Artículo de prensa: Sanidad y calidad asistencial
Entre los problemas mayores de nuestra sociedad está el deterioro de la sanidad. Hasta hace no mucho tiempo nos sentíamos orgullosos de ella. En los últimos quince años y sobre todo tras la crisis, el enfoque dado desde el poder político-económico no es compartido por un número cada vez más creciente de los profesionales sanitarios. En la entrada de hoy tenemos una publicación periodística elaborada por un médico de recocido prestigio en nuestro medio y que trata de la calidad asistencial. A continuación transcribo el artículo publicado recientemente en Diario Sur por el Dr. Juan de Dios Colmenero.
Algunos, más preocupados del control de los
sistemas de información que de la calidad de los datos que se introducen en los
sistemas, aducirán que sus los indicadores son muy buenos, pero hasta los que
no saben mucho de estadística conocen que los datos pueden torturarse hasta que
canten lo que tú deseas.
Abducidos como estamos por la inmediatez y el
poder de las nuevas tecnologías, quizá hayamos perdido la perspectiva de lo
sustancial. No conozco ninguna obra relevante, independientemente del campo en
el que se haya producido, que no hubiera requerido tiempo, reflexión y
experiencia. Mark Twain decía: «El mejor discurso improvisado es el que se
prepara concienzudamente durante las tres semanas previas».
Los proveedores de los servicios de salud parecen
desconocer, que formular una hipótesis diagnostica errónea, prescribir un
tratamiento incorrecto, o realizar unos cuidados insuficientes, además de
molestias innecesarias, generan una morbilidad y un consumo de recursos
sociosanitarios muy superior a la inversión en medios humanos que se precisaría
para evitarla.
Las claves ignoradas de la calidad asistencial
La sanidad pública ha vuelto la mirada a la
contención del gasto en personal, grave error, que a mi juicio explica un alto
porcentaje del deterioro del sistema
JUAN DE DIOS COLMENERO. EXJEFE DEL SERVICIO DE
ENFERMEDADES INFECCIOSAS DEL HOSPITAL REGIONAL DE MÁLAGA.
No es preciso ser muy perspicaz para reconocer que
los sistemas sanitarios públicos llevan años en permanente ebullición. Tampoco
es preciso ser un experto cocinero para saber que la ebullición prolongada
deteriora cualquier receta independientemente de la calidad de la materia
prima. La del Sistema Sanitario Público, sus profesionales, es muy buena.
Incluso sin ser un gran chef, se sabe que la buena materia prima se malogra
cuando no se le da el trato adecuado y que, al fin y al cabo, por muy caro y
elaborado que sea el menú, frustrado habrá sido el empeño si el cliente no
termina satisfecho.
Instalados en atávicos mantras: «Los profesionales
son el mayor valor de nuestra organización» o «los ciudadanos son el centro del
sistema» y obsesionados con el apocalíptico concepto «nuestros recursos son
limitados y la demanda es infinita», los máximos responsables sanitarios, en
una suerte de onanismo gestor, se suceden sin llegar a preguntarse con
serenidad cuales podrían ser las claves del descontento y las medidas
correctoras más eficientes, ni escuchar con atención lo que continuamente
tratan de hacerles llagar los profesionales y los pacientes.
Tras asumir que la contención del gasto
farmacéutico es un filón agotado, la sanidad pública ha vuelto la mirada a la
contención del gasto en personal, grave error, que a mi juicio explica un alto
porcentaje del deterioro del sistema.
Dedicación, conocimiento y compromiso son las
claves permanentemente ignoradas de la calidad asistencial. Dedicación es
sinónimo de tiempo asistencial adecuado, el conocimiento requiere formación
continua y el compromiso con el trabajo, es la derivada resultante del
bienestar laboral y el orgullo del trabajo bien hecho.

La historia clínica es el eje central del proceso
asistencial y el indicador más preciso de la calidad del mismo. David Sackett,
posiblemente el exponente más firme de la moderna epidemiología clínica
aseguraba que «en términos globales, una historia clínica bien hecha genera
hipótesis diagnosticas más poderosas que las que se pueden derivar del
laboratorio». Además, la historia clínica es un acto profundamente humano y de
trascendental valor jurídico, en el que el paciente otorga al médico la tutela
de su valor más preciado, la salud y éste se compromete a empeñar todo su
esfuerzo y conocimiento en protegerla. Interrogar con detalle, explorar con
esmero, decidir que pruebas son las convenientes, describir en qué consisten,
elegir el mejor tratamiento y explicarlo al paciente, requiere tiempo.

La falta de tiempo asistencial es la causa
principal de la medicina defensiva, de las derivaciones innecesarias a
especialistas y la espita que pone en marcha el disparo a múltiples dianas,
esperando que las pruebas complementarias resuelvan lo que en infinidad de
casos podría hacer un buen acto clínico. Es necesario reflexionar sobre la
política de recursos humanos.
Hace escasos años, el director del área económica
de un hospital de Málaga, en una visita a la biblioteca, al observar que había
en ella numeroso personal sanitario preguntó al responsable: ¿Qué hace tanta
gente aquí en horario laboral?. «Consultar artículos científicos», respondió
orgulloso de su labor el bibliotecario. «Vaya, pensaba que ya contratábamos
personal formado», replicó impertérrito el insigne directivo.
La medicina es una ciencia en vertiginoso cambio,
lo cual obliga a los profesionales a un permanente ejercicio de formación.
Obviamente esto requiere tiempo. Tiempo suficiente para la asistencia y la
formación, ese es el ignorado binomio que una institución sanitaria debe
tutelar si realmente quiere garantizar la calidad de sus servicios. La
formación de calidad no consiste en expedir 'Diplomas institucionalmente
acreditados' para optar a Ofertas Públicas de Empleo, sino exigir a los
Servicios sus propios programas de formación continua, fomentar la discusión en
el seno de los equipos multidisciplinares y dignificar la sesiones clínicas
generales del centro, verdadero termómetro de la calidad científica global.
IQVIA Institute, una de las principales
consultoras mundiales del ámbito sanitario, asegura que las nuevas tecnologías
digitales serán el motor de la mejora de los sistemas sanitarios. Sin duda
necesitaremos PET-TAC de última generación, algoritmos de inteligencia
artificial y 'microarrays' para biopsias líquidas, nuevos equipos quirúrgicos
robóticos, pero detrás de todos ellos, inexorablemente deben estar
profesionales bien formados que dispongan del tiempo necesario para interpretar
sus resultados.
Reclamemos mejoras estructurales y medios
técnicos, pero no olvidemos que el adecuado tiempo asistencial y la formación
continua son los recursos más valiosos y eficientes de cualquier sistema
sanitario.
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