La carta. Recuerdos...
La carta
Los que tenemos
cierta edad hemos escrito y recibido muchas cartas. Hoy, están casi en
extinción. Ese papel escrito y guardado en un sobre donde expresábamos nuestros
sentimientos o dábamos información o recibíamos noticias iba acompañado de la
espera e importancia que tenía el cartero que era quién nos hacía llegar las
cartas.
También a través de
este medio, intelectuales, literatos o científicos se comunicaban, compartían y
debatían sobre los temas que les preocupaba o interesaba. Los amantes, las
parejas enamoradas eran otros usuarios frecuentes de este medio de
comunicación.
Pero hay cartas que
en nuestra vida son inolvidables, importantísimas y que el contenido de la
misma puede marcar un cambio fundamental en nuestra existencia.
Eso es lo que a mí
me ocurrió y que os paso a contar.
Corría el año 1976
en Argentina. Se había instaurado allí una de las dictaduras más sangrientas y
genocidas de la historia reciente. La pérdida de derechos y de libertades era
absoluta. El miedo estaba extendido a todos los niveles de la sociedad.
Los más perseguidos
o con riesgos de ser detenidos, torturados y asesinados eran todas las personas
con un pensamiento progresista o anti dictatorial. La vulneración de todos los
derechos humanos ya había comenzado dos años antes con el gobierno peronista de
Isabel Perón.
Desde el año 1974 a
1976 me habían ocurrido muchas adversidades a nivel personal y familiar que
ahora no me detendré a hablar de ellas pero cuando creía haber superado
las más importantes y llevaba seis meses de médico recién graduado fui
incorporado al ejército de forma urgente teniendo ya 26 años y una pequeña
hija.
La incorporación a
este ejército de la dictadura era para realizar atención médica en las zonas
rurales de una provincia del norte de Argentina. Esas zonas eran los lugares
donde se mantenían enfrentamientos armados con la guerrilla y donde estaba
también los centros de detención clandestinos más importantes. La actividad
médica que íbamos a realizar era solo una forma de propaganda del ejército golpista.
Esta actividad obligada la realizaba junto a algunos amigos, incorporados como
yo, en la zona más peligrosa de entonces y donde los militares ejercían su
poder absoluto conculcando todos los derechos humanos a los que ellos
consideraban sus enemigos. La muerte, la tortura, las desapariciones y los
atropellos eran las acciones cotidianas de estos “salvadores de la patria”.
El mes anterior a
mi incorporación al ejército, que fue de un día para el otro, había solicitado
con la intención de salir del país, que para entonces era un infierno, unas
peticiones de becas y aceptación en otros países para huir de mi entorno y
continuar con mi formación de médico. Dos meses después recibí respuesta de
Méjico y Venezuela rechazando mi petición.
Llevaba varios
meses en el ejército ahogado por el miedo y por el asco que sentía del entorno
en el que estaba.
Los primeros días
de agosto de 1976, invierno en Argentina, mientras estaba en un pequeño pueblo
rural llamado Río Seco, recibí la visita inesperada de mi padre y de mi mujer.
Los dos traían una expresión en sus rostros que denotaba alegría, esperanza e
incertidumbre. Mi padre, antes siquiera de hablarme me enseñó una carta que
llevaba en su mano.
La carta estaba
abierta y al tiempo que me la entregaba me decía —Te han concedido una beca en
España—.
Leí el texto y
efectivamente era así. A mí y a mi mujer por ser nietos de españoles el
Ministerio de Trabajo y Emigración español había aceptado una petición de beca
que habíamos realizado unos meses antes.
Esa carta cambió
nuestras vidas. Tuvimos que superar enormes dificultades para poder dejar
el país pero dos meses después ya estábamos en España viviendo con muchas
limitaciones pero en libertad y lejos del terrorismo de estado argentino de
entonces.
Han pasado más de
cuarenta años y aún conservo esa carta. Ahora mientras escribo estas líneas la
tengo en mis manos y los recuerdos vienen a mí. En mi memoria está grabado
aquel día cuando a través de ese papel recibí la noticia más esperanzadora que
hasta ahora he vivido.
Suelo hablarle a
mis hijos de esta carta y creo que entienden el significado de esta historia.
En fin, la
conservaré siempre. En ese papel venía escrito el mensaje de esperanza y
libertad que permitió que mi familia y yo pudiésemos huir del infierno
genocida.
J.P
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