Artículo de prensa: Sanidad y calidad asistencial

Entre los problemas mayores de nuestra sociedad está el deterioro de la  sanidad. Hasta hace no mucho tiempo nos sentíamos orgullosos de ella. En los últimos quince años y sobre todo tras la crisis, el enfoque dado desde el poder político-económico no es compartido por un número cada vez más creciente de los profesionales sanitarios. En la entrada de hoy tenemos una publicación periodística elaborada por un médico de recocido prestigio en nuestro medio y que trata de la calidad asistencial. A continuación transcribo el artículo publicado recientemente en Diario Sur por el Dr. Juan de Dios Colmenero.

Las claves ignoradas de la calidad asistencial

La sanidad pública ha vuelto la mirada a la contención del gasto en personal, grave error, que a mi juicio explica un alto porcentaje del deterioro del sistema

JUAN DE DIOS COLMENERO. EXJEFE DEL SERVICIO DE ENFERMEDADES INFECCIOSAS DEL HOSPITAL REGIONAL DE MÁLAGA.

No es preciso ser muy perspicaz para reconocer que los sistemas sanitarios públicos llevan años en permanente ebullición. Tampoco es preciso ser un experto cocinero para saber que la ebullición prolongada deteriora cualquier receta independientemente de la calidad de la materia prima. La del Sistema Sanitario Público, sus profesionales, es muy buena. Incluso sin ser un gran chef, se sabe que la buena materia prima se malogra cuando no se le da el trato adecuado y que, al fin y al cabo, por muy caro y elaborado que sea el menú, frustrado habrá sido el empeño si el cliente no termina satisfecho.
Algunos, más preocupados del control de los sistemas de información que de la calidad de los datos que se introducen en los sistemas, aducirán que sus los indicadores son muy buenos, pero hasta los que no saben mucho de estadística conocen que los datos pueden torturarse hasta que canten lo que tú deseas.
Instalados en atávicos mantras: «Los profesionales son el mayor valor de nuestra organización» o «los ciudadanos son el centro del sistema» y obsesionados con el apocalíptico concepto «nuestros recursos son limitados y la demanda es infinita», los máximos responsables sanitarios, en una suerte de onanismo gestor, se suceden sin llegar a preguntarse con serenidad cuales podrían ser las claves del descontento y las medidas correctoras más eficientes, ni escuchar con atención lo que continuamente tratan de hacerles llagar los profesionales y los pacientes.
Tras asumir que la contención del gasto farmacéutico es un filón agotado, la sanidad pública ha vuelto la mirada a la contención del gasto en personal, grave error, que a mi juicio explica un alto porcentaje del deterioro del sistema.
Dedicación, conocimiento y compromiso son las claves permanentemente ignoradas de la calidad asistencial. Dedicación es sinónimo de tiempo asistencial adecuado, el conocimiento requiere formación continua y el compromiso con el trabajo, es la derivada resultante del bienestar laboral y el orgullo del trabajo bien hecho.
Abducidos como estamos por la inmediatez y el poder de las nuevas tecnologías, quizá hayamos perdido la perspectiva de lo sustancial. No conozco ninguna obra relevante, independientemente del campo en el que se haya producido, que no hubiera requerido tiempo, reflexión y experiencia. Mark Twain decía: «El mejor discurso improvisado es el que se prepara concienzudamente durante las tres semanas previas».
La historia clínica es el eje central del proceso asistencial y el indicador más preciso de la calidad del mismo. David Sackett, posiblemente el exponente más firme de la moderna epidemiología clínica aseguraba que «en términos globales, una historia clínica bien hecha genera hipótesis diagnosticas más poderosas que las que se pueden derivar del laboratorio». Además, la historia clínica es un acto profundamente humano y de trascendental valor jurídico, en el que el paciente otorga al médico la tutela de su valor más preciado, la salud y éste se compromete a empeñar todo su esfuerzo y conocimiento en protegerla. Interrogar con detalle, explorar con esmero, decidir que pruebas son las convenientes, describir en qué consisten, elegir el mejor tratamiento y explicarlo al paciente, requiere tiempo.
Los proveedores de los servicios de salud parecen desconocer, que formular una hipótesis diagnostica errónea, prescribir un tratamiento incorrecto, o realizar unos cuidados insuficientes, además de molestias innecesarias, generan una morbilidad y un consumo de recursos sociosanitarios muy superior a la inversión en medios humanos que se precisaría para evitarla.
La falta de tiempo asistencial es la causa principal de la medicina defensiva, de las derivaciones innecesarias a especialistas y la espita que pone en marcha el disparo a múltiples dianas, esperando que las pruebas complementarias resuelvan lo que en infinidad de casos podría hacer un buen acto clínico. Es necesario reflexionar sobre la política de recursos humanos.
Hace escasos años, el director del área económica de un hospital de Málaga, en una visita a la biblioteca, al observar que había en ella numeroso personal sanitario preguntó al responsable: ¿Qué hace tanta gente aquí en horario laboral?. «Consultar artículos científicos», respondió orgulloso de su labor el bibliotecario. «Vaya, pensaba que ya contratábamos personal formado», replicó impertérrito el insigne directivo.
La medicina es una ciencia en vertiginoso cambio, lo cual obliga a los profesionales a un permanente ejercicio de formación. Obviamente esto requiere tiempo. Tiempo suficiente para la asistencia y la formación, ese es el ignorado binomio que una institución sanitaria debe tutelar si realmente quiere garantizar la calidad de sus servicios. La formación de calidad no consiste en expedir 'Diplomas institucionalmente acreditados' para optar a Ofertas Públicas de Empleo, sino exigir a los Servicios sus propios programas de formación continua, fomentar la discusión en el seno de los equipos multidisciplinares y dignificar la sesiones clínicas generales del centro, verdadero termómetro de la calidad científica global.
IQVIA Institute, una de las principales consultoras mundiales del ámbito sanitario, asegura que las nuevas tecnologías digitales serán el motor de la mejora de los sistemas sanitarios. Sin duda necesitaremos PET-TAC de última generación, algoritmos de inteligencia artificial y 'microarrays' para biopsias líquidas, nuevos equipos quirúrgicos robóticos, pero detrás de todos ellos, inexorablemente deben estar profesionales bien formados que dispongan del tiempo necesario para interpretar sus resultados.
Reclamemos mejoras estructurales y medios técnicos, pero no olvidemos que el adecuado tiempo asistencial y la formación continua son los recursos más valiosos y eficientes de cualquier sistema sanitario.







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