Vocablos de este tiempo: políticos-hienas

Pandemia
Estado de consternación y vocablos de este tiempo




Hace solo dos meses no nos podíamos imaginar que nos íbamos a encontrar confinados, temerosos, inseguros y soportando pérdidas humanas como la estamos viviendo actualmente.
Un agente infeccioso microscópico tumbaría la sociedad.
Algunas zonas del planeta estaban más acostumbradas a sufrir estas calamidades y en muchas ocasiones entonces el mundo miraba hacia otro lado.
Ahora la soberbia de las sociedades más ricas se ha derrumbado. Creíamos que controlábamos todo y algunos sectores andaban en proyectos de vencer “a la muerte” o en un desarrollo minoritario o para elegidos del empleo de los avances del transhumanismo. Estábamos también  embelesados en la robótica y la inteligencia artificial cuando el COVID-19 a través de su rudimentaria cadena de ARN nos trastoca nuestros planteamientos del presente y del futuro.

Los seres humanos han pasado ya por epidemias y pandemias trágicas a través de la historia, guerras que no han parado de repetirse, desastres naturales que nos enseñan lo insignificante que somos y por ello quizá y una vez más,  respondemos tarde, repetimos errores y cuando pase lo más duro al tiempo tendremos la característica amnesia humana y volveremos a empezar.

Desde la altanería y el orgullo de los ciudadanos de naciones ricas probablemente habíamos pensado que esto no nos llegaría a nosotros pero  ahora sabemos el SARS-CoV-2 no conoce fronteras ni clases sociales.

Avanza de oriente a occidente sembrando incertidumbre y dolor a su paso.  En las redes sociales se proyectan respuestas más jocosas y superficiales cuando más lejos se lo percibe. Pero cuando ya está entre nosotros diezmando a nuestros mayores y trastocando casi más que una guerra la economía de todos la cosa cambia y el lenguaje superficial y algo tonto de las redes muta a lo triste y sombrío. Ante el miedo, las respuestas humanas son diferentes y a veces los videos graciosos solo reflejan el temor a lo desconocido.

En Europa y en el mundo en lugar de afrontar de forma conjunta este desafío apoyándose unos a otros con la riqueza, la ciencia, los conocimientos, etcétera, se rompen acuerdos, cada uno va a lo suyo y volvemos a los intereses tribales (naciones) donde los prejuicios, la desconfianza y la miope mirada de hacia donde va el mundo nos conducen al fracaso, a la ineficacia, y a la disputa en los mercados hasta para obtener los mínimos productos para enfrentar a esta pandemia con éxito.

Pero no solo son los dirigentes de los países dominantes si no que dentro de un mismo país vemos surgir o desarrollarse una nueva especie de político, el político hiena.

Sabemos que las hienas son unos animales carroñeros y considerados como unas de los mayores oportunistas de su entorno, y que se alimentan de todo lo que encuentran a su paso. De un modo similar en una ceguera política gigante dirigentes políticos nacionalistas, populistas y también de partidos que otrora fueron pilares en el estado, vemos que se abalanzan a destruir al gobierno actual para medrar en el futuro político que pueda verse pasada la pandemia.
Para ello emplean las redes sociales y los medios cargándolas de mentiras, de odios y de un apasionamiento que en lugar de construir, envenena y destruye.

En una situación como esta se requieren políticos que realicen un apoyo responsable, crítico pero constructivo ya que a pesar de los errores cometidos por este gobierno, al igual que el de otros países, no es este el momento del desgaste político interesado. Ahora es el comento de la unidad, del trabajo colectivo, de la colaboración, de la disciplina y de mirar hacia el futuro ya que el descalabro económico, social y humano que dejará este proceso es hoy en día todavía difícil de evaluar. En estos tiempos el vocablo más sobresaliente, será por lo que representa y por lo negativo que es para la sociedad, es el de político-hiena. Ojalá desaparezca junto al coronavirus.




Afortunadamente no todos son iguales y algunos otros partidos políticos han entendido la situación. Ya habrá tiempo de pedir responsabilidades por errores cometidos, ahora es el momento de apoyar y salir todos juntos de esta.
Pero el gobierno también tiene su responsabilidad ya que no puede reclamar unidad sin ofrecer información y corresponsabilidad en las decisiones. Contener los efectos de la pandemia exige delimitar un espacio público de confianza entre las fuerzas políticas, lo mismo que entre los agentes sociales y el gobierno.
Escuchábamos hace un mes decir a los responsables sanitarios del gobierno que estábamos preparados para afrontar a COVID-19 y que además teníamos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. No tengo dudas que en calidad profesional y humana así fuese pero evidentemente se equivocaron en las otras aseveraciones ya que no se supo evaluar la cuantía del impacto que esperábamos y no había ni siquiera mascarillas o equipos de protección adecuados junto a respiradores necesarios para una correcta asistencia a al población. La verdad que no sorprende si se conoce la cuantía de los recortes de la última década tanto en personal, tipos de contratos y renovación del material asistencial idóneo.

 También, podemos decir  sin embargo que salvo excepciones la mayoría de la sociedad se está comportando de forma solidaria y responsable.
Un orgullo para todos son la inmensa cantidad de personas de diferentes profesiones y destacadamente los sanitarios que están teniendo comportamientos casi heroicos en el día a día.
Nuestra sociedad tiene que aprender a aceptar las adversidades, tratar de prevenirlas o evitarlas y desarrollar más resiliencia.

A pesar de ello no debemos olvidar que si a nivel sanitario o social sobre todo no hemos podido dar la mejor respuesta para esta situación se ha debido en gran parte a que el estado ha permanecido sometido en las últimas décadas a las influencias del neoliberalismo  que pugna siempre a que el estado solo debería cumplir sus funciones fundamentales como organismo regente en la organización de la sociedad, de modo que se opone a su intervención en el funcionamiento de la economía, para así mantener a raya las regulaciones e impuestos al comercio y las finanzas.
Esta doctrina favorece la privatización de empresas y servicios que estaban en manos del sector público, bajo la premisa de que el sector privado es más eficiente. Es partidario de la reducción del gasto social, de propiciar la libre competencia, de las grandes corporaciones, y de debilitar y desintegrar los sindicatos.
El neoliberalismo considera que la economía es el principal motor de desarrollo de una nación, por ello, además de considerar que todos los aspectos de la vida de una sociedad deberían estar subordinados a las leyes de mercado.
Todo ello se ha traducido en los últimos años en un desmantelamiento parcial de la sanidad pública, privatizaciones, recortes, empleos precarios y en suma disminuir al mínimo el estado del bienestar.
Sin embargo si alguien actualmente se enfrenta y puede  limitar los daños de la pandemia es el estado social tal como se entiende al estado del bienestar.

Aún no sabemos cuánto durará esta pandemia y cómo quedaremos al final de la misma. Por ello ya filósofos, políticos, sociólogos, etcétera se comienzan a preguntar que sociedad se configurará a la salida de este túnel. Pareciera que vislumbran algunos una salida terrible y autoritaria y otros creen que los sufrimientos y la práctica de la solidaridad de este período nos puede conducir a una sociedad más comunitaria y democrática.
No sabemos que pasará pero si estará en manos de los ciudadanos en elegir bien a sus dirigentes y desterrar de una vez por todas a los autoritarios, políticos-hiena, nacionalistas y populistas para comenzar a andar por un camino de recuperación de una sociedad más fraterna e igualitaria. No es fácil, el reto es muy difícil pero ahí estará la fuerza de la ciudadanía que mediante el consenso y la práctica democrática nos ayude a salir de esta encrucijada.

Carlos Bustamante









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