¿En manos de quiénes estamos?
La mayoría de los ciudadanos deseamos tener trabajo digno, sanidad
de calidad, educación que nos haga mejores y más libres, jubilaciones seguras,
vivir en paz y tratar que la sociedad en su conjunto avance hacia el progreso
en todas sus facetas, intentando que nuestra Europa lidere los contenidos
heredados desde la ilustración.
Cada cuál deposita en sus representantes políticos las formas de
lograr esos objetivos. Visto como va el mundo, con gran humildad me pregunto
¿en manos de quiénes estamos?
Veo a Trump, a Kim Jong-un, a los fundamentalistas religiosos, al
DAES y aumenta mi pesimismo sobre los dirigentes mundiales. Pero en lo más
cercano, lo que está ocurriendo en Cataluña
es ya esperpéntico y desquiciante. Una de las regiones más ricas de España,
culta, y gozando plenamente de las libertades de un estado de derecho entra en
una carrera hacia al precipicio conducida por fanáticos ideológicos de otras
épocas, mesiánicos, narcisistas e irresponsables que han sido educados durante
años en el odio al otro, en resaltar diferencias y aunque no lo expresen
abiertamente, en un sentimiento de superioridad que hoy no resistiría el más
mínimo debate científico o cultural. Los nacionalismos son la antesala de la
violencia, de la intolerancia, de la pérdida de libertades y siempre han
conducido a la postre, a la pobreza y al retraso social.
Creo que ha llegado el momento que los ciudadanos de buena
voluntad digamos basta, exijamos el
alejamiento de la política de todos estos inútiles e ineficaces y comencemos a
andar, sin prejuicios sobre el otro, apoyando a personas que desde distintas
visiones políticas aportarán sin duda una hoja de ruta para potenciar la
política de verdad, esa disciplina humana que debe servir para que los
ciudadanos vivan y se entiendan mejor.
Todos los que defienden diálogo fuera del estado de derecho están
haciendo chantaje a la sociedad, los que durante años defendieron a los etarras
no tienen altura moral ni ética para aprovecharse de aguas revueltas, tampoco
algunos premios Nobel de la paz que se
apuntan a apoyar causas que parten de la violencia contra una democracia
representativa y que conducirán sin duda a un espiral de sufrimientos de una
comunidad que conocen al parecer bastante mal.
Debemos serenarnos, reflexionar pero defender nuestro sistema de
convivencia que aún teniendo muchos defectos, es lo que ha permitido a nuestra
comunidad vivir el mayor periodo histórico
en un marco de libertades y progreso.
Quizás debamos actualizar
nuestra excelente Constitución para adecuarla al siglo XXI en una propuesta
federal del estado, pero nunca bajo chantajes que conculquen el estado de
derecho. Debemos recapacitar y consensuar la educación de toda la ciudadanía de España para evitar el
adoctrinamiento de cualquier tipo de nacionalismos o regionalismos victimistas
que, como se ha visto siempre en la historia, se traducen en dolor,
violencia y pobreza.
Dejemos a los payasos y cómicos su sitio en los circos y en los
teatros pero debemos desterrarlos de la política parlamentaria con argumentos y
realidades incontestables.
Todos podemos tener aciertos y errores pero combatamos a cualquier
tipo de corriente de “pensamiento único” que siempre nos conducirá a la pérdida
de libertades.
Busquemos acuerdos y consensos pero siempre dentro de la ley y del
estado de derecho. De igual a igual
expongamos nuestras diferencias y posteriormente la urnas hablarán.
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