Arte: manifiestos vanguardistas
En las primeras décadas del siglo XX surgieron en el arte unos movimientos de vanguardia y cambio que revolucionaron sobre todo la literatura y la pintura. Releyendo sobre esta etapa notable en la creación artística me encontré con este interesante artículo publicado en la revista cultural Leedor y que a continuación transcribo.
-->
-->
Los manifiestos vanguardistas
Pintura de Ernst Kirchner
Las vanguardias
estuvieron conformadas por una serie de movimientos –también llamados -ismos–
que se desarrollaron a principios del siglo XX. La mayoría de ellos abarcaron
diferentes artes, pero sus características se pueden observar muy bien en la
literatura y en la pintura, especialmente.
La Revolución Rusa (1917); la Primera Guerra
Mundial (1914-1918); la crisis social y económica que vivió Europa, pero
también América; la aparición de numerosos inventos o avances tecnológicos como
el automóvil, el avión, el cinematógrafo, el gramófono, entre otros; la
irrupción de Sigmund Freud y sus aportes sobre el inconsciente; todo vino a
crear un contexto favorable al surgimiento de las vanguardias. Estas proponen
un enfrentamiento con los valores anteriores, con la manera de considerar el
arte, con las formas de expresión tradicionales. Si el mundo está en crisis, el
arte debe reflejar esa crisis, barajar y dar de nuevo para crear un modo de
expresión acorde a los tiempos que corren.
Impresionismo, Expresionismo, Dadaísmo, Cubismo,
Surrealismo, Ultraísmo, Futurismo, por mencionar algunos, imponen sus estéticas
con mayor o menor suerte. Algunos de estos movimientos nos dejaron grandes
obras de arte o excelentes textos literarios; otros no tanto, pero lo
importante es que plantearon el debate acerca de los recursos, las técnicas, el
valor del hecho artístico; reflexionaron sobre la libertad en el arte, sobre la
subjetividad; pusieron en tela de juicio las normas.
En síntesis, las vanguardias se sustentan en una
problematización de la realidad tal como era concebida hasta entonces. Lo más
curioso, además, es que representan los últimos movimientos de alcance mundial.
A partir de entonces, el arte en general se atomizó, pero la impronta de
aquellos movimientos continuó en dos conceptos que siguen vigentes la libertad
y la experimentación.
Recordamos a continuación algunos fragmentos de manifiestos vanguardistas,
textos que postularon los principios fundamentales de cada uno de los -ismos,
muchos de los cuales valen estéticamente por sí mismos más allá de la duración
del movimiento al cual hacen referencia.
Manifiesto
futurista, Filippo Tommaso Marinetti (1909)
(…) Nosotros cantaremos a las grandes masas
agitadas por el trabajo, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las
marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales
modernas, cantaremos al vibrante fervor nocturno de las minas y de las
canteras, incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas,
devoradoras de serpientes que humean; a las fábricas suspendidas de las nubes
por los retorcidos hilos de sus humos; a los puentes semejantes a gimnastas
gigantes que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que
patalean sobre los rieles, como enormes caballos de acero embridados con tubos,
y al vuelo resbaloso de los aeroplanos, cuya hélice flamea al viento como una
bandera y parece aplaudir sobre una masa entusiasta. Es desde Italia que
lanzamos al mundo este nuestro manifiesto de violencia arrolladora e
incendiaria con el cual fundamos hoy el FUTURISMO porque queremos liberar a
este país de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y
de anticuarios. Ya por demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de
ropavejeros. Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la
cubren por completo de cementerios.
Manifiesto
cubista, Guillaume Apollinaire (1913)
(…) La verosimilitud no tiene ya ningún valor,
porque el artista lo sacrifica todo a la verdad, a la necesidad de una
naturaleza superior que el imagina sin descubrirla.
El tema ya no cuenta, o apenas cuenta. En general,
el arte moderno rechaza la mayor parte de los medios empleados por los grandes
artistas pasados para agradar.
Si el fin de la pintura es siempre, como lo fue en
un tiempo, el placer de la vista, ahora se pide al amante del arte que
encuentre un placer diverso del que le puede procurar, igualmente bien, el
espectáculo de las cosas naturales.
Nos encaminamos así hacia un arte completamente
nuevo que será para la pintura, tal como fue considerada hasta ahora, lo que la
música es para la literatura.
Será pintura pura, como la música es literatura
pura.
El aficionado a la música experimenta, al escuchar
un concierto, una alegría distinta de cuando escucha los ruidos naturales, como
el murmullo de un arroyuelo, el mugido de un torrente, el silbido del viento en
el bosque o las armonías del lenguaje humano fundadas en la razón y no en la
estética.
Del mismo modo, los pintores nuevos procuraran a
sus admiradores sensaciones artísticas debidas únicamente a la armonía de las
luces contrastantes.
Primer
manifiesto dadaísta, Tristan Tzara (1918)
(…) Yo escribo un manifiesto y no quiero nada y,
sin embargo, digo algunas cosas y por principio estoy contra los manifiestos,
como, por lo demás, también estoy contra los principios, decilitros para medir
el valor moral de cada frase. Demasiado cómodo: la aproximación fue inventada
por los impresionistas. Escribo este manifiesto para demostrar cómo se pueden
llevar a cabo al mismo tiempo las acciones más contradictorias con un único y
fresco aliento; estoy contra la acción y a favor de la contradicción continua,
pero también estoy por la afirmación. No estoy ni por el pro ni por el contra y
no quiero explicar a nadie por qué odio el sentido común. (…)
DADÁ no significa nada. (…) Así nació DADÁ, de una
necesidad de independencia, de desconfianza hacía la comunidad. Los que están
con nosotros conservan su libertad. No reconocemos ninguna teoría. Basta de
academias cubistas y futuristas, laboratorios de ideas formales. ¿Sirve el arte
para amontonar dinero y acariciar a los gentiles burgueses? Las rimas acuerdan
su tintineo con las monedas y la musicalidad resbala a lo largo de la línea del
vientre visto de perfil. Todos los grupos de artistas han ido a parar a este
banco a pesar de cabalgar distintos cometas. Se trata de una puerta abierta a
las posibilidades de revolcarse entre muelles almohadones y una buena mesa.
Manifiesto
ultraísta, Jorge Luis Borges (1921)
(…) enunciaré las intenciones de mis esfuerzos
líricos.
Yo busco en ellos la sensación en sí, y no la
descripción de las premisas espaciales o temporales que la rodean. Siempre ha
sido costumbre de los poetas ejecutar una reversión del proceso emotivo que se
había operado en su conciencia; es decir, volver de la emoción a la sensación,
y de esta a los agentes que la causaron. Yo –y nótese bien que hablo de
intentos y no de realizaciones colmadas– anhelo un arte que traduzca la emoción
desnuda, depurada de los adicionales datos que la preceden. Un arte que rehúye
lo dérmico, lo metafísico y los últimos planos egocéntricos o mordaces.
Para esto –como para toda poesía– hay dos
imprescindibles medios: el ritmo y la metáfora. El elemento acústico y el
elemento luminoso.
El ritmo: no encarcelado en los pentagramas de la
métrica, sino ondulante, suelto, redimido, bruscamente truncado.
La metáfora: esa curva verbal que traza casi siempre
entre dos puntos –espirituales– el camino más breve.
Primer
manifiesto surrealista, André Breton (1924)
(…) Amada imaginación, lo que más amo en ti es que
jamás perdonas.
Únicamente la palabra libertad tiene el poder de
exaltarme. Me parece justo y bueno mantener indefinidamente este viejo
fanatismo humano. Sin duda alguna, se basa en mi única aspiración legítima.
Pese a tantas y tantas desgracias como hemos heredado, es preciso reconocer que
se nos ha legado una libertad espiritual suma. A nosotros corresponde
utilizarla sabiamente. Reducir la imaginación a la esclavitud, cuando a pesar
de todo quedara esclavizada en virtud de aquello que con grosero criterio se
denomina facilidad, es despojar a cuanto uno encuentra en lo más hondo de sí
mismo del derecho a la suprema justicia. Tan sólo la imaginación me permite
llegar a saber lo que puede llegar a ser, y esto basta para mitigar un poco su
terrible condena; y esto basta también para que me abandone a ella, sin miedo
al engaño. ¿En qué punto comienza la imaginación a ser perniciosa y en qué
punto deja de existir la seguridad del espíritu? ¿Para el espíritu, acaso la
posibilidad de errar no es sino una contingencia del bien? (…)
Surrealismo: sustantivo masculino. Automatismo
psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de
cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un dictado del
pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda
preocupación estética o moral.
Comentarios
Publicar un comentario