Literatura. Acerca de Kafka. Marta Herrera Marcelino


I) Acerca de Kafka


LA HERIDA KAFKIANA

Marta Herrera Marcelino

En la opresión y asfixia a la que nos somete Kafka con su extensa producción literaria deja entrever su frágil y compleja personalidad ante un mundo incierto en el que el individuo ya no es una seguridad para sí mismo. No hay ningún haber, sólo un ser, sólo un ser demandando un último suspiro, un ahogo establece el autor checo en “Meditaciones sobre el pecado, el sufrimiento, la esperanza y el camino verdadero”. Más allá de su propio transcurso vital, Kafka plasma en sus relatos las angustias, vergüenzas, frustraciones y alienación que envuelven al hombre contemporáneo y lo arrojan a una realidad inconsistente. 
Entre otros, el motivo de la herida es prácticamente una constante en las novelas y relatos del autor. La herida cicatrizada en una piel envejecida, la herida repleta de gusanos retorciéndose, la herida como marca estigmatizadora, la herida torturada por un castigo divino. El empleo de la descripción de estas lesiones físicas en múltiples personajes no es aleatorio: pareciera que Kafka quiere transmitirnos un profundo análisis psicológico del sujeto en sí mismo, así como un reflejo autobiográfico. Kafka, reformulando la frase grabada en el bastón de Balzac (Rompo todos los obstáculos) se reafirmó en que, a él, todos los obstáculos le rompían. Los múltiples embates de su vida personal, su condición religiosa, su imposibilidad de regirse bajo los imperativos sociales, así como la ambivalencia sufrida ante la soledad y la necesidad de la reafirmación del otro son las heridas que Kafka es incapaz de coser pues continuamente son reabiertas por sí mismo.    

Como se muestra de forma explícita en “Carta al padre” o implícita en “La condena”, las diferencias entre el escritor checo y su progenitor eran insalvables. Un hombre comerciante, vivaz y de enorme disposición que relegó a Franz al papel de inferioridad derivado de la decepción que le generaba su primogénito y único hijo varón al carecer de espíritu o ambición emprendedora y caracterizarse por tener debilidad de ánimo. El escritor checo sintió durante toda su vida esta decepción como una cruz, como una vergüenza que había de portar a modo de condena, metaforizada en el relato homónimo al suicidarse Georg Bendermann de un atlético salto para orgullo de sus padres, embelesados por sus habilidades gimnásticas pasadas. Frente a lo que se esperaba de él, Kafka nunca sintió valorada su producción literaria, que incluso utilizó a modo de doloroso castigo público a su familia (en palabras del propio autor) publicando “El barullo” como queja de la convivencia familiar en una revista de Praga. Más si cabe, el autor le recriminó a su padre en “Carta al padre” que este sintiera aversión hacia su ocupación literaria, confesándole asimismo que con tal rechazo acrecentaba más su afán por escribir.  
Estrechamente relacionada con su conflictiva relación paterno-filial se encuentra la herida religiosa de Kafka. 

Criado en una Praga escindida en checos y alemanes, los judíos vivían en una ambigüedad social marcada por el rechazo de ambas comunidades. Los Kafka, cuyo cabeza de familia había tomado la determinación de asimilarse al grupo alemán como ascensor social diluyendo su identidad judía, era uno de los ejemplos significativos de esta lucha por la supervivencia social. Los limitados recursos económicos de la minoría judía habían conducido a una fe deshilvanada sustituida por relaciones de comercio. En este contexto, el joven Kafka se sentía desheredado de una religión con la que no se identificaba. En sus diarios, escribía: ¿Qué tengo en común con los judíos? Tengo poco en común conmigo mismo y debería quedarme muy quieto en un rincón, contento de poder respirar. El marco histórico en el que se sitúan estas profundas dudas coincide con lo que Max Brod consideró la sátira más genial sobre la asimilación de los judíos: “Informe para una academia”. Quien fue un simio, Pedro El Rojo, encuentra una única salida, la de convertirse en hombre y adaptarse al orden social emulando las prácticas habituales de los seres humanos, al igual que tuvieron que hacer las comunidades judías tras la diáspora. Con independencia del cariz irónico de esta brillante obra, la extrañeza que le provocaba el ser y no sentirse judío fue evolucionando tanto en reproches al legado paterno como a incursiones más profundas en el sionismo. 

El escritor checo en “Carta al padre” dedicó largas páginas a criticar la ausencia de educación religiosa por parte de su progenitor: ¡Pero qué judaísmo era el que recibí de ti! La herida religiosa de Kafka parece tratar de sanar cuando comenzó a frecuentar obras teatrales en yiddish, a interesarse por la mística judía e incluso a planear emigrar a Israel, proyecto desechado ante las primeras señales de su mortal tuberculosis. No obstante, de ninguna manera puede considerarse que el autor que nos concierne cicatrizase ya fallecido su herida judía ante el exterminio nazi del que fueron víctimas sus tres hermanas y dos de sus amantes, Milena y Dora. 

Otra de las heridas más profundas que podemos observar en Kafka es la que nace de la obligación y el deber. Se doctoró en Derecho ante la insistencia de su padre, pese a que fueran otros ámbitos artísticos y literarios los que colmasen de sentido existencial al autor. En su vida profesional como burócrata en una aseguradora fue severamente autodeterminado al trabajo, sin apenas descanso y con tesón y puntualidad. Esta faceta del autor es asimismo una constante en múltiples de sus relatos, como al despertar Gregorio Samsa convertido en un monstruoso insecto siendo su único pensamiento el de llegar con prontitud al trabajo con independencia de su extraña e inesperada transformación. No solo en “La metamorfosis”, también en “Blumfeld, un solterón” el protagonista manifiesta una casi obsesiva disciplina y dedicación laboral incluso con surrealistas acontecimientos rodeándole. 

Dejando de lado su determinación manifestada en el cumplimiento de la obligación, el escritor checo fue incapaz de sanar su herida con las estructuras sociales y concretamente, con el compromiso matrimonial. Kafka se sintió un inadaptado durante toda su existencia, lo que vivía como una condena conducente a una soledad que sentía como merecida. Esta incapacidad o rechazo a distintas relaciones interpersonales le llevaron a crear personajes en sus obras marginados e ignorados, mas deseosos de la mirada ajena, como es el caso de “Un artista del hambre”, otros necesitados de soledad (“Un artista del trapecio”), así como otros, protagonistas del olvido del otro. Nos encontramos ante la caída en la insignificancia y el rechazo social y familiar en “La metamorfosis” como reflejo del arrebato al individuo de su propia identidad humana. 

Precisamente en esta obra Gregorio Samsa, como terrorífico insecto, es lesionado por su propio padre, quien le ataca al considerarlo una amenaza, creándole una herida que se le infecta gravemente ante la indiferencia de su familia. La soledad, esta vez, elegida pero no del todo disfrutada, es objeto de otros de sus relatos como “Blumfeld, un solterón” poniendo de manifiesto ese celibato intencionado de Kafka en su rechazo a la vida matrimonial por creerse limitado en su vocación literaria. Necesito mucho la soledad. Todo lo que he logrado no es más que un éxito de la soledad. Odio todo lo que no concierne a la literatura. Me aburren las conversaciones y el hacer visitas; las alegrías y las penas de las personas de mi familia me aburren hasta el fondo de mi alma. Pese a haber mantenido relaciones amorosas, concretamente, cinco tentativas matrimoniales, todas fueron frustradas por su terror a ver cercenada su escritura, a la que él mismo definía como mi único medio sincero de entenderme con el mundo. Se muestra así la herida como problema afectivo y dificultad relacional, que no excluye los temores del hombre contemporáneo que Kafka sabiamente reconoce y advierte en sus escritos.

 Resulta destacable el caso de la soledad provocada por la indiferencia del otro en “El silencio de las sirenas”, donde Ulises no ha de enfrentarse al atractivo y embaucador canto de las sirenas sino al silencio de las mismas, como muestra de desinterés. Igual indiferencia que la que narra en su relectura del mito de Prometeo al justificar el cierre de la herida con la impasibilidad y abulia de los dioses y las águilas ante el olvido de su traición divina. La soledad kafkiana no es meramente un rechazo a lo construido socialmente sino también un temor al rechazo y la indiferencia de la mirada ajena ante lo que uno es.
A Kafka el suelo se le abre bajo sus pies formando una grieta en sí mismo: la herida. 
¿Es posible curar la herida de Kafka? O de la misma manera, ¿puede el hombre contemporáneo hacer sanar lo que continuamente le angustia y le avergüenza mientras un mundo incomprensible se retuerce ante él? 
 
 
 Bibliografía empleada
Araújo, A.F., Ribeiro, J.A., Azevedo, F. (2017). Prometeo, de Franz Kafka. Un abordaje mitocrítico. Acta Scientiarum, 39, 1, 91-99. Vínculo: https://doi.org/http://dx.doi.org/10.4025/actascihumansoc.v39i1.32669
Bozal, S. (2009). Franz Kafka/Alfred Kubin: Ein Landarzt. La parábola sin clave. Revista de Filología Alemana, 2009, 73-88. Universidad Complutense de Madrid. Vínculo: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=321860050009
Gojman, M. (2017). Franz Kafka, una identidad judía “kafkiana”. Enlace Judío. Vínculo: https://www.enlacejudio.com/2017/11/23/franz-kafka-una-identidad-judia-kafkiana/
Vivar, F. (2017). Dos sátiras sobre la asimilación. Hispanófila, 180, 77-90. Vínculo: https://www.jstor.org/stable/10.2307/90018362
Kafka, F. (1995). La metamorfosis y otros relatos. RBA. Barcelona.  [Original publicado en 1915]
Kafka, F. (2003). Carta al Padre, Meditaciones y otras obras. Edimat. Madrid. [Original publicado en 1952]
Kafka, F. (2006). Diarios. Debolsillo. Madrid. [Original publicado en 1948]

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