Errejón, vergüenza y decepción// Errejón como moraleja
Dos artículos para la reflexión y el debate. El primero de Carlos Bustamante y el segundo del conocido periodista, Sergio Del Molino
I)
Errejón: vergüenza y decepción
Carlos Bustamante
Se entiende por vergüenza la turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante. Pues días pasados sentí eso que a veces se llama vergüenza ajena. Se suele atribuir este término a la vivencia de pudor, incomodidad o rechazo que sentimos, ante la acción protagonizada por otra persona.
A los políticos los conocemos a la distancia, a través de la prensa, de la televisión o de sus discursos y acciones. Nos hacemos una imagen de ellos que a veces se rompe abruptamente por hechos que acontecen en la realidad.
Cuanto más rígida sea la reivindicación moral proclamada por el político, tanto mayor será también la condena pública por su quiebra.
Errejón el “gran” defensor de las mujeres y del feminismo admite haber realizado acoso y comportamientos absolutamente contrarios a los principios que él decía defender. Y lo más lamentable es que en su carta de dimisión intenta disculparse como una víctima del neoliberalismo y del patriarcado. De este modo asume las acusaciones que pesan sobre él pero al mismo tiempo se define como víctima.
La democracia para bien y para mal, no puede evitar tener que contar con el factor humano y en este sentido la quiebra de la moral pública no hay que atribuirla al patriarcado o al neoliberalismo ya que esas malas conductas afectan a personas sin distinguir si son de izquierdas o de derechas y han existido en regímenes no solo capitalistas. Pero la izquierda ha luchado durante décadas por la igualdad de la mujer y por rechazar cualquier tipo de violencia sobre ellas derivadas de su género. Y Errejón era uno de los adalides de estos mensajes.
Al parecer ahora, admite ante su propio partido la veracidad de las acusaciones sobre violencia machista que caen sobre él.
A partir de ahora será la justicia quién con todas las garantías de un estado de derecho, tendrá que examinar y proceder ante esos supuestos delitos.
Pero además de la consideración legal del asunto, los partidos y compañeros de Errejón de la izquierda tendrán que reflexionar y si sabían lo que ocurría y no actuaron, ellos también tendrían que dejar la política o deberían pasarse a grupos o partidos que minusvaloran a la mujer.
En estas situaciones tristes y lamentables para toda la sociedad, algunos partidos políticos solo verán una oportunidad para destruir a su adversario sin importarle las conductas morales que están implicadas en este hecho. Demostrarán así, una vez más su baja catadura moral y ética que está destruyendo a la política como disciplina que debería prodigarse para conseguir que las personas vivan en una sociedad mejor, más libre y justa.
También estarán ahora los que desde el anonimato de las redes acusarán a veces con verdad y otros veces no, pero por intereses espúreos buscarán sacar provecho de una acción repudiable cometida por un político que hasta ahora transmitía confianza por su juventud, buenas ideas y carisma.
Esta temática también pasará a ser el plato fuerte durante días o semanas en la prensa y programas de televisión. Sin duda que de ello se debe hablar pero sin hipertrofiar su importancia porque ya se está poniendo casi al mismo nivel informativo este hecho con las acciones brutales genocidas diarias de Netanyahu en Palestina o las locuras antidemocráticas e insensatas pronunciadas por Trump, probable presidente de los Estados Unidos en las próximas elecciones. No debemos perder el sentido sobre las cosas que conmocionan la realidad.
Conducta similares a la de Errejón se han visto en políticos y también en otras personas que sienten que están cerca del poder, cualquiera que sea éste. Suelen tener estos individuos una conducta “hubrística” que se derivaría de lo que se conoce como síndrome de Hubrís o Hybris que es un concepto griego que significa ‘desmesura’. Es lo opuesto a la sobriedad, a la moderación. Alude al ego desmedido, a la sensación de omnipotencia, al deseo de transgredir los límites que “los dioses inmortales impusieron al hombre frágil y mortal”.
En la mitología griega se aplicaba a los que víctimas de su propia soberbia, se creían y actuaban como dioses. Es, en definitiva, un intento de romper el equilibrio entre los dioses, la naturaleza y el hombre. Y lleva implícito el desprecio hacia el espacio de los demás, lo que los conduce a realizar actos crueles y gratuitos contra ellos.
En la actualidad, se utiliza como sinónimo de soberbia, arrogancia o prepotencia.
Algo de esto es lo que quizás le pasó a Errejón. Los “hubristas” suelen tener una propensión al narcisismo, se expresan con modos mesiánicos, tienen una excesiva confianza en su propio juicio despreciando el de los demás, también comienzan a creer que no deben rendir cuentas a sus iguales, y actúan con imprudencia e impulsividad lo que los hace actuar como abusadores y demuestran así una carencia de empatía aprovechándose de su “figura” para agredir a los de su entorno.
En fin, la violencia contra la mujer sigue presente en nuestra sociedad.Las causas son múltiples y la visión patriarcal sigue siendo de gran peso.
La buena política, la educación, la coherencia y el ejemplo, son fundamentales para acabar con esta lacra social en el siglo XXI.
Probablemente los hombres en mayor o menor medida sigamos teniendo en nuestro cerebro códigos patriarcales que debemos erradicar.
Desde la izquierda no solo se debe mantener la lucha contra la gran desigualdad social que impera en nuestra sociedad, sino también, atender a las bases ideológicas de lo programático, y lograr enlazar el discurso con las acciones cotidianas grupales y particulares de cada individuo militante. Una conducta ejemplar respecto a la igualdad hombre-mujer, vale más que bonitos discursos sobre la igualdad.
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II)
Errejón como moraleja
SERGIO DEL MOLINO
Diez años han pasado desde aquel asalto a los cielos que no llegó ni a despegar. En 2014, Podemos llegó con una mezcla de mesianismo y campechanía muy equilibrada. Sus discursos estaban llenos de jerga politológica y mala poesía revolucionaria, pero sus diputados dejaban los abrigos en el respaldo de los escaños porque desconocían el guardarropa. Ha llegado la gente al Parlamento, decían, y la gente se hace cargo de su propio abrigo. La gente tampoco quería coches oficiales, ni sueldazos, ni carreras políticas profesionales. Esos eran vicios de la casta a los que fueron acostumbrándose con la misma naturalidad con la que sus organizaciones asamblearias se volvieron cesaristas.
Se me atragantó siempre la cursilería, pero al principio me convenció la informalidad. Cuando vi a tanto rancio cabreado por los pelos, las pintas y los modales de los nuevos diputados, estos me cayeron simpatiquísimos, y sentí que aireaban las moquetas de una democracia que hedía a moho.
Una década después, la caída del último de aquellos ídolos —instalado en la casta, inmerso en los usos y costumbres noctívagas de la élite cortesana, abrazando los vicios morales que vino a liquidar— subraya el final catastrófico
Al margen de su recorrido penal, el derrumbamiento es moral, porque moral fue siempre su bandera
de la aventura. Al margen del recorrido penal que pueda tener el caso, el derrumbamiento es moral, porque moral fue siempre su bandera. Íñigo Errejón es el símbolo de un fracaso mayúsculo: quisieron reformar la sociedad, pero no fueron capaces ni de reformarse a sí mismos.
El hundimiento va mucho más allá de una contradicción mal cabalgada. De los últimos 10 años, la izquierda adanista ha cogobernado la mitad. En ese tiempo, la mayoría de los males que venían a sanar, a sajar o a paliar siguen igual o peor. Vivimos en un país más desigual, con una juventud más empobrecida y sin vivienda y con un Estado social más débil en la sanidad o la educación. La reforma laboral fue un chiste que mantuvo lo esencial de la del PP. Los avances en derechos civiles han estado acompañados de ruido y chapuzas que los han malogrado en parte y muchos movimientos sociales se han evaporado (¿alguien se acuerda de Stop Desahucios o de las mareas?).
Como consecuencia, el espacio a la izquierda del PSOE, que representa a una parte importante de la población española, se ha quedado yermo y devastado sin apenas intervención de sus enemigos: complacidos y asombrados, estos han visto cómo los propios dirigentes de las sucesivas organizaciones lo arrasaban. El caso Errejón es tan solo la moraleja de una fábula tristísima.
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