Editorial. ¿Fin de las certidumbres?
Editorial. ¿Fin de las certidumbres?
- «La incertidumbre es una posición incómoda. Pero la certeza es una posición absurda»
- Voltaire
- « La incertidumbre, la inseguridad, la desconfianza, son acaso nuestras únicas verdades»
- Antonio Machado
¿Fin de las certidumbres?
Certidumbre o certeza se suelen definir como el conocimiento seguro y claro de algo. También son sinónimos de uso coloquial, evidencia, verdad, seguridad o convencimiento entre otras palabras.
Tratar de tener ciertas certidumbres probablemente sea una necesidad humana para manejarnos en nuestro entorno, en nuestra época y poder posicionarnos ante la realidad y así conseguir ciertos objetivos como son el más adecuado y exitoso papel en la comunidad de uno mismo, de nuestros allegados y también de la sociedad en la que vivimos en general.
Los valores individuales, conceptos ideológicos o religiosos y los pensamientos que se derivan de nuestra formación o cultura, pueden ser acertados o no, pero al parecer necesitamos de ellos para nuestra supervivencia y encaje social.
Creo que históricamente siempre ha habido crisis de las “certidumbres” pero en nuestro presente o mundo actual, éstas están al rojo vivo.
Pareciera, por citar un ejemplo, que ya no hay certidumbre sobre los conceptos que vertebraron durante años las relaciones internacionales, los ayer “socios” hoy se comportan como enemigos o adversarios a desconfiar. Se están produciendo unos cambios profundos en la hegemonía de los poderosos en el mundo y esos cambios están sustentados en principios y valores, desde mi punto de vista, mucho peores que los que nos acompañaron en las últimas décadas de nuestra historia.
Discurso Inaugural de John F. Kennedy del 20 de enero de 1961:
“Que cada nación sepa, nos desee bien o mal, que pagaremos cualquier precio, soportaremos cualquier carga, afrontaremos cualquier dificultad, apoyaremos a cualquier amigo, nos opondremos a cualquier enemigo, para garantizar la supervivencia y el éxito de la libertad”.
Y: “Así pues, compatriotas estadounidenses, no pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes por su país. Mis conciudadanos del mundo, no pregunten qué hará Estados Unidos por ustedes, sino qué podemos hacer juntos por la libertad del hombre”.
Trump en 2025
Trump y su vicepresidente, JD Vance en 2025, han dado la vuelta completamente al llamado de Kennedy. La versión Trump-Vance sería:
Que cada nación sepa, nos deseen bien o mal, que el Estados Unidos de hoy no pagará ningún precio, no soportará ninguna carga, no afrontará ninguna dificultad, y abandonará a cualquier amigo y coqueteará con cualquier enemigo para garantizar la supervivencia política del gobierno de Trump, incluso si eso significa el abandono de la libertad dondequiera que eso sea rentable o conveniente para nosotros.
Así pues, compatriotas estadounidenses, no pregunten qué puede hacer su país por ustedes, sino qué pueden hacer ustedes por el presidente Trump. Y mis conciudadanos del mundo, no pregunten qué hará Estados Unidos por ustedes, pregunten cuánto están dispuestos a pagar para que Estados Unidos defienda su libertad frente a Rusia o China.
(Tomado de artículo en The New York Times en Español. Autor: Thomas L. Friedman).
Mientras escribía este editorial leo las noticias de la farsa humillante para Ucrania que negocian Trump y Putin, además de los criminales bombardeos de Netanyahu auspiciados también por Trump. ¡¡Qué asqueroso y envilecido mundo!!.
Continúo con el tema de hoy.
Además de las incertidumbres colectivas mundiales y nacionales, están las incertidumbres estrictamente individuales o personales, matizadas éstas también, según la generación determinada por las edades que consideremos.
Vivimos tiempos de incertidumbre, de retos desconocidos, inesperados e impensables hasta ahora. Teníamos la impresión de estar en un mundo medianamente controlado, profesábamos una fe (para algunos injustificada) en el progreso, en la democracia, en la ciencia, en la medicina, en las instituciones sanitarias, etcétera. De golpe, en pocos días, a causa de un virus, de una guerra cercana o de la elección de un presidente estrafalario y populista en otro país, nos hemos encontrado desposeídos de certezas. La incertidumbre se ha convertido en uno de los principales términos que describen nuestra cotidianeidad.
La imposibilidad de conocer qué nos depara el futuro o de comprender completamente la realidad genera en los seres humanos una profunda sensación de incertidumbre y desasosiego, pero también un impulso constante por superar esa situación.
Días pasados leía en la revista Ethic que la cuestión de la incertidumbre ha sido abordada desde la antigüedad por la filosofía. Pero sin ir tan al pasado vemos como ya Friedrich Nietzsche abrazó la incertidumbre como una oportunidad. Rechazó la búsqueda de certezas absolutas y defendía que «debemos tener un caos dentro de nosotros para dar a luz a una estrella danzante». Frente al caos y lo incierto, el ser humano tiene la posibilidad de forjar su propio destino, por lo que aceptar la incertidumbre y el modo de revertirla, sería un acto muy positivo.
Otro filósofo, Martin Heidegger, abordó también la relación entre la incertidumbre y la muerte. «El ser es tiempo, y el tiempo es finitud»: la conciencia de la muerte, un hecho inevitable pero cuyo momento exacto desconocemos, es una incertidumbre que define nuestra existencia, provocando angustia e infelicidad. Pero también es, según él, una condición esencial que debería impulsarnos a vivir de manera auténtica.
Entre las teorías filosóficas del siglo XX surge también el análisis de la relación entre la incertidumbre y la libertad humana. Jean-Paul Sartre, desde su perspectiva existencialista, defiende que al no haber un destino predeterminado, cada individuo tiene que tomar decisiones todo el tiempo sin la garantía de un resultado correcto. Así, «el hombre está condenado a ser libre, porque una vez arrojado al mundo, es responsable de todo lo que hace». La falta de certezas es el precio que debemos pagar por nuestra autonomía.
Y ¿cómo se ve la incertidumbre hoy? Para un mundo en constante cambio, donde las pocas certezas que existían se han desvanecido, el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, propuso el concepto de «modernidad líquida». La clave está en adaptarse a un entorno siempre cambiante, aceptando la incertidumbre como una condición permanente de la vida moderna. Su pensamiento es tajante: «La incertidumbre es la única certeza que queda, y saber cómo vivir con la inseguridad es la única seguridad».
Edgard Morin nos plantea abordar la incertidumbre desde una educación preparatoria, y lo resume en :”Hay que aprender a afrontar la incertidumbre, ya que vivimos en una época cambiante donde los valores son ambivalentes, donde todo está relacionado. Es por ello que la educación del futuro debe volver a las incertidumbres vinculadas al conocimiento”. A lo que yo agregaría, educación y conocimientos basados en valores humanísticos.
La española Irene de Puig (profesora de Filosofía), sugiere que hay que impulsar una educación para la incertidumbre, es decir una educación para la complejidad que rompa con esquemas binarios y dualidades cerradas y se abra a matices donde no estén claras las líneas divisorias. En el quehacer diario, las opciones a menudo se nos presentan simplificadas. “O esto o aquello”, como si no hubiera otro camino o sin darnos tiempo a posponer la decisión hasta comprender mejor el sentido de la elección. Una educación para la incertidumbre es una educación para la flexibilidad. Es una educación que permite aceptar que no hay respuestas cerradas, que el mundo no es en blanco o negro, que no hay caminos trazados, sino que "se hace camino al andar" como decía Machado. Y que la inexactitud y el conflicto no son negativos, ya que pueden ser oportunidades”.
También nos dice esta filósofa, que la inseguridad y el miedo nos debilitan, y si queremos cultivar la confianza y la esperanza, tendremos que educar para convivir con la incertidumbre porque de no ser así, dejaremos a los ciudadanos y sobre todo a los jóvenes, desvalidos y solos, frente a dogmatismos que les prometan seguridad y creencias inmutables, bien sea porque apelan a valores eternos, a la tradición o al “más allá”. Los fanatismos se apoyan en verdades y dogmas absolutos e incuestionables. Debemos ofrecer una educación que valore la duda y el error, no solo como elementos negativos que hay que expulsar, sino como caminos para aprender y mejorar nuestros conocimientos y puntos de vista.
En fin, según estos criterios podemos defender que ante estos periodos de convulsión y riesgo para la humanidad, debemos más que nunca apoyarnos en valores que impulsen la solidaridad, la empatía, la democracia, la igualdad y la justicia, apoyados en el conocimiento y la reflexión.
Ojalá los dirigentes políticos en estos periodos de incertidumbres, dejaran las actuaciones torpes y mezquinas seudo teatrales y consensuaran valores sólidos de los antes citados para aportar y poder afrontar adecuadamente el mundo difícil que se nos viene encima.
Decía Kant: “Se mide la inteligencia del individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar.” Y el novelista Santiago Posteguillo, escribía, “cada variable era una posibilidad, cada posibilidad una incertidumbre, cada incertidumbre una oportunidad.” Tras estas lecturas quizás debamos actuar con suma inteligencia y ver con esperanza que en esta incertidumbre actual también puede haber una oportunidad de superarla y dar los pasos hacia un mundo mejor. Probablemente sea así si afrontamos este presente con sacrificio y con valores que expresen paz, solidaridad, justicia y progreso en un marco democrático.
En fin amigos, podemos elucubrar muchas cosas sobre la incertidumbre pero al final del camino nos encontraremos con el reto de decidir en un sentido u otro. Sí tenemos que evitar posicionarnos acríticamente en posturas de grupo cerrado, pero al final, la realidad nos enfrentará a la decisión sobre "lo bueno" o "lo malo". Si rechazamos el autoritarismo, la soberbia, la ley del más fuerte, el oscurantismo, el envilecimiento de las redes sociales, la involución democrática y a los matones internacionales o nacionales y a quiénes los sostienen, ya sabréis donde está el puesto de cada uno. Es una decisión individual y también colectiva.
Me quedo con este pensamiento de la poeta uruguaya, Idea Vilariño
Inútil decir más.
Nombrar alcanza.
O este, de la misma autora
¿Quizás?
¿Alguien un día reconstruirá las líneas
sumidas en el lodo de una historia grotesca
que chapotea en un vacío inmenso?
¿O ya no habrá esperanzas que recomiencen nada,
que con ilusión levanten árboles interiores,
con raíz y follaje y pájaros eternos?
Queridos amigos, os invito a leer el Sinapsis de hoy que lleva muchos artículos de interés cultural. Más abajo los detallo. Además comparto con vosotros el enlace que está al final para escuchar buena música (Serenade de Franz Schubert). Espero que estéis bien y que tengáis un buen inicio de primavera ( y a los del hemisferio sur, feliz otoño). Un abrazo.
https://youtu.be/k0l8uXvC27c?si=UyQPXiS5LWFK0ui2
¡¡Feliz primavera!!
La primavera de Botticelli
La primavera de Vivaldi
https://youtu.be/ffldeFvGDcM?si=OfUJw-blaliqSOLJ
Pero hay una certidumbre que debe ser tal, la de nuestro yo…la de nuestra existencia…
ResponderEliminarDe lo contrario, nuestro cerebro no sería lo que es …