Tres pintores en Madrid



Derain, Balthus y Giacometti

Exposición en la Fundación Mapfre de Madrid

Estos tres grandes artistas del siglo XX reflejan también a través de sus vidas y de sus obras los grandes cambios artísticos y también socio-culturales del siglo pasado. Sin duda, de diferentes maneras, las guerras de ese siglo también influenciaron en sus vidas y sus producciones artísticas.
La muestra en la Fundación Mapfre no incluye las obras más polémicas de Balthus, niñas en situaciones ambiguas. En realidad va sobre la amistad de tres artistas y sus afinidades.
André Derain (1880-1954), Balthus (1908-2001) y Alberto Giacometti (1901-1966) eran amigos. Así lo atestigua una enorme foto colgada al final de la exposición Derain/Balthus/Giacometti, Una amistad entre artistas que acaba de inaugurarse en las salas de la Fundación Mapfre en Madrid y que permanecerá abierta hasta el 6 de Mayo.
 A primera vista no parece que exista mayor relación artística entre ellos, si se exceptúa que los tres son figurativos y trataron mucho la figura femenina. Y, no obstante, la relación, la complicidad y la amistad existían, aunque seguramente no fueron tan exclusivas como parece desprenderse de los textos del catálogo.
 En los años 1934-35 el joven Balthus andaba fascinado con Derain, veintiocho años mayor que él. Pero no se sentía atraído por el Derain fauve, si no por el que había vuelto a las fuentes clásicas.
 Derain visita una de las primeras exposiciones de Balthus, y se establece un contacto inmediato entre el gran pintor rechazado por sus pares más significativos y un joven cuya carrera comenzaba y continuaría en un cierto tono escandaloso.
Aunque ha de decirse de inmediato que Balthus aseguró toda su vida que en su ánimo no estaba provocar, no era tan inconsciente como para no saber que varios de sus cuadros con niñas levantarían una polvareda que dura hasta hoy mismo. De todas formas, los cuadros de aquella primera época que fascinaron a Derain no están en esta exposición y quizá resulte un poco más complicado entender la atracción mutua salvo que comprendamos su común amor al clasicismo.
Un amor del que participaba Giacometti (pintor-escultor), pero de forma ampliada. Porque el suizo estudió no solo a renacentistas, griegos y romanos, sino también escultura etrusca o mesopotámica.
Así se abre la exposición, tras una Introducción con obras de los tres artistas entre las que solo destaca el Bodegón con peras (1936) de Derain que Balthus admiraba.
La primera sección se llama La mirada cultural y se supone que rastrea los orígenes artísticos de los tres amigos. Se pueden ver copias o interpretaciones de obras renacentistas de Piero della Francesca por Balthus o del Renacimiento tardío e influencias más exóticas, como varios dibujos sobre esculturas egipcias en Giacometti.
Hay influencias en Derain algo inesperadas, como una copia de 1945-1950 de una de las varias versiones de La matanza de los inocentes (1565-1567)  de Pieter Brueghel el Viejo y su hijo El Joven, con algunas variaciones sobre el original que acercan una obra muy señalada del Renacimiento alemán al Renacimiento italiano. 
Sigue Vidas silenciosas, una corta excursión por paisajes de Balthus, alguno de plena madurez como El Valle del Lone (1957), para mí uno de lo más hermosos de la exposición, donde no aparecen figuras, algo notable en un pintor tan ligado a la figura humana. Hay una muy buena Vista de Saint-Maxim (1930) de Derain, un paisaje rural donde Derain muestra su dominio de la pintura y su capacidad para depurar formas y colores. Se regresa a Balthus con motivo de los bodegones y de Giacometti, que no había aparecido por aquí, se presenta otro bodegón. No es que diga gran cosa sobre la relación de los artistas, porque estos temas estaban siendo tratados hasta por Picasso, el ser artísticamente más odiado por Derain.
Luego llega El modelo que sin duda es central en el trabajo de los tres, aunque desde diferentes perspectivas y peripecias. Hay dos cuadros de Derain (1930-35) y Balthus (1955) que están muy bien traídos, sendas jóvenes con el torso descubierto y que parecen casi figuras especulares. Hay niñas de Balthus y Derain que se dan cierto aire, aunque el velo morboso del primero falta en el segundo. 

A continuación llega la sala más nutrida, llamada Entreacto. Giacometti, de nuevo, va a su ritmo y aquí abre la sala con un par de proyectos, uno de los cuales ni siquiera es para una obra teatral, aunque si tenga cierto carácter dramático. Lo mejor es el escenario que diseñó para la representación de Esperando a Godot de 1961 en París por el cual, Samuel Beckett, se interesó muy de cerca.
Balthus y Derain sí que participaron en un buen número de obras, muchas de ellas representadas.
La última sección, llamada La garra sombría “reúne las obras que tocan la alarma de un mundo vacilante”. En realidad viene a ser un popurrí de épocas y motivos diversos con un vago aire misterioso o siniestro que es desmentido rotundamente al final por unos opulentos desnudos de Derain como El claro del bosque (El almuerzo en la hierba, 1938).
En su conjunto se trata de una exposición rara pero entretenida. Por desgracia no están las obras de Balthus que le siguen definiendo hoy en día y que decenios después siguen provocando escándalos, como uno en el Metropolitan de Nueva York hace poco más de un mes.
Tampoco hay grandes cosas de Giacometti, exceptuando un par de cuadros y sus siempre maravillosos dibujos. Me gustó mucho de Giacometti  algunos rostros de mujer y la obra La casa blanca. 
Derain fue el primero en morir en 1954. Poco más de una década después fallecía Giacometti. Balthus alcanzó los 93 años, muriendo en 2001. Pero ver su obra reunida y relacionada, aunque veces sea un poco forzada, explica mejor cuestiones como la relación entre artistas que su mismo arte. Hay afinidades inesperadas y aunque las piezas aquí reunidas no son en general excepcionales, sí narran bastante bien una de esas historias.

En resumen: como visitante amante del arte pero sin ninguna formación técnica, me pareció la exposición entretenida y me permitió conocer mejor la obra de estos tres grandes del siglo XX aunque esperaba más de ella. Personalmente me gustaron más las obras aquí expuestas de Giacometti y Balthus que las de Derain. Pero es mi gusto, ya que no tengo capacidad para juzgarlas técnicamente desde el punto de vista artístico. Si vais por Madrid merece visitarse esta exposición.










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