¿Cómo se forja un lector?. J. Herrera Peral

¿Cómo se forja un lector?


José Herrera Peral



 

Antes de comenzar a escribir sobre cómo se hace un lector me pregunté sobre qué es la lectura y por ende la literatura que es el tema que pretendo abordar. Dado mis escasos conocimientos teóricos sobre el tema y por ser profano en esta materia consulté varios textos y encontré en algunos artículos unas ideas más claras que pienso que respondían a mi pregunta inicial. Concluí sin duda que la lectura es un fenómeno humano muy complejo. También en este escrito borrador trataré de explicar como yo me hice lector.

 

Podemos decir, primero que todo, que la lectura comienza cuando se da un estímulo sensitivo externo a través de los sentidos, es decir, cuando por ejemplo se fija la mirada en un texto escrito.  Llegado ese estímulo al cerebro este decodifica, les da identificación y les asigna significado. La lectura es un fenómeno eminentemente neurológico y psicológico, entendida esta como dar sentido a los símbolos. Es por esta razón que los diferentes medios de lectura, tanto el visual como por ejemplo utilizar el sistema braille, o aun escuchar una narración oral, parecen estimular las mismas zonas del cerebro en todos los seres humanos —aquellas relacionadas con el lenguaje y la imaginación— y evocar imágenes, ideas y sentimientos mediante mecanismos muy similares. Si bien la lectura parece ocurrir mayormente en la región de cerebro llamada lóbulo temporal (la principal zona del cerebro relacionada con el lenguaje), también tiene gran actividad en ella la corteza visual ubicada en el lóbulo occipital, que trabaja no solo para procesar información visual sino para recrear imágenes mentales así como relacionarse con otras regiones del cerebro esparcidas por toda la neo corteza.

 

Pero no me referiré a la lectura en general si no que este pequeño texto hago referencia fundamentalmente a la literatura.

 

Según la Real Academia Española (RAE), literatura es el «arte de la expresión verbal,  entendiéndose como verbal  aquello que se refiere a la palabra o se sirve de ella  y por lo tanto abarca tantos textos escritos como hablados o cantados. En un sentido más restringido, es la escritura que posee mérito artístico y que privilegia la literalidad, en oposición al lenguaje ordinario de intención menos estética y más práctica.

 El término literatura designa también al conjunto de producciones literarias de una lengua, de una nación, de una época o incluso de un género (la literatura griega, la literatura del siglo XVIII, la literatura fantástica, etc.) y al conjunto de obras que versan sobre un arte o una ciencia (literatura médica, jurídica, etc.). 

El concepto de literatura ha cambiado con el tiempo por ser parcialmente subjetivo; en su sentido genérico es el conjunto de cualquier producción escrita u oral y, en su sentido restrictivo, se considera que debe tener un valor estético o intelectual.

 

La literatura es muy antigua pero la idea o concepto que hoy tenemos de esta es relativamente reciente. En el siglo XVIII, en Alemania el término “literatur” comienza a ser empleado para designar el conjunto de obras poesía, teatro, filosofía, historia y de ficción aparecidas en un país o en una época determinada. Más tarde los enciclopedistas franceses hablan de la literatura como de una forma de arte susceptible de ser considerada objeto de estudio o como una más de las manifestaciones de la actividad humana. Desde entonces muchos se han preguntado que es la literatura. En el pasado siglo, Jean-Paul Sartre afirmaba que es una forma de arte pero diferente de otras expresiones artísticas que producen cosas. La literatura produce una escritura que es a la vez cosa y significación. Por eso este filósofo la consideraba un arte impuro y cuya característica principal es la ambigüedad. Desde entonces ha habido cambios y nuevas ideas intentando comprender esta actividad humana artística donde las palabras escritas y que se intercambian, podrán ser arte una vez que hayan sido leídas y suscitado pensamientos, sentimientos e ideas que dan vida a la cultura de una sociedad.

El escritor y editor Alberto Manguel dice que la literatura no parece tener una obvia utilidad, pero está convencido que la tiene. Este escritor afirma que leer literatura, una actividad que muchos consideran ociosa o inútil, posee un alto valor social: nos hace más empáticos, más dispuestos a escuchar y entender a los otros. Las ficciones nos enseñan a nombrar nuestras angustias y también cómo enfrentar y compartir nuestros problemas cotidianos.

 

Para mí, un médico sin formación académica literaria, leer un buen libro es uno de los mayores placeres. Es como vivir más vidas y conocer lugares y también viajar en el tiempo. Es introducirnos en la creación cerebral de otras personas que nos hacen más ricos emocionalmente e intelectualmente. En mi caso además me impulsa a compartir lo leído y sentido con otras personas. Probablemente en el amor a la lectura influyan las características personales de cada uno, su entorno, la familia, amigos y la educación recibida.

 También me ha llamado la atención que personas con acceso a la educación, con estímulos para leer y de entornos donde se fomenta la actividad literaria, sean a veces incapaces de abordar un texto de ficción y dedicarle tiempo a su lectura. Ello me hace pensar que además de los elementos del entorno puede haber biológicamente más o menos dificultades para desarrollar la función de alguna área cerebral vinculada a la literatura. Estas “dificultades” no están relacionadas con la inteligencia ya que muchas de estas personas lo son y sobradamente y pueden gustar de los ensayos de sus áreas de conocimientos, pero no de la ficción literaria o digamos de la literatura pura.

La explicación más clara del sentido de la literatura lo encontré hace muchos años en un libro de Vargas Llosa. La obra se llama “La verdad de las mentiras”. El libro trata de comentarios sobre las mejores obras del siglo XX, pero el capítulo que os hago referencia sobre el sentido de esta forma de arte, se titula “La literatura y la vida”.

Este escritor formula algunas razones contrarias a la idea de la literatura, como un pasatiempo de lujo y a favor de considerarla, además de uno de los más enriquecedores quehaceres del espíritu, una actividad irremplazable para la formación del ciudadano en una sociedad moderna y democrática de individuos libres. A continuación, transcribo resumido y fragmentado algunos conceptos de Vargas Llosa sobre la literatura:

 

“La literatura, a diferencia de la ciencia y la técnica, es, ha sido y seguirá siendo, mientras exista, uno de esos denominadores comunes de la experiencia humana, gracias al cual las personas se reconocen y dialogan, no importa cuán distintas sean sus ocupaciones y designios vitales, las geografías y las circunstancias en que se hallen, e, incluso, los tiempos históricos que determinen su horizonte.

La literatura no comienza a existir cuando nace, por obra de un individuo; sólo existe de veras cuando es adoptada por los otros y pasa a formar parte de la vida social, cuando se torna, gracias a la lectura, experiencia compartida.

La literatura a menudo apacigua momentáneamente la insatisfacción vital de la existencia, pero, en ese milagroso intervalo, en esa suspensión provisional de la vida en que nos sume la ilusión literaria —que parece arrancarnos de la cronología y de la historia y convertirnos en ciudadanos de una patria sin tiempo, inmortal— somos otros. Más intensos, más ricos, más complejos, más felices, más lúcidos, que en la constreñida rutina de nuestra vida real”. 

 

Comparto todas estas ideas de Vargas Llosa. En mi caso las fui descubriendo poco a poco, quizás algo tarde y al comienzo en solitario hasta que encontré otras personas con las que compartí mis gustos, opiniones, temáticas y estados de ánimo relacionados con cada momento o etapa de la vida de cada uno.

Dos buenos lectores pueden tener gustos dispares hacia temáticas muy diferentes o no estar sincronizados en el mismo interés ya sean por circunstancias personales, edad, entorno socio-político o simplemente por las diferencias relacionadas con los accidentes de la propia vida de cada uno. Sin embargo, comprenderán lo que la literatura suscita en cada uno de ellos. Hay personas muy cultas o afortunadas que han tenido una guía formativa literaria y hay también muchos como yo que nos introducimos para siempre en la adicción a la lectura de forma casual, improvisada y anárquica. Simplemente como una respuesta a nuestra realidad o a los embates íntimos a los que la vida nos iba sometiendo.

 

Yo en mi infancia solo leía comic y los libros de lectura del colegio. En casa quizás por limitaciones económicas o culturales casi no había libros. A pesar de ello, mi padre siempre hablaba de lo importante que era leer, saber, conocer... 

Cuando tenía nueve años gané como premio en la escuela el libro “Corazón” de Edmundo De Amicis. Lo leí por una obligación a mí mismo dado que lo tenía y era uno de los primeros que entraban en casa. Estaba yo por entonces tan abstraído por otros tipos de ocio y juegos que quedó en el olvido ese libro tan afamado para niños de esa edad. Sin embargo, por entonces deseaba tener una enciclopedia dirigida a los niños que se llamaba “Lo sé Todo”. Mis padres no pudieron comprármela por su situación económica. Mis primos la tenían y en ocasiones cuando iba a su casa aprovechaba las circunstancias y la hojeaba con deleite. Un par de años después una tía me regaló para mi cumpleaños unos pequeños libritos de aventuras que no recuerdo siquiera sus nombres pero ya comenzaron los libros a ser para mí más importantes. Sospechaba que allí entre esas palabras escritas en papel había historias que me sacaban de mi realidad más limitada.  Un año después y no sé bien porqué mi padre compró para mi hermana y para mí dos libros lujosamente encuadernados: “Don Quijote de la Mancha” y “La Ilíada y la Odisea”. En aquella época solo los hojee pero sabía que tenía en casa dos tesoros literarios.

 

Con trece o catorce años en verano pasaba semanas en casa de mis tíos en una zona rural donde el atractivo de la vida en el campo era exultante. A pesar de ello, dada las altas temperaturas que había allí sobre todo a la hora de la siesta comencé a leer todo lo que había en casa de mis tíos. Tenían una enciclopedia (yo nunca había tenido ninguna) y la leía con placer ya que sentía que aumentaban mis conocimientos de temas muy diversos. Para alternar la lectura a veces rutinaria de la enciclopedia leí unos libros de mi prima que era mayor que yo y que hablaban del sistema solar, del universo y eso me maravillaba. Me hacía sentir en aquellos años de comienzo de la década de los sesenta del siglo pasado que así entendía más a la naturaleza y lo que veía en el cielo nocturno.  De muy jovencito pensaba que estudiaría astronomía. Estaba tan entusiasmado por esa idea que mi hermana, con sus escasos ahorros me regaló un libro con esa temática.

Un entretenimiento obligado en aquellas calurosas tardes fue también la lectura de decenas de novelas de Corín Tellado que eran de mi prima Maga. Pero lo que más placer me dio fue la lectura en un ejemplar barato y sin portada de “Las mil y una noches”.

Yo no entendía de literatura ni de calidades, pero estaba muy entretenido en mi soledad de aquellas tardes en la localidad de Aguilares que era donde vivían mis tíos y yo pasaba mis vacaciones.

 

Pero mi adicción literaria realmente comenzó a los quince o dieciséis años con los primeros libros que leí y que me fueron regalados por mis noviecitas de la adolescencia y juventud. 

Descubrí a Cortázar, Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Pero sin duda el primer libro que me absorbió totalmente fue “La ciudadela” de Cronin”. Creo que en aquel libro aprendí aspectos del sacrificio, del amor, de valores relacionados con la sociedad y sobre todo pienso que marcó en mi inconsciente mi deseo por estudiar medicina y luego ejercer esa querida profesión durante tantos años de mi vida. También por entonces me sentí atrapado por “La Hora 25” de Constant-Virgil Gheorghiu y del mismo modo por Julio Cortázar con “Los Premios” o con “Todos los fuegos el fuego” y su cuento “La autopista del sur”.

 

Como dije antes no tuve jamás una formación literaria dirigida. Conocía de forma rudimentaria a algunos de los clásicos, pero solo para superar las asignaturas del colegio aunque años después quedé impactado con algunas obras de Shakespeare como Hamlet o Macbeth donde están reflejadas casi todas las cualidades y defectos del ser humano. 


Pero fue “Cien Años de Soledad” quién creo que en su momento me introdujo para siempre en el mundo de la literatura. Disfruté a mis dieciocho años con ese texto y jamás lo olvidé. Por entonces como empezaba a tener cierto idearios políticos rechacé la lectura de Borges dada sus opiniones conservadoras o por mí ininteligibles entonces. De eso me arrepentí muchos años después ya que creo que es uno de los mejores escritores que han existido al menos en el último siglo.

A partir de esos años de adolescencia y juventud, no paré de leer. Me privé yo y mi familia a veces de otros placeres y lo que teníamos para destinar a ocio fue dirigido a la compra de libros. 

La literatura de ficción siempre me gustó y estaba presente en mi biblioteca, pero también leí muchos ensayos sobre todo relacionados con el universo, el origen del mismo y de la vida, la evolución de las especies, el origen y desarrollo de la humanidad, la política y la historia sobre todo con implicaciones más en el presente o en un pasado inmediato. En mis años de juventud leí bastante sobre los procesos revolucionarios que se habían dado en el mundo; sobre sindicalismo, peronismo, sobre el leninismo y otros autores de esta órbita ideológica.

 Ya soy septuagenario y en las últimas décadas descubrí también la poesía.

 

Dado mis problemas de memoria, supongo que propios de la edad, ahora no podría hacer un listado real de los libros que más me han gustado o de sus autores, pero mencionaré a alguno de ellos. Disfruté con obras de García Márquez como “El amor en tiempos del cólera” o “Crónica de una muerte anunciada”, entre otras. También con algunos de Vargas llosa. De este último los que más me gustaron fueron “La fiesta del Chivo”,” El secreto de las mentiras” y el ensayo “La llamada de la tribu”. Me agradaron los cuentos de Joyce (“Dublineses”) pero sin embargo nunca pude terminar “Ulises”. Disfruté de la escritura de Proust del primer tomo de “En búsqueda del tiempo perdido”. Finalizado “Por el camino de Swann” no pude seguir ya que me parecía que entraba en un mundo que ya no me interesaba ni me pertenecía. Seguramente fue mi falta de constancia o interés en ese momento de mi vida.

 

Aprendí mucho de los ensayos de Montaigne, Mosterín, Pinker, Marcuse, Althusser, John Hands(“Cosmosapiens”), Harari (Sapiens y Homo Deus), Nuccio Ordine, Antonio Diéguez, Carlos Granés, Carmen González Román y algunos ensayos de mi amigo F. Soriguer sobre todo “Un animal inacabado”. En los últimos años quedé deslumbrado por el ensayo “El infinito en un junco” de Irene Vallejo que recomiendo leer a todos los amantes de los libros.

 

Durante casi diez años (hasta su fallecimiento) disfruté de novela negra de Henning Mankell y su personaje Wallander que me ayudó a conocer aspectos de la realidad de los países nórdicos y también de la maldad y de la imperfección y debilidades del ser humano. En novela negra más liviana pasé buenos momentos con Donna Leon, Márkaris y Camilleri.

 

En lo más cercano he gozado con la literatura y artículos de Antonio Muñoz Molina, Javier Marías, Fernando Aramburu, Lorenzo Silva, Cercas, Manuel Vilas (Ordesa), Dulce Chacón(La voz dormida), Manuel Vicent, Piglia, Sacheri, Leonardo Padura y Héctor Abad Faciolince entre otros. De este último, el libro “El olvido que seremos” y también la película basada en esa obra son muy recomendables de leer y de ver. De Leonardo Padura son destacadas varias de sus obras entre las que están “El hombre que amaba a los perros” y “Como polvo en el viento”.

 Creo que de Antonio Muñoz Molina he leído todos sus libros ya que con sus escritos no solo gocé literariamente si no que aprendí valores, historias y una forma honesta de observar y participar en la sociedad. De este escritor me gustaron de forma más destacada “La noche de los tiempos”, “Plenilunio”, “Tus pasos en la escalera”, “Como la sombra que se va”, “Todo lo que era sólido”, y “Un andar solitario entre la gente”. De Fernando Aramburu leí muchas de sus obras pero las que más me gustaron y me conmovieron fueron”Patria” y “Autorretrato sin mí”.

 

También con escritores próximos a mí, aprendí y disfruté con trabajos de Alberto Salamanca y de Idelfonso Alonso Tinoco, ambos lectores voraces y que plasman sus reflexiones y pensamientos sobre la sociedad y sobre la vida y que tuve la fortuna de que lo compartieran conmigo. Algo similar he sentido con los originales relatos de Elsa Bueno Gaona.

Del mismo modo recientemente leí una breve obra de Carmen Perilli (“Improlijas memorias”) que me trajo al presente historias pasadas relacionadas con mi juventud y amigos de entonces. Su lectura fue dura por los recuerdos, pero al mismo tiempo muy gratificante por el valor literario y por ser también un documento histórico de una época muy convulsa.


 Los artículos de opinión y también los asuntos científicos son una forma de literatura apasionante y en esto destacan por su calidad narrativa y una expresión de ideas y contenidos de precisión los trabajos de mis amigos Federico Soriguer y Juan de Dios Colmenero.


Hubo un tiempo donde me afané por leer grandes biografías. Así conocí más en profundidad a Marx, Lenin, Hitler y Freud entre otros.  Los tres primeros me produjeron una enorme decepción como personas, independiente de su papel histórico ya de por sí discutible o repudiable. Os podría decir que estar cerca de ellos o ser parte de su familia sería casi catastrófico.

 

Volviendo a la literatura de ficción debo deciros que uno de mis escritores preferidos ha sido Stefan Zweig y entre sus obras considero como la más destacada “El mundo de ayer”. De una época parecida a Zweig son Sándor Márai (La mujer justa), e Irene Nemirovsky esta última también víctima del nazismo y que nos deleitó con una triste historia como fue “Suite francesa”. Sin duda que me marcó también la lectura de “1984” de Orwell en su momento.

También pasé días de lectura placentera con algunos libros de Murakami. Con este autor me pasa algo peculiar. Incluso obras que no me han gustado no las puedo olvidar y siempre regresan en mis recuerdos. Mi preferida es “Kafka en la orilla”.

 

 En la literatura británica y estadounidense he disfrutado con Dickens (David Copperfield), Ian McEwan (“Expiación”; “Solar”; “Sábado” y “La ley del menor”), Lanchester (“Capital”), Jonathan Coe (”El corazón de Inglaterra”), Ken Follett (La caída de los gigantes, El invierno del mundo),  Cormac MCarthy (“La Carretera”), Paul Auster (“La trilogía de Nueva York), Shriver (”Los Mandible”). Fue un deleite sumergirme en la prosa de Alice Munro, Richard Ford, Jonathan Franzen y de forma muy preferente con la escritora Elizabeth Strout. De ella son sobresalientes las novelas “Olive Kitteridge”; “Luz de Febrero”;  “Me llamo Lucy Barton” y “Todo es posible”.


De Richard Ford y de Franzen, cualquieras de sus obras son muy recomendables. Del primero destacan “El día de la independencia”, “Canadá” y “Francamente, Frank” entre otras. De Franzen son inolvidables “Las correcciones”, “Libertad” y “Encrucijadas”.

También leí  a Philip Roth, Salter, Don DeLillo o Lucia Berlin pero aunque conozco la opinión que existe  de su calidad literaria, a mí no me dejaron mucha huella.

 Cambiando la geografía y viajando a Finlandia leí algunas libros de Sofi Oksanen entre ellos “Purga” que nunca olvidaré. Sus historias son muy duras al igual que “Las Benévolas” de Littell o “2066” de Roberto Bolaño. Estas dos últimas son de las novelas más tristes y desesperantes que conocí.

Entre otros autores europeos que para mi eran poco conocidos pero que disfruté y aprendí mucho de sus obras, están: Bernhard Schlink (El lector), Angel Wagenstein (Lejos de Toledo) y  Philippe Grimbert (Un secreto). En su momento me gustó Kundera (La insoportable levedad del ser) pero en sus últimos libros me defraudó.

 

Podría seguir citando muchos otros libros que leí y que me gustaron pero ahora no los recuerdo con precisión aunque hayan dejado su mensaje en mi cerebro y también porque sería un esfuerzo de bibliotecario el reseñarlos a todos y creo que no viene al caso hacerlo en este texto.

Tratando de responder a la pregunta inicial de este escrito tendría que contestar que desconozco cómo se “hace” un lector. Sin duda que influyen la accesibilidad, el entorno, la educación y la guía de lectura en la forja del gusto por la literatura, pero seguramente hay también aspectos o causas muy personales, circunstanciales y me atrevería también a decir que quizás hasta biológicas. Y esto quizás es válido también como para quién hace, interpreta música o disfruta de ella o lo mismo de la afición a la pintura entre otras facetas humanas. Contando con todos los estímulos favorables en un mismo entorno algunos sentirán el placer y abandono en el mundo de la lectura y a otros les resultará inabordable.


Yo tuve la inmensa suerte de sentir la necesidad y placer que me proporciona la literatura.  Mi atracción hacia esta surge en un ambiente donde se admiraba el conocimiento, el querer intentar conocer el porque de las debilidades y cualidades humanas en diferentes tiempos y lugares y empatizar incluso con los seres creados imaginariamente por otro cerebro.  También tuve la suerte de contar con amigos y amigas que sentían lo mismo, pienso que fueron los determinantes junto a otros factores personales y socio políticos que me iniciaron y me mantienen en el amor por la literatura.


Seguramente no pueda dar una respuesta única a la pregunta de este escrito. Probablemente cada lector se forja de un modo particular según su medio y sus circunstancias.

Sí comparto la opinión de Rosa Montero sobre el libro o sobre la literatura. En un artículo suyo decía: “Un libro es un viaje al otro, a un autor o una autora que probablemente no conocemos ni conoceremos jamás, de quien quizá nos separen 2.000 kilómetros de distancia o 200 años, pero que, mágicamente, nos susurra a nuestro oído sus sueños más íntimos, sus emociones más secretas. Leer es fusionarte con otra persona: quien tenga un libro a mano jamás estará solo. Pero además el lector completa la novela que lee, la  reescribe”.

 

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