¿En manos de quiénes estamos?

La mayoría de los ciudadanos deseamos tener trabajo digno, sanidad de calidad, educación que nos haga mejores y más libres, jubilaciones seguras, vivir en paz y tratar que la sociedad en su conjunto avance hacia el progreso en todas sus facetas, intentando que nuestra Europa lidere los contenidos heredados desde la ilustración.
Cada cuál deposita en sus representantes políticos las formas de lograr esos objetivos. Visto como va el mundo, con gran humildad me pregunto ¿en manos de quiénes estamos?
Veo a Trump, a Kim Jong-un, a los fundamentalistas religiosos, al DAES y aumenta mi pesimismo sobre los dirigentes mundiales. Pero en lo más cercano, lo que está ocurriendo en Cataluña es ya esperpéntico y desquiciante. Una de las regiones más ricas de España, culta, y gozando plenamente de las libertades de un estado de derecho entra en una carrera hacia al precipicio conducida por fanáticos ideológicos de otras épocas, mesiánicos, narcisistas e irresponsables que han sido educados durante años en el odio al otro, en resaltar diferencias y aunque no lo expresen abiertamente, en un sentimiento de superioridad que hoy no resistiría el más mínimo debate científico o cultural. Los nacionalismos son la antesala de la violencia, de la intolerancia, de la pérdida de libertades y siempre han conducido a la postre, a la pobreza y al retraso social.
En estos momentos pienso en la absurda posición de la CUP que se autodenominan de izquierda y parecen más unos camisas pardas de los años 30 al servicio de los corruptos regionales, en Puigdemont narcisista mesiánico representante de la burguesía catalana a la que va a enviar a la pobreza, ERC que han vendido su “Ezquerra” al nacionalismo decimonónico de derechas, Rajoy, sin reconocer la corrupción de su partido y colaborando en un choque de trenes por inacción de años de duración, Pedro Sánchez, que traduce su ideario político hasta ahora en No es No y las Colau o  Podemos y otros populismos oportunistas, sin ideas reales para los problemas de la sociedad si no solo postureo vergonzante para los momentos que vivimos.
Creo que ha llegado el momento que los ciudadanos de buena voluntad digamos basta, exijamos el alejamiento de la política de todos estos inútiles e ineficaces y comencemos a andar, sin prejuicios sobre el otro, apoyando a personas que desde distintas visiones políticas aportarán sin duda una hoja de ruta para potenciar la política de verdad, esa disciplina humana que debe servir para que los ciudadanos vivan y se entiendan mejor.
Todos los que defienden diálogo fuera del estado de derecho están haciendo chantaje a la sociedad, los que durante años defendieron a los etarras no tienen altura moral ni ética para aprovecharse de aguas revueltas, tampoco algunos premios Nobel de la paz  que se apuntan a apoyar causas que parten de la violencia contra una democracia representativa y que conducirán sin duda a un espiral de sufrimientos de una comunidad que conocen al parecer bastante mal.
Debemos serenarnos, reflexionar pero defender nuestro sistema de convivencia que aún teniendo muchos defectos, es lo que ha permitido a nuestra comunidad vivir el mayor periodo histórico  en un marco de libertades y progreso.
Quizás debamos actualizar nuestra excelente Constitución para adecuarla al siglo XXI en una propuesta federal del estado, pero nunca bajo chantajes que conculquen el estado de derecho. Debemos recapacitar y consensuar la educación de toda la ciudadanía de España para evitar el adoctrinamiento de cualquier tipo de nacionalismos o regionalismos victimistas que, como se ha visto siempre en la historia, se traducen en dolor, violencia  y pobreza.
Dejemos a los payasos y cómicos su sitio en los circos y en los teatros pero debemos desterrarlos de la política parlamentaria con argumentos y realidades incontestables.
Todos podemos tener aciertos y errores pero combatamos a cualquier tipo de corriente de “pensamiento único” que siempre nos conducirá a la pérdida de libertades.
Busquemos acuerdos y consensos pero siempre dentro de la ley y del estado de derecho.  De igual a igual expongamos nuestras diferencias y posteriormente la urnas hablarán.


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