La obsesión identitaria. F. Soriguer

Días pasados Federico Soriguer publicó en Diario Sur un artículo sobre las “identidades”. Recomiendo su lectura y debate.

https://www.diariosur.es/opinion/obsesion-identitaria-20210124000619-ntvo.html

La obsesión identitaria

FEDERICO SORIGUER. MÉDICO. Academia Malagueña de Ciencias. 

LA TRIBUNA. Diario Sur

Y ahí están todos los fracasados revolucionarios de izquierdas y derechas junto a los nostálgicos de identidades étnicas y culturales esperando una oportunidad




¿Qué tienen de común entre sí el radicalismo de la llamada 'ley de género' recientemente presentada en el Parlamento y justamente criticada por el feminismo ilustrado, el patrioterismo de la extrema derecha española y el soberanismo catalán, tan simétricos, con los movimientos populistas que han culminado con el esperpento del Capitolio? Ninguno de ellos se entendería sin el nihilismo postmoderno, sin la obsesión identitaria fruto tardío de aquellos filósofos, sobre todo franceses, que contribuyeron a dar naturaleza política a los subjetivismos identitarios.

La cuestión de la identidad ha sido un asunto espinoso tanto para la biología como para la filosofía. Sin embargo, tener alguna noción sobre la cuestión es crucial pues sin identidad biológica no hay individuo, sin identidad psicológica no hay persona y sin identidad sociológica no hay ciudadano. Hay una identidad biológica que nos hace únicos y hay una identidad caracterológica que ya los griegos se encargaron de llamar persona tomando el nombre de la palabra 'prósopon' que significaba máscara o careta, marcando ya desde el principio los limites y las dificultades para definir qué es eso de la identidad. Desde luego entre la identidad biológica y la personal hay unas relaciones muy estrechas. Las bases de la identidad biológica las marca el sistema inmune, con el que el Covid-19 nos ha familiarizado a todos, que permite al cuerpo distinguir lo propio de lo extraño. Todos sabemos de la existencia de una inmunidad 'innata' (recibida en herencia) y otra 'adquirida' ('experiencia inmune') adquirida tras el contacto con el medio ambiente en la cual se basa, por ejemplo, el éxito de las vacunas. De manera similar hay también una identidad estructural de cada persona, biológicamente determinada, que los antiguos llamaron 'carácter', luego 'personalidad'y que la psicología actual llama 'mismidad' y hay una identidad que se va construyendo y cambiando a lo largo de la vida a medida que se adquiere experiencia y a la que los psicólogos llaman 'ipseidad'. En el interior de un mismo individuo habitualmente residen no una sino múltiples identidades: religiosas, políticas, morales, culturales, profesionales, nacionales, étnicas, raciales, sociales, sexuales, etc., que no siempre conviven armónicamente. 

Resolver la convivencia entre las identidades múltiples que todos los seres humanos posemos, es de gran importancia, pues el predominio de una sola de ellas sobre las demás, al reducir la complejidad, aunque produzca una cierta paz provisional, casi siempre, en el mejor de los casos empobrece cultural y moralmente y en el peor conduce a lo que Amin Maalouf llamó 'identidades asesinas', pues no otra cosa es el fanatismo sino la imposición de una sola identidad sobre las otras. «No existe tal cosa como la sociedad, solo existe el individuo», fue el grito de guerra que, atribuido a Margaret Thatcher, marcaba el momento en el que los filósofos postmodernos y los viejos liberales, más libertarios que liberales, se daban un abrazo y declaraban el nacimiento de una nueva era en la que el individuo quedaba convertido en el nuevo sujeto histórico. Frente a la fantasía de la objetividad (de la ciencia, por ejemplo) la subjetividad como derecho humano. La autodeterminación llevada ahora a todos los campos de la vida se convertía en el objetivo político de todos aquellos que corrieron a ponerse al frente del nuevo y revolucionario mensaje. 

El llamado populismo actual no se puede entender sin esta revolución identitaria. 

Y ahí estaban todos los fracasados revolucionarios de derechas y de izquierdas junto a los nostálgicos de las identidades étnicas y culturales, esperando una oportunidad, que parecen haber encontrado en esta obsesión identitaria, en este triunfo del subjetivismo, en esta relativización de la verdad ya sea histórica, ya sea científica. Un movimiento más parecido a las viejas religiones que heredero de la Ilustración pues se mueve más por los sentimientos (personales, individuales, siempre innegociables) que por el razonamiento o el intercambio. La obsesión identitaria y la politización de los conflictos identitarios se han convertido en el campo político de una izquierda radical fracasada e impotente que, ya que no ha sido capaz de cambiar las relaciones de producción capitalista y ni siquiera conseguir el poder real, intenta apropiarse y gestionar la identidad de los débiles y de las minorías. Como lo es también de la extrema derecha que ha hecho su particular interpretación del nihilismo que subyace en este 'sujeto ensimismado', para el que no existe más mundo que aquel que es capaz de ser interpretado por sus emociones y por sus sentidos.

Son los populismos que contaminan hoy toda la política. Los nuevos progres quieren hacer felices a la gente por decreto pero terminan haciendo mucho daño a mucha gente. Los nuevos fachas quieren solucionar la complejidad del mundo a base de píldoras envueltas en las nuevas tecnologías, en las que se proponen simplificaciones demagógicas, que atentan a la inteligencia si esta vieja palabra siguiera teniendo algún sentido para la nueva política.


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