¿Conmemorar el Holocausto?. M. Briz
En estos días se conmemora un año más el Holocausto que sacudió a la humanidad hace solo unas décadas.
Trio. Obra de Félix Nussbaum (Muerto en el Holocausto)
Queridos amigos:
Días atrás un conocido me dijo que dudaba si conmemorar el Holocausto porque ya estábamos en otros tiempos y ahora los problemas eran muy diferentes. Discrepé de su opinión y le escribí unas ideas al respecto para invitarlo a la reflexión. Desde ya os digo que seguramente algunos no estaréis de acuerdo con mi texto y quizás tengáis razón. No soy experto en política ni en historia ni filosofía pero aún así, quiero invitaros a la meditación sobre este hecho que marcó un hito en la historia reciente de la humanidad. Y también, porque creo humildemente que en la forma que observemos este hecho, puede tener alguna utilidad para enfocar la tragedia que se vive hoy en el conflicto palestino-israelí.
Conmemoración del Holocausto
Holocausto proviene del griego antiguo que significa “todo” y kaustos o kautos, que significa “quemado”. Este término, que ya se utilizaba en el siglo quinto antes de nuestra era, puede referirse a una ofrenda ofrecida en sacrificio y consumida totalmente por el fuego, o a una gran destrucción de la vida, especialmente con fuego.
El Holocausto, más recientemente en la historia es la persecución y aniquilación sistemática auspiciada por el estado, de los judíos europeos por parte de la Alemania nazi y de sus colaboradores entre 1933 y 1945. Los judíos fueron las víctimas principales (seis millones fueron asesinados). También los gitanos, las personas con discapacidades físicas y mentales y otras etnias fueron blanco de la destrucción y de la matanza por ser de determinada raza o nacionalidad. Otros tantos millones de personas, entre ellos, homosexuales, testigos de Jehová y disidentes políticos también fueron víctimas de opresión y muerte en la Alemania nazi.
Algunos prefieren hablar en esta conmemoración de "Shoah", palabra hebrea que denota destrucción y catástrofe en lugar de Holocausto. Pero en fin, para el tema del que estoy hablando la distinción puede ser secundaria.
El recuerdo de la guerra, las deportaciones y el genocidio forman parte de nuestras vidas y explica lo que somos como ciudadanos en el siglo XXI. Por ello, en distintos medios internacionales se recuerda el 27 de enero, día en que se liberó el campo nazi de Auschwitz-Birkenau en 1945, para rendir homenaje a las víctimas del Holocausto y recordar que nunca más deberíamos descender al infierno.
En Israel se conmemora el Día del Holocausto, o Yom HaShoah, en hebreo, un día de este mes del calendario judío que cae entre abril y mayo, y está marcado por una ceremonia en la que se encienden seis antorchas en recuerdo a los seis millones de judíos asesinados por los nazis.
La persecución del pueblo judío a través de la historia es una muestra de maldad, villanía, barbarie y de los mayores atropellos hacia la dignidad humana además de una conculcación furibunda de lo que hoy conocemos como derechos humanos. Tras estos actos, además de maldad ha habido intereses económicos, ideologías supremacistas, desviaciones religiosas, propaganda, doctrinas genocidas y búsquedas de chivos expiatorios para canalizar otras tensiones de la sociedad de cada momento histórico, etcétera.
Lo terrible además, ocurrido en la época nazi, fue la organización sistematizada, burocratizada y masiva destinada a ejecutar estos crímenes execrables.
Debemos conmemorar siempre esta tragedia humana como fue el Holocausto para impedir que se vuelva a repetir.
El Holocausto y la intención de eliminar a la totalidad de los judíos ha conmovido los cimientos morales y éticos de la humanidad, sobre todo porque esta intencionalidad surge en un país europeo (Alemania), culto y cercano histórica y geográficamente al mundo que hoy llamamos “occidental”.
Matanzas, persecuciones masivas y vulneración de los derechos humanos han existido a lo largo de la historia de nuestra especie en diferentes lugares de la Tierra con cargas de sufrimientos para esas sociedades similares a la que ahora nos estamos refiriendo. Ejemplos de víctimas de conflictos en la historia serían por ejemplo la secundaria a la conquista de los mongoles, la rebelión de An Lushan, la caída de la dinastía Ming, la aniquilación de los indios americanos o las matanzas de Stalin, entre otras más. La mayoría de estas contabilizaron entre veinte y cuarenta millones de víctimas en cada uno de esos hechos históricos. Profundamente doloroso y muy reciente fue también el genocidio de Ruanda en 1994 que en solo tres meses se produjeron casi un millón de muertos y centenares de miles de violaciones.
Pero la proximidad temporal, cultural y geográfica de la vil persecución de los judíos por los nazis marcó un punto de inflexión en la conciencia de la inmensa mayoría de los habitantes de este planeta.
Tengo una profunda empatía no solo racional sino también casi instintiva ante las víctimas judías de todas las persecuciones que sufrieron en la historia. He repudiado el antisemitismo en todas sus variantes. Quiero y he querido a entrañables personas judías a lo largo de mi vida. Por eso y sobre todo por eso, me produce una rebelión y rabia intensa cuando observo que a los que critican la política del gobierno actual de Israel, liderado por corrientes supremacistas y retrógradas, se les pueda acusar de “antisemitas”.
Burda patraña creada por unos políticos e ideólogos de la destrucción y de la barbarie que actualmente ejecuta Netanyahu sobre los palestinos.
Millares de muertos y mutilados en Palestina, gran parte de estos, niños, mujeres y ancianos, destrucción de hogares, de ciudades y de pueblos enteros, al igual que de hospitales y refugios y aplicación bárbara e inhumana del bloqueo a los alimentos, medicamentos y agua. Se suman a esto, detenciones injustificadas, muertes elevadas de sanitarios, ONGs y periodistas a los que se les impide además el acceso a la zona de guerra para evitar la información. A todo ello se suma la manipulación informativa dentro del propio estado de Israel y en los países occidentales.
Sin duda que hay allí un conflicto muy serio, difícil y complicado que lleva años en desarrollo y que lo único que se logró hasta ahora ha sido el avance de la ocupación ilegal de los territorios y el incremento de organizaciones palestinas terroristas donde solo impera el objetivo de destruir Israel y vengar a sus muertos y mutilados desde el año 1948.
Hubo muy buenos intentos de ir por otros caminos hacia la paz, pero los mismos que hoy gobiernan Israel, con apoyo de USA, junto a los fundamentalistas palestinos, impidieron cualquier solución pacífica a esta cuestión.
Insisto, sé que la solución no es nada sencilla y va a costar enormes sacrificios a todos los que viven en esa área geográfica del mundo impregnada de ideas religiosas que basamentan su existencia en la eliminación del otro.
Pero de ahí a considerar antisemita a cualquiera que critique la política genocida de Netanyahu es un inmenso disparate y una injusticia profunda que niega precisamente el recuerdo esencial de lo que fue el Holocausto del siglo XX.
No olvidemos jamás el Holocausto, pero tampoco transitemos senderos que conduzcan a repetirlo o a escenarios similares, ya que entonces no habrá servido de nada el sufrimiento de millones de víctimas de los campos de exterminio.
No ocultemos ni los crímenes horripilantes y repudiables de Hamás ni la acción de terror y de inhumanidad que día a día sucede en la franja de Gaza por agresiones del gobierno de Israel. Digo del gobierno de Israel porque estoy seguro que gran parte de la población no comparte las bases éticas y morales de las acciones de ese gobierno. Las opiniones de muchos de los ciudadanos hebreos está mediatizada por la propaganda, el miedo, la manipulación informativa y las encuestas dirigidas que pueden servir transitoriamente para conseguir el “apoyo” de las medidas de este gobierno impresentable.
Entre las secuencias concatenadas de guerra-odio-venganza destaca el miedo.
El miedo está presente en ambas poblaciones enfrentadas y destinadas a convivir en un área geográfica del mundo actual. Muchísimos israelíes viven y han crecido con el miedo, con el terror a los cohetes o misiles, a los actos terroristas y a la guerras productos de la falta de acuerdos y desconfianzas mutuas con los vecinos países. Y es así, por lo que entre otras cosas, apoyan al matón sanguinario Netanyahu ya que este les ofrece un marco de “seguridad” temporal. Los palestinos que han visto perder sus tierras, sufrir detenciones, agresiones, humillaciones y ahora destrucción masiva de sus hogares y asesinatos de miles de niños, mujeres y ancianos, sienten también el miedo en sus vidas y se ven amenazados a ser expulsados de su territorio e incluso a la humillación de ver convertido éste en un centro turístico americano-israelí.
Cada acto bélico incrementa el terrorismo y el sufrimiento, no ofreciendo ningún marco futuro para la paz y el entendimiento. Hay una falta atroz de líderes en ambas partes que sepan reconducir este espiral de barbarie y sin razón.
Siempre nos hemos preguntado asombrados qué decían los ciudadanos alemanes mientras crecía el nazismo, o que pensaban los intelectuales del resto del mundo en aquella época. Pues, esperemos que dentro de unos años, el mundo no se pregunte cómo se permitió que USA e Israel hicieran lo que están haciendo hoy en Palestina.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo en general, salvo la extrema derecha u otros enloquecidos, se habían sensibilizado y empatizado con el sufrimiento histórico del pueblo hebreo. Ahora ese avance en muchos lugares pareciera que inicia un retroceso y ello es por la política desarrollada por el actual gobierno de Israel que en cada una de sus acciones incrementa reactivamente el número de terroristas en la zona.
No hay pueblos elegidos; no hay “razas” mejores que otras, no hay religiones que confieran derechos territoriales. Los homo sapiens no tenemos diferencias entre nosotros. Las diferencias son económicas, de cultura, de educación, de valores y en ocasiones por esas diferencias, las sociedades se conducen a repetir ciclos de violencia y retroceso de derechos y libertades no solo en el ámbito individual sino social e internacional.
Si el dolor mayor que ha sufrido la humanidad ha estado en la conculcación de lo que hoy conocemos como derechos humanos, no demos pasos atrás en la historia.
El homenaje mayor a las víctimas del infernal Holocausto del siglo XX es no repetir las mismas conductas violentas, supremacistas, nacionalistas y basadas en el interés económico y “religioso o cultural” , para en un momento histórico, olvidar lo ya vivido y mirar hacia otro lado.
Probablemente los mayores enemigos para la paz estén dentro de las mismas comunidades israelíes y palestinas y sobre ello habrá que reflexionar para poder buscar un horizonte más esperanzador para ambos pueblos.
Cuando a lo largo de los años vimos películas o documentales de la Shoah, la mayoría de las personas nos identificamos y compartimos esos sufrimientos intolerables.
Ojalá en los próximos años nosotros o nuestros hijos o nietos, no tengamos que ver películas similares de injusticias y sufrimientos atroces en otros pueblos, ocasionadas por antiguas víctimas de etapas anteriores o de naciones que otrora defendieron la libertad.
Conmemoremos el Holocausto, rindamos homenaje a las millones de víctimas de esa barbarie y erradiquemos los principios ideológicos que fueron los causantes de la Shoah, sea quien sea la nación que hoy los instrumente para agredir a otro pueblo.
Alerta ante las ideologías racistas, nacionalistas, fundamentalistas religiosas y beligerantes.
Respeto y recuerdo a los millones de asesinados víctimas de ese tipo de ideas.
En fin amigos me despido con las palabras de Elie Wiesel(sobreviviente de los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald):
“¿Cómo se llora a seis millones de muertos? ¿Cuántas velas se encienden? ¿Cuántas plegarias se oran? ¿Sabemos cómo recordar a las víctimas, su soledad, su impotencia? Nos dejaron sin dejar rastro, y nosotros somos ese rastro. Contamos estas historias porque sabemos que no escuchar ni desear saber, lleva a la indiferencia, y la indiferencia nunca es una respuesta.”
“El deber del superviviente es dar testimonio de lo que ocurrió, hay que advertir a la gente de que estas cosas pueden suceder, que el mal puede desencadenarse. El odio racial, la violencia y las idolatrías todavía proliferan.” Elie Wiesel.
Mientras pensáis en el texto podéis escuchar esta popular pero hermosa composición de Beethoven (Claro de luna).
https://youtu.be/qxI_hEs3Y6s?si=cVDYFuYEteYPELKI
María Briz
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