La erótica del autoritarismo. N. Ramírez
La aberrante erótica del nuevo autoritarismo
Noelia Ramírez
https://lectura.kioskoymas.com/article/281694030590339
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Como una versión recauchutada de Lara Croft, marcando músculo con ropa deportiva ajustada, una alto cargo estadounidense posa con gorra delante de una celda repleta de hombres en El Salvador. Su melena trabajada con plancha, su sonrisa artificial y un rostro definido por el abuso de inyectables contrastan con lo que se ve detrás: encerrados tras los barrotes, decenas de reclusos con la cabeza rapada permanecen de pie despojados de humanidad. Todos los presos han sido colocados estratégicamente: los de arriba se sientan en sus literas en la misma posición; los de abajo, en fila y sin camiseta, muestran sus tatuados torsos. Ella luce un llamativo Rolex de oro y plata valorado en 60.000 euros en un vídeo que la semana pasada dio la vuelta al mundo en pocos minutos. Para definir jerarquías y sembrar el terror, detalles como los de ese exclusivo reloj o su hipersexualización a lo Tomb Raider son los que definen la erótica del nuevo fascismo. En esa megacárcel salvadoreña, Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional del Gobierno de Donald Trump, dijo: “Quiero que todo el mundo sepa, si vienen a nuestro país ilegalmente, que esta es una de las consecuencias a la que se pueden enfrentar. Si no se van, los vamos a cazar, arrestar, y podrían terminar en esta cárcel salvadoreña”. Más que por ese mensaje, su vídeo impactó por su semántica visual.
Aunque la cirugía plástica y las inyecciones están normalizadas más allá de los círculos conservadores, la cosmovisión de la feminidad trumpista aspira a un ideal de supremacía estética. Tanto Noem como el entorno del presidente, también hombres, exhibe la denominada “cara Mar-a-Lago”, un perfeccionamiento a base de bótox e inyectables. “La retórica trumpista celebra la modificación corporal y se enmarca a sí misma a través de una idea que tergiversa la autenticidad.
Las mujeres Trump, según esa teoría, son reales precisamente porque se esfuerzan por actuar como mujeres mientras las mujeres de izquierda no lo son porque, en esta lógica, el feminismo las hace rebelarse contra sus roles “naturales”, escribió el escritor y académico de Dartmouth Jeff Sharlet, a propósito del posado de Noem tras viralizar una reflexión previa en Bluesky. Sharlet defiende que ese vídeo es “un cebo” para caer en una trampa: si se habla del aspecto estudiado de Noem a lo Lara Croft en esa cárcel, los trumpistas nos llamarán “sexistas” por destacarlo. “Esa trampa solo conserva su poder si juzgamos sus resultados según las normas prefascistas. El vídeo de Noem nos reta a identificar su intención: la erotización sádica del poder. Nómbralo y eres el pervertido. Por eso debemos identificar toda la trampa, no solo el cebo”, reflexionó.
En 1975, al definir la estética fascista, Susan Sontag escribió que “las relaciones de dominación y de esclavización adoptan la forma de una pompa característica”, que se caracteriza por “la conversión de las personas en cosas y el agrupamiento de personas/cosas alrededor de una todopoderosa e hipnótica figura de jefe o fuerza”. El posado de Noem como dominatrix de reos funciona bajo esos parámetros, así como el tenebroso vídeo de los deportados sin rostro convertidos en cosas que la Casa Blanca compartió en X en un tuit titulado “ASMR: Vuelo de deportación de extranjeros ilegales”, que superó los 100 millones de visualizaciones
Operadas y musculadas, las trumpistas poderosas como Kristi Noem transmiten deseo y pavor simbólicos
en pocas horas. Día a día, asistimos a la normalización de una nueva estética en la lógica de amos y esclavos. Y la nueva propaganda autoritaria funciona igual que antes porque es terrorífica o placentera en función del bando que la contemple.
Ahora que la diplomacia es vista como una estrategia de perdedores en esta partida geopolítica, las mujeres con poder en ese tablero, al estilo de Kristi Noem, funcionarán como transmisoras simbólicas de deseo y terror. Por algo, Sontag escribió que “entre sadomasoquismo y fascismo hay un vínculo natural”. Basta con pasar a la sección de Internacional para entenderlo.
Publicado en El País
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