Editorial

 


Queridos amigos:

En estos días en mi cuerpo se está librando una batalla entre el virus SARS-CoV-2 y mi sistema inmunológico. Los efectos colaterales de esa batalla se traducen en síntomas muy desagradables como dolor de garganta, obstrucción nasal y algias generalizadas entre otras cosas. Y espero que solo se quede en eso.  Es por ello que hoy no tengo mucha energía para escribir.  Si adjunto un pequeño escrito que elaboré sobre el mundial de fútbol en Qatar. Sé que muchos no lo compartiréis pero ese es mi pensamiento y un grupo de amigos como es el que participa en Sinapsis sabrá sin duda aceptar distintos puntos de vista.

A continuación dicho artículo y también para tener un buen fin de semana, os invito a escuchar  una excelente música a la que podéis acceder desde el siguiente enlace que está al final del texto. Este video-musical (recopilación de adagios de diferentes autores) me lo pasó hace unos días un buen amigo y me decía que al escuchar esta música nos olvidaremos al menos durante ese tiempo de lo malo que hay en el mundo. Para oír estas composiciones debemos dejar las prisas a un lado. ¡Qué lo  disfrutéis!.

https://youtu.be/_KTlaWj_tx8

Un abrazo.

Pepe


Artículo escrito para antes del inicio del Mundial de Fútbol de Qatar

¿Ver o no ver el mundial de Qatar?

 

 


 

Qatar no solo es la sede del mundial de fútbol que ahora está comenzando.

Es también mundialmente conocido por la explotación social y laboral, la violación de los derechos humanos, la persecución de los homosexuales, por la prohibición de los partidos políticos y también, porque al igual que otros países similares, consideran a la mitad de la sociedad (las mujeres) como seres inferiores a las que cercenan sus derechos. La situación de los inmigrantes extranjeros allí, reproducen casi normas de un sistema esclavista ya hoy desaparecido en el mundo.

La fiesta del fútbol se producirá en un país en el que la realidad dista mucho de ser festiva. Pero es un estado donde una minoría es muy rica y que tiene gas y petróleo para “comprar” todas las voluntades incluso de los países más avanzados en libertades y derechos humanos. La elección de este sitio para que se desarrolle el mundial de fútbol al parecer estuvo precedido de múltiples corruptelas a los dirigentes encargados de esa decisión.


 Me gusta mucho el fútbol. Cuando era niño consumía casi todo el tiempo de mis horas de ocio. Ahora voy a ver partidos del equipo de mi ciudad y sigo en televisión solo los grandes encuentros. En fin, he disfrutado participando o siguiendo este deporte, pero siempre me ha llamado la atención los comportamientos multitudinarios y todo lo que rodea al fútbol como actividad, como negocio y como instrumento también de "distracción" de los problemas reales de la sociedad.

Este deporte es para algunos un juego y para otros una forma de vida. Hay quiénes lo usan como negocio o como “ideología” para conducir a la masa. Llega a considerarse una pasión y forma parte del mundo actual, de la sociedad global que todo lo envuelve. 

 

Está presente en cualquier parte del mundo y tras él hay intereses ocultos. Unos pocos lo utilizan como instrumento de poder. Un poder para hacer dinero, controlar y manipular. Los aficionados somos mudos testigos de este espectáculo. Quizás ha llegado el momento de mirar un poco más allá, de descubrir qué se esconde detrás de todo ese circo e intentar buscar la verdad que se oculta tras esos noventa minutos, unos veintidós  jugadores y un simple balón. El análisis debe hacerse desde el sentir de la afición, la sociología, la economía, los medios de comunicación y la política.

 

Según Bromberger, el fútbol se presenta como un ritual especialmente estructurado para expresar la conciencia identitaria grupal, así como para celebrar y reforzar el sentido de pertenencia. Sin embargo, no es un sistema de creencias ni un sistema doctrinal que nos diga de dónde venimos ni adónde vamos. En lugar de ello, el fútbol nos muestra los valores hegemónicos en nuestra sociedad, las identidades que compartimos o soñamos compartir, la competitividad, el papel del azar, la injusticia, etcétera.

 El fútbol a veces es bello, emocionante y de acción gregaria.

 

Décadas pasadas las sociedades del todo el mundo aceptaron y toleraron hechos deportivos organizados por gobiernos que vulneraban profundamente los derechos humanos. Tal son los casos de los juegos olímpicos de Hitler o el mundial de fútbol en  Argentina durante la dictadura de Videla.

Años después muchos ciudadanos de todo el planeta lamentaron esa tolerancia con regímenes que usaron el deporte para lavar sus caras y manipular a su ciudadanía. Quizás vuelva a ocurrir ese lamento con el mundial actual de Qatar dentro de un tiempo.

No hay ningún país perfecto. En todos hay desigualdades y a veces no se respetan los derechos humanos, pero como todo en la vida, la intensidad, las proporciones o la cantidad de vulneraciones sí tienen importancia.

 

Con lo que me gusta a mí el fútbol el renunciar a ver los encuentros en este mundial me cuesta un gran esfuerzo, pero es un esfuerzo realizado desde la conciencia y desde la comodidad de mi casa. Tenía dudas si hacerlo o no y entonces recordé lo que sentía hace unas décadas cuando sabía que durante el mundial de Argentina a pocos metros de los estadios se seguían torturando, persiguiendo y matando a miles de personas y Videla lavaba sus vergüenzas ante la mirada hacia otro lado de la comunidad internacional. Logró incluso que muchos argentinos se sintieran “orgullosos” de su país por la realización de ese mundial.

 

En fin, sé que con mi resistencia a este evento no lograré nada, pero me siento mejor ya que de este modo, trato de expresar mi solidaridad con todos los explotados y perseguidos por esta monarquía petrolera.

El esfuerzo de uno solo suele ser inútil. Ojalá se sumen a este rechazo muchísimas más personas, aunque con tristeza nos perdamos la belleza y deportividad que también tiene este deporte. Qatar no merece como régimen político vulnerador de derechos humanos y libertades estar en el escaparate mundial actual.

 

 

Comentarios

  1. Ciertamente una obscena exhibición de riqueza ante un mundo cada vez más marginante de grandes mayorías empobrecidas…
    Como argentina, me impresiona ver las tribunas celeste-blancas, en clara demostración de mayorías que pueden costearse el viaje para luego quejarse de lo mal que está mi país, …falso.
    Lo real es lo mucho que tienen algunos…

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