Tres breves artículos para reflexionar


Tres artículos para reflexionar y debatir.



Un nido de golondrinas

  • MANUEL VICENT


https://lectura.kioskoymas.com/article/282273851200249


Aunque para vivir con cierta dignidad uno trate de sacudirse de encima la basura mediática, no puedes evitar que te ensucie la mente dado que impregna la atmósfera que te ves obligado a respirar. Después de contemplar en vivo y en directo cómo mueren cientos de niños bajo las bombas, cómo se reducen a escombros las ciudades, cómo se halla este perro mundo a merced de un soberano idiota, uno intenta refugiarse en la música, en la lectura o volver al mar poniendo tierra por medio. Camino del mar a través de la espléndida primavera que han dejado las pasadas lluvias y del paisaje con todos los verdes en llamas, al final de la huida me he reencontrado con el puerto, con los barcos de pesca y el oleaje contra esas calas que uno lleva siempre en la memoria. Por un momento me creí a salvo, pero al llegar a la casa cerrada desde el pasado verano he visto que una pareja de golondrinas estaba construyendo su nido en una de las vigas de la terraza interior. En sus idas y venidas con una bola de barro en el pico estaban a medias en su afanosa tarea de construir su nido en la vertical de la mesa donde solemos reunirnos la familia y los amigos en las comidas durante las vacaciones. Hasta ese momento la pareja de golondrinas habría hecho más de 2.000 viajes con unos 10 días de trabajo. Un nido de golondrinas en casa suele dar una sensación de felicidad, pero si ese nido llegara a buen término me obligaría a retirar los muebles y dejar la terraza exenta para evitar que los polluelos echaran sus excrecencias sobre nuestros platos. De pronto, se me planteó un problema de conciencia. Acababa de ver en los telediarios la destrucción de las casas en Gaza y en Ucrania, cómo una vivienda en la que una familia ha vivido varias generaciones era abatida por unos soldados israelíes. Ahora estaba en mis manos destruir la casa de unas golondrinas. Llevo dos días viendo cómo construyen su nido. No sé qué hacer. Me pregunto qué haría Gustavo Adolfo Bécquer en este caso.




Líbranos del mal

  • DAVID TRUEBA


ttps://lectura.kioskoymas.com/article/281642491012164


El caso del libro de Luisgé Martín El odio se ha cerrado en falso. La decisión de la editorial de suspender la publicación de ese libro sobre el asesino de sus dos hijos en un caso de violencia vicaria que sacudió la sociedad española parece responder a la presión popular. De hecho, por dos veces los jueces que estudiaron la petición de retirada del libro se negaron a hacerlo pese a la comprensión con el dolor de la madre de las víctimas. Con el típico ventajismo de racimo tan común en la época de las redes sociales todos hablan mal de lo que ahora toca hablar mal. En otras ocasiones similares el silencio ha sido clamoroso. Y por encima de todo la industria del morbo y la reelaboración del crimen y la fascinación por la maldad no sólo no remite, sino que no deja de crecer gracias al éxito popular con el que cuenta. Es evidente que si algunos fragmentos de ese libro atentaran contra el honor o revelaran secretos íntimos de los afectados los tribunales estarán listos para dictar la supresión de esos párrafos. Hasta aquí una normalidad legal que se ha refrendado en múltiples ocasiones anteriores.


Los familiares de fallecidos en crímenes se sienten alterados por la revisión de esos episodios dramáticos, pero está complicado que puedan prohibirlos más allá de evitar que los criminales puedan lucrarse directa o indirectamente por la explotación de estos derivados de la industria del entretenimiento. En el caso que nos ocupa, lo que sucede es que un producto comercial ha sufrido la retirada por verse amenazada su viabilidad por la presión popular en contra. Por eso estamos ante una conclusión en falso, una especie de limbo que convendría aclarar. Es evidente que el único responsable de un libro es su autor y cuando se manejan materiales de enorme sensibilidad social cualquiera que se sienta dañado tiene derecho a afrentarlo y afearle su labor. Que la madre de los niños asesinados se enterara por algunos adelantos de prensa de la publicación del libro resulta indigno, pero difícilmente eso puede acarrear la suspensión de su lanzamiento. Tampoco la apariencia de satisfacción con que el criminal recibió la propuesta, porque sabemos que los narcisistas siempre festejan las publicaciones sobre su persona. Aunque sean críticas o incluso demoledoras, les hace salivar verse retratados para la eternidad. La miseria humana es ilimitada y eso nos debería obligar a ser muy cuidadosos con lo que regalamos a los criminales: nuestra atención, nuestro tiempo, nuestra mistificación.


La ley es clara y no permite la exaltación de asesinos ni dictadores, ni ongi etorris ni el negacionismo de genocidios. Y bien está que así sea. Pero ninguna de las derivaciones literarias sobre asesinos pueden ser prohibidas por el mero hecho, también evidente, de que revuelven las entrañas de los familiares de sus víctimas. Hay gente que considera maravillosa la película de Tarantino Érase una vez en…Hollywood, donde los dos zoquetes protagonistas logran evitar a puñetazos que los asesinos maten a la dulce Sharon Tate embarazada de ocho meses como sucedió en aquella infausta noche de 1969. ¿Podrían los familiares haber impedido la difusión de esta película? Conviene no perder nunca de vista que la justicia no es un padre nuestro que pueda librarnos del mal, de la indelicadeza ajena, de la apropiación. Una sociedad libre nos obliga a asumir muchas responsabilidades de manera individual, como autores pero también como espectadores. He ahí nuestro pánico inconfeso a las libertades.



¿Quién se atreve a viajar a EE UU?


JAIME RUBIO HANCOCK


https://lectura.kioskoymas.com/article/281676850754161


¿A quién le apetece ir a Estados Unidos de vacaciones? A mucha gente, desde luego, pero bastante menos que hace un año. El politólogo y ensayista Ian Bremmer compartía en X unos gráficos del Financial Times que muestran una caída del 17% en los viajes de europeos al país durante marzo, en comparación con el mismo mes del año pasado. En algunos países, como Irlanda, Noruega y Alemania, la caída es de más del 20%.

Podría argumentarse que la cifra está sesgada porque en 2024 la Semana Santa cayó en marzo. Pero el diario también explica que la cadena de hoteles Accor está registrando un descenso del 25% en las reservas de europeos en Estados Unidos para este verano. Y la cifra es importante para un país que es el tercer destino turístico del mundo, después de Francia y España.

La caída es comprensible si tenemos en cuenta que el Gobierno del país se muestra bastante hostil a los extranjeros, a pesar de que todos los estadounidenses, salvo los nativos americanos, son inmigrantes o descendientes de inmigrantes. Esta hostilidad no es solo retórica, como muestra el aumento de las deportaciones sin garantías judiciales. Un ejemplo terrorífico: Kilmar Abrego García fue llevado por error a la macrocárcel de terroristas de El Salvador. En un ejercicio asombroso de mala fe y sociopatía, tanto Trump como el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, han asegurado que no pueden hacer nada para sacarlo de esa prisión.

Sí, de acuerdo: es muy improbable que alguien que esté de viaje por Nueva York acabe por error en una cárcel salvadoreña. Pero ya no es imposible. Y eso cambia algunas decisiones porque será que no hay sitios seguros a los que viajar. Otro riesgo más obvio es que a uno no le dejen entrar en el país y se tenga que volver sin haber podido comprar ni un mísero llavero de los Yankees. Como le pasó, por ejemplo, a un científico francés que viajaba a Houston para una conferencia y al que las autoridades no dejaron entrar en el país después de cotillearle el móvil y ver mensajes privados en los que criticaba al Gobierno de Trump.

Si criticar a Estados Unidos significa que uno no puede entrar en el país, es normal que haya gente aplazando las vacaciones en

Nueva York o en San Francisco para cuando haya algún presidente normal, si es que alguna vez vuelve a haberlo. Todos hemos criticado la política estadounidense. Si echamos pestes de la española, que es pequeña y no tiene mucha importancia, ¿cómo no vamos a hablar regular de las decisiones de la primera potencia mundial, que por desgracia nos afectan a todos?

Pero ya que hablamos de política española, los europeos tampoco estamos para dar lecciones en lo que se refiere al trato a los inmigrantes. Un ejemplo lo vemos en el rechazo de varias comunidades autónomas al reparto de menores extranjeros. O en los intentos de países de la UE como Italia de crear campos “de expulsión” en Albania, que no es algo tan diferente al experimento salvadoreño.

Por supuesto, es muy difícil, casi imposible, que acabemos en un campo de concentración si vamos a hacer fotos a Times Square o al Coliseo. Pero si quisiéramos trabajar, por ejemplo, o huyéramos de una guerra o de una dictadura, sería un resultado algo más probable. El ejemplo de Trump y de Bukele, que parece sacado de la distopía más ridícula, nos podría ayudar a recordar qué clase de país queremos ser y qué clase de gobiernos queremos votar. Al fin y al cabo, todos estamos a unos pocos aranceles y a una nueva crisis de volver a ser emigrantes.


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