Amin Maalouf. Nuevo libro y entrevista.


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“No evitaremos el naufragio de la humanidad. La deriva comenzó”

AMIN MAALOUF
“Soy más duro con este siglo porque tenemos opciones que no había antes”
“Miro a los líderes del mundo y me inquieto. No hay autoridad moral”

Artículo de Antonio Pita en El País entrevistando a Amin Maalouf


Últimamente, no hay un día en que a Amin Maalouf (Beirut, 70 años) no le venga la misma imagen a la cabeza: un moderno transatlántico, considerado insumergible, avanza inexorablemente hacia el naufragio. Y los pasajeros somos todos nosotros. Lo cuenta el escritor y Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2010 en su último ensayo, El naufragio de las civilizaciones (Alianza), en el que defiende que el fracaso de Levante —su región natal y cuna de las tres grandes religiones monoteístas— en articular un proyecto de coexistencia se sitúa, al menos parcialmente, tras el violento repliegue identitario en el que se halla hoy inmerso el planeta.

“No sabemos de qué forma, pero el naufragio tendrá lugar”, sentencia en una entrevista en la sede de Casa Árabe en Madrid. Siguiendo con el símil marítimo, Maalouf lamenta la ausencia de un capitán que dé un golpe de timón a este Titanic (“miro a los líderes del mundo y me inquieto”, admite) y la diferente velocidad entre los avances científicos y tecnológicos de las últimas décadas y la “evolución de las relaciones entre las comunidades humanas”.



Pregunta. “Las luces de Levante se apagaron. Luego las tinieblas se extendieron por el planeta. Y, desde mi punto de vista, no se trata de una simple coincidencia”, dice en El naufragio de las civilizaciones. ¿Por qué esa centralidad de Levante?

Respuesta. Es una región altamente simbólica. Es el lugar de nacimiento de las grandes religiones monoteístas. La región a la que miran cristianos, judíos, musulmanes. Si hubiera un ejemplo de coexistencia entre las comunidades locales, habría difundido al mundo entero un sentimiento constructivo, positivo. Y el hecho de que el mundo entero mire a Levante y vea cómo esas comunidades se masacran, no pueden hablar unas con otras y se odian de forma permanente... eso difunde al mundo algo extremadamente negativo, destructor. La influencia de Levante en el resto del mundo va mucho más allá de su peso económico o estratégico.

P. Y no es optimista...

R. No lo soy. Con el conflicto israelí-árabe ha habido momentos en que parecía que podíamos llegar a una solución, con los Acuerdos de Oslo [de 1993] y, lo más reciente, el discurso de Obama en El Cairo [en 2009], en el que expresó una visión de un Oriente Próximo reconciliado que desgraciadamente no ha ido más lejos. Hoy tenemos la sensación de que no va a haber solución para la región.

P. En su descripción, el mundo parece una especie de niño mimado que, justo cuando tiene todas las posibilidades técnicas para llegar a una edad de oro, se mueve hacia el lado contrario

R. El mundo se ha desarrollado científica y técnicamente a una velocidad acelerada. Y esta evolución tendría que haber ido acompañada de una evolución paralela de la manera de gestionar las relaciones entre las comunidades humanas, en la que ha habido un estancamiento, un retraso. Es bastante comprensible, pero no era inevitable. Cuando la evolución va muy rápido, no siempre tenemos el tiempo de adaptarnos intelectual y socialmente. Hay factores que han retrasado la toma de conciencia y la adaptación al cambio. Lo que ha pasado en Levante ha desempeñado un papel. Pero también la caída del Muro y el comportamiento de Estados Unidos, que no ha construido verdaderamente un nuevo orden que funcione.

P. ¿Y por qué es ahora más pesimista, justo cuando venimos del siglo de las dos guerras mundiales, del Holocausto...?

R. Es verdad que hay mucha menos violencia en nuestro siglo que en el anterior. No lo dudo ni por un instante. Pero la diferencia es que en nuestro siglo hay una verdadera posibilidad de salir de una cierta manera de vivir la historia y construir algo diferente, porque la humanidad hoy tiene la necesidad de construir una visión diferente de sí misma. Soy más duro con este siglo porque tenemos posibilidades que no teníamos antes. Y es una pena malgastarlas. El mundo de hoy es completamente diferente y es normal que esperemos de él otra cosa que lo que nos pudo dar el siglo XX.

P. ¿Por qué ve este periodo oscuro “destinado a durar”, como señala en el libro?

R. Porque, cuando miro a mi alrededor, no tengo la impresión de que haya una verdadera toma de conciencia. Miro a los liderazgos en el mundo y me inquieto. En EE UU, Inglaterra, India, Brasil, Turquía... Estamos en un mundo un poco inquietante, en el que no hay mecanismos para salir de las crisis. Nadie tiene autoridad moral. No hay ninguna gran figura, ideología común o gran país que ejerza verdaderamente una autoridad moral. Nadie. El mundo va mal y acabará por salir de este periodo de turbulencias, pero supondrá tiempo, esfuerzo y sufrimiento.

P. ¿Quién podría ser el capitán del barco?

R. El capitán del paquebote de la humanidad estos últimos 30 años tendría que haber sido Estados Unidos. Y ha fracasado. El copiloto ideal habría sido Europa, y no se ha dado a sí misma los medios para ello. En realidad, no hay capitán. Mi sentimiento es que no evitaremos el naufragio. Tendrá lugar, no sabemos en qué forma. No hay una toma de conciencia que permita evitarlo. Por ejemplo, en la cuestión climática se habla, habla, habla, y se finge, pero en realidad no se hace nada que pueda realmente evitar la deriva que ha comenzado. Es un cambio cosmético, mediático.


P. ¿A qué se refiere cuando habla de naufragio?

R. No sé qué forma puede tomar. Puede estar vinculado a las perturbaciones climáticas, puede haber cosas extremadamente graves. O a la carrera armamentística, que un día produzca efectos que den miedo a la gente. Puede ser también una gran crisis económica.


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