Días de cuarentena

Días de cuarentena (1)

Reflexiones desde la impotencia



Nací en los tiempos de la posguerra solo cinco años después de Hiroshima, vi la costosa reconstrucción del mundo tras la derrota del nazismo y sus aliados, viví en dictaduras, fui contemporáneo de la lucha por los derechos civiles, la ilusión de los sesentaochistas, la oposición a la guerra de Vietnam, presencié la caída del muro de Berlín, el maldito auge del neoliberalismo y sus secuelas económicas para los más desfavorecidos, el cambio en los modos de vida tras las torres gemelas y el terrorismo islámico aunque también sufrí con los desvaríos retrógrados de los nacionalismos y el regreso por amnesia humana de los populismos.

Observé como desde la crisis económica del 2008, millones de personas pasaron a malvivir y mientras, al mismo tiempo crecían más las desigualdades sociales. En lo más personal o íntimo me equivoqué centenares de veces, conocí la bondad y la maldad humana desde muy cerca, fui consciente de lo superficial, superfluo y sin sentido de muchas de nuestras preocupaciones o disputas. Pero a todas estas situaciones siempre le vi  formas de abordarla. Si yo no tenía la respuesta, sabía e intuía que la tenían las instituciones, los científicos o los grandes humanistas. Eso me daba tranquilidad y me aportaba ideas para luchar por un mundo mejor para todos los ciudadanos y para mis queridos allegados también.

Pero hoy observo como un virus invisible a nuestros ojos rompe la unión entre países, deja las calles vacías ya que hasta ahora la única forma de enfrentarlo ha sido lo que ya conocíamos desde hace siglos, las cuarentenas; en apenas unas semanas millones de personas se quedan sin trabajo, ni las economías de países más fuertes aguantan este embate, los niños encerrados, el miedo a lo invisible entra en nuestros cerebros y se apodera de los mismos. Pero también veo a miles de personas, sanitarios, transportistas, policías, limpiadoras, cuidadores y un sin fin más de profesionales que nos devuelven el valor y la solidaridad humana en estos momentos donde ese trozo de ARN nos arrebata a nuestros mayores, a nuestros ancianos por millares sin que siquiera podamos despedirlos y agradecerles todo los que nos han dado.


Siento impotencia al estar ahora sin recursos para actuar. ¿Será por mi edad, por mi ignorancia o quizás por que nunca vi a toda la humanidad compartiendo temor y  desorientación?
Espero que lo que siento sea solo transitorio y personal.
Una vez más todos juntos, saldremos de esta. Costará muchos esfuerzos y mientras, debemos confiar en los logros de los científicos y en los humanistas que nos guíen hacia una sociedad pos pandemia más solidaria, menos soberbia. Tendremos que  tener mucha paciencia y ayudarnos los  unos a los otros desde donde y como cada uno pueda. Dejemos de lado a los que desunen, envenenan la sociedad y solo piensan en sus egoístas intereses.
Los virus que son como nosotros polvo cósmico del Big Bang encuentran en nuestro cuerpo su terreno para perpetuarse... ¡Cuidado con ellos!
Actuemos con fortaleza, esperanza, solidaridad y disciplina y superaremos esta trágica experiencia. ¡Ánimo amigos!
C.B

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