Actualidad: Artículos periodísticos recomendados
Actualmente en toda Europa está resurgiendo la preocupación por el crecimiento de grupos políticos de ultraderecha y fascistas. A continuación os transcribo dos artículos publicados en el mes de diciembre de 2018 que abordan esta tema. Son artículos para el debate y la reflexión.
Sami Naïr. El País. 3 de Diciembre de 2018
ENRIC GONZÁLEZ. El País. 3 de diciembre 2018
-->
El
porvenir del populismo neofascista
La onda populista de la ultraderecha que se está
propagando por la casi totalidad de los países europeos no es casual ni
provisional. Es un ciclo histórico que se arraiga en los efectos no saldados de
la crisis de 2008 y en la política de estabilidad de la Comisión Europea. El
discurso populista es siempre despreciable porque busca y encuentra chivos
expiatorios a los que instrumentaliza para justificar su principal objetivo: la
conquista del poder sin una verdadera concepción del bien común, pues este
poder se basa en el odio.
![]() |
Manifestación de Aurora Dorada (Grecia) |
Sin embargo, sería un error creer que no existe
una base real que germina este modelo de discurso: cuando el vicepresidente
italiano Di Maio afirma que la política de austeridad de las instituciones
europeas ha generado una “carnicería social” con millones de parados, una
generación entera de jóvenes condenados al desempleo y a la extensión ilimitada
de la precariedad salarial pone de relieve algo desgraciadamente innegable hoy.
Es lo que denunciamos nosotros, los proeuropeos,
que soñamos desde hace décadas con una política social europea, con una moneda
común al servicio del empleo, con proyectos intereuropeos de desarrollo, de
financiación de la innovación y de la investigación para evitar también la
huida de científicos y técnicos a EE UU o China, y con muchas otras medidas
que, sin duda, nos embarcarían a todos en la senda de una Europa más
civilizada. Pero la amarga realidad es la siguiente: ¿el Gobierno español, por
ejemplo, aumenta el sueldo mínimo?, ¡la Comisión lo acusa de poner en riesgo la
estabilidad fiscal!
Cuando hacemos balance de la política europea a
partir de la puesta en marcha del euro, solo aparece una constante: la defensa
de la política monetaria, de la rigidez de los déficits presupuestarios, del
temor patológico a los mercados financieros (potencia abstracta que recuerda a
los dioses griegos de la guerra), como si el propio mercado único europeo no
constituyera una fuerza y el euro no tuviera medios para oponerse a los
especuladores mundiales. ¡Qué limitación mental de los dirigentes europeos!
¿Cómo explicar ahora que la creación del euro se justificó entonces para
competir y vencer al dólar, y, dos décadas después, el dólar siga estableciendo
su dominio con enormes deudas privadas y públicas en EE UU, y, en cambio, el
euro permanezca como moneda sin verdadero papel internacional?
En realidad, el populismo reaccionario tiene,
frente a la actual política asocial europea, un largo porvenir. Los ciudadanos
que lo apoyan no son, en general, racistas ni xenófobos, experimentan, sobre
todo, una situación de impotencia y de abandono social, resultantes del paro y
de la indiferencia de la UE. Los partidos populistas les hablan de otros
“culpables”, y nos atenazan a todos porque hacen derivar las frustraciones
hacia el odio, el racismo y la xenofobia. No hay nada nuevo en esta estrategia:
Europa la ha sufrido, y sobremanera, en los años treinta del siglo pasado. Y la
sufriremos aún más mientras no haya una verdadera política social europea.
El fascismo que viene
Miles de académicos se ganarán la vida durante
siglos estudiando por qué ocurrió lo que empieza a ocurrir ahora.
El fascismo puede definirse de muchas maneras,
todas ellas parciales. Según la época y el lugar, ha consistido en el secuestro
del Estado por parte de intereses privados, o en el encuadramiento de la
sociedad dentro de un esquema cuartelario, o en la creación de mecanismos más o
menos brutales para eliminar el disenso frente al poder. A veces estas
características se combinan. En general, el fascismo requiere de un líder
carismático. Pero no siempre. Un régimen puede parecer fascista sin serlo: la
Argentina de Perón. Y puede ser fascista sin parecerlo: el Portugal de Oliveira
Salazar. El fascismo da para muchas elucubraciones.
Quizá la esencia del fascismo consista en algo
bastante simple: una reacción agresiva de la mayoría contra las minorías. Las
mayorías, por supuesto, son algo contingente. No existen de por sí. Hay que
crearlas o al menos conformarlas, y para eso es necesario encontrar
sentimientos que muchos puedan compartir (el fascismo no se basa en ideas, sino
en sentimientos) y azuzarlos al máximo.
El miedo, la raza, la patria, la bandera, la
religión, la frustración, el pasado (en este caso casi como antónimo de la
historia): elementos que no resisten un análisis somero y que a la vez pueden
suscitar violentas emociones colectivas.
Las causas de que el fascismo esté en auge dan
para una enciclopedia. Desde los disparates fiscales del neoliberalismo hasta
la angustia ante la revolución tecnológica y la destrucción del trabajo como
valor, desde el envilecimiento de ciertas élites hasta la glorificación del
egoísmo, desde los cambios provocados por la mundialización y los movimientos
migratorios hasta el debilitamiento de las instituciones nacionales frente a
nuevas instituciones internacionales que no han logrado ser lo bastante
eficaces y lo bastante representativas. Miles de académicos se ganarán la vida
durante siglos estudiando por qué ocurrió lo que empieza a ocurrir ahora.
Volvamos a lo más simple: mayoría contra minorías.
El fascismo de hoy no se proclama fascista sino democrático, en parte porque la
palabra “fascismo” sigue provocando un amplio rechazo y en parte porque apela a
una de las definiciones de la democracia, la más parcial, tan parcial que roza
la falsedad: el gobierno de la mayoría. El abuso del término “democracia” (que,
como suele recordarse, jamás aparece en una Constitución tan eficiente como la
que elaboraron los Padres Fundadores de Estados
Unidos) ha difuminado el concepto liberal acuñado
durante los dos últimos siglos: un sistema que permite el gobierno de la
mayoría y a la vez garantiza los derechos de las minorías.
La izquierda, sea lo que sea eso, debería
preguntarse por qué lleva décadas articulando su proyecto en torno a las
minorías. Precisemos: en torno a un proceso de creación, exaltación y
radicalización de minorías que, llevado al absurdo (y en el absurdo estamos),
genera un mosaico de piezas imposibles de ensamblar. ¿Cómo va a ser posible
componer ese rompecabezas, si cada pieza compite con la otra por un mismo
espacio y tiene objetivos incompatibles con los de la pieza de al lado?
El fascismo que viene cuenta con la capacidad de
destruir la democracia en nombre de la democracia. Como en otras ocasiones,
solo puede ser derrotado por una mayoría que defienda los delicados y esquivos
principios de la convivencia. En otras ocasiones fue imposible componer esa
mayoría. Parece que hoy tampoco.
-->
Comentarios
Publicar un comentario