Transgredo y después me lamento
La convivencia de los grandes grupos sociales de nuestra especie
se ha logrado, entre otras cosas, con la instauración del estado de derecho. La
Constitución es una gran herramienta para la paz y la convivencia. No es
inmodificable pero sus defectos o carencias se deben cambiar respetando el
funcionamiento democrático.
Cuando no lo hacemos, como es el caso de algunos sectores de
Cataluña, rompemos las reglas del acuerdo de convivencia. En esos casos el
estado para garantizar las libertades y derechos de todos, en ocasiones debe
actuar contra los que desconocen y niegan las leyes, desatienden a los tribunales, presionan en
las calles al resto de los ciudadanos y los abocan a riesgos de pobreza y
violencia manipulando de forma prolongada la información como una forma de
intoxicación ideológica de unos contra otros.
Lo curioso de este tema es que los que más transgreden e incluso
haciendo gala de esa acción, luego exaltan su victimismo con lamentos cuando
los tribunales con todas las garantías del estado de derecho, les somete a un
enjuiciamiento para determinar si sus actividades anti democráticas constituyen o no delito en
contra del resto de la sociedad.
Al parecer, para algunos hoy, el incumplimiento del marco
democrático y de las leyes es posible ya que sienten que son poseedores de la
verdad, que están mesiánicamente destinados a construir un nuevo país aunque
éste sea más intolerante, violento, pobre y aislado. Total, si el proyecto sale
mal, también será culpa de los “otros”, es decir de aquellos que son malos
ciudadanos, no son “verdaderos” catalanes y ayudan a que el estado español nos
oprima.
Transgredo, luego me lamento y además recibo el aplauso de los
populistas y oportunistas de turno. Facetas del mayor tóxico de las sociedades
modernas: los nacionalismos. Vamos por muy mal camino…
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