Días de cuarentena (3)

Días de cuarentena (3)


Hoy solo escribo este borrador improvisado para en otra ocasión reformarlo y elaborarlo con dedicación. Pareciera que empujado por no se que prisa tecleo estas ideas dispersas en el ordenador. Mientras escribía estos párrafos sueltos he sido desalojado de dos sitios por que avanzaba la limpieza en casa.


El virus SARS CoV-2 cuando ha llegado a producir una neumonía grave nos iguala a los ciudadanos. Nos aproxima o nos lleva a la muerte tanto a ricos como a pobres, grandes políticos o modestos trabajadores, no diferencia razas ni edades aunque se ceba con los mayores o ancianos. Sin embargo me asaltan algunas dudas cuando leo que en Chicago el 70% de los muertos son afroamericanos. Es posible que pertenezcan a un colectivo previamente más enfermo por que entre los afroamericanos hay una incidencia mayor de diabetes e hipertensión y además tienen peor acceso a la sanidad. Tampoco este virus entiende de nacionalismos y salta de un territorio a otro sin mirar banderas.
Nos defendemos y protegemos con un “ejército” de personas como los sanitarios, fuerzas de seguridad, limpiadores, cuidadores, empleados de supermercados, transportistas y otros muchos más que espero que en el futuro la sociedad y los que gobiernan reconozcan la importancia de esos colectivos que son fundamentales para la comunidad en general.

Ya enfermos casi estamos “igualados” pero no así en la vivencia de la cuarentena. Los sentimientos y preocupaciones durante la misma no son iguales si uno tiene trabajo como si lo ha perdido, si tiene ahorros como si no, tampoco si en la vivienda en la que estás confinado es grande o pequeña, o  si tienes medios para distraerte en el tiempo muerto de este periodo; tampoco es igual si eres mayor o joven o si hay buen entendimiento y afectos entre los convivientes o si se carece de ellos… En fin, otra vez las desigualdades. Quizá por ello es que a veces me molesta cuando ciertos grupos de individuos privilegiados en esta sociedad hablan de lo duro que es el confinamiento.
 Algunas personas estamos solo intuyendo lo que se viene y otros ya tienen la certeza que serán víctimas del pavoroso desastre económico que tendrá la sociedad que enfrentar cuando se haya podido controlar la situación sanitaria.

En esta etapa de cuarentena pienso sobre otras cuestiones también.

Después de lo que se está viviendo  y lo que nos espera a nivel mundial y en nuestro propio país, ¿es posible que los políticos sigan comportándose igual que antes de esta pandemia? Desgraciadamente pareciera que sí, si los escuchamos en sus declaraciones o actitudes de desunión, de sectarismo y de oportunismo político que hasta ahora parecen demostrar. Si no rectifican y se unen para la reconstrucción social y económica tras la crisis, probablemente los ciudadanos los castiguen y los conduzcan a la desaparición de esas organizaciones políticas y sobre a todo al olvido de esos lideres. Pero en la pos pandemia no solo deben cambiar los políticos si no todas las personas en general. Deberemos ser más solidarios, menos individualistas, comprender que a esta generación le ha caído una vivencia tremenda pero que también esa misma generación tiene que unirse para salir de ella fortaleciendo la economía, el trabajo y el estado democrático, preservando las libertades y derechos que tardamos muchos años en conquistar.

Leo un artículo de David Trueba y coincido con él en que la mayoría de nuestros ancianos fallecidos pertenecieron a los llamados niños de la guerra civil. Hay generaciones que sufren sin duda más que otras. En su infancia vivieron la pobreza, el hambre, la violencia, la ausencia de libertades y muchos de ellos también el miedo y la marginación. Ahora terminan su existencia en una situación en algunos casos dantesca en residencias olvidadas.




Observo en mi entorno que en algunos sectores hay tanta oferta para el entretenimiento que se va de una a otra sin detenerse en ninguna, sin profundizar, ni siquiera leer o reflexionar sobre esos mismos entretenimientos.

Muchas personas tienen acceso y pueden leer pero ya no leen. Pareciera que nos hemos acostumbrado a textos cortos, fáciles, sin exigencias de análisis y queremos todo “mascado” y sintetizado. De ahí el éxito de las redes sociales. Nuestro cerebro se ha vuelto vago. Recibe mucho pero lo digiere mal. Quizás es como la comida basura. Pasa algo parecido con el buen cine. Muchas personas son incapaces de estar dos horas en un cine o ahora en casa durante este confinamiento, siguiendo o introduciéndose en una historia que nos llega por varias vías sensoriales y que nos debiera estimular el conocimiento, la reflexión, el valorar la belleza, o potenciar nuestra empatía entre otras muchas cosas. Pero no, el visualizar un filme es considerado algo largo y lento. Los cerebros “micropantallas dependientes” necesitan cosas más cortas, que rápidamente estimulen nuestros neurotransmisores, que nos den placer inmediato y a otro tema para reiniciar el ciclo. No tenemos paciencia, no sabemos esperar, necesitamos ir deprisa y hacer todo rápido y cambiante.




Con el impacto de esta pandemia y sus consecuencias socio económicas inmensas ¿podrán los ciudadanos modificar sus enfoques y principios que estaban basados en prejuicios, historias personales o familiares, conceptos ideológicos o partidistas? ¿Surgirán nuevos valores que unan a la sociedad para construir un nuevo orden tras los efectos de la pandemia? Nuestro tipo de vida, los efectos de este en el cambio climático, nuestra relación y forma de explotación y consumo de los animales, las deslocalizaciones de las fábricas e industrias con solo un fin lucrativo, las luchas de los estados por su hegemonía, las desigualdades sociales extremas surgidas de un capitalismo voraz y clasista, las estupideces retrógradas nacionalistas y populistas y el olvido y abandono  de grandes sectores de la población mundial más las guerras interesadas en los beneficios de unos grupos, ¿se podrán resolver y afrontar con decisión de la especie humana y no en nombre de intereses de algunos ciudadanos de territorios concretos?

Tendremos que cambiar mucho para afrontar todos estos problemas. Solo lo haremos con la asunción de que viviremos peor durante unos años hasta poder retomar un crecimiento económico, social y político que favorezca a la mayoría de la ciudadanía.

Tras releer este flujo mental de asociación libre  me dispongo a corregirlo más tarde. Si lo llegas a leer tal cual es que ha predominado en mí la pereza y la vagancia. Dos cualidades muy malas para afrontar el presente y futuro que tenemos por delante.

Lo siento, parece que te ha llegado así. Debo mejorar...

Carlos Bustamante




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