sucesivas guerras de independencia, así como la conservación del fluido vacunal  lo que hizo que  en la mayor parte de las ciudades no fuera  posible la vacunación contra la viruela que tanto trabajo había costado implantar en la mayoría de los países del Nuevo Mundo.

En todo caso la expedición, ha sido considerada como la primera expedición sanitaria internacional de la historia  Una campaña de salud pública de proporciones gigantescas, no solo la primera expedición sanitaria de carácter mundial, sino también el primer programa oficial de vacunación masiva realizado en el mundo y la primera campaña intercontinental de educación sanitaria.[7] No es fácil hoy imaginarse la magnitud del empeño. Inténtenlo por un momento pensando en una iniciativa médica que hubiese dedicado 10 años a recorrer el mundo distribuyendo gratis la vacuna del sida, por ejemplo, pero sin los medios de transporte ni comodidades de hoy.[8] Fue, sin duda, uno  de los viajes más extraños, una caravana infantil con rumbo al Nuevo Mundo para transportar la vacuna y prevenir la epidemia de viruela, calculándose que  se vacunaron  alrededor de  250.000 personas.[9]. Una expedición que tiene como motor a la medicina, a la ciencia y a la vocación filantrópica propia de una época en la que se estaba produciendo el resurgimiento de un humanismo ilustrado. Una época bajo la influencia de la Declaración de los Derechos del Hombre por la Asamblea Constituyente Francesa de 1789, cuyo sentido procedía del reconocimiento del valor intrínseco del ser humano. Una época en la que la filantropía, por un lado, y el pragmatismo, por otro, hicieron que la salud y la enfermedad se convirtieran en problemas centrales para la sociedad ilustrada.   

En este panorama, todos los factores  convergieron hacia el «descubrimiento  del niño», según frase feliz acuñada  en los años sesenta del pasado siglo por  Philippe Ariès.[10] Una época, en fin,  en donde se produce el nacimiento de la pediatría,  como especialidad médica  que para autores como Andrés Martínez Vargas es un producto genuinamente español: “Debemos hacernos dignos de ella. España ha sido la primera nación en Europa que implantó la enseñanza oficial y obligatoria de la Pediatría, tal y como si respondiera con esta medida, a su intuición científica y a su abolengo. No ignoréis que España ha dado en los tiempos pretéritos la más copiosa literatura sobre enfermedades de los niños: recordemos a los médicos árabes de la escuela cordobesa y otros que durante los siglos XVI y XVII dieron a la luz los únicos libros del mundo acerca de las enfermedades de la infancia. Por estos precedentes históricos, carece de fundamento la afirmación de que la Pediatría es un arte genuinamente francés».[11]

El siglo XVIII fue también el siglo de las grandes expediciones científicas que intentaban poner nombre a los sitios y a las cosas de un nuevo mundo abierto ahora gracias a los grandes descubrimientos de los siglos anteriores. Estas expediciones tenían un objetivo científico, pero también político. Había pocas dudas de que la renovación del país pasaba por las aulas, los laboratorios, las colecciones de historia natural o las expediciones científicas[12], como parte  fundamental  de los intereses tanto políticos como científicos de los monarcas ilustrados españoles. Desgraciadamente, la complicada situación política de la España de los inicios del siglo XIX, debilitaron las instituciones culturales y, por otro lado, la ausencia de un programa de protección real del patrimonio nacional, hizo que muchos manuscritos, láminas y herbarios estén dispersos sobre todo en diversas instituciones europeas o en manos de particulares.[13] La  expedición de Balmis no se puede entender fuera de este empeño. Como ha sido comentado, Balmis formó parte de aquella generación de ilustrados y, como muchos de sus colegas, no sólo se preocupó de obtener una formación moderna y rigurosa, sino que también mantuvo un interés constante por los problemas concretos de la comunidad. Desplegó una actividad científica diversa, con un interés especial en lo proveniente del reino vegetal– que pudiera ser utilizado desde el punto de vista de la terapéutica. Balmis se preocupó bien pronto de la vacuna descubierta por Jenner en 1803,  traduciendo algunos libros franceses sobre ésta, convirtiéndose en uno de los defensores más precoces y entusiastas de la vacuna y  contribuyendo a su conocimiento con la traducción  del “Traité historique et pratique de la vaccine (1801)”, de Jacques-Louis Moreau de la Sarthe,  el primer gran  divulgador de la obra de Jenner en Europa[14]. Pero la personalidad de Balmis como científico ha quedado indisolublemente unida a la expedición de la que aquí hoy recordamos.  En todo caso la  expedición puede considerarse como la última aportación universal de la corona española, muy en la línea de los proyectos y viajes espectaculares de la época.[15] En todo caso lo que singulariza a la expedición de Balmis es su carácter filantrópico, reconocido ya desde el titulo mismo  del proyecto.  En palabras de Marañón: «El verdadero sentido de la gesta de Balmis y de Salvany no radica en aquello que tiene de proeza hispánica, sino como una representación arquetípica del espíritu del siglo XVIII (...)”.

Los hechos o las gestas históricas del pasado no deberían ser enjuiciados con la mentalidad y los valores del presente sino en relación a la época que les tocó vivir. Aun así, la expedición estuvo llena de contradicciones desde el primer momento. En primer lugar, por la utilización de los niños. En el siglo XVIII el número de recién nacidos abandonados o expósitos[16] era muy elevado. La existencia de numerosas monografías sobre expósitos en la época, es un ejemplo de que el abandono de niños, era vivido como un problema por la  sociedad de ese momento, muy en particular en las últimas décadas del siglo XVIII, época de la que proceden  excelentes trabajos que nos han hecho conocer las dimensiones del problema como es el caso de  Carreras el más completo desde el punto de vista de la historia de la medicina.[17]  La preocupación por los expósitos, junto a la alta morbilidad y mortalidad de los niños ingresados convirtió a los hospicios en verdaderos centros de aprendizaje de esa nueva especialidad naciente  “la pediatría” y precursores de los futuros hospitales pediátricos, como fue el caso de la Inclusa de Madrid.  Desde esta perspectiva la utilización de los niños formaba parte   del modelo de aprendizaje de la época del que hay numerosos testimonios, especialmente en Francia como es el caso del experimento llevado a cabo en Rouen, donde se crearon las mejores condiciones de limpieza y cuidado para lactantes, pero a los que se suministró, para ver los resultados, leche de vaca, que terminó siendo una auténtica catástrofe. O los ensayos hechos en “l´Hôpital des Enfants Trouvés”  parisino,  administrando mercurio a las madres para tratar la sífilis hereditaria.[18]

¿Es en este contexto, dónde debe situarse la utilización de los expósitos en la expedición de Balmis?  En aquel momento, hubo ya voces discrepantes sobre la naturaleza de la expedición. Fue, por ejemplo,  el caso de la Junta de Damas del hospicio madrileño[19], que  se mostró contraria a la utilización de los niños pues en su opinión los peligros que acarreaba el viaje (como de hecho así fue, pues varios murieron, muchos enfermaron y tras grandes penalidades   ninguno volvió a España),  no podían compensar la hazaña filantrópica de Balmis y Salvany. Hoy, desde luego ni el experimento del propio Jenner reinfectando a los niños por él vacunados para demostrar su eficacia, ni los de los hospicios franceses arriba comentados ni, desde luego, la expedición de Balmis, hubieran pasado el más básico de los controles de la bioética, ni autorizado por ningún comité ni mucho menos sufragado por ninguna institución. Pero, ¿es legítimo evaluar a una empresa juzgada como humanitaria y filantrópica en los comienzos del siglo XIX, con los criterios del siglo XXI?

La segunda cuestión es que, aunque el objetivo de la expedición era “llevar la vacuna al Nuevo Mundo” en realidad la vacuna no llega a América exclusivamente de la mano de la Expedición, como hemos visto anteriormente. En diferentes provincias de Ultramar ya se conocía la vacuna y se utilizaba el fluido vacuno, que había llegado generalmente protegido entre cristales a la mayor parte de ciudades importantes de la América hispana, lo que provocó algunos enfrentamientos y recelos con la llegada de la Real Expedición Filantrópica. Fue esta una de las razones por las que las rutas inicialmente diseñadas no se siguieron estrictamente, sino que tuvieron que adaptarse a las distintas realidades que se iba encontrando. Balmis, desde luego, conocía algunas de estas iniciativas. ¿Se hubiera autorizado y financiado el proyecto de tener noticias la Corona, -que fue la que al fin y al cabo autorizó y financió la expedición-, sobre la existencia de estas vacunaciones en algunas de las colonias? 

En todo caso, como se ha comentado, el proyecto de Balmis iba mucho más allá de una vacunación puntual. Era un proyecto muy ambicioso directamente conectado con el conjunto de expediciones científicas de la España ilustrada.  Y tenía el gran objetivo de dejar diseñado en todas las Colonias una organización estable, una red de juntas de vacunación que unificara esfuerzos capaces de mantener las vacunaciones, lo que por otro lado justificaba plenamente el proyecto, pues no parece que ni en Puerto Rico ni en la Habana ni en Buenos Aires, donde ya había llegado la vacuna,   se hubieran planteado proyecto tan ambicioso.

Un último comentario sobre la utilización de esclavos en algún momento del viaje. Recordemos brevemente que tras la  Revolución francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se abolió la esclavitud en Francia el 7 de febrero de 1794, aunque Napoleón la  restableció en 1802, no llegando la abolición definitiva hasta  1848. En Gran Bretaña la esclavitud fue abolida en 1807 aunque en las colonias no tendría lugar hasta 1834. En Portugal se abolió en 1761 aunque en las colonias la liberación completa de los esclavos no se produciría hasta 1869. En España en 1817 se prohíbe el tráfico de esclavos y EEUU tuvo que esperar a 1863 con el final de la guerra de secesión, para que se pusieran en práctica las leyes abolicionistas.  En la época en la que Balmis preparó la expedición, el debate sobre el abolicionismo estaba muy presente. No hay muchas dudas, ya lo hemos comentado, que Balmis era un hombre de la Ilustración y como tal debería ser abolicionista. Sin embargo, como hemos visto, en un momento de la expedición decide utilizar a esclavos, comprando y vendiendo a estas personas. Podemos imaginar los argumentos que utilizó Balmis para tomar aquella decisión. La expedición se había quedado sin niños para mantener la cadena de vacunación.  Había que buscar una solución y la única que encontró y probablemente la única que había, era la utilización de esclavos. Sin ellos la cadena de vacunación se habría detenido. Balmis tomó una decisión que debía ir, (probablemente), en contra de sus principios “humanitarios” pero coherentes con el objetivo “humanitario” de llevar la vacuna a la mayor cantidad de niños del Nuevo Mundo.  Un dilema moral dos siglos antes de que la bioética se convirtiera en disciplina en la Europa de la segunda postguerra mundial.

Escribimos este capítulo en el momento en que el movimiento Black Life Matter (BLM) está en todo su apogeo. En todo el mundo se derriban las estatuas de los héroes del pasado, especialmente de aquellos que estuvieron relacionados con la esclavitud.  ¿Deberíamos incluir la expedición Balmis entre estos recuerdos a demoler?  Apenas si estábamos llegando a recordarlo con admiración, a convertirlo en un símbolo de la contribución española al progreso,  cuando en este arrebato memoricida, los nietos de los esclavos y de los indígenas, pero también los nietos de los criollos,  exigen a los nietos de los colonizadores sin distinción,  no solo borrar la historia y reescribirla sino también hincar la rodilla en tierra y pedir perdón por los crímenes del pasado en un gesto de sumisión que hasta ayer solo se hacía ante Dios o ante el Rey.

Pero mientras esto ocurra nosotros nos hemos permitido incluir a Balmis y a su expedición en este libro de pequeñas historias de la ciencia, sobre todo por la gran moraleja que esta historia contiene, lecciones de las que podemos sacar algún provecho. Moralejas, en fin, que forman del proyecto de este libro ya desde su titulo.

A finales de los años sesenta del siglo XX, la viruela era aún endémica en África y Asia. La OMS la declaró oficialmente erradicada en 1980. Este éxito extraordinario se logró gracias a la colaboración de países de todo el mundo. La expedición española de 1803 marcó el camino. No deberíamos olvidarlo.

 

 



[1] Durante el viaje Salvany habia perdido un ojo, falleciendo en Cochabanba de tuberculosis.

[2] Tras superar numerosos contratiempos Grajales y Bolaños llegan en julio de 1810 al sur de Chile sin poder alcanzar el objetivo del Virreinato del Mar del Plata (Alfonso Delgado Rubio. https://www.diariosur.es/opinion/cumplen-anos-gesta-20201129214102-nt.html)

[3] Emilio Baslaguer Perigüel y Rosa Ballester Añón en 2003, “En el nombre de los niños: la real expedición filantrópica de la vacuna: (1803-1806)”. Asociación española de pediatris. https://www.aeped.es/documentos/en-nombre-los-ninos-real-expedicion-filantropica-vacuna-1803-180

 

[4] En las fechas en las que reviso el último borrador de este libro y 217 años después, la Comunidad Autónoma de Madrid, le ha dado el nombre de Isabel Sendales  a un hospital recién construido.

 

[5] Olagüe de Ros, G., Astrain gal l a rt, M. «Propaganda y filantropía: los primeros textos sobre la vacunación jenneriana en España (1799-1801)». Medicina e Historia, Tercera época, nº. 56. Barcelona, J. Uriach, 1995. (citado por Emilio Balaguer y Rosa Ballester, 2003  (Op.cit).

[6] Los niños, al parecer fueron acogidos por familias mexicanas (Alfonso Delgado Rubio). (Op.cit).

[7] https://es.wikipedia.org/wiki/Real_Expedici%C3%B3n_Filantr%C3%B3pica_de_la_Vacuna#cite_note-1

 

[8] https://mujeresconciencia.com/2014/12/22/la-rectora-isabel-al-descubierto/

 

[9] Jose Espara. Ch.1. Virtal epidemic in latin America. En: «Human Virology in Latin America: From Biology to Control (Editors: Ludert, Juan Ernesto, Pujol, Flor H, Arbiza, Juan (Eds.)) . Springer, 2017.

[10] Aries, Ph. L´enfant et la vie familliale dans  l´Ancien Régime. Paris, Seuil, 1960.) (citado por Emilio Balaguer Perigüell y Rosa Ballester Añón. 

[11] Martínez Vargas, A., Historia de la Pediatría Española. A c t a Pediátrica, 25-26, 1945, pp. 1-70.( (citado por Emilio Balaguer Perigüell y Rosa Ballester Añón).

[12] J. L. Peset, (PESET REIG, J.L. Ciencia e independencia en la América española. In: Lafuente, A. Elena, A., Ortega, M.L. Mundialización de la ciencia y cultura nacional. Madrid, Doce Calles, 1993).

 

[13] Balaguer Perigüell y Rosa Ballester Añón. (Op.cit).

[14] Balmis se hizo a la mar llevando 4.000 ejemplares de este libro, con el objetivo de contribuir al conocimiento de las bases de la vacunación. 

 

[15] Balaguer Perigüell y Rosa Ballester Añón. (Op.cit).

[16]expuesto", es decir, sometidos a "exposición"; que han sido abandonados o entregados por sus padres a instituciones de beneficencia denominadas casas u hospitales de expósitos, inclusas u orfanatos.

 

[17] Carreras Panchón, A. El problema del niño expósito en la España Ilustrada. Salamanca, Instituto de Historia de la Medicina Española, 1977 (citado por Balaguer Perigüell y Rosa Ballester Añón. (Op.cit).

[18] Balaguer Perigüell y Rosa Ballester Añón. (Op.cit).

[19] Santiago García. Instituciones sobre la crianza física de los niños expósitos: Impr. Vega y como. 1805. Universidad Complutense de Madrid. Digitalizado 29 marzo de 2010. ((citado por Balaguer Perigüell y Rosa Ballester Añón. (Op.cit). (https://books.google.es/books?id=mpPS1RoFjoQC&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false ) 




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