Botero en Madrid. Un artista de nuestro tiempo

Tendremos la suerte si la pandemia no lo impide de visitar una impactante exposición de la obra de Fernando Botero en Madrid.

Después de observar fotos de algunas de sus obras os invito a leer un perfil general del pintor y escultor y también un artículo sobre la exposición en la capital de España.



                                                              Fernando Botero





Fernando Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín (Colombia). A partir de 1938 realiza estudios de primaria en el Ateneo Antioqueño y el bachillerato en la Bolivariana.

Una vez terminados sus estudios secundarios en 1950, se trasladó a Bogotá en 1951 donde tuvo contacto directo con algunos de los intelectuales colombianos más importantes de la época. Ese mismo año, Botero realizó sus dos primeras exposiciones individuales y en la galería Leo Matiz dio un muy buen avance a su carrera. 

En 1952 con el dinero recibido por el premio y con la venta de algunas de sus obra viaja a Europa. Llega a España, primero a Barcelona y se establece luego en Madrid, donde se inscribe en la Real Academia de Arte de San Fernando y para garantizar su sostenimiento, hace dibujos y pinturas a las afueras del Museo del Prado.

En 1953 pasa el verano en París con el cineasta Ricardo Iragarri, y luego se muda con él a Florencia, se inscribe en la Academia de San Marcos, donde recibió un fuerte influjo del arte del renacimiento italiano, estudiando especialmente la obra de Piero della Francesca, Paolo Uccello, Tiziano, entre otros. 

Botero y las vanguardias de Nueva York

En 1960, Botero regresó a Nueva York para instalarse. Una vez allí, alquiló un pequeño apartamento donde vivía modestamente, pues acababa de separarse de su esposa; además, sus obras no tenían mucho éxito, pues los gustos neoyorquinos de la época cambiaban rápidamente y ahora la abstracción se imponía.

La influencia del expresionismo abstracto ya se hacía evidente desde las obras de 1958, producto de los primeros viajes de Botero a Nueva York, donde había podido ver los formatos enormes de Jackson Pollock, Franz Kline y de Kooning. 

Este encuentro marcó la producción de Botero, que sin embargo conservó su lenguaje figurativo pero experimentó con la pincelada agresiva, la utilización de tonalidades fuertes y el uso de formatos grandes. Mientras su estudio por el volumen parecía pasar a un segundo plano por la preocupación por la pincelada y el color, Botero creó interesantes series como la de la Monalisa (una de las cuales fue adquirida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1962) y la de Los niños de Vallecas en homenaje a Diego Velázquez.

Para 1962, su lenguaje expresionista llega a un punto de inflexión, porque está a punto de tomar un rumbo que lo aleja definitivamente de su preocupación por el volumen. 

Las creaciones artísticas de su autoría llevan impresa una sui generis e irreverente interpretación del estilo figurativo, denominado por algunos como «boterismo», el cual impregna de una identidad inconfundible a las iconográficas obras, reconocibles no solo por la crítica especializada, sino también por el gran público, incluyendo niños y adultos por igual, constituyéndose en una de las principales manifestaciones del arte contemporáneo a nivel global; la original interpretación que da el artista a un variopinto espectro de temas se caracteriza desde lo plástico por una volumetría exaltada que impregna a las creaciones de un carácter tridimensional, así como de fuerza, exuberancia y sensualidad, junto a una concepción anatómica particular, una estética que cronológicamente podría encuadrarse en los años cuarenta en occidente aplicada a tramas que pueden ser actuales o pretéritas, locales pero con vocación universal (mitología griega y romana; el amor, costumbres, vida cotidiana, naturaleza, paisajes, muerte, violencia, mujer, sexo, religión y política en Latinoamérica y Europa occidental, así como bodegones, reinterpretación de obras clásicas, retratos y autorretratos, entre otras), representadas con un uso vivaz y magistral (desde el punto de vista técnico) del color, acompañadas de finos y sutiles detalles de crítica mordaz e ironía en cada obra. Es considerado el artista latinoamericano vivo más cotizado actualmente del mundo.

Su obra se inscribe en un original interpretación del estilo figurativo. Desde sus inicios Botero ha recurrido a escenas costumbristas, inicialmente con una pincelada suelta de colores oscuros (con ocasionales contrastes fuertes) cercana al expresionismo y desde finales de los años 1960, ha recurrido a una pincelada cerrada, con figuras y contornos más definidos.

En su obra reciente, Botero ha recurrido temáticamente a la situación política colombiana y mundial. Por ejemplo, la serie sobre "Abu Ghraib" está compuesta por 78 cuadros que tratan de representar los horrores de la tortura y de la guerra, relacionada con la invasión de los Estados Unidos a Irak y los sucesos de la Prisión de Abu Ghraib a partir de las declaraciones de las personas allí torturadas.

En lo pictórico se destaca el manejo magistral del óleo, el pastel y la acuarela, así como el dibujo en carboncillo, lápiz, bistre y sanguina sobre lienzo y papel, y en lo escultórico, el esculpido del bronce en diversas pátinas y en mármol de Carrara principalmente.



El homenaje que Madrid debía a Botero

Idoia Ugarte. El País


CentroCentro (Madrid) dedica una gran retrospectiva al pintor colombiano con 67 de sus obras.

“En Madrid pasó hambre”, comenta Lina Botero sobre la estancia de su padre, el artista colombiano Fernando Botero, en la capital en 1952. Lo describe como un estudiante pobre que pasó sus días trabajando como copista, pero que en esta ciudad encontró el verdadero arte que no pudo disfrutar en su ciudad natal por la falta de recursos culturales y económicos. España se convirtió entonces, indica, en un país que le ayudó a descubrirse.



 / KIKE PARALina Botero, hija del pintor colombiano Fernando Botero, en CentroCentro junto a tres obras de su padre.

Lina Botero recuerda que su abuelo falleció cuando él tenía tan solo cuatro años y que su tío Joaquín le apuntó a la escuela taurina para que fuera torero. “Esa no era su verdadera vocación”, bromea, pero asegura que esa pasión le volvió a aflorar con mucha fuerza en 1983 “por la infinidad de posibilidades plásticas” que le ofrecían esas escenas.

Lina Botero, testigo de gran parte de la prolífica obra del artista, cuenta que su viaje a Madrid lo pagó con dinero que ganó en un concurso artístico en Colombia. Ese fue su pasaje para Europa. Viajó en un barco hasta Barcelona pero decidió instalarse en Madrid, en donde se inscribió como estudiante en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Enseguida se dio cuenta de que quería invertir su tiempo en el Museo del Prado para estudiar las obras de los grandes maestros de la pintura como Velázquez, Goya, Tiziano y Tintoretto, artistas que se convirtieron en una fuente vital de inspiración.

Siete secciones

Botero. 60 años de pintura se presentó ayer con la asistencia, entre otros, del alcalde José Luis Martínez-Almeida, y la concejal de Cultura, Andrea Levy, en el espacio CentroCentro, que acogerá la mayor retrospectiva del pintor colombiano en España con 67 obras de gran formato desde el 17 de septiembre hasta el 7 de febrero. La comisaria de la muestra, Cristina Carrillo de Albornoz, dijo que esta exposición se empezó a fraguar en 2019 con la aprobación de Fernando Botero y su hija Lina, quien trabaja con su padre desde hace 10 años.

La exposición se divide en siete secciones, correspondientes a los temas más característicos de su trabajo. En América Latina,

Botero se centra en sus raíces y en su ciudad natal, Medellín, como punto de partida de su producción artística. En Religión aborda el mundo poético del clero con humor y sátira. Versiones consta de sus homenajes a los grandes maestros de la historia del arte. El espacio dedicado a naturaleza muerta es una constante de donde nace su peculiar estilo. La corrida recoge una de las épocas más prolíficas en la vida del artista. Circo se inspira en una visita a un humilde circo en México, y sus obras reflejan serenidad a pesar de mostrarse en plena acción. Por último,

Acuarela sobre lienzo desprende sensualidad en las formas y afianza el compromiso del artista de cuestionar sus propias barreras.

  



La comisaria asegura que las últimas acuarelas sobre lienzo del pintor de 88 años son su creación inédita más reciente, “tienen el toque de la técnica del fresco que estudió en Florencia, y son el reflejo de un incansable afán por seguir experimentando”, explica.


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares