Pandemia: ¿Lo estamos haciendo bien?

¿Qué hacer? 

Interrogantes de un ciudadano sobre la pandemia

Ricardo Ponce

Vivo como según algunos compañeros saben en un espacio intemporal y de forma virtual en el cerebro de muchos amigos.
Observo con preocupación lo que está pasando con la pandemia de COVID-19.
Días pasados mis amigos me preguntaron cómo veía yo la realidad actual. Desde mi poca preparación y por la distancia temporo-espacial  en la que me encuentro quedé sorprendido por la pregunta y por eso me dispuse a tratar de conocer más sobre el tema. Leí todo lo que llegó a mis manos y traté de escribir mis certezas y dudas aunque la conclusión fue que debemos confiar en los expertos pero que al mismo tiempo debemos ser muy vigilantes sobre el camino que sigamos en la etapa poscoronavirus.


Me pregunté qué saben mis amigos sobre el SARS CoV-2 y cuando me lo cuentan deduzco que saben aún muy poco.
Ahora ya sé que es un coronavirus RNA de origen zoonótico que desde el murciélago y posteriormente a través de otro animal ha pasado a los humanos.
Dicen que surgió en una provincia de China y curiosamente no se extendió al resto de ese país y tras un periodo, eso sí, severo de confinamiento, dicen tener controlada la infección.
Se desconoce si el virus mutará a más o menos agresivo, si se convertirá en estacional y tampoco se tiene seguridad si es igual de agresivo en diferentes latitudes y temperaturas.  Tampoco se sabe si dejará inmunidad o como será esta.
Lo más serio es que hasta ahora no hay vacunas ni tratamientos que hayan demostrado una gran eficacia para resolver estos cuadros.
Si se sabe que se contagia incluso desde personas asintomáticas y que la morbilidad y mortalidad se ceba con las personas mayores y sobre todo si estas tienen enfermedades previas asociadas.
Existen en las redes sociales múltiples teorías conspiranoicas interesantes sobre el origen del virus pero como suele ser habitual, ninguna parece basada en hechos constatables.

Desde mi “lugar” he observado con gran sorpresa las diferentes reacciones de los lideres mundiales y también de los gobernantes de países más humildes. Han oscilado entre las dudas, el retraso de las respuestas, contradicciones pero sobre todo desunión en un embate contra una pandemia que trastocará el mundo, las economías, el crecimiento y sobre todo dejará una peor forma y calidad de vida para la mayoría de los habitantes. Los dirigentes cuando más nacionalistas o populistas o influidos por la extrema derecha son, han tenido actitudes más insolidarias evitando respuestas comunes y generales a problemas de toda la humanidad.

También se han considerado otros elementos que quizás han influido en el panorama que ahora vivimos. Estos son:

1)   La culminación de un mercado globalizado, la inédita rapidez de contagio facilitada por un mundo hiperconectado como nunca antes, donde las fronteras solo detenían a quienes buscaban refugiarse de la guerra o el hambre.

2)   El efecto de cuatro décadas de "optimización" (en gran medida, recortes) de los sistemas sanitarios nacionales, debilitados hasta el punto en que puedan cumplir su misión a duras penas en tiempos de normalidad, pero del todo insuficientes en momentos de excepción como se está revelando actualmente.


3)   La desenfrenada colonización de territorio virgen para usos industriales. Una vertiginosa transformación de hábitats salvajes, cuyo equilibrio había evolucionado a ritmo natural durante milenios, para producción de madera, papel, aceite de palma, textil, etc. Una invasión humana sin precedentes que multiplica los puentes entre ecosistemas hasta el momento deshabitados por nuestra especie. 

Estos conceptos del "origen zoonótico" explicaría brotes recientes como el del Ébola (África Occidental, 2014), la Gripe Porcina (México 2009), el SARS (gripe aviar, China, 2002), el EEB (ganado bovino, años 90, Reino Unido), el VIH (simios, años 80, África), etc. Varios de esos patógenos han reaparecido varias veces durante el último siglo, algunos con diferentes mutaciones. Sólo entre 1980 y 2013 hubo 12.012 brotes de este tipo documentados, afectando a 44 millones de personas en todo el mundo. Y la tendencia es creciente.

La ciencia estima que dos terceras partes de las enfermedades emergentes son de origen zoonótico, y que existen miles de virus aún no conocidos, en entornos salvajes. A través de picaduras, mordeduras, mutaciones, contacto con fluidos, ingesta de carne, etc, las vías de llegada a nuestra especie pueden ser muy variadas. 
 En recientes epidemias, como el ébola, a pesar de su altísima tasa de mortandad del 50%, no aprendimos la lección. Por suerte no se transmitía por vía aérea, por lo que no llegó a zonas urbanas y se logró contener en países del hemisferio Sur, países donde la muerte ya era una presencia cotidiana. Pero esta vez el nuevo coronavirus golpeará duramente a casi toda la población mundial y también a las economías del hemisferio norte. 

Ojalá tomemos nota y comencemos a invertir la proporción de gasto: 97% del gasto en este problema lo dedicamos a dar respuesta cuando surgen los brotes, sólo 3% a prevención. Los equipos científicos que trabajan para detectar y prevenir brotes zoonóticos llevan años denunciando falta de financiación.

¿Qué panorama tenemos hoy?
El coronavirus  se propaga en casi todas partes. 152 países han registrado casos a día de hoy (hay menos de 200 países en el mundo). Trabajamos contrarreloj. Pero no tiene por qué ser así: existe una manera clara de atacar este problema.
Algunos países, en especial aquellos que aún no han sido severamente atacados por el coronavirus, podrían estar preguntándose: ¿Me va a ocurrir a mí? La respuesta es: probablemente ya haya ocurrido, pero aún no lo sabéis, porque no han hecho suficientes tests y porque aún hay pocos casos (aunque creciendo exponencialmente). Cuando el virus predomine, el sistema de salud se colapsará aún más en países pobres que en países más ricos con sistemas de salud más fuertes. Mejor prevenir que curar. Por lo que hay que  tomar medidas contundentes inmediatamente.
En el caso de los países donde el coronavirus ya tiene niveles elevados de infectados y enfermos, las opciones son claras.
Una opción es seguir el camino de la mitigación: crear una enorme epidemia, sobrecargar el sistema de salud, llevar a miles o millones de personas a la muerte, y contribuir a la expansión de nuevas mutaciones de este virus.

La otra opción es luchar(supresión). Cerrar todo por unas pocas semanas o el periodo que sea necesario para ganar tiempo, diseñar un plan de acción  y controlar este virus hasta que tengamos una vacuna.
Hoy, los gobiernos del mundo, incluyendo algunos como los EE.UU, el Reino Unido, Suiza u Holanda, han optado inicialmente por el camino de la mitigación aunque pareciera que ahora comienzan a cambiar.

En este momento, la mayoría de países no saben a ciencia cierta cuántos casos reales tienen. Sólo sabemos que las cifras oficiales no son correctas y la única cifra cierta ronda las decenas de miles de casos en países como España, Francia, Reino Unido o Estados Unidos. No se están haciendo suficientes tests, ni suficiente seguimiento de casos para poner en cuarentena a toda la gente que pueda estar infectada.
  • Con esfuerzo y unas semanas más, podríamos hacer muchos más tests y conocer el verdadero alcance del problema. Eso nos ayudaría a decidir si necesitamos medidas más o menos agresivas, como qué comunidades están seguras y pueden volver a la normalidad o no.
  • Nuevos métodos de pruebas podrían acelerar los diagnósticos y reducir los costes considerablemente.
  • Se podría implementar una operación de seguimiento como las que se realizan en China o en otros países del este asiático, en la que identifican a todas las personas con las que tuvo contacto cada enfermo, y las ponen en cuarentena, reduciendo el contagio. Esto nos proporcionaría mucha información para gestionar las medidas de distanciamiento social: si sabemos dónde está el virus, podemos centrarnos en esas zonas solamente. No es complicado: es la base de cómo los países del este asiático han sido capaces de controlar este brote sin drásticas medidas de distanciamiento social que se están convirtiendo en imprescindibles en otros países. Sin lugar dudas este sistema abre otro peligro y es el control del estado sobre las personas y su privacidad.
Este tipo de medidas (pruebas y seguimiento) por sí solas pareciera que lograron detener el crecimiento del coronavirus en Corea del Sur y sirvieron para contener la epidemia, sin que fuera necesario imponer un distanciamiento social más duro. Son las mismas en las que se han basado países como Japón, Singapur o Taiwán para evitar epidemias.

Sin embargo las medidas de distanciamiento social hasta que tengamos la vacuna o terapias más eficaces han demostrado una gran utilidad en la lucha contra el coronavirus.

Podemos hacernos una idea con la gráfica que se expone a continuación y que hace referencia a las necesidades de Unidades de Cuidados Intensivos para esta enfermedad según las diferentes medidas de distanciamiento social.Tomada de Ferguson y colaboradores del Imperial College).





Lo preocupante hasta el momento es que la conducta más extendida de respuesta a esta pandemia ha sido la restricción de movimientos, la cuarentena o el confinamiento en sus diversos grados.
Esta conducta es útil y correcta  para evitar los picos de contagios y que los enfermos no colapsen el sistema sanitario, pero ¿cuánto tiempo se podrá mantener o cuántas veces se podrán repetir sin una catástrofe económica global? Muchos expertos piensan que se repetirán cíclicamente durante periodos de tiempo.
Asociado a ello está el temor también generalizado del colapso económico mundial.

Me pregunto, esta catástrofe de las economías de los países que se avecina ¿no dejará más damnificados, enfermos, muertos, desasistidos sobre todos los más vulnerables, con regresiones severas y prolongadas en educación, investigación, y sanidad durante décadas? ¿No será peor el remedio que la enfermedad? ¿O quizás no se puede hacer otra cosa?

Hoy leo que en España por las dos semanas de cierre completo, el PIB mermaría en unos cuatro puntos en un mes, el equivalente a unos 49.000 millones de euros. Se trata de unas cifras muy aproximativas, pero que en líneas generales casan con lo que está ocurriendo en países como China y con los números que han hecho organizaciones como la OCDE, el instituto estadístico francés, o los que arroja un estudio del BBVA, Fedea y la Fundación Rafael del Pino.

¿Quién saldrá beneficiado de esta situación? Probablemente el que salga airoso del enfrentamiento por el liderazgo mundial que hoy se disputan China y Estados Unidos.


A continuación, tres analistas especializados en relaciones internacionales explican a El HuffPost cómo creen que la pandemia puede reconfigurar el orden internacional actual:

Federico Steinberg
Investigador principal del Real Instituto Elcano

La pandemia tendrá importantes implicaciones geopolíticas que todavía son difíciles de anticipar. Aún no sabemos si el Covid-19 reforzará o debilitará a China. Su aparente efectiva respuesta a la pandemia (que está por confirmar) podría darle alas al Gobierno, pero si la economía se frena o si se descubre que su gestión de la crisis no ha sido tan exitosa, podría pasar lo contrario. No olvidemos que la economía china decrecerá en el primer trimestre del 2020 por primera vez desde la Revolución Cultural en 1968.
Por otra parte, la crisis económica derivada de la pandemia podría poner en jaque la sostenibilidad de la deuda pública y privada en algunos países emergentes que están experimentando fuertes salidas de capital y depreciaciones de sus monedas, con el consiguiente impacto político y social. Por último, si el precio del petróleo se mantiene bajo por la caída de la demanda, habría una importante transferencia de rentas desde los países productores a los consumidores (entre ellos España), así como importantes problemas económicos para algunos países exportadores que ya se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.

Por último, debemos reflexionar sobre si el avance de la globalización y la profundidad de las cadenas de suministro globales no se ha hecho de forma demasiado desordenada, haciendo que los países europeos sean especialmente vulnerables a los insumos intermedios provenientes de China.
Tal vez haya llegado el momento de diversificar mucho más nuestras fuentes geográficas de aprovisionamiento y aprovechar la coyuntura para dar un impulso a nuestra producción industrial doméstica. No se trata de negar las ventajas de la especialización y de la división internacional del trabajo, sino de aprovechar las reducciones de costes que posibilitan los avances tecnológicos para reducir nuestra dependencia y aumentar nuestra autonomía sin reducir nuestras capacidades de consumo y bienestar. 

Pedro Baños
Analista especializado en geopolítica
Mi percepción es que esta crisis del coronavirus puede ser un gran punto de inflexión, como en su momento fueron Bretton Woods, en 1944, o la desaparición de la Unión Soviética, en 1991, y que puede imponer un nuevo orden económico mundial que se traduciría en un nuevo orden de poder. Tanto Estados Unidos como China están intentando mover sus fichas. En el primer caso, para mantener su hegemonía, y en el segundo, para seguir adelante con esa carrera para desbancar a Washington. Ahora mismo parece que China, epicentro de la pandemia, se está recuperando y no sólo eso, sino que está mandando mensajes de solidaridad a países europeos como Italia o España, a donde ha empezado incluso a mandar material sanitario. Esto puede interpretarse como una señal que indica que está acelerando ese proceso de adelantar a Estados Unidos. 
Desde el punto de vista europeo, una vez más, vamos a ser los grandes perdedores de este tipo de situaciones. Esto nos va a costar un sufrimiento grande, un sufrimiento que va mucho más allá del sanitario, porque el impacto económico puede ser terrible si esto se prolonga dos o tres meses. Europa ha reaccionado tarde y de una manera no uniforme, a diferencia de otros países que no tienen esa debilidad de nuestra fractura interna. 


Roger Senserrich
Politólogo especializado en relaciones internacionales, movilidad social y pobreza 

No hay precedentes a esta escala. La gripe de 1918 es la única pandemia reciente comparable, y fue justo después de una guerra mundial, así que su impacto fue más acumulativo. Las otras epidemias recientes (SARS, H1N1) fueron mucho menos severas que la actual. Si tengo que especular, creo que veremos dos clases de impactos. El primero, en clave de política interna, dependerá muchísimo de cómo han ido las cosas en cada país gestionando la crisis. Sabemos que los desastres naturales a menudo tienen un impacto considerable en la popularidad de dirigentes políticos o en la legitimidad de un régimen, a pesar de que a menudo los líderes de un país no tienen ningún control sobre el resultado. En las democracias occidentales es posible que veamos realineamientos políticos en algunos sitios, especialmente en Estados Unidos, donde la respuesta del Gobierno federal está siendo muy torpe. Irán puede también ver cambios, aunque el régimen iraní ha resistido crisis muy graves desde que llegó al poder. 
El segundo, veremos si la crisis económica debilita o refuerza la posición de algunos países. Dudo que la trayectoria a largo plazo de los estados se altere por la pandemia, pero una UE con un 15% de paro, si la recesión es realmente dura, tiene un aspecto muy distinto y unas tensiones completamente diferentes que si es una crisis rápida que se disipa en unos cuantos meses. Más aún si sitios como China, Japón o Corea superan la pandemia mucho más deprisa. Esta clase de impactos, sin embargo, son mucho más complicados de predecir, porque una recesión grave en Estados Unidos y Europa también afectaría a la economía china, por ejemplo.  
No soy de la opinión de que esta crisis vaya a reforzar a China demasiado como la gran potencia que salió de la crisis más rápido que nadie. Los europeos vamos a controlar esto tarde o temprano. Si la cosa realmente se saliera de control sería distinto, obviamente, pero por ahora es improbable. 
Creo que el cambio más grande que sí podemos ver es que esta crisis le viene en un momento muy, muy peligroso a Trump. Incluso si la pandemia en Estados Unidos dura poco (digamos, pico de aquí un mes, controlada en dos), esto le deja con una recesión en el segundo y tercer trimestre del año, justo antes de las elecciones.  


 Es conocido también que ambas potencias se disputan la génesis de esta pandemia, culpando a la otra de estar detrás. Trump está llamando al Covid19 “virus chino” mientras que China está respondiendo mediante acusaciones más o menos veladas a EE.UU. y su ejército de haber inoculado y extendido el virus en China. Mientras EE.UU. está respondiendo con un cierre de fronteras (incluso a la UE), China está ejerciendo “diplomacia médica”, enviando médicos y material a los países más afectados (entre ellos, España) en una efectiva operación de reposicionamiento estratégico global. Es más que previsible que esta escalada de tensión vaya en aumento y redefiniendo el mundo en dos ámbitos de influencia claros.


La crisis del Covid19 no es la primera crisis propia de la globalización (en este siglo ya hemos tenido los ataques del 11S de 2001 y la crisis financiera de 2008), pero es la primera cuyos efectos llegarán a toda la población mundial y cambiarán, al menos en el corto plazo, nuestra forma de vida.

Es de esperar que produzca una sensación generalizada de desconfianza en el progreso humano que, especialmente en el ámbito científico, nos protegía con una cierta creencia en la invulnerabilidad y la inmunidad social. Y ello, a pesar de que el Covid19 es un desafío científico que, muy probablemente, se resolverá  en un tiempo no muy lejano.

A pesar de ello, engendrará cambios culturales entre ellos una posible vuelta a un neo-humanismo, no contradictorio con la crítica decadentista al modelo de vida occidental. Puede que se generen  llamadas a un retorno al espíritu comunitario, a un nuevo modelo de relaciones sociales. Este neo-humanismo de raíz kantiana y universalista chocará necesariamente con las tentaciones nacionalistas. Vamos a ver un recrudecimiento en la batalla cultural entre globalistas y nacionalistas. Ya ocurrió con la crisis de 2008, que engendró una ola fuerte de populismos y de hecho podríamos vernos abocados a elegir entre una sociedad más solidaria y comunitaria u otra más regida por el autoritarismo militarista como podría ser el actual régimen de China.

Pero vuelvo a la realidad actual. Parecen coincidir los estudios que la infección por el coronavirus en el  81% de los casos son leves, 14% de los casos son moderados y solo el 5% de los casos confirmados son CRÍTICOS con peligro de muerte.
Como dije al comienzo los más afectados pueden ser los mayores, nuestros ancianos.

Actualmente en España según datos del Ministerio de Sanidad la letalidad por COVID-19 hasta los 59 años no supera el 0,6% pero se incrementa posteriormente. Entre los 60 y 69 años es de 2,1%; de los 70-79 años es de 5,8%; de 80-89 años 14,3% y de mas de 90 años del 18%. (Datos del 27/03/2020)

Respecto a estas cifras es increíble que los diferentes países de la Unión Europea ni siquiera la OMS hayan dado directrices comunes para considerar los criterios para atribuir los fallecimientos al COVID-19.
 Pero tampoco sorprende y si avergüenza, que la Unión Europea considerando su proyecto a largo plazo y en la lucha geopolítica planteada en el mundo no haya sabido actuar de modo monolítico. Todavía somos “tribales”.

Volviendo al tema vemos que hasta ahora, todos los datos indican que las complicaciones en personas de corta edad asociadas a la Covid-19 son mucho menos frecuentes. En China, el mayor estudio con pacientes publicado hasta el momento indica que la media de edad de los fallecidos es de 69 años, frente a los 52 años de los supervivientes. Un trabajo publicado en el NEJM analizando más de 1.000 casos mostraba que la incidencia entre personas de menos de 15 años es del 0,9%.


Otros aspectos de la consecuencia del confinamiento además del gigantesco impacto en la economía a corto y largo plazo a tener en cuenta pueden ser los siguientes: 

La violencia doméstica está batiendo récords, sobre todo la de género, según coinciden los poderes judiciales de varios países. Las mujeres maltratadas están encerradas con sus maltratadores.

Millones de personas que padecen otras enfermedades graves, como alzheimer, cáncer, diabetes, problemas cardiovasculares, entre muchos otros males crónicos, estarán impedidas o dificultadas  de recibir tratamiento adecuado, de acceder a sus medicamentos, de trasladarse o de que se movilicen sus asistentes.

¿Se ha considerado el impacto emocional y psicológico que causa el encierro y el aislamiento? Sobre todo en los más vulnerables.

En países con una economía más precaria donde la mitad de la gente es pobre, millones están encerrados en situación de hacinamiento, sin un patio o un jardín donde tomar aire. Cinco, seis o más personas amontonadas en una o dos habitaciones. Con niños que lloran de hambre, de aburrimiento, de hastío y las personas sin poder salir a ganar la manutención que logran en el  día a día ya que no hay trabajos estables ni aceptablemente remunerados.


Las pérdidas económicas que producirá esta parálisis para los países ya se estima que van a ser gigantescas y quizás se acompañen de un replanteamiento del orden económico internacional y una crisis y cuestionamiento del capitalismo financiero y bursátil que resistió, aunque con algunos cambios, el embate de la crisis de 2008, y que ahora podría recibir una segunda y brutal sacudida.
 De los gobiernos de las grandes potencias se esperan grandes “planes Marshall” para contrarrestar el apagón económico. 
¿Serán capaces de realizarlos y durante cuánto tiempo?
                
Con las elecciones norteamericanas a la vista, y la incertidumbre de cómo impactará el Covid19 en el resultado de las mismas por la posible erosión política y electoral de Donald Trump, no sería impensable un cambio en la política comercial norteamericana de guerra comercial con China y otras potencias, y el forzamiento de un nuevo pacto mundial económico donde los países asiáticos podrían ganar peso como grandes acreedores mundiales.

 Es posible que también haya una reorganización de la producción del consumo: implantación de procesos de digitalización y más énfasis en la economía del conocimiento. Las industrias turísticas o presenciales se recuperarán cuando aparezca la vacuna, pero es probable que todas, también incluidas estas, tengan que adoptar rigurosos protocolos de inteligencia sanitaria para adaptarse a un nuevo contexto donde el miedo permanecerá un largo tiempo. El Big Data y la IA será una industria en auge no solo por su capacidad para realizarse en remoto, sino porque su desarrollo será impulsado por los gobiernos como elemento estratégico de biopoder.

 Todo el panorama antes descrito probablemente impulse una reindustrialización de Europa y España. El Covid19 ha puesto de manifiesto el riesgo económico de ubicar gran parte de la capacidad industrial fuera del país.
España y otros países deberán, al menos hasta cierto punto, reindustrializarse y reubicar parte de su capacidad manufacturera en sus propias fronteras. Es posible hacerlo sin un coste exagerado aplicando procesos de innovación tecnológica, que Europa está capacitada.

Visto todo esto me pregunto poniendo en una balanza por un lado los costes del confinamiento y paralización de la economía con sus terribles e irreversibles consecuencias al menos durante bastante tiempo y por otro lado acciones de menor coste para la sociedad a corto y largo plazo.
Sin duda que la elaboración de la vacuna para el SARS-CoV-2 o tratamientos más eficaces será la solución a este momento histórico. Pero no debemos olvidar nuestra vulnerabilidad a episodios similares con otros agentes amenazantes.

Quizás el destinar los mayores esfuerzos, planes y fondos para lograr una adecuada protección a los más vulnerables de enfermarse como son los mayores, ancianos o aquellos con enfermedades predisponentes a desarrollar cuadros graves, ¿no sería eso junto a una aislamiento prolongado solo de esos grupos de riesgo y los materiales de protección para el contacto con los convivientes, más eficaces para disminuir el impacto en la sociedad que las otras medidas (confinamientos prolongados o repetidos) tan lesivas para la economía y por tanto también para la salud y de los demás pilares del estado de bienestar?

 ¿El confinamiento de nuestros mayores y más vulnerables hasta que se obtenga la vacuna es mejor o peor que las medidas impuestas hoy para todo el planeta?
Sin duda que el estímulo económico a la ciencia para encontrar la vacuna y o el tratamiento adecuado debe ir unido a cualquiera de las opciones comentadas.

Tras meditar sobre todo lo revisado, le digo a mis amigos que no tengo una respuesta definitiva. Les veo una cara de desaliento. Lo siento.  Seguramente los que saben, los científicos y  los políticos que piensan de verdad en la comunidad sabrán encontrar mejores respuestas.
Si quiero insistir que debemos confiar en las medidas que tomen los expertos y los científicos guiados por valores éticos y morales que tengan como preocupación primordial el bienestar de los ciudadanos y no los intereses de sectores parciales o solo vinculados a la economía.
Lo que si está claro que durante bastante tiempo nuestra forma de vida va a cambiar y nos debemos preparar para ello apoyando más que nunca los sistemas democráticos que son los que velan con más garantía los intereses de todos los ciudadanos.

Ricardo Ponce



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