La retórica de la vocación médica. F. Soriguer

La retórica de la vocación médica

 

LA TRIBUNA Diario Sur

 

FEDERICO SORIGUER MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS 

 




Tras aprobar el MIR, los primeros puestos escogen aquellas especialidades que en el mercado sanitario privado son más lucrativas. Una carta al director en un periódico nacional, reconociendo este hecho, ha provocado una cascada de comentarios en las redes. Para algunos es la muestra de un cambio de ciclo en la tradicional vocación médica de servicio, que en los estados de bienestar se expresaba a través de la dedicación y el sentido de partencia al Sistema Sanitario Público. Para otros, es el mejor ejemplo del maltrato que el sistema español proporciona a los médicos que buscan ahora en el mercado mejores expectativas. A la mayoría de los opinantes no médicos, esta decisión de los jóvenes residentes les parece de lo más normal. Al fin y al cabo, ¿no es buscar las mejores opciones económicas en el mercado laboral lo que hacen ingenieros, abogados o cualquier otra profesión? Parecería, pues, que estamos asistiendo al canto del cisne de uno de los últimos sueños del modelo médico que nos ha traído hasta aquí: el de la medicina como prototipo de carrera vocacional. No debería sorprendernos. 

 

En una de las últimas reuniones con la gerencia del hospital a la que asistí como jefe de servicio, ante la (en mi opinión, injusta) queja de un responsable médico sobre la falta de dedicación de algunos residentes, pregunté si en su Unidad de Gestión a lo largo de los cuatro años de formación MIR, además de sobre los asuntos técnicos y de gestión, se había hablado alguna vez sobre la idea de servicio y de vocación. No, no se había hablado, porque no se consideraba necesario. Aquel 'director de una unidad de gestión' y aquella gerencia ignoraban que no se nace con una moral. La moral se adquiere, también, por entrenamiento, tal como hay un entrenamiento técnico o gestor. La influencia de las circunstancias sobre la moral profesional no es nada nuevo. 'Cuerpos y almas', de Maxence Van der Meersch, era un libro iniciático para los jóvenes estudiantes de Medicina de mi generación. En la novela se contaba los conflictos, en los años 30 del pasado siglo, entre un joven médico humanista y vocacional frente al corporativismo de los médicos y el arribismo de algunos doctores, capaces de todo con tal de mantener el estatus que tanto les había costado conseguir. La literatura está llena de historia de buenos y malos médicos. 

 

La diferencia de la medicina en la segunda mitad del siglo XX, con todas las épocas anteriores, fue que el gran desarrollo de los sistemas sanitarios públicos en Occidente liberó a los médicos y a la medicina de la necesidad de competir en el mercado, permitiéndoles que pudieran desarrollar todas las posibilidades de servicio que la medicina ofrece. Es lo que los sociólogos llaman el 'marco de referencia'. Nunca la medicina tuvo uno más adecuado para que pudiera ofrecer lo mejor de sí misma. Y es esto, en mi opinión, lo que comenzó a cambiar a finales del pasado siglo y se está haciendo ahora más evidente. Si la tecnologización de la medicina fue pronto identificada por los pacientes como una fuente de deshumanización, estas señales que ahora se debaten en las redes y a las que me he referido son las primeras manifestaciones de la vuelta de la medicina al mercado. No deberíamos rasgarnos las vestiduras. Hay mucha gente que lo aplaude y lo espera, aunque al final, en mi opinión, muchas más, especialmente los más desfavorecidos, lo lamenten. En un precioso artículo -'Sobre la vocación médica a través de opiniones tomadas de la literatura médica y de ficción'- Claudio Hidalgo y otros autores en la 'Revista de Medicina y de Cine' hacen una preciosa revisión de las vocaciones médicas a través de la literatura. De su lectura es posible deducir que, si bien la mayoría de médicos y estudiantes de Medicina invocan la vocación y el atractivo intelectual, no es menos cierto que el azar o la pertenencia a un determinado grupo social pueden ser decisivos en algunos casos. 

 

Por otro lado, los literatos suelen atribuir a sus personajes valores tradicionales de la medicina y de la vocación médica como el altruismo o la empatía, así como algunos estereotipos de la imagen de la profesión. Observaciones que permiten a los autores definir la vocación médica como «una motivación profunda de servicio al enfermo y a la sociedad que está determinada por las vivencias y el entorno». Y son estas vivencias y este entorno los que han cambiado. De nada sirve lamentarse si no somos capaces de ver el nuevo 'marco de referencia'.

 

El profesor Diego Gracia en el prólogo a la 2.ª edición de su imprescindible 'Fundamentos de Bioética' recuerda que las cosas son como son y a eso se llama realidad, pero las cosas deben ser de una manera determinada y a eso se le llama ética, pero, para un médico, las cosas, además, «tienen que ser», a lo que Diego Gracia llama responsabilidad, que aplicado a la medicina se equipara a la idea de vocación. Y esta es la única conclusión que quisiera sacar. Que sin vocación es difícil ser responsable o quizás mejor al revés. Que la responsabilidad es la única manera de definir la verdadera vocación médica.

 

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